BAFF 2009

Cine en tiempos de gripe. BAFF 2009

 

En medio de la histeria mediática y las alegrías del Barça, el BAFF recupera su espacio en el espacio anual barcelonés. Una semana, cerca de 60 películas con lo más granado de las cinematografías asiáticas del último año, películas que acabaran siendo de culto, nombres consagrados, algunos otros pendientes de la bendición de la masa cinéfila… todo ello fue esta undécima edición del Barcelona Asian Film Festival. La única pega fue la de siempre: no queda tiempo material para ver todas las propuestas que la organización del Festival —excelente, por cierto— nos ofrece.

Glasses / Megane, de Naoko Ogigami (Japón, 2007)

Para empezar con ánimos, este año el BAFF se abrió con una agradable comedia de Naoko Ogigami, Megane una simpática cinta de situaciones peculiares. Grageas contra el stress y la tristeza en un hotel rural del sur de Japón al que llega una turista en busca de un área libre de cobertura móvil. Su pretendida comodidad, sin embargo, sólo se conseguirá tras establecer conexión con el peculiar entorno. Con aires de sitcom, Megane divierte continuamente (la frustrada fuga a otro hotel que parece un campo de trabajo y el regreso humillado es destacable) pero el planteamiento y resultados son limitados.

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All around us / Gururi no koto, de Ryosuke Hashiguchi (Japón, 2008)

Ryosuke Hasiguchi, alcanza el corazón del espectador por su ternura y sutileza. Cierto que este espectador está sentimentalmente lábil en la actualidad y cae en la lágrima fácil pero esta película es, de verdad, sensible… sin ser sensiblera. Algo muy difícil de conseguir. Historia de amor, historia de una pareja, la película contempla con detalle el proceso de acercamiento de una pareja que parecía predestinada a romperse y que se consolida en la más adversa de las situaciones. Personaje volátil, Kanao parece inicialmente descartable para la vida de pareja pero su voluntad puede y consigue llevar adelante su relación. La muerte del hijo esperado rompe el tono de comedia a lo Rohmer y sitúa al protagonista en el eje de una tragedia donde deberá hacerse cargo de una mujer progresivamente desequilibrada. El director retrata con elegancia y solvencia un personaje mayúsculo, el marido que decide dejar de lado las infidelidades y se esfuerza por cuidar de una pareja enferma. Alrededor, en su trabajo como dibujante de juicios, Kanao contempla lo peor del alma humana, la crueldad y la injusticia. Entre las paredes de su domicilio se esfuerza por concentrar el amor y toda la voluntad de mejora. Curiosamente, la captación sutil del detalle cotidiano se complementa, como hace Kore Eda, como hace Kitano, con la propuesta del arte como cura. Un alargado final que va curando, parsimoniosamente, todas las heridas. Un final balsámico al que el director nos hace llegar con serenidad y buen trazo de las imágenes. Una película a la que regresar pese a su larga duración.

Breathless / Ddongpari, de Yang Ik-June (Corea del Sur, 2008)

Si las cintas ya referidas se caracterizan por su calma, Breathless, del surcoreano Yan Ik June, deja al espectador literalmente sin aliento. Obra primeriza, su autor le imprime toda la energía posible asumiendo guión, dirección, producción e interpretación. Afectado por la violencia doméstica en su juventud, cuenta Yan que invirtió su propia casa para poder llevar adelante su proyecto. Su construcción revela excesos e impericia pero todas sus imágenes transpiran una energía asombrosa. Historia de una víctima de maltratos que acoge a su padre a la salida de la cárcel para efectuar una lenta venganza mientras trabaja como extorsionador y matón. En paralelo, simpatiza con una joven, también víctima de maltratos cuyo violento hermano acaba trabajando con el primer personaje en sus asaltos y acciones violentas. Dura e impactante, excesiva y desbordante. Esta historia de múltiples maltratadotes redimidos agita conciencias y retinas. Ojala Yan Ik June tenga la capacidad de seguir haciendo películas con esta fuerza. Buena candidata a ganar premio, se llevó el gato al agua en el palmarés.

Departures / Okuribito, de Yojiro Takita (Japón, 2008)

Junto con Love exposure, la ganadora del Oscar a la mejor película extranjera consiguió colgar el cartel «entradas agotadas». Sin embargo, la expectación creada ante la proyección de la cinta fue recompensada a medias. La historia de este violonchelista que decide no continuar su carrera cuando se deshace su orquesta y volver a su pueblo natal para recomponer su vida acaba asemejándose, gracias a la escritura ingenua y espiritual de Takita, a ciertos libros de autoayuda más que a la reflexión sobre el significado de la existencia que pretende llevar a cabo. El protagonista de la cinta consigue  un trabajo como nokanshi (el nôkan es una ceremonia mortuoria en la que se prepara a la persona fallecida para iniciar su último viaje, antes de ser incinerado) y a través de él descubrirá el efecto terapéutico que produce en las familias…y, por ende, en la suya propia. La película hace ostentación de una técnica eficaz y mantiene un pulso narrativo adecuado (de hecho, la primera hora es excelente) pero a Takita se le va la mano con el aderezo (un sentimentalismo superficial invade la película, alcanzando el súmmum en unos sonrojantes planos del protagonista tocando el violonchelo en mitad del campo con la bella pero desmesurada partitura Joe Hisaishi llenando la pantalla).

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Echo of silence / Kotoba no nai fuyu, de Atsuro Watabe (Japón, 2008)

Presente también en el BAFF’09 como actor en Love exposure, Atsuro Watabe debuta en la dirección con este relato minimalista y melancólico. Se trata de una película reposada, como la vida de su protagonista (Fusako) quien vive cuidando a su padre en la gélida isla de Hokkaido. La rutina llena sus vidas y Watabe nos ofrece una retahíla de escenas en las que, aparentemente, no sucede nada relevante. Las relaciones entre el padre de Fusako (no recobrado aún de la muerte de su esposa), su hermana, una amiga de la familia que regenta un restaurante y un chico sordomudo con el que la protagonista inicia una embrionaria historia de amor se dibujan a través de insistentes planos cortos en los que Watabe filtra elementos de peso en una historia de simulada ordinariez. El paisaje helado acaba convirtiéndose en el demiurgo de la función, vigilando estrechamente los movimientos de los personajes hasta provocar un accidente en la protagonista que nos lleva a un final precipitado aunque impactante, hijo de aquel susurro de Bob Harris a Charlotte en Lost in translation (Sofia Coppola, 2003). Como en aquella, en la película que nos ocupa los silencios son mucho más elocuentes que las palabras.

Parking / Ting che, de Chung Mong-Hong (Taiwan, 2008)

Versión oriental, a ratos divertida y a ratos violenta, del After hours de Scorsese, a cargo de Cheng Wong Hong, ingerniero informàtico y, hasta el momento, documentalista. Un hombre se detiene para comprar un pastel para su mujer, aparca cuidadosamente y al regresar encuentra el vehículo bloqueado. Sus intentos de salir del lugar dan pie a una serie de encuentros chocantes, en ocasiones tiernos y en otras desazonantes, que sacarán de él lo mejor y lo peor. Cinta divertida aunque irregular Parking contiene grandes momentos (como la escena del lavabo y la cabeza de pescado) pero se cierra de modo demasiado fácil. Fotografía, tono y ritmo nos traen al recuerdo otras películas de Pen Ek Ratanarang y nos plantean qué se hace de estos cineastas que no estrenan comercialmente de modo habitual en nuestro país.

Plastic city / Dangkou, de Yu Lik-Wai (Hong Kong-Japón-Brasil-Francia, 2008)

La película de Yu Lik Wai, arrastró un montón de público al cine. Hay quien dice que por el póster publicitario, quizás por que el director es el fotógrafo de Jia Zhnag Ke, tal vez por que era domingo tarde y acababa el puente. Fuera cual fuera el motivo, se trata, simplemente,  de una película de plástico, prefabricada. Podríamos decir que es una película de gangsters chinos en Brasil. Y, para no complicarnos, podríamos decir que ahí acabaría todo. Por que Plastic city no es Cidade de Deus (Fernando Meirelles & Kátia Lund, 2002), sino que es una película de gangsters de pega (una banda que casi se reduce a tres integrantes), añorando la funcionalidad, el ritmo y la eficiencia de las entregas de Johnnie To en la pasada edición del BAFF. Sin embargo, podemos ver que esta cinta no es sino una trampa para críticos y cinéfilos. Recurre a una fotografía de diseño post produccionado y una parte final que parece remitir tanto al concepto de video-juego que experimentara Assayas en Demonlover (2003) o al Sin City (2005) de Rodríguez… pero con mucha menos enjundia. De hecho, su director remata la mediocre y mil veces vista historia noir, rompiendo la acción y lanzando a sus personajes a un final onírico en la selva, torpe imitación, tigre incluído, del arriesgado, innovador, Tropical Malady (2004) de Apitchapong. Amigos, no basta con fracturar la narración o jugar con los colorines. El cine nuevo pide solvencia y no basta un viaje lisérgico por la selva. Puestos a alucinar (en definitiva es lo que parece), mejor haberlo hecho desde el principio y la experiencia para el espectador habría sido, sin duda, mucho más estimulante.

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Service / Serbis, de Brillante Mendoza (Filipinas-Francia, 2008)

Si el hotel de Megane era peculiar, no lo era menos el cine de la filipina Serbis de Brillante Mendoza. A la calidad por el cutrerío. Se repite buena dirección en una cinta que muestra que la convivencia es posible… al menos entre una familia con aspiraciones de culebrón y la clientela del cine que regentan y en el que viven. La peculiaridad mayor, todo hay que decirlo, es que se trata de un cine porno de clientela gay. La convivencia se da así entre las mamadas y los niños en bicicleta, los chaperos y las trifulcas familiares. Insólita combinación de drama y documental, muestra del cine inquieto e interesante que se cuece en Filipinas, Serbis es voluntariosamente chocante y desagradable (del niño en bicicleta que recita la tabla de multiplicar y contempla las felaciones al uiso de una botella de cola para vaciar, en primer plano, un forúnculo). Esperpéntica, como la vida misma, el premio conseguido puede facilitar su estreno comercial.

24 city / Er shi si Cheng ji, de Jia Zhang Ke (China, 2008)

Nueva exploración de Jia Zhang Ke en la actual revolución económica china. El nombre se corresponde con barrio residencial que se està creando sobre los restos de una zona industrial de Chengdu, capital de Sicuani y la cinta recoge las declaraciones de antiguos trabajadores o familiares de los mismos de esta fabrica de motores y piezas de aeronáutica. A diferencia de las magistrales The World (2004) y Naturaleza muerta (2006), 24 city se asemeja más a Cry me a river (2008), cortometraje que estaba incluido en la exposición En la ciudad china que versaba sobre la reconversión social del gigante asiático. Así, junto a imágenes serenas de los espacios industriales, ahora solitarios, aparecen diversos personajes narrando a cámara sus experiencia vitales, vinculadas a la producción en cadena. Algunas de las supuestas entrevistas son, en realidad, interpretaciones efectuadas por actores o dramatizaciones y alternan la nostalgia con un ácido sentido del humor. 24 city peca de exceso de bustos parlantes y pese a su innegable interés carece del impacto visual de West of the tracks (2003), la obra magna de Wang Bing, cuyas 9 horas recogían la progresiva desamortización de toda la zona de Shenyang (precisamente de dónde muchos emigraron para trabajar en Chengdu), sus fábricas, barrios y ferrocarriles en lo que era una mutación absoluta, social y estética. Además de alguna divertida historia Zhang Ke aporta alguna poderosa imagen como el hundimiento, en medio de nubes de polvo, de la fachada dónde la fábrica lucí su insignia mientras se oye cantar la Internacional.

Achilles and the tortoise / Akires to kame, de Takeshi Kitano (Japón, 2008)

El comeback a la ficción de Takeshi Kitano. Finalmente, después de sus estériles ejercicios catárticos, Kitano se aleja de sí mismo, aunque no lo haga de sus preocupaciones. El protagonista, hijo de un adinerado industrial, es incentivado en su infancia para llegar a ser un gran pintor. Una mala jugada del destino convierte este objetivo en una maldición. Solo en el mundo, sin familia, formación ni recursos, tratará de cumplir aquello que su padre le pidió y dedicará su vida entera a conseguir obras de calidad y fama. La sucesiva orientación de un estilo a otro (del naturalismo al cubismo, del puntillismo al abstracto, de la pintura a la performance) constituyen un irónico repaso a la historia del arte mediante vehiculado por un pobre diablo a la merced de las leyes del mercado del arte Kitano elabora una cinta que carece del nivel estético de sus grandes obras aunque gira, precisamente, en torno a la creación. Más profunda de lo que sus divertidos gags permiten valorar, esta reflexión sobre la creación y el mundo del arte merece diversos visionados para reír con la hilaridad del humor amarillo (el estoicismo ante los accidentes y las desgracias, los sucesivos atropellos  de varios protagonistas y choques de vehículos, la disparatada creación de obras pictóricas) pero también para valorar la crueldad de un entorno comercial que ignora el esfuerzo que implica la construcción de una obra de arte, aun cuando pueda ser a costa de la propia vida. Merece la pena también considerar la humildad y el riesgo que pone en el empeño el voluntarioso personaje y que parece provenir del propio autor de la película. Bienvenido de nuevo, Take.

Chameleon, de Junji Sakamoto (Japón, 2008)

Por si fuera poco el tigre de Yu Lik Wai, el Camaleón de Junji Sakamoto dio mucho miedo. Pero no por intención del director. Tontería camuflada de película, da miedo creer qué justifica su inclusión en el festival junto a los anteriores autores. Animal peligroso, consume el tiempo y el buen humor. A evitar.

Crush and blush / Misseu hongdagmu, de Lee Kyoung-Mi (Corea del Sur, 2008)

Otro debut en la dirección, en este caso apadrinado por un nombre con cierta vitola de autor como Park Chan-Wook. Se trata de una comedia cínica y de afilado humor negro. En un principio, Kyoung-Mi parece querer contarnos una historia que podríamos situar en el reverso de los ‘diarios de Bridget Jones’ o de esos culebrones de éxito que convierten a los patitos feos de turno en los cisnes más bellos del lago; sin embargo, el tono incorrecto del inicio termina en una lección de corte moralista y evangelizador a pesar del envoltorio bizarro que adorna la propuesta.

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Dream / Bi-mong, de Kim Ki-Duk (Corea del Sur, 2008)

Si Aliento (2007) permitía creer que Kim Ki Duk tomaba un nuevo impulso recurriendo a las alegorías y al musical, Dream significa un claro retroceso en su filmografía. Alabada por un público que abarrotó la sala en sus dos pases, la película no es sino más de lo mismo. Más KKD concentrado. Ambigüedad argumental, onirismo, sadomasoquismo y final acomodaticio a imitación de Hierro 3 (2004), El arco (2005) o Time (2006). Lamentablemente este nuevo capítulo está más cerca de El arco, el punto más destensado de toda su filmografía. Y pese al arranque interesante e irónico (los sueños de un hombre abandonado por su novia y celoso de ella desencadenan el sonambulismo de una mujer que dejó a su pareja para volver a ella) y las escenas de humor que salpican la trama, la parte final de la cinta no deja de ser previsible e incluso arquetípica de su autor. Lástima; pero KKD se ha dormido en los laureles.

My Darling of the mountains / Yama no anata, de Katsuhito Ishii (Japón, 2008)

Katsuhito Ishii deja las extravagancias de filmes anteriores para ofrecernos una narración de corte clásico más cercana, seguramente, a sus orígenes. Digo esto ya que My Darling of the mountains es un remake de una película de 1938 en la que se narra la historia de un triangulo amoroso entre un masajista ciego, una mujer cargada de enigmas y un hombre de negocios que cuida de su sobrino. Ishii renuncia al surrealismo tradicional de sus anteriores filmes en aras de un humor mucho más comedido y elegíaco. La gran baza de la cinta radica en la maestría narrativa y visual del realizador pero flaquea levemente por lo endeble que resulta la trama. El ritmo sosegado y sugestivo del relato, el bello tratamiento de la luz que aplica Hiroshi Machida, y las desternillantes escenas con el grupo de viajeros o con los masajistas ciegos consiguen que paladeemos con gozo el visionado de la película.

Nanayo / Nanayomachi, de Naomi Kawase (Japón, 2008)

Narayo, de Naomi Kawase (coproducción francesa, ay, ay), se revela como una película de fórmula. Una turista japonesa, un taxista tailandés y sospechoso de ser un agresor sexual y un gay francés coinciden en una suerte de refugio metafísico, una cabaña próxima a un templo budista cuya dueña imparte masajes, No busquemos argumentaciones porque nos enfadaremos con Kawase. De nuevo sensualidad, con las excelentes pero ya vistas secuencias de árboles mecidos por el viento y lluvia en la naturaleza o de manos que acarician un cuerpo. De nuevo, un ritual catártico final. También en esta ocasión, Kawase sufre una pérdida. Lamentablemente para esta cinta interesante pero irregular lo que se ha perdido no es un personaje sino el mismo guión.

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Still walking / Aruitemo, aruitemo, de Hirokazu Kore-eda (Japón, 2008)

Regresa también Kore-Eda (Hana, 2006, Nadie sabe, 2004, After life, 1998) y lo hace con Still walking. Aporta aromas del Cuentos de Tokio (1959) de Ozu; pero no es un simple remake. Obra de extrema sensibilidad, Kore-Eda retrata un encuentro familiar entre la tragedia y la comedia, en el mismo drama de la vida cotidiana. Un matrimonio anciano recibe la visita de sus dos hijos, parejas y familia respectivas. Se trata de la celebración anual por la muerte del hijo mayor en accidente. La cámara recoge con serenidad los conflictos, a menudo ocultos, latentes, pero también permite ver actitudes, comentarios, gestos, que ponen en su lugar a personajes enriqueciendo sus actos, dando cuerpo a sus diálogoas. Personajes en contradicción aparente, complejos, cinta impecable que atrapa diálogos y sentimientos con un verismo insólito. No hay buenos ni malos, como posiblemente en toda la vida. Kore Eda sabe captar los instantes (las miradas esquivas, las apariciones inoportunas, las actitudes egoístas, las frases dichas a medias) y utiliza la puesta en escena minuciosamente, sin desperdiciar oportunidad (el simbolismo de la mariposa, la comida como nexo de unión). Un epílogo final, que inicialmente parece innecesario, remata la jugada. Pensamos que la vida sigue, pese a todo. Y es así. Pero Kore-Eda utiliza una breve escena para recordarnos que la vida también seguirá cuando nosotros ya no estemos aquí para contarla. Más real que creíble, aroma de obra maestra.

The blue bird / Aoi tori, de Kenji Nakanishi (Japón, 2008)

Opera prima que se ocupa de un tema tan en boga como el bullying. En The blue bird, un maestro tartamudo entra como sustituto en una escuela en la que un estudiante intentó suicidarse a causa de la intimidación que sus compañeros le hicieron sufrir. Con una puesta en escena de corte clásico, la película flojea por su tono grandilocuente en exceso y por la desmesurada actuación hierática de los actores principales. Nakanishi nos ofrece un tan obvio como vehemente melodrama.

The clone returns home / Kuroon wa kokyoo o mezasu, de K. Nakajima (Japón, 2008)

Kanji Nakajima aporta una variante de la ciencia ficción de arte y ensayo con producción de Wim Wenders. Comida de coco para quien guste de ello. Fría y elegante, clásica pero funcional, es la historia de un astronauta cuyo hermano gemelo falleció y que es clonado antes de su misión… aunque el clon será, a su vez clonado. La construcción da pie a una marejadilla de identidades de (difícil) interpretación metafísica. Libremente inspirada en Solaris y Stalker, la conclusión es mucho más incierta que en las cintas de Tarkovsky. Si dispones de un clon, no te la pierdas por que no deja de ser interesante. En otro caso, valora alternativas.

Jodhaa Akbar, de Ashutosh Gowariker (India, 2008)

Después de ver el bollywood de turno del BAFF’09, resulta complicado comprender que el gobierno indio de la región de Madhya Pradesh ordenase, tras el estreno de la película, la retirada de la misma de los cines por poner en peligro la paz y la estabilidad de la zona. De hecho, la ingenuidad que destila la historia está a prueba de bombas. La proyección de la película fue una fiesta; y es que el público sabía a lo que venía y Jodhaa Akbar ofrece justo lo que se espera de ella: canciones y números musicales, melodrama sentimentaloide, enredos y malentendidos varios entre los personajes, conjuras familiares, malos-malísimos, toques de comedia, mediación entre lo tradicional y lo moderno… y un final feliz, a pesar de que no hay manera de que la pareja protagonista acaben por no darse ni un triste beso.

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Love exposure / Ai no mukidashi, de Sion Sono (Japón, 2008)

El único pase de Love exposure se saldó con un exitazo absoluto; lleno hasta la bandera y problemas (solventados con la eficacia con la que la Organización del BAFF’09 nos ha acostumbrado durante todo su desarrollo) para ubicar a los más rezagados. La película es una auténtica erección cinematográfica de tres horas con gatillazo incluido en la hora final. Totalmente excesiva y desbordante, la trama es una rareza y un disparate en la que se entra o no se entra. Si se consigue lo primero, esta oda al exceso no defrauda. En Love exposure tiene cabida la acción, la tragedia, las artes marciales, el gore, el romanticismo más desaforado… y, sobre todo un humor desvergonzado e iconoclasta que no deja a nadie indiferente. Una absoluta delicia, un festín de puro cine.