The Imitation Game, de Morten Tyldum

No me suelen gustar las películas donde se narran batallitas estratégicas que resuelven cualquier conflicto bélico. La mayoría de las veces, un buen ejemplo son las que se desarrollan en el desembarco de Normandía, me producen hastío, aburrimiento. Solo espero que se acabe la batalla y que volvamos a salir de dicho horror y que regrese la normalidad y me olvide de esos cientos de cámaras que han filmado es batalla. Las que tratan de espías que ganaron solos la guerra me acaban aburriendo por esa sensación de centralidad en una persona como resolución de un conflicto amplio. Las que tratan sobre códigos cifrados y juegos de guerra me entretienen a pesar de caer en el mismo error señalado. En The Imitation Game (descifrando Enigma) (The Imitation Game, Morten Tyldum, 2014) también sucede, se descompensa el trabajo en favor del protagonista Alain Turing y se minusvalora el trabajo en equipo y el factor humano.

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Entonces, ¿por qué me gusta The Imitation Game? Me gusta especialmente por un detalle, que es el singular desprecio al factor humano que tiene la mayoría de las películas estratégicas. Durante dos años un grupo de científicos están encerrados entre cuatro paredes preguntando a la máquina creada por Turing, y solo cuando chocan con una telefonista que diariamente escucha los telegramas enviados por los nazis surge el camino hacia la solución. Es el factor humano. Muchos matemáticos encerrados sin salir a respirar cuando es eso lo que tienen que hacer, salir para buscar la solución. Es como en Bola de fuego (Ball of Fire, Howard Hawks, 1941) donde los académicos se dan cuenta de que viven de espaldas al mundo y han de aceptar modos y modismos desconocidos para ellos cuando conocen a una cabaretera. Y es ese factor humano el que más me agrada. Pero hay otros factores humanos: la extraña y frustrada relación de Turing con Joan Clarke, una relación de comprensión, en la que ella acepta su reprimida homosexualidad, y él acepta que no sea una esposa al uso, en unos años en los que lo primero era delito y lo segundo no estaba socialmente bien visto. Me gustan las reflexiones de Turing sobre la inteligencia artificial y el pensamiento humano. El test de Turing, que plantea si una computadora puede imitar a un ser humano al responder con respuestas lógicas dentro del pensamiento humano, me recuerda a la prueba Voight-Kampf donde se torturaba a los replicantes para que se desenmascarara su impostura, cuando eran más humanos que sus torturadores. Son esos recovecos del relato los que me hacen disfrutar mucho The Imitation Game, a pesar de que cargue con el lastre de que gracias a ellos, la guerra duró menos. Es decir que este grupo ganó la Segunda Guerra Mundial. Dicho axioma no lo aprobaría Turing.