Los enanitos que estropean nuestros sueños
Me gusta el cine de Christopher Nolan (n. 1970). Apreció en su obra una notable capacidad para elaborar, a partir de historias propias o prestadas, narraciones con una fuerte pulsión visual, inyectadas por una atmósfera muy concreta y, en ocasiones, por un sentido del espectáculo de alta densidad. Me interesó incluso cuando aún no había congeniado completamente con sus maneras en Memento (2000) e Insomnia (2002). Llamaba, por ejemplo, la atención la violencia interna de unas imágenes creadas para describir más allá del encuadre: las fugas del pasado, quizá no siempre idóneas o elegantes, que reverberan en las mentes de sus protagonistas cuando se encuentran en la soledad de sus habitaciones enfrentados de lleno a una verdad que solo ellos conocen; las patéticas fotografías comentadas, por no hablar de los tatuajes, que le sirven a Leonard como sustitutivo de su memoria resquebrajada en Memento; el perro muerto que encuentra el detective Dormer en Insomnia y que le servirán, entrañas en off mediante, para liberarse de su mentira… Incluso entonces, Nolan ya ejercía de excelente ilustrador de escenas de acción (vid. la persecución en la que Dormer queda atrapado por unos maderos bajo el agua en Insomnia), algo que neciamente se le ha reprochado en más de una ocasión y que ha venido echando por tierra con cada una de sus siguientes películas. Importante rastros de evolución respecto a su estimulante debut en Following (1998), un film indudablemente más fácil de disfrutar en un primer visionado.
Origen en una primera impresión también contiene elementos que apuntan hacia una evolución en la carrera de Nolan. En su anterior film, El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008), segunda entrega de la nueva franquicia alrededor de Batman que tan buenos resultados ha dado a Warner Bros. y un desbordante policíaco con diversos envoltorios, fue capaz de armar un in crescendo continuo y llegar a un grand finale que estilizaba la concepción del montaje paralelo. La estructura de Origen adopta similar aspecto logrando unos resultados aún más impactantes hacia su final cuando se afana en hacer de ese recurso de montaje el medio implícito para explicitar la historia y abstraer sus significados adyacentes. Los sueños visualizados por Nolan, los cuales se expanden en el tiempo y la imaginación según se van anidando otros, permiten al director angloestadounidense construir una secuencia fundamental para entender el verdadero alcance de su propuesta. Excelentemente ejecutada, parapetada en su fantasía y asimilada por su propia lógica, esta virguería exultante define, con el montaje paralelo a modo de un juego de espejos, una forma de representación de las realidades (que pueden llegar a ser) vividas, convirtiendo lo previsible en excitante, lo desmedido en exacto y lo fugaz en emocionante. En este punto se espera que el hallazgo se fusione con el recorrido del protagonista, al igual que los héroes precedentes del universo Nolan, atascado en un pasado del que necesita liberarse, y no solamente en la fascinante atracción derivada de la monstruosa pieza audiovisual. Pero no es así. Seguramente porque lo importante aquí sea vincular directamente el espectáculo con esas figuras, dejando a los personajes y conflictos en suspenso, es decir, sin matices ni reversos. Hasta el extremo: las valiosas imágenes, fotografiadas con una leve sobreexposición, que cierran el film, en una dirección única por mucho que el plano final pretenda buscar un conclusión abierta, tampoco consiguen despertamos de esa alucinante irrealidad sugerida por las imborrables construcciones paralelas. Vaciadas las aristas y disueltos los contornos dramáticos, Origen da vueltas sobre sí misma ingeniosa y mecánicamente, sin abandonar la personalidad de su creador, que despliega todos sus recursos, de los más virtuosos (vid. la orquestación frenética de una solución final) a los más prescindibles (vid. el flashforward de apertura). Final. Volvemos, ahora sí, de un sueño tranquilo que vislumbramos fugazmente placentero. Una sensación agradable pero efímera.
Retomando el conjunto de la filmografía de Nolan resulta congruente diferenciar los proyectos impuestos desde fuera de aquellos surgidos de ideas propias. Origen se sitúa en el segundo grupo remitiendo a los primeros trabajos de su director: la idea de los sueños superpuestos se puede rastrear en el cortometraje Doodlebug (1997); el ladrón de la mente interpretado por Leonardo DiCaprio se llama Cobb, al igual que el co-protagonista de Following, en ese caso un ladrón de casas que ha aprendido a conocer a las personas que roba por sus posesiones; Cobb perdió a su mujer en trágicas circunstancias y se enfoca en desenterrar cuál es el origen, del mismo modo que Leonard en Memento busca al presunto asesino de su esposa fallecida… no por casualidad ambos terminan encerrados en un carrusel perpetuo en el que conceptos como realidad y verdad han perdido su significado original. Precisamente el problema de Origen está en la raíz, es decir, en los elementos que conforman el espacio creativo de Nolan, puesto que su formulación evidencia las limitaciones de este al disociar completamente la parte del todo, el contenido del continente. La escena final mencionada anteriormente funciona como un cortocircuito porque su existencia deviene en la razón de ser de toda la historia: permanece la expresividad escénica pero ha desaparecido la densidad descriptiva: el resto es irrelevante. Sensación presente, de alguna manera, en Following, Memento, e incluso El truco final (The Prestige, 2006), sin embargo atenuada o hasta eliminada, más allá de unas duraciones bien ajustadas y justificables, gracias a la cuidada escritura a varios niveles, especialmente en cuanto a descripción de situaciones y personajes que solidifican firmemente el conjunto, cualidad bajo mínimos en Origen. No extraña, por tanto, que las otras películas del director londinense, las que corresponderían al grupo de los encargos, prácticamente no estén expuestas a estos problemas de cohesión: Insomnia, una versión de un film islandés de igual título que no cuenta con la participación de Nolan en el guión y que, casualidad o no, me parece el más brillante que ha filmado; las adaptaciones de Batman bien acotadas al contexto de las historias gráficas, a las directrices de producción y a las aportaciones del en esas ocasiones solamente escritor David S. Goyer. Pensando en esto y en el hecho de que Origen viene firmada solamente por Nolan, algo que no ocurría desde Memento (según una historia de su hermano Jonathan), se podría llegar a una conclusión errónea y apresurada, aunque nos facilitaría mucho las cosas. Sus siguientes películas tampoco nos van a ayudar en este sentido. Afortunadamente.
Muy de acuerdo estamos, Jose David, prácticamente en todo lo que has escrito. Sobre todo en lo que comentas de que el problema de Origen está en que acaba por separar su forma de su fondo (esta vez no logra Nolan, como dices, que ambas cosas queden bien ensambladas al final del trayecto). Tal y como yo lo veo, la película, con sus logros -que compartimos, pues yo también creo que los tiene-, acaba siendo víctima de su propia vocación de film-espectáculo (forma) a costa de dejar más de lado aquello que pretende explicar (fondo) -cosa que Nolan soluciona muchísimo mejor, creo yo, en otras de sus películas, como, por ejemplo, Memento y The Prestige, por citar dos de mis favoritas-. Para mí, este problema se sintetiza muy especialmente en el plano final de la película, pues, si se me permite la osadía, yo opino que está mal resuelto. Yo considero que lo interesante de ese plano -y de la historia que se desarrolla a lo largo de toda la película, en definitiva- no es si el tótem cae o deja de caer, sino el hecho de que a Cobb le da exactamente igual si lo hace o no. Es por esto que pienso que el plano no debería haber abandonado a Cobb para atraer -o mejor, distraer- la atención del espectador hacia el tótem, sino que debería haber apostado por abandonar definitivamente el tótem y enfocar lo realmente importante. Fin de la osadía.
Por cierto, no conocía Doodlebug. ¡Muchas gracias por la aportación!
Hola Pol
Coincido en lo que dices del totem, más o menos… Y a partir de ello y tus palabras (me) pregunto dos cosas: ¿a Nolan realmente le importa realmente si quiera como pirueta o truco o trampa, de la trama, del lenguaje, de la maquinaria…? ¿cómo entender el plano final entonces?
A la primera pregunta pienso que, como todo en el film más relacionado con el exterior de los sueños o los conflictos de Cobb, son irrelevantes hasta el punto que sobran y estropean el espectáculo. Sea esto bueno o malo.
Saludos y gracias a ti por comentar
JD
Hola Jose David,
Pues mira, yo creo que tu respuesta a tu propia primera pregunta encierra en sí misma el problema que yo le veo a la película. Digamos que en Origen hay varios frentes abiertos: la historia de Cobb, el espectáculo puro y duro que supone toda la segunda parte de la película (con los cuatro sueños anidados culminando en paralelo en un intenso y muy sostenido clímax narrativo), la dualidad sueño-realidad, las implicaciones que puede conllevar la manipulación del subconsciente de una persona… Digamos que -o al menos así es como lo entiendo yo- Nolan apuesta muy fuerte y monta todo un tinglado en forma de argumento más o menos típico del cine negro a fin de ir desarrollando y atacando todos estos frentes: un tipo más o menos bueno en algo se dispone a realizar un golpe muy arriesgado, se nos explican las motivaciones, la creación de la banda, la planificación del golpe, la ejecución del golpe y las consecuencias de la ejecución del golpe: en fin, La jungla de asfalto, Atraco perfecto, Rififi… la lista podría ser muy larga. Entonces, con toda esta maquinaria montada y funcionando, lo que creo yo que intenta y no consigue Nolan es vencer en todos esos frentes abiertos logrando, a la vez, trenzar la película sin que parezca justamente una sucesión de frentes abiertos, sino siendo un todo que logre aunarlos y ser algo más que la mera combinación de sus partes. Y creo que realmente no lo consigue, pues, primero, la película no pasa realmente de ser una combinación de sus partes y, segundo, se trata de una combinación no ponderada, esto es, en la que algunas partes terminan desplazando completamente a otras. Es por esto que, si, como tú comentas, se centra uno en el espectáculo, la historia de Cobb acaba sobrando y la dualidad sueño-ficción se hace irrelevante; si, como yo comento, se centra uno en la historia de Cobb, el espectáculo hace que se resienta el desarrollo de dicha historia y la dualidad sueño-ficción queda como un pegote (de ahí mi osadía en mi primer comentario a cuentas del plano final de la película, pues creo que ejemplifica perfectamente esto); si, por contra, se lo plantea uno todo desde el frente de la realidad sueño-ficción, yo creo que la película acaba no sosteniéndose por ninguna parte. Y todo esto sin entrar a valorar las contradicciones en que incurre la película respecto de las propias reglas que ella misma plantea (¿qué sentido tiene que Fischer esté entrenado para tener un subconsciente militarizado y no, por ejemplo, un subconsciente plagado de superhéroes que, además de repartir hostias como panes, le dejen bien claro al propio Fischer que está en un sueño y no en la realidad -que es justamente uno de los puntos claves para que el trabajo de Cobb y su equipo llegue a buen puerto-?, ¿o qué sentido tiene que la ingravidez en la furgoneta provoque un sueño ingrávido en el hotel, pero que, aplicando la misma regla, la ingravidez del hotel no provoque un sueño ingrávido en la nieve?), pues pienso que son, en realidad, un problema muy menor comparado con este.
En definitiva, yo opino que a la película le falta darle un sentido global a todas sus partes que, a la vez, le daría un verdadero sentido a ella misma (y es algo que le falta, sobre todo, porque creo que lo pretende tener, que lo busca, que lo intenta -pues ya digo que la apuesta es de altura- y fracasa en el intento). Y es por eso que también creo que, se la mire uno desde el punto de vista que se la mire, la película acaba siempre cojeando de alguna o varias patas.
En contrapunto a todo esto, también pienso que están los aciertos y las cosas buenas que tiene la película. Y pienso que la primera es, aunque fallida, su propia ambición, el mero hecho de plantear e intentar una película tan grande y compleja ya es algo a tener en consideración. Otro acierto, por ejemplo, desde el punto de vista que entiende y plantea la película como un film-espectáculo (intención del todo loable, creo yo, pero que es justamente la que más fuertemente acaba sesgando la película), es la pirueta de los cuatro sueños anidados: todo lo que ocurre «en» el avión -que es una parte larguísima de la película- se acaba convirtiendo en un tiovivo narrativo tremendo. Es como si uno cogiera aire cuando se suben al avión y prácticamente ya no volviera a soltarlo hasta que se despiertan. También, por ejemplo, toda la persecución en Mombasa, yo creo que está muy bien: rodada, muy calculada y acertadamente, de forma que provoca una cierta extrañeza en el espectador, pues, de hecho, parece más una persecución soñada que real (el plano cenital que muestra el escenario como si fuera un laberinto, el sonido tremendo del golpe que se da uno de los persecutores contra el capó de un coche, la pared que se estrecha, la súbita aparición de Saito, incluso la forma que tiene Cobb de correr y moverse y ocultarse…)
Pero en fin, que ya he escrito demasiado para ser un comentario. ¡Muchas gracias por responderme, por cierto! 🙂
Un cordial saludo,
Pol.
Hola,
Por algún motivo Nolan siempre me ha recordado a Vincenzo Natali, igual porque ambos gustan de historias que saben navegar entre la fantasía y la realidad, o mejor dicho, que naturalizan esa fantasía insertándola sin aristas en un mundo más «real». Origen logra que el espectador no se haga demasiadas preguntas sobre el «cómo» funcionan las máquinas de los sueños y se sumerja en la historia que al principio recuerda a las lecciones de Neo en Matrix. Puede que en ese punto la película se muestre como lo que me pareció a mí; un perro de un solo truco. La manipulación que hace la estudiante en el mundo creado es de una belleza y rotundidad visual abrumadora, pero una vez vistos los juegos de cámaras y perspectivas todo eso desaparece para ser una película más convencional. Al menos Nolan trata con respeto al espectador no dándole una historia fácil y masticada, o mejor dicho; una historia muy masticada y digestión rápida (porque la historia, quitando el fondo onírico, es convencional).
Como es mi primer comentario no quiero excederme, más aún de lo que he hecho ya, por eso sólo quisiera dar mi opinión sobre el plano final (que mantuvo en vilo a todo el público del cine y que reaccionaron con emoción ante él). Mi opinión del plano final; es una vacilada del director. No busquéis más, que no lo hay.
Un saludo.
Esta claro que en Origen se vende popper. A cobb le mola y se lo unta rico, por cierto yo tambien vendo popper baratito a buen precio.
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