Trilogía de Apu (Satyajit Ray, 1955-1956-1959. Divisa)
Al igual que otros dos míticos títulos reseñados más abajo, esta nueva edición de la prestigiosa Trilogía de Apu, forma parte del 25 aniversario de Divisa, a su manera también parte de la mítica, localista en este caso: es una de las distribuidoras de cine en casa españolas más asociadas con el cine llamado clásico, que en tiempos del video nos permitió acceder a muchos títulos mudos hasta el momento inéditos o muy difíciles de encontrar, además de publicar a finales de los 90 esta trilogía que nunca antes se había visto en España. Dirigidas por Satyajit Ray, cineasta, escritor e ilustrador que ha tenido muy mala fortuna en la difusión de su obra en nuestra fronteras (hecho que aún no está del todo resuelto, sobre todo en el terreno del cine, si tenemos en cuenta que apenas se conoce una parte muy reducida de aquella, siempre condicionada por estos tres títulos), La canción del camino (Pather Panchali), El invencible (Aparajito) y El mundo de Apu (Apu Sansar) se pueden ver como un film-río (en tres partes) que narran, por un lado, la vida de Apu desde su infancia rural hasta que se hace adulto ya en Calcuta, y traza, en paralelo, una descripción emocional de un mundo pequeño pero a la vez inmenso que posee una mirada honesta y comprometida, donde hay espacio para el llanto y la dicha, la decepción y la conmoción, la inocencia y la realidad… Lástima que los extras de estos tres discos presentados en un atractivo estuche metálico no esten a la altura del contenido principal y solamente ofrezcan información detallada (tediosa de leer al estar paginada en exceso) sobre el propio director, el escritor bengalí Bibhutibhushan Bandopadhyay, cuyas novelas Pather Panchali (1925-28) y Aparajito (1931) son la base de las películas, y el músico Ravi Shankar que compuso una banda sonora memorable.
J.D. Cáceres Tapia
El gabinete del Dr. Caligari (Robert Wiene, 1919. Divisa)
Sale al mercado una nueva edición en DVD de una de las obras más conocidas de la Historia del Cine cuyo libreto, escrito por Carl Mayer, fue llevado a la pantalla por Robert Wiene, aunque el verdadero valor de esta película lo dieron sus escenógrafos: Hermen Warm, Walter Roeng y Remann. Obra a caballo entre lo pictórico y lo cinematográfico, su importancia no radica en los valores cinematográficos propiamente dichos, sino en la plástica, y en alumbrar un personaje que crearía estilo en la producción alemana de principios de los años 20, y a los que Kracauer, en su ya mítico ensayo (De Caligari a Hitler, historia psicológica del cine alemán), agrupó en una categoría particular: la del tirano. Caligari es todavía un cine torpe y tosco, muy teatralizado dramáticamente, donde lo que destaca es la investigación sobre valores como el espacio, la perspectiva o la luz, dando lugar a un universo deformado. Se falsean voluntariamente las perspectivas con callejuelas entrecortadas oblicuamente y ángulos imprevistos, se hacen caer las verticales acentuando las formas puntiagudas y punzantes, para producir en el espectador un efecto totalmente distinto al que provocan las líneas de trazo armonioso: lo importante aquí es crear inquietud y terror. Este gusto por los contrastes violentos se muestra también en la luz, cuya evolución dará lugar a la característica que ha quedado como la más reconocible del expresionismo: el claroscuro, santo y seña expresionista del clasicismo americano. Por ello Caligari es una obra imprescindible para todos aquellos amantes del cine y su Historia. Por extraña, por naïf, por inquietante, por innovadora. Por ser ejemplo y eslabón fundamental en la construcción de un lenguaje nuevo y por ser reflejo de una sociedad y coyuntura socio-política concreta. Por revelarse en ella la psicología y sociología de un país, es decir, las angustias y miserias de un pueblo, la Alemania de entreguerras, desarrollado después en futuras producciones y que dará lugar a lo que se conoce como el Cine Expresionista Alemán.
Miguel Ángel Pastor
House by the River (Fritz Lang, 1950. Avalon)
A estas alturas es muy difícil descubrir a un cineasta de la categoría de Fritz Lang o a otro (hay sólo 5 ó 6 cuya filmografía pueden estar a la altura) parecido. Lo que si es un placer, que algún día se nos acabará, es descubrir películas que estaban sepultadas en el olvido más por problemas de distribución que por su calidad o importancia. Por eso es motivo de satisfacción que Avalon recupere esta pequeña joya resistente al paso del tiempo y el polvo. Un thriller familiar y claustrofóbico que va más allá de las estructuras habituales del relato para componer una reflexión sobre el poder de la literatura para crear un conflicto (o al reves, la capacidad de crear un conflicto para realizar literatura) que retroalimenta sus lecturas (múltiples y diversas aunque diáfanas) con la capacidad de Lang de quebrar cualquier atisbo de normalidad. El río, cuyas corrientes remueven con naturalidad todo lo que está a su paso, es el protagonista de una historia de profundidades y superficies, orillas y horizontes, que nos va llevando por un paisaje interior llenos de cocodrilos, pirañas y monstruos sin lago Ness que dibuja sin compasión una cartografía bastante negra de la condición humana. Lang nunca abandonó sus temas y sus seguidores nunca lo abandonaremos a él.
Manuel Ortega
M, el vampiro de Düsseldorf (Fritz Lang, 1931. Divisa)
Al igual que los dos primeros films reseñados en este número, incluidos en la selección de 25 títulos que celebran el 25 aniversario de Divisa, la compañía nos ofrece una de las películas más emblemáticas de Fritz Lang en la consabida edición de lujo en caja metálica representativa de la colección. Se trata de M, el vampiro de Düsseldorf. Un título que induce a pensar en el género de terror, y tal vez eso es precisamente lo que provocan los horribles crímenes cometidos por un asesino de niñas sobre los que gira la trama, a pesar de que los más puristas encajarían el film en el género policiaco sin mayores remordimientos, por supuesto sin andar desencaminados. Este asesino que anda suelto es probablemente la interpretación más memorable de Peter Lorre, un actor generalmente menospreciado, que en esta ocasión pasó a la historia simplemente por los últimos veinte minutos de metraje, en los que se enfrenta a un jurado tan atípico como temible. Fritz Lang arriesgó más de lo que pudiera sospecharse para tratarse de su primera producción sonora con una estructura narrativa poco habitual que no se centra en los personajes como una película convencional, otorgando un mayor peso al entorno, a la ciudad donde se cometen los asesinatos, siendo tal vez el principal personaje del film junto con el asesino, que sin embargo permanece también desenfocado hasta bien mediada la película y el momento en que esa M acusadora del título hace su brillante acto de aparición. La edición en 2 DVD’s incluye un documental de una hora de duración centrado en la etapa alemana del realizador y en la fatalidad del destino, uno de los temas principales en todas sus películas.
Sergio Vargas