Something like a phenomenon
Aunque el momento fundacional del turntablism fuese la actuación de Grand Mixer DXT en el Rockit de Herbie Hancock, un momento que la mayoría de DJ’s y MC’s que participan en Scratch se encargan de recordar, el momento en que vi por primera vez algo parecido a un turntablist fue en uno de los capítulos de El príncipe de Bel Air (The Fresh Prince of Bel-Air, 1990-96) en el que Jazz —el inmenso DJ Jazzy Jeff— cogía uno de los discos del tío Phil (James Avery) y comenzaba a jugar con él. Jazzy Jeff no corrió la misma suerte que Grand Mixer DXT y su pequeña improvisación acabó, como en casi todas sus intervenciones, con él siendo echado a patadas del hogar de los Banks. Sin embargo, ese momento fue suficiente para interesarme por el rap y, a posteriori, por la electrónica.
httpv://www.youtube.com/watch?v=0DLED7krHwU
En aquella ocasión, un documental de las características de Scratch me habría venido de perlas, no sólo por la enorme colección de artistas que desfilan delante de la cámara y de los platos —sin duda, el mayor aliciente del trabajo de Doug Pray— sino por la vocación didáctica de éste. Consciente de la función de su trabajo, Pray construye su obra a través de capítulos que van introduciendo, de la costa este a la costa oeste, a toda la nómina de músicos que han enriquecido, de los 80′ a los 90′, la escena electrónica. Su Historia desborda los límites de una película, que vive del cambio y la experimentación constante, hasta hacer de Scratch un tratado de arqueología musical cuando sólo han pasado ocho años desde su realización.
A pesar de su corsé didáctico, lo mejor de Scratch reside en ver a Afrika Bambaata en calidad de padrino musical —porque Planet Rock pesa mucho— y de portavoz de la Nación Zulú, explicando qué entiende por un palabro de las características de breakbeat; a Steinski narrando cómo solo con oír el sonido de los platos volaba hacia la sala de baile y perdía la noción del tiempo y el espacio; o a un Naut Humon pasado de vueltas contando, entre la metafísica y la alucinación, qué entiende él por scratch. Pero son Mix Master Mike y Qbert los que se llevan la palma. El primero, sobradamente conocido por su trabajo para los Beastie Boys, por sus demostraciones [1] y sus palabras, entre las que destaca la idea de que su música, quién sabe, puede funcionar a modo de lenguaje para una comunicación extraterrestre. En cambio, Qbert es la gran esperanza filipino-americana, el príncipe del turntablism que posa junto a su imagen troquelada a escala real, mientras sus entrevistas [2] basculan entre la búsqueda un estado espiritual adecuado y sus manos se mueven a una velocidad increíble entre platos y botones.
httpv://www.youtube.com/watch?v=0jJ_1xBaKaw
Lo bueno de un documental como Scratch es que, a pesar del escaso riesgo formal de Pray —sólo en alguna ocasión se permite jugar con el montaje entre imagen y música; nada de darle un poco al montaje Hip Hop— y el olor a guía de iniciación, el completísimo elenco de artistas convocados y la pasión que desprenden sus palabras hace bueno un planteamiento rutinario y, hasta cierto punto, previsible. Quizá por eso, sigo pensando que hace más por la electrónica una película tan irregular como Groove (2000), de Greg Harrison, o un videoclip con una importante dosis de mala leche como Windowlicker, de Chris Cunningham [3].
httpv://www.youtube.com/watch?v=1P3Wc-37pC4
En todo caso, hay que saludar a Scratch como una de las pocas propuestas que han tratado de sistematizar un escenario tan mutante como el electrónico, en su aceptación turntablist, y no han muerto en el intento. Por eso, seguiré maldiciéndome por no haberlo conocido antes, mientras recuerdo lo mucho que disfrutaba viendo El príncipe de Bel-Air y qué poco entendía, en aquel momento, las palabras que dijera Grandmaster Flash en su White Lines: Something like a phenomenon.
[1] En el primer vídeo del texto podéis ver una de sus escenas.
[2] En el segundo vídeo del texto podéis ver una de sus escenas.
[3] Que podéis ver en el tercer vídeo del texto.