Entrevista David Marqués

Retomamos el recorrido por la actualidad del cine español de la mano de los directores que más nos (han) interesa(do) en los últimos tiempos. Cineastas españoles del siglo XXI nació hace un año cuando realizamos la primera de las entrevistas al director de Yo (2007), Rafa Cortés en número 78 de MIRADAS, en septiembre de 2008. A continuación recuperamos un título clave del cine español contemporáneo, Torremolinos 73 (2003), y con él a su máximo responsable: Pablo Berger, entrevista aparecida en nº 79, octubre 2008. Después de este prolongado impasse, proseguimos con el volumen 3: David Marqués (Cualquiera, 2003 y Aislados, 2005).

Un aislado cualquiera

De todos los directores que hemos seleccionado para este espacio de entrevistas creemos que la apuesta que más tiende a la sorpresa es la del director ibicenco. Quizá no sea tan comprometida como la de Santiago Lorenzo o tan a contracorriente como la de Jaime Rosales, pero sí conforma para nosotros una apuesta convencida por una manera de hacer cine que no tiene ni la repercusión que merece ni la atención que necesita.

David Marqués (1972) es un outsider por diversos motivos que vienen al caso comentar. Primero porque no busca esa condición por encima de su obra si no que construye la misma alrededor de las fronteras que le impiden hacer el cine que le gustaría hacer. No tiene otra opción que mantenerse al margen y recolectar los frutos extraños que allí crecen. No lo hace por una postura narcisista ni por llevar la contraria; lo hace por expresarse con los 600 euros que tiene. Segundo porque su discurso no necesita una escuela, ni una comunidad autónoma, ni una revista especializada que le respalde. Su discurso (narrativo, moral y estético) enlaza a la perfección con una generación de espectadores que han crecido cinematográficamente con una series de referentes ineludibles para la educación sentimental y espera reencontrarse con ellos traídos por otro espectador. Marqués es un espectador con una cámara y talento y eso en estos tiempos (y en estos lares) de voluntariosos primeros de la clase, hijos de y vetustos debutantes le hacen ser especial. Tercero por su concepto total de la obra como trabajo en progresión, por su condición de alquimista que, utilizando materias primas tan en desuso como el guión y los actores, construye cada pieza con las piezas que puede utlizar en cada momento. Un director que sabe que la película se hace en los ensayos, que la escritura se hace con la caligrafía, que el tetris es deporte nacional para los que sólo tienen huecos por cubrir.

Por eso David Marqués es un aislado cualquiera dentro de una cinematografía que suele premiar más al que se acerca mucho, al que se aísla poco y al que quiere ser diferente a costa de ser igual que los demás.

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—¿Qué formación cinematográfica tienes?

—Estudié hasta COU. No he estudiado ni cine ni guión. Supongo que mucha gente dirá: se nota.

—Y cómo empezaste en el cine…

—Tenía 10 ó 12 años cuando mi padre me regaló un vídeo Hitachi para los mundiales del 82. A partir de ese momento empecé a alquilar una película a la semana. Alquilaba todo, pero todo. Lo peor y lo mejor. El acorazado Potemkin, películas de Bud Spencer… Años después conseguí otro vídeo y me puse a grabar como loco. Entonces empecé a escribir mis primeros cortos. Eran muy cañeros, hasta que me di cuenta que tenía que escribir cosas que se pudieran rodar. Así que en el 97 escribí uno llamado Bocanadas: un monólogo de un tipo fumando. Era larguísimo, duraba veinte minutos. Pero lo mandamos a un festival y ganamos el premio del público. Después nos concedieron otros ocho o diez premios más. Al año siguiente hicimos Tragos, con dos actores que hablaban en un bar. Y pasó lo mismo: lo mandamos a festivales y ganamos algún premio.

—¿Estos primeros trabajos cómo estaban planificados? ¿Grabados en vídeo, autofinanciados…?

—Sí, sí… éramos cuatro amiguetes. Había guiones pero esencialmente eran diálogos: la imagen era muy cara por entonces y lo más fácil era hacer hablar a los personajes. Con ellos participábamos en las secciones de cortos en vídeo, aunque en Soria, donde ganamos el premio del público con Bocanadas, concursaban también los nominados a los Goya, rodados en 35 mm. Fueron tan bien que yo también pensé en dar el salto a 35mm. Pero haciendo cuentas, entre cámara, película y laboratorio, me dije: por este precio hago un largo. Entonces escribí Cualquiera.

—¿Cómo te enfrentaste a tu primer largo?

—El guión estaba basado en las localizaciones que tenía: mi casa, la papelería de mis padres, el bar de un colega…. Montamos un equipo de profesionales y la rodamos en 35 mm y en 9 días. No teníamos ventas, ni distribución, ni nada. Conseguimos unos cinco millones del Ayuntamiento de Ibiza. Íbamos puerta por puerta buscando dinero. Íbamos a ver a cualquiera que saliera con un anuncio grande en las Páginas Amarillas. Y así conseguimos el resto del dinero: desde gente que nos dio 25.000 pelas hasta una naviera que nos dio un millón.  Luego filmamos su barco,  y una semana después se hundió. Cada vez que filmamos un barco, se hunde después. Vamos a empezar a filmar barcos y a pedir rescate: Si no pagáis, os sacamos en una peli.

—¿Y para distribuirla lograsteis respaldo?

—Cuando la terminamos estuvo prácticamente un año en un cajón porque no teníamos dinero para un laboratorio. Al año siguiente, en 2000, la mandamos en DVD a distribuidoras, pero nada, ninguna hizo ni caso. Por fin contactamos con Nirvana. Les hicimos un pase en Madrid y su responsable nos dijo que era una mierda. «Si quieres dedicarte cine no le enseñes esto a nadie», dijo. Aguanté como un campeón y al final le contesté que había hecho lo que me gustaba y que eso no era una mierda, era cine. Después presentamos la película en el festival de Vitoria, en Ourense, en Benalmadena, en Islantilla… y nos dieron el premio del público. Por cada premio que ganábamos, le mandamos un fax a nuestro amigo de Nirvana. Al final hicimos cuatro copias para Barton Films. No fue muy bien. Primero se estrenó en Barcelona, estuvo una semana y luego en Madrid en dos salas, el 4 de Abril del 2003, y aguantó dos semanas

—Pero en los festivales el público respondía muy bien

—La presentamos en la Mostra de Cine de Valencia, en 2002. Nos merecimos el premio del público, porque fue la más votada. Pero nos lo quitaron, no sabemos por qué. ¿Os imagináis? ¡Nos quitaron tres millones de pesetas! Fue un verdadero fiasco. El público voto por Cualquiera: preguntamos en la taquilla, fuimos a las salas, estuvimos pendientes en todo momento de la proyección de nuestra película. Tuvimos lleno el pase, 255 butacas. Pero le dieron el premio a una película sueca cuyo título no recuerdo. Estuvimos en la proyección de esta película y prácticamente no había nadie. Entonces fuimos a hablar con el director de la Mostra, Jorge Berlanga, pero no quiso escucharnos, y nos echaron de allí. Como colofón salió la concejala del ayuntamiento acusándonos de querer promocionar gratuitamente la película. Nos acusaron de haberla votado nosotros. Al final se inventaron un acta y nos dejaron en segundo lugar. El dinero se lo llevó el sueco. Después el director de la Mostra dimitió. ¡Qué casualidad!

—¿Tuviste la tentación de convertir alguno de los primeros cortos en largo?

—Boca a Boca me compró una opción sobre un guión inspirado en Bocanadas y estuve trabajando con ellos durante un año. Pero fue cuando se fusionaron las plataformas digitales, y el proyecto se cayó. Después Estudios Pirámide, una empresa de publicidad bastante potente que quería hacer una película, también  se interesó por ese mismo guión. Estuvimos trabajando con ellos de forma muy intensa pero, mientras, decidimos hacer otra película, una peli barata. Menos mal, porque el proyecto con Pirámide también  se cayó. De ahí nació Aislados.

—¿Tenías más medios para Aislados?

—Escribí el guión igual que los demás, pensando en lo que tenía: la casa, los actores, la moto, el francés… Y fue todo muy rápido. Nos encerramos un mes con el equipo y la rodamos en 6 días y la montamos en casa de Laila, la novia del técnico de sonido. Nos seleccionaron en el Festival de Málaga y a partir de ahí sí, porque entró Alta Films que coprodujo la película. Después, con los festivales, nos tuvo ocupados entre tres y cuatro años. Funcionó muy bien en los festivales.

—¿Y en la taquilla?

—En taquilla, no. Algo falló. Creo que se equivocaron en la forma de lanzarla, en la promoción. Por ejemplo: no pusieron los premios en los carteles, porque decían que no era una película para un público de festivales. Sin embargo se estrenó en salas pequeñas, las que frecuenta un público cinéfilo, y no en multicines. Habíamos sido premiados en varios festivales y creo que, si se hubiera hecho mención en los carteles, hubiera ido mejor. Sin embargo el boca a oreja sí funcionó. Por ejemplo, en los cines Princesa, la primera semana fue fatal en taquilla, pero en la segunda se vendieron todas las entradas. Se estrenó en Semana Santa, con Mejor Imposible, con El Código da Vinci… Y cuando fuimos a la televisión a promocionarla ya la habían quitado de la cartelera. La gente nos decía: ¿Dónde la ponen? Quiero verla… Pues bájatela, teníamos que contestarles. Para que una película funcione hay que seleccionar bien las salas donde se proyecta. Y más cuando no te puedes permitir una promoción a lo bestia, como hacen los grandes.

—Un director español ¿puede vivir de recorrer festivales?

—Fuera te tratan muy bien. Con Aíslados fuimos a Londres, Montpellier, Letonia, Hungría, República Checa, Turquía, Grecia… En Londres la revista Variety, hizo un análisis de la película buenísimo. En Karlovy Vary fue elegida mejor película en la sección Variety’s Critics Choice donde se presentan 10 películas europeas. En Montpellier estábamos asustados, porque en la película se hacían ciertas alusiones en las que los franceses no salían muy bien parados… pero ganamos el premio del público y eso nos llenó de satisfacción. Si, si, claro, estuvimos tres años de festivales, más o menos. En Turquía la gente pensaba que éramos famosos, no sé, Almodóvar, o Antonio Banderas. Cayó un periódico en mis manos, me dejó atónito, escribían sobre nosotros. La prensa especializada ya había visto la película en Londres y Montpellier y, nada más llegar, nos dieron un premio. La película funciona, y ha sido un éxito en todos los pases. También en Madrid. Cuando se estrenó en el Palacio de la Música, fue un llenazo: había mil personas.

—Te gusta un tipo de cine, el de los 70 y 80 americanos, que no tiene nada que ver con el que haces. Si dispusieras del presupuesto adecuado, ¿cuál sería tu proyecto? ¿Mantendrías tus referentes?

Bocanadas es un thriller y es una comedia. Una comedia muy negra. Tengo dos o tres proyectos que sí son cine de género, pero siempre con el referente de mi mundo, que es el de Aislados o Cualquiera. Es cierto que ese es el único cine que puedo hacer por presupuesto. Claro que me he tenido que crear un mundo en función de los recursos de los que disponía. Aunque no es que me quiera quedar ahí: ahora estoy con una comedia romántica y una serie para el Canal 9 que se llama Singles. Pero no quiero dejar de hacer películas como Aislados o Cualquiera. Tengo otro proyecto, se llama Desechos y es del mismo tipo: el argumento es mínimo y se basa en los diálogos.

—Tus películas parecen influidas por cierto cine de autor ¿Cuáles son tus referentes?

—Me gusta el cine americano independiente. Me comparan a veces con Kevin Smith, también me gusta Tarantino… Es el cine que la gente de mi edad ha visto. Todos hemos crecido con los mismos referentes: las mismas series, los juegos de ordenador… Y en Aislados los dos amigos hablan de eso, de los de su generación. Quería hacer algo distinto, una película con lo mínimo, en todos los sentidos: equipo, argumento y elementos cinematográficos mínimos. No contar nada, pero no aburrir. Los planos son dos tíos hablando de todo. Y sólo con eso intentar conseguir que el espectador se sienta involucrado. Que quiera participar en esa conversación.

—Sin ser un western de John Wayne, Aislados es una película muy masculina. ¿Crees que a las mujeres les puede gustar tanto como a los hombres?

—Hicimos la película para nosotros. Y, la verdad, no tenía ninguna actriz a mano cuando escribí el guión. Lo escribí basándome en estos tíos. Pensaba que las chicas nos podían decir que era machista, pero no podíamos autocensurarnos. Son dos tíos que hablan de todo y, por supuesto, también de las mujeres. Y cuando los hombres hablan solos, hablan de determinada manera. No puedes autocensurarte, porque si no, no va resultar realista. En el primer pase, en Málaga,  el 80% de los espectadores eran mujeres. Estábamos muertos de miedo. Pues interrumpieron con aplausos tres veces durante la proyección. Y al final de la película nos felicitaron. Algunas amigas actrices me sugirieron hacer Aisladas, una versión de mujeres. Pero no me atrevo. Yo no soy una mujer, no estoy en su mente y no sé como piensan. Seguro que son mucho peores.

—¿Crees que tus personajes serían capaces de enamorarse realmente?

—Hombre, espero que sí. En la que voy a hacer ahora, que se titula A pares, se enamoran. Aunque es una comedia romántica en la que los protagonistas no se besan. Quería cambiar un poco ese tópico. No es que mis personajes no se enamoren. En Aislados son dos tíos de treinta y tantos años que están desencantados. Y en Cualquiera son parejas que viven esa monotonía que surge cuando pasa un tiempo, hay cariño y el aliciente del sexo, pero ya sientes por tu pareja lo mismo que por tu padre o por tu hermano.

—Tu visión de la pareja no es muy optimista.

Cualquiera no solo trata de la pareja. También habla de la rutina, de la monotonía. Transcurre todo en un día, uno de esos en los que «nunca pasa nada pero aun así tienes que vivirlos», como decía el cartel de la película. El trabaja seis meses de camarero y el resto del año cobra el paro. Quiere ser actor, pero lo único que hace es grabarse vídeos en casa. No hace nada para conseguirlo. Pero hay que luchar, demostrar lo que vales por ti mismo. Nadie va a venir a decirle: «Dani, te estábamos buscando para darte el papel protagonista de nuestra película, es tuyo». Dani, es un cantamañanas, sin nada que ofrecer, un pringado. Su consuelo es saber que no está solo. Es una película dura y triste. No puedes salvar al personaje ni con pinzas

—Parece que a los personajes de Cualquiera les cuesta madurar. También ocurre en Aislados. ¿Crees que la felicidad está en ese paraíso de la infancia?

—Los protagonistas de Aislados son dos tíos de treinta y tantos que hablan de las mismas tonterías que con 18 o 15 años. Hablan como adolescentes, de vídeos, de juguetes… pero ellos no tienen nada en la casa donde están, ni siquiera radio. Les fastidia perderse las moderneces, como ellos las llaman, que traerá el futuro; pero sólo se tienen el uno al otro. Y parece que no se dan cuenta, que no lo valoran en ningún momento. Es un canto a la amistad. Es bonito volver a la infancia sin ser muy consciente de ello. Seguramente dentro de 40 años llegarán al asilo y seguirán hablando de las mismas tonterías. Se sienten más jóvenes al hablar de esas cosas, las que a ellos les han marcado. Porque se sienten más cómodos en esos recuerdos que en lo que hay ahora. Son como dos náufragos. El mundo exterior evoluciona, pero ellos siguen igual. Es una película contradictoria.

—Eres muy cruel con tus personajes.

—La verdad es que sí. Cualquiera es una comedia, pero a medida que avanza en el fondo es bastante triste. Aislados es más optimista, pero en el fondo las dos hablan de lo mismo: de la rutina y de la monotonía. Desechos, la próxima película, también se mueve basándose en los diálogos. Queríamos cerrar esa trilogía de la supervivencia

—La forma de tus películas ¿tiene más que ver con las limitaciones de presupuesto o con una coherencia con tu discurso?

Cualquiera está rodada en 35 mm y con planos fijos. La cámara estuvo prácticamente fija todo el rodaje, cada secuencia esta hecha en solo plano… Todo para no gastar a la hora de montar. Cada corte vale dinero en el laboratorio. Pero también tiene que ver con lo que estamos contando. Si estás haciendo una película en la que no pasa nada no vas a ponerte a hacer virguerías ni alardes con la cámara. Intentamos que el espectador estuviera dentro de la acción, que se sintiera implicado como el protagonista. En la secuencia de la cena hay seis personajes y está hecha en cuatro planos. Imagínate ir a una cena y encontrarte con alguien que te cae fatal. Ahí usamos un movimiento de la cámara para reflejar esa  tensión. Jugamos con medios, primeros y primerísimos planos, para hacer sentir un escalofrío. De todas maneras esa peli estaba pensada para hacerla con ese dinero y en ese tiempo. Con más dinero hubiera hecho otra película.

—¿Y qué tal te ha tratado la crítica?

—Las hemos tenido muy, muy buenas y muy, muy malas. Lo curioso es que todas esgrimen los mismos motivos. Las buenas alaban que seamos conscientes de lo que estamos haciendo y dicen que si fuera exactamente la misma película pero hablada en francés o en ruso, se la miraría con otra atención. Las malas se agarran a la misma simplicidad para atacarme: «No sólo se está riendo de nosotros, sino que es consciente de ello». En la película, cuando uno de los personajes dice que quiere escribir un guión, llevamos nuestra propia crítica incorporada sobre las películas en las que no pasa nada y los actores sólo hablan. Dedicada a los que después nos iban a machacar. .

—¿La idea para la escena del disco de Poison en Cualquiera es autobiográfica?

—Me lo compré. Sí es cierto que parecían tías. De hecho había dos que estaban muy buenas (risas).

—¿Elegisteis a Adriá Collado para Aislados pensando en el marketing?

—No. Yo le conocí cuando trabajábamos en el El sueño de Ibiza y nos hicimos muy amiguetes. Tenía ciertas reticencias, pero es un tío divertidísimo y ahora es uno de mis mejores amigos. Escribí el guión pensando en él y en Eric Francés. De hecho en mis siguientes películas también actúa.

—Siempre trabajas tratando de adaptarte a los medios que tienes. Si hace falta montas la película en casa de la novia de un amigo. ¿Te consideras un artesano?

—O un jeta. He rodado hasta en la casa de la abuela de la mujer de un amigo. Para Aislados no teníamos nada ni pedimos nada. La idea inicial era que iba a ir yo con la cámara y el sonido. No había ni maquillaje. Después tuvimos la suerte de que para la postproducción nos financiaron. Así podemos conseguir un máster porque trabajábamos en mini DV, que es el formato más barato que hay. Terminarla en DVD nos costó 600 euros: las comidas, un viaje y ya está. En el momento que entró Alta Films se convirtió en una película convencional.

—Y no tenías ninguna excusa tipo el movimiento Dogma.

—No, para nada. De hecho también rodé en vídeo y en ese momento el video estaba muy mal visto. Era lo más cutre. Y tampoco podías implicar un equipo de gente profesional.

—¿Piensas trabajar fuera de Ibiza?

—La última ya la hemos rodado en Valencia. Pero Ibiza tiene muchas ventajas. Imagínate. En estas pelis no suele cobrar nadie, vas a porcentaje. Así que cuando quieres traer actores y les dices que ruedas en Ibiza  dicen: ¡Ah, genial! Ofreces una semana o dos de gorra y es mucho más fácil. Lo que no les digo es que rodamos en invierno. En Aislados quería dar la otra cara de la isla. No vemos Pachá porque hablamos de gente que vive aquí, que lleva un tipo de vida diferente. Y esa gente te dice: esto sí es la realidad de Ibiza. Aquí quieras o no siempre estamos aislados.

—¿Qué hay de improvisación y qué de reescritura en Aislados?

—Hay mucha improvisación y mucha reescritura pero en los ensayos. Ahí es donde jugamos a darle la vuelta al guión para conseguir que todo fuera fresco, aunque al final siempre volvíamos al texto original. Cuando escribo siempre intento que suene real, aunque hay que adaptarlo a la forma de expresarse de los actores. Vas probando cosas, improvisas y cuando consigues el tono vuelves al texto. Pero a la hora de rodar todo estaba cerrado. Absolutamente todo.

—¿Repites muchas tomas?

Cualquiera era cine y repetir era mucha pasta. No eran planos que pudieras volver atrás dos frases, sino planos secuencia que duraban cinco minutos y si te equivocabas… Ensayábamos muchísimo y repetíamos muy pocas cosas. En Aislados íbamos más tranquilos, al ser vídeo. Pero tampoco repetíamos mucho. Podíamos corregir unas cosas u otras, pero no el diálogo.

—De todo el proceso de una película ¿qué es lo que más te gusta?

—Los ensayos. Ahí es donde realmente sale la película. Ponerme a trabajar con los actores es lo que más me gusta, donde más me divierto. Cuando empezamos no les doy muchas indicaciones porque creo que al personaje lo tenemos que ir encontrando los dos. También me gusta el rodaje, pero allí quiero tenerlo todo cerrado.

—¿Cómo ha sido pasar de la ficción al documental?

—Antonio Isasi y yo nos vemos bastante, porque el vive en Ibiza. Un amigo quería hacer hace tiempo un documental sobre él, y un día cenando se lo propuse. Dos días después ya estábamos rodando en su casa. Había leído su libro Memorias de un cine español (8 y medio)  que es buenísimo. Después hemos ido entrevistando a gente que le conoce y ha trabajado con él, como Bigas Luna, Ana Belén y Méndez-Leite, y también a gente más joven a quienes ha influido como Fresnadillo. También a críticos como Jaume Figueras y Jesús Palacios. Tenemos horas y horas de material pero aun nos falta mucha gente. En Sitges hemos filmado su reencuentro con Gary Lokwood. Pero también queremos mostrar un lado personal. Él publicó otro libro de memorias, Los días grises (Aguilar). Y fuimos a Barcelona, donde montó unos estudios que todavía funcionan… ¡Pero no he hecho un documental en mi vida!

—Tus diálogos tienen cierta musiquilla personal ¿te consideras un director de diálogos exclusivamente?

—No, yo creo que no. No me gusta poner diálogos inútiles. ¿Sabes cuando en una de terror se ponen a hablar de tonterías que no hacen gracia? Siempre me he fijado mucho en eso. Por eso yo quiero que los diálogos sean absurdos pero que no aburran y que lleven a algún sitio, a identificarse con el personaje. Hay gente que me dice que se nota que son míos, pero yo no hago nada por conseguirlo, sólo intento que suene natural. Es cierto que soy recurrente en mis temas. Cualquiera habla de asuntos que se repiten en Aislados, porque sus personajes forman parte de un mismo mundo. Me he dado cuenta de que, por ejemplo, siempre hablan de Superman, y yo no soy muy fanático de Superman.

—¿Quizá por esa educación de videoclub a lo Tarantino? Tarantino también habla de Superman.

—Pues quizá un poco también. Pero es copiado ¿eh? Tarantino me copia (risas).

—¿Cómo ves el cine español actual?

—Como industria es complicado que el cine vaya bien cuando la gente que mueve los hilos no ve cine. Sólo van a ver los preestrenos de las películas que ellos mismos producen. No pagan una entrada para ver lo que se hace en ese momento, sino que van a remolque de lo que funcionó el año anterior. Si un año funcionó Torrente querían producir un Torrente 2. Si triunfó El otro lado de la cama, querían hacer una igual. Y no se dan cuenta de que lo que triunfará el año que viene será algo totalmente distinto. Salen 20.000 copias de una peli anterior que no va a ver nadie porque se hacen deprisa y corriendo y son bastante malas. Además, si es producción grande es difícil hacer algo nuevo, porque entre las televisiones, que son las que financian y también meten mano, y otras mil cosas, el guión que tú has escrito tratando de hacer algo diferente se convierte en una peli convencional. Y después se proyectan películas con presupuestos de 3 millones de euros, se consiguen dos y se hacen con uno. Y eso se nota.

—¿Y el otro millón?

—Ahí está el tema… es complicado. No puedes hacer pelis si no te dejan hacerlas.

—¿Te has planteado mover un guión fuera de España?

—Mis guiones están todos en español. Pero creo que Aislados hubiera funcionado muchísimo mejor fuera. Siempre lo he pensado. Nunca se sabe, pero creo que el cine americano independiente es más abierto que el de aquí. Tampoco mi cine es tan espectacular visualmente como para que venga un productor americano a ficharme. Y cuando envías un DVD a una productora o una distribuidora la ven en un despacho con los teléfonos sonando y el mando en la mano pasando hacia delante. Mis películas son difíciles de ver si no es en una sala, por eso prefiero las proyecciones. ¿Qué luego no te gusta? Vale. Pero ya no puedes decir que es fallida. Mi película es cualquier cosa pero fallida no es. Porque mis pretensiones, que son no aburrir, está cumplidas y de sobra. A la gente le gusta. Y eso se ve en una sala.

—Uno hace películas o escribe para que llegue al mayor número de gente posible, y sin embargo a veces parece que si algo le gusta al público pierde parte de su posible valor.

—Yo soy público. Soy mucho antes espectador que guionista o director, porque he visto muchas más películas de las que voy a hacer en mi vida. Y sigo viendo. Y como espectador con mi película lo paso estupendamente. Ya os digo, la he visto 80 veces. ¿Qué no soy objetivo? Claro. Y puede que otros no piensen así. Televisión Española compró la película, pero no la han emitido todavía. Yo, cuando la pongan, la veré.


Entrevista realizada en Sitges, el 6 de octubre de 2008. Transcripción y acotaciones: Josefa Paredes.