El cine italiano de 2015

Fantasías italianas

En las múltiples listas de las mejores películas repiten este año una y otra vez cintas que elaboran rigurosamente una estética (vaciada de contenido) sea con extrema belleza en The Assassin (Nie yin niang,  Hou Hsao Hsien, 2015) o con extremada e irrepetible belleza en Mad Max, Fury road (íd.; George Miller, 2015). Otras desarrollan una muy cuidada planificación que, paradójicamente, está en las antípodas de la dispersión inherente a la obra en la que se basan —sería el caso de Puro vicio (Inherent Vice, P.T. Anderson, 2014)—. Alguna, finalmente, construye un mundo interior de modo tan impecable que la ironía habitual marca de la casa sabe a prefabricada, como sucede en demasiados gags de Del revés (Inside Out, Pete Docter, Ronnie Del Carmen, 2015).

Es por ello, entre otras muchas razones, que me planteo si, en un mundo imperfecto, no hay nada mejor que las películas imperfectas. Es por ello que en este 2015 prefiero la irregularidad de diversas obras que han quedado en segundo plano respecto a las citadas. Ambiciosas en su planteamiento, alguna parcialmente conseguida, otras realmente excelentes, arrebatadoras en buena parte y, sobre todo, distintas. De todas ellas querría ahora reivindicar, llamar la atención, sobre diversas propuestas del cine italiano más reciente, basadas en una puesta en escena que salta del naturalismo a la fábula, de la realidad a un mundo onírico. Obras harto diversas que parecen compartir una vocación alegórica, en uno u otro momento o en su totalidad, moviéndose en el espacio limítrofe entre la consciencia y el sueño. Obras que miran, simultáneamente, de reojo, a los clásicos del cine italiano. Estoy hablando de La sapienza (íd., Eugène Green, 2014), Mia madre (Nanni Moretti, 2015), La juventud (Youth, Paolo Sorrentino, 2015), El cuento de los cuentos (Tale of Tales, Matteo Garrone, 2015) y El país de las maravillas (Le meraviglie, Alice Rohrwacher, 2014). Se trata de obras completamente distintas en objetivos y métodos pero que comparten la voluntad y la capacidad de conseguir un efecto de extrañeza sobre el espectador y no pocas referencias a Rossellini, Pasolini o Fellini.

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El cuento de cuentos (Matteo Garrone)

Ya comenté sobre La sapienza en mi texto del pasado festival D’A que la combinación de elementos dramáticos y cómicos, la interpretación hierática, rayando en la de personajes hipnotizados, y la exposición de obras de arte de gran belleza daban lugar a una pieza curiosa, extravagante pero altamente estimulante. Green da una vuelta de tuerca a Te querré siempre (Viaggio in Italia, Roberto Rossellini, 1958) lanzando a un arquitecto triste y un discípulo improvisado a un itinerario desde el norte de Italia hacia Roma, siguiendo las obras de Borromini. El enfoque realista de la obra contrasta con la actitud ensoñada del personaje principal o el desbordado romanticismo de la hermana que enferma por añoranza. Una obra que trae la belleza de un mundo de fantasía a la cotidianeidad y que de ésta nos lleva a una realidad que podemos imaginar… Una obra cuya singularidad le aleja, por ahora, de las salas de estreno.

Mia madre es otra agridulce crónica familiar de Nani Moretti, referida a sí mismo y a su madre, fallecida durante la producción de Habemus Papa (Nanni Moretti, 2011). Moretti se reserva un papel secundario, el del hermano de la protagonista, una atribulada directora (Margherita Buy). con rodaje en curso. Moretti alterna la complejidad de la filmación y el enfrentamiento que se produce con un incompetente actor americano (Turturro, en un papel grotesco y desajustado con el resto de la película) con los avatares familiares, mientras la madre está ingresada en el hospital por una grave insuficiencia cardiaca. Relegando el realismo para las secuencias del rodaje, Moretti opta por presentar el drama familiar en función de los recuerdos y los sentimientos, mezclando pasado y presente, vivencias y sueños, reflejando el caos en el que se mueve Margheritta y consiguiendo una sensación de malestar y pena que traspasa el umbral entre vigilia y ensoñación. Aunque lamentablemente lastrada por el tono esperpéntico que llegan a tener los enfrentamientos con el actor americano, incapaz de recordar sus líneas, Mia madre tiene una admirable capacidad de recoger en imágenes la ternura y el amor o el dolor y la herida que se producen ante la enfermedad de un familiar. El uso del montaje mezclado de recuerdos y sueños no es ajeno al destacable y emotivo resultado, de las secuencias en las que el hermano cuida la anciana a aquellas en las que el piso de Margheritta se inunda.

La juventud trae una buena tarjeta de presentación, la obra previa del director, La gran belleza (La grande bellezza, Paolo Sorrentino, 2013). Era ciertamente difícil mantener el listón alto en esta nueva obra que rastrea el sentido de insatisfacción de dos ancianos creadores. Michael Caine, compositor y director de orquesta, y Harvey Keitel, director de cine, se lamentan en un balneario de lujo, en lugar de disfrutar de los excepcionales servicios y paisaje que se les ofrecen. Sorrentino opta por mantener la línea desbordante que iniciara con Il divo (íd.; 2008) y alterna conversaciones íntimas con ensoñaciones personales (filmadas en suntuosa fotografía) que se desdoblan como apariciones en la realidad. Así la imagen de la modelo avanzando en una inundada, nocturna, Plaza de San Marco tiene su correspondencia con la aparición de Miss Universo luciendo cuerpo en la piscina dónde los dos ancianos se bañan, las referencias al peso de los años contrastan con la levitación de un lama o las mujeres antaño dirigidas por Keitel se hacen carne en torno a su creador. La juventud, en su mezcla de realidad, recuerdos, deseos y sueños, con sus obvias referencias a Fellini, se siente forzada, como un intento de reedición del éxito de La gran belleza. Sin embargo, a pesar de ello, Sorrentino consigue secuencias brillantes y harto emotivas. La cara tristona de Caine tiene gran parte del mérito; pero Sorrentino se luce a nivel visual, sea con efectivos travelling (la despedida de Keitel, casi en off visual, que se vincula al rostro de su amigo) o el montaje que enlaza con patetismo el interior y exterior del domicilio de Caine y su mujer.

SET DEL FILM "LA GIOVINEZZA" DI PAOLO SORRENTINO. NELLA FOTO MICHAEL CAINE E HARVEY KEITEL. FOTO DI GIANNI FIORITO

La juventud (Paolo Sorrentino)

El cuento de los cuentos parece, en una primera impresión, insuficiente. Tal vez sea por la irrupción y la rotura del ritmo que cada uno de los tres cuentos entrelazados produce en los demás, tal vez por que esperamos una conclusión más original para ellos… O, quizás, es que estamos lo suficientemente sumergidos en las historias cómo para desear que no acabasen todavía: el cuento de la reina cruel que busca un hijo a toda costa, el del rey solitario y egoísta que no quiere dejar ir a su hija y el del rey lujurioso que pierde la cabeza por una belleza que no es tal. El cuento de los cuentos resulta una obra tan fascinante por las historias en sí mismas como por el elaborado diseño de producción. En este caso la fantasía no irrumpe a través de los sueños como en Mia madre ni es un artefacto introducido por el director como en La juventud. En El cuento de los cuentos la fantasía nace de la propia historia, la fantasía es la esencia de la historia. Y la estética no resulta intrusiva sino que es inherente a lo narrado. El diseño de producción, los efectos especiales y la fotografía se integran en las historias, impregnadas del aire de los clásicos. De su ingenuidad; pero también de su turbidez, de la oscuridad y el terror ocultos a primera vista aunque a punto de surgir de improviso. Las metafóricas pulga gigante, el dragón acuático o la belleza súbita encarnan la soledad y el miedo, la ambición y a lujuria o la vanidad. Garrone utiliza la gran banda sonora de Alexandre Desplat y la fotografía de Peter Suschitzky pero es su mérito aprovechar paisajes naturales, como hiciera también Pasolini, para enfrentar la vida y la muerte, el amor y el odio. El desfiladero dónde el rey se sumerge con su escafandra para enfrentarse al dragón, la guarida del ogro o la cueva dónde la reina malvada acecha a sus hijos son la auténtica materialización de las pesadillas.

El país de las maravillas es, tal vez, la más singular de las obras citadas y, tal vez, en su aparente simplicidad, la más conseguida de todas ellas. Mezcla de realismo y de fábula sigue las peripecias de una familia peculiar que mal/vive de la apicultura y habita un caserón abandonado en el campo. Iniciándose con unos cazadores que, en plena noche, discuten sobre la presencia de la casa en aquel paraje y encadenando con las imágenes de las niñas en pleno sueño, no podemos cerciorarnos por si vemos una historia real o son retazos combinados de vida y sueño. Situada entre la realidad y la fantasía, sus personajes se mueven en un contexto temporalmente incierto, salpicado de elipsis que contribuyen a la sensación que como espectadores tenemos de estar sumergidos en una suerte de mundo paralelo. El paisaje, la familia y la historia en sí misma serán marcadas tanto por la acogida de un joven sociópata (insólita decisión de trabajo social) como por la extravagante invasión de un show televisivo que con su fantasiosa y hortera reconstrucción de la vida etrusca crea otro nivel de realidad. El enfrentamiento entre el padre, un hippy descatalogado, y su hija, responsable de la recogida y fabricación de la miel tiene aspectos naturalistas. Sin embargo, los juegos de esta joven Gelsomina, con un ánimo y una imaginación propias de las Gelsomina y Cabiria fellinianas, con su magia para domar abejas o beber la luz, nos acerca a las maravillas del título y a un mundo de fantasía que cura las penas de una dura realidad. De modo muy coherente, un plano circular hace desaparecer a la familia protagonista, tal vez en un nuevo viaje al país de las maravillas dejando tras de sí un atónito camello.

Si, sé que mis listas incluyen una peculiar selección. Pero en una realidad tan dura como la que hemos tenido el año anterior, no está de más disfrutar y maravillarse con estos retazos de sueños. Ahí están para sumergirse, de nuevo, en ellos.