Realidades creíbles
Estuvimos la primera semana del mes de mayo en la sexta edición de este certamen convertido en referencia nacional de ese metagénero cinematográfico que es el documental y en el mayor despliegue festivalero de Madrid; de lo que nos alegramos aunque confesamos que de tener que conformarnos con un gran certamen solamente dedicado a una parcela del audiovisual, siempre nos haría más felices que aquella fuera el fantástico o la comedia… Vale, lo sentimos: las divagaciones para otro lugar y momento. Tratemos el tema que veníamos a tratar, a introducir, porque esto es la presentación de una crónica. Documenta es un festival que se hace mayor muy deprisa y cuyo prestigio alcanzado es el resultado del producto de sus factores positivos y la resta de los negativos. Esta fiabilidad permite que con pocas variaciones en su estructura principal cada año crezca considerablemente expandiendo su oferta a nuevos caminos: la retrospectiva al norteamericano Frederick Wiseman (al que dedicaremos un reportaje especial complementario), el descubrimiento del cineasta suizo Andres Viertel, la revisión de algunos trabajos del francés Chris Marker (leer artículo), capaz todavía de sorprendernos. Pero además en esta ocasión Documenta ha apostado muy fuerte por una sección oficial provista de nombres con cierto prestigio aunque todavía no son bien conocidos por una buena parte del público (Wang Bing, Juan Carlos Rulfo, Shelley Silver…) y sobre todo de muy buenas películas (con excepción quizá del certamen nacional), arriesgando bastante en el proceso de selección ya que por primera vez los títulos a concurso debían ser producciones inéditas en España y producidas, como tarde, en 2008.
Los habituales del festival saben bien lo bueno y malo que hay detrás de una de sus principales características (la que prácticamente lo define). Nos referimos a la numerosa cantidad de títulos programados, que en cualquier caso pensamos, a la vista de nuestra experiencia de campo, que tiene más de bueno que de malo. El problema lo encontramos más bien en el poco cuidado a la programación que no tiene que ver con la sección oficial, que unido a la diversificación de sedes, produce una sensación de que hay dos, tres o cuatro festivales en uno… lo cual pensamos que tiene más de malo que de bueno. Reflejo de este formato y sobre todo (seamos sinceros y justos) de los intereses personales de cada uno de los compañeros de miradas de cine – miradas.net que pasaron por Documenta, lo que sigue son los comentarios de algunas de los pases, films y/o ciclos que vimos y de los que hemos podido escribir. Es decir, hemos elaborado una crónica pequeña, coyuntural y que por diversas causas se nos ha quedado corta sobre todo pensando en películas espléndidas que no tienen su correspondiente comentario: L’Encerclement, de Richard Brouillette; Hunters Since the Begining of Time, de Carlos Casas; Ascension, de Pavel Medvedev; (No se olviden de leer los dos artículos adicionales que complementan este reportaje; están dedicados a dos cineastas que no eran los protagonistas reales del certamen… pero no nos engañemos, no lo serían de ninguno, aunque merezcan mucho la pena).
Manuel Ortega y Josefa Paredes
Sección oficial
Anas: An Indian Film, de Enric Miró (España, 2008). Reportaje
Una de las experiencias más perturbadoras y sugestivas que el cronista vivió en esta edición de Documenta Madrid fue el visionado de está película de Enric Miró, corresponsal de TV3 en Jerusalén, elaborada con material en vídeo que fue acumulando durante su estancia en Cisjordania. Estas tomas remiten, en su mayor parte, al ámbito personal de Anas, un palestino de Nablus, antiguo campeón de natación, cuya vida cambió el día que —en los años crueles de la Intifada— se encontró por la calle la cabeza cortada de una vecina para, a continuación, ser golpeado por los soldados israelíes que la vigilaban. Su percepción de la realidad dejó de ser la misma, y desde entonces lucha por salir cada día a flote en un entorno ya de por sí descompuesto por la situación sociopolítica. Habladas o comentadas en árabe, hebreo, inglés y armenio, con textos de, entre otros escritores, Robert Walser, anodinas imágenes desincrustadas de la vida cotidiana de Anas cobran la inquietante textura de una pesadilla de la cual su protagonista no ha logrado desperezarse.
Jaime Natche
Creative Chaos: Round One, de Hassan Zbib (Francia y otros, 2008). Reportaje
En su primer trabajo como director Hassan Zbib, afincado en París, vuelve a su aldea del Líbano tras la guerra de 2006 para hacer un retrato de la reconstrucción inmobiliaria y espiritual que las familias se ven obligadas a emprender una y otra vez tras los bombardeos desde hace décadas. El asunto y la perspectiva inicial son interesantes pero el documental (pretencioso título cuya única relación con la película se encuentra en la palabra caos) se pierde en reiteraciones y digresiones de vocación trascendental que hacen decaer el interés de un espectador a priori interesado en el tema. El realizador consigue los mejores momentos cuando filma la vida cotidiana de su madre, una mujer que friega tranquilamente la terraza de su casa bajo las bombas porque las ha visto demasiadas veces y tiene que seguir viviendo, pero no es capaz de aprovechar esa cercanía para redondear su relato ni de tomar la distancia suficiente sobre los acontecimientos para que el espectador participe. Dejando al margen su posible interés como documento, sorprende que una película como esta participe en la sección que el festival dedica al reportaje. Creative Chaos es una visión personal sobre la guerra y algunos de sus efectos, válida a modo de diario o testimonio, pero totalmente descontextualizada, falta de perspectiva y, para más inri, salpicada con las pretendidamente profundas (y la mayor parte de las veces irritantes) reflexiones en off del director. Es decir: todo lo que un reportaje no es ni debe ser.
J. Paredes
Defamation, de Yoav Shamir (Israel, Dinamarca, EE UU, 2008). Reportaje
Yoav Shamir confiesa que, aunque como judío israelí nunca experimentó el antisemitismo en carne propia, tuvo la idea de realizar esta película cuando fue acusado de antisemita por su excelente Checkpoint (2003), donde observaba la vida que se desarrolla en los puestos de control israelíes de los territorios palestinos; sin recurrir a una narración en off, dejando que hablaran por sí mismos los encuentros —en esas zonas de paso— de soldados hebreos y civiles árabes para reflejar lo absurdo de la ocupación militar, aquel film podía sin duda irritar a los que no están acostumbrados a presenciar la realidad en los medios con esa desnudez. En Defamation, Shamir regresa a la técnica del cinéma vérité, pero esta vez emplea la voz en primera persona para subrayar su presencia y cómo se ve afectado por lo que observa, transmitiéndolo con un afinado sentido del humor. Tomando como punto de partida la actividad de la Anti-Defamation League, asociación que vela por la imagen de los judíos en el mundo, y de su director Abraham Foxman, Shamir visita a una variada galería de personajes para mostrar que el antisemitismo pocas veces es un sentimiento fundado y más un modo de rentabilizar la memoria del Holocausto a través de la suspicacia.
J. Natche
Hombres de sal, de Manuel Jiménez Núñez (España, 2008). Nacional
La demostración de una paradójica premisa: un documental puede mostrar mejor una realidad cuanto menos se vea de ella. En sus seis minutos de duración, el malagueño Manuel Jiménez Núñez da cuenta de un tipo de vida en trance de desaparecer. Con el mar del sur de España como único objeto de una cámara que no se mueve, sus protagonistas apenas son entrevistos por la luz intermitente de un faro que guía la travesía de los ociosos cruceros, pero mantiene en la oscuridad a los humildes pescadores que hablan sobre los viejos tiempos en espera de tiempos mejores. La acción es prácticamente suprimida de la imagen y el cortometraje basa su potencial expresivo en la voz inquebrantable de aquellos que no se ven pero que, pese a todo, siguen estando ahí. Los temas de conversación más banales pueden adquirir, en un momento dado, el dramático regusto de una elegía.
J. Natche
In Complete World, de Shelley Silver (EEUU, 2008). Reportaje
La neoyorkina Shelly Silver llevaba años trabajando como editora de documentales, muchos de ellos políticos, cuando decidió ponerse tras la cámara y preguntar a sus conciudadanos cómo veían las cosas: su opinión ante el gobierno del momento (2007, en los últimos coletazos de la administración Bush), su grado de optimismo hacia su propio futuro y el de su país y otras cuestiones a veces tan incómodas como su responsabilidad personal en asuntos para los que siempre es fácil señalar culpables ajenos, como el cambio climático o la guerra de Irak. El resultado es In complete World, un documental de 53 minutos de entrevistas a pie de calle, en el que los 25 entrevistados, elegidos al azar, no dicen sus nombres hasta el final, pero van revelando quienes son a través de sus respuestas. Lo que a primera vista podría parecer una simple versión corregida y aumentada del tradicional formato televisivo se convierte en una cinta de personajes, donde sus opiniones van cobrando interés a medida que deducimos que tipo de personas son. De hecho, Silver cita como inspiración no los telediarios ni YouTube, sino a Pasolini, Chris Marker y Jean Rouch, cineastas que ya en los años 60 comenzaron a filmar entrevistas callejeras «con frescura y sentido de la aventura, así como un deseo de investigar profundamente los cambios tumultuosos de la posguerra que ocurrían en sus países». In complete world, montado con un magistral sentido del ritmo, satisface con creces las tres premisas. Y aunque la directora no juzga a los individuos que entrevista, su desilusión ante la apatía de la sociedad en la que vive resulta evidente desde el enunciado de las propias preguntas. Sería realmente interesante repetir el experimento dos años después con los mismos ciudadanos y comprobar si la ilusión Obama es sólo un espejismo mediático o un revulsivo real capaz de cambiar la perspectiva de los individuos sobre sí mismos y sobre su desorientado país. Yes, she can.
J. Paredes
La iniciación (François-Xavier Drouet y Boris Carré. Francia, 2008). Creación
Si la reciente y brillante La cuestión humana (2007) de Nicholas Klotz escarbaba con saña (y poca sutilidad) en las metodologías filofascistas de las compañías en relación a sus empleados, esta película documental expone el que podría considerarse uno de los estados previos desde una perspectiva bien diferente aunque con conclusiones similares. Así, los estudiantes que acuden al curso de preparación de la entrevista personalizada a la que se deberán enfrentarse antes de entrar en el mundo laboral son formados para lidiar con perfiles similares al Simon del film de Klotz o la Adela o al Adolfo de la magnífica Bienvenido a Firewall-Gutmann (2008) de Xavi Puebla. Esta formación intensiva, que tiene lugar en una sala de conferencias de un hotel y cuyo escenario se desmonta al concluirse, está mostrada de manera escueta y directa (en apenas 50 minutos), tal vez sin dar la oportunidad al espectador para entender, bueno entender seguramente sí, pero no para digerir y pensar detenidamente lo que está presenciando: un adiestramiento de niños bien (o no, pero con aspiración a serlo) para convertirse en las futuras figuras empresariales del mundo del comercio. En realidad una cinta de horror protagonizada por un falso profeta vestido con piel de cordero (o con pullover Burberry a la espalda), que debe dar mucho miedo a la vista de la pobre recepción de un jurado más pendiente de realidades obvias, que de realidades vergonzosas.
Nayra Fusté Marí
Los que se quedan, de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman (México, 2008). Creación
El primer premio de la sección de largometraje fue para Los que se quedan, segundo largometraje de Juan Carlos Rulfo, ésta vez en compañía de Carlos Hagerman. Del hijo de Juan Rulfo (escritor de Pedro Páramo, una de las grandes novelas del siglo XX), ya habíamos podido ver En el hoyo (2006), retablo sobre un grupo de trabajadores durante el largo proceso que supuso la ciclópea construcción de un gran puente en la capital mexicana. Allí estaban trabajadores como el Chabelo, el Grande, el Guapo, Vicencio, Pedro, Tomás, el Chómpiras y el Chaparro —ningún huero entre ellos—, como igual sucede en Los que se quedan, sólo que aquí la mirada se dirige hacia una decena de familias de aquellos que un día decidieron emigrar, y también hacia los que emigraron y decidieron regresar, dando voz a aquellos en los que casi nadie repara. En un país de alta emigración hacia Estados Unidos, los directores deciden quedarse en tierras mexicanas y charlar con los que se quedaron esperando a los que se fueron, y con los que se fueron y volvieron. En todo ello hay mucha sensatez, hay un esfuerzo por comprender y por escuchar lo que dicen esas familias desarraigadas. Una cierta verdad recorre sus imágenes y eso, cada vez más, es difícil de ver. Por eso es de admirar, y por eso supone, ahora y aquí, un aprendizaje en el que comprendemos al que viene, con todo lo que deja allende.
Rafael Arias Carrión
Porove Akhar (Prueba final), de Reza Haeri (Irán, 2008)
Durante media hora asistimos a la actividad diaria en el taller del señor Arabpour, un hombre de ochenta años que lleva décadas trabajando como sastre para los líderes religiosos más importantes de Irán y de otros países de Oriente Próximo, llamados por sus virtudes en el manejo de la aguja. Sin apenas salir del reducido espacio de su cotidianeidad laboral —salvo al final, como se verá, por una causa de fuerza mayor—, el propio sastre irá desgranando con su voz los pormenores de un trabajo que ha llamado la atención del difunto ayatolá Jomeini, el ayatolá Jamenei o el ex presidente Mohammad Jatamí. El escenario es similar al que se servía a otra obra presentada en una edición anterior de este certamen, El sastre (2007), de Óscar Pérez, pero en otra ciudad y con un tipo muy diferente de clientela. No obstante, Reza Haeri realiza un retrato bastante menos complejo de la realidad que se moviliza delante de su cámara —o a causa de su cámara—, y, en definitiva, el iraní se inclina más del lado del evento informativo.
J. Natche
Secciones informativas
Black Box BRD, de Andres Veiel (Alemania, 2000)
Desconocido para mí era el cineasta alemán Andres Veiel. Resulta muy interesante, como análisis sociopolítico, su documento Black Box BRD (2000), retrato de dos personalidades, un asesinado y su posible asesino. El primero era Alfred Herrhausen, director del Deutsche Bank, quien moría en 1989 en un atentado perpetrado por el RAF (Facción del Ejército Rojo). El segundo era Wolfgang Grams, presunto terrorista de la RAF, que moriría tras un intercambio de disparos y en circunstancias nunca aclaradas.El retrato de estas dos personas, y lo que representan social e ideológicamente, le sirve a Veiel para realizar, desde una prudente distancia, una crónica de la sociedad alemana de las décadas de los 70 y 80. Para ello Veiel utiliza entrevistas a familiares, conocidos de Herrhausen y de Grams, junto a imágenes de archivo que le permiten enlazar, sin grandes malabarismos, el presente de Herrhausen y de Grams con un retrato actual del desencanto ideológico de la sociedad.Black Box BRD presenta un sencillo modelo de narración, alejado de la propaganda, pero también emotivamente muy alejada de, por ejemplo, la reciente y falsamente neutra R.A.F. Facción del Ejército Rojo (Uli Edel, 2009).
R. Arias Carrión
Cinematografo 1900, de Juan Gabriel Tharrats Vidal (España, 1980)
Sin duda, la publicación en la anterior edición de un libro como Elegías íntimas. Instantáneas de cineastas, coordinado por Hilario J. Rodríguez, un fluido viaje por el cine, para el cine, un canto de amor a un arte, una particular historia del cine, permitía proseguir mostrando rarezas, obras personales cuyo tema fuera, de una forma oblicua a veces, el propio cine. Una de esas obras es el Cinematográfo 1900 de Juan Gabriel Tartas, el mayor conocedor de la obra de Segundo de Chomón (1871-1929). En ella, dedicado y honesto homenaje al arte de la filigrana de Chomón, se repasa con fluidez y emoción la obra de un inventor-creador-director que abrió muchas puertas para que todo aquello que parecía imposible fuera posible, desde su conocidísimo El hotel eléctrico (1908) hasta sus aportaciones decisivas en Cabiria (Giovanni Pastrone, 1913) y en Napoleón (Abel Gance, 1927). Estas dos películas significan también sus lugares de trabajo, Italia y Francia, y no España. Quizá por eso, lo peor de la cinta son ciertas invocaciones a través de las declaraciones de directores e historiadores sobre la españolidad de Chomón. ¿Y qué importa? Eso sí, siempre que se le juzgue con justicia. Y Tharrats sí consigue que sea conocido y no ninguneado. Ahí quedan sus inventos dentro de los dibujos animados, los muñecos animados, las transparencias, un sistema para añadir color a las películas y el travelling. Un grandioso parque de atracciones.
R. Arias Carrión
El collage en el cine documental
Una de las sesiones más sorprendentes que se pudieron ver en esta edición de Documenta fue sin duda la que presentaba el libro Piedra, papel y tijera: el collage en el cine documental de Laura Gómez Vaquero y Sonia García López, en la que se proyectó un breve pero enriquecedor recorrido por el subgénero collage del que poco se ha estudiado y del que más sabremos a partir de ahora gracias a este detallado volumen, todo un hallazgo en las recientes publicaciones sobre cine documental. Sobre los films vistos en la sesión el más interesante es el más cercano en el tiempo, la creación de María Cañas, La cosa nuestra (2006), que aborda en apenas 15 minutos el tema taurino desde una mirada desbocada, enfática, siniestra y a la vez clara, directa, divertida, en el que la división en capítulos y las locuciones de Luis Gordo, con dosis de gravedad controlada, conforman un sentido autoral único. El experimento de Man Ray, Le rétour a la raison (1923), es una curiosidad que ha tenido hallazgos posteriores bastante más atractivos del propio Ray (Emak-Bakia) o de otros (Stan Brakhage, y aunque más alejado de lo que sería el collage documental, Peter Tcherskassky o Norman McLaren). Lo mismo, más o menos, se puede decir de Very Nice, Very Nice (1961) de Arthur Lipsett, en el que se aprovecha de imágenes bien conocidas para ironizar sobre lo que dicen o muestran mediante el montaje vertical eisensteiniano… brillante pero mucho menos que los trabajos siguientes de Lipsett. Guernica (1950) de Alain Resnais y Robert Hessens es un estudio en clave lírica (las imágenes se puntean por el recitado de poemas de Paul Éluard) sobre la célebre obra de Picasso siguiendo la línea de otros cortos sobre pintores de Hessens (vid. el espléndido Vang Gogh, 1948, dirigido también por Resnais), que suelen resultar hipnóticos pero quizá incompletos pues se hace imprescindible sentir/ver/conocer las pinturas en directo, lo cual bien mirado es casi un halago. La sesión concluyó con Coffea Arábiga (1968) del cubano Nicolás Guillén Landrián (perseguido por el regimen castrista por sus ideas que le trajeron no pocos problemas), un film excesivo y algo irritante capaz, sin embargo, de desplegar un sinfín de recursos audiovisuales para elaborar una voz contundente.
N. Fusté Marí
Docuaventura09: Schoedshack-Cooper
Nacidos el mismo año, 1893, y herederos de una mirada en donde la supremacía del hombre blanco difícilmente era discutida, Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack han pasado a la historia por haber creado a uno de los monstruos más humanos, una readaptación de la bella y la bestia, convertida en mito. La película, cómo no, es King Kong (1933). Pero antes y después de llegar a esa cima hubo un camino, un trabajo sobre el documental de viajes y de culturas diferentes. El único mérito de Ra-Mu (1924-1934) es el de que, a través del capitán Salisbury, Cooper y Schoedsack se conocieran y comenzaran su fructífera carrera. La película sólo se puede analizar como retrato de diversas poblaciones del planeta desde un punto de vista en el que la supremacía de la cultura del hombre blanco les resulta evidente. Así, el palimpsesto resultante, ochenta años después, no puede más que producir arcadas si se toma en serio. Mucho más interesante es Grass: A Nation’s Battle for Life (1925), donde la periodista Marguerite Harrison, junto a Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack atravesaron Asia Menor para dar con una tribu de nómadas de Irán conocidos como los Bakhtiari. Acompañaron a los miembros de la tribu en su recorrido a pie de 48 días a través de desiertos, ríos y montañas en busca de pasto estival para sus rebaños. Esa revelación antropológica es el mayor interés de la pareja y así se demuestra en películas como Chang: a Drama of the Wilderness (1927), que se desarrolla en Siam, o Rango (Ernest B. Schoedsack, 1931), en donde ya aparece una madre orangután, Tua, y su hija, Rango, dispuestos a no permitir que unos cazadores cacen a un tigre en Sumatra.
R. Arias Carrión
Documenta la música
Es la primera vez que me acerco a los documentales de música del festival y la experiencia no ha sido del todo positiva, principalmente porque falla su armado programático. La elección de películas de tan caótica se diría que solo responde a descartes, préstamos y deudas de otras secciones, festivales y amigos, por ejemplo. La parrilla no atiende a que el aficionado puede estar interesado (a pesar de lo anterior) a ver más de un documental de la sección y es imposible ver si quiera la mitad porque se solapan, y eso que algunos (no sé sabe en función de qué criterio) tienen dos pases. Y hablando de música y cine, a mi me ha impresionado ver a Public Enemy en el muy entretenido Public Enemy: Welcome To The Terrordome (Robert Patton-Spruill, 2007) y eso que no soy una entusiasta, como otros compañeros, del hip-hop. Y si esta biografía es amable pero no tanto, desde luego la más reciente película de Juanma Bajo Ulloa, Historia de un grupo de rock (2008), es toda una hagiografía de Mariano Chueca, líder de Distrito 14, banda aragonesa que dio su ultimo concierto en febrero de 2008 para decir hasta pronto. Un trabajo en cualquier caso honesto hecho por y para amigos que trata de resituar a unos desconocidos que no tuvieron la suerte que merecieran o no sí han conocido músicos malos y buenos. Por cierto que Bajo Ulloa trata de recuperar (tras aquel horror titulado Frágil, 2004) su habilidad para contraponer la fatalidad y la esperanza, lo bueno y lo malo, dando un giro al reportaje haciendo protagonista puntualmente a la mujer del músico, pero el resultado es demasiado obvio cinematográficamente, aunque de indudable valor humano. Necesario es Buzos haciendo surf (Rogelio Abraldes, 2008), documento sobre la gira de breve resurrección de uno de nuestros grupos más malditos y reivindicables, Surfin’ Bichos, aunque puede quedarse corto para los aficionados más exigentes al pasar de puntillas por los momentos más escabrosos de la historia de la banda de Albacete. Decepcionante es Ya Sharr Mout (2008), segundo trabajo de Sabine Gisiger proyectado en el festival (Gambit logró el primero premio de reportaje en 2006) que sigue el proyecto del músico suizo de origen libanés Mahmoud Turkmani que está preparando un espectáculo audiovisual que buscar expresar la relatividad del significado de las palabras y reflejar su propias dificultades en el diálogo que se establece entre diferentes culturas: interesante teóricamente pero demasiado plano en su desarrollo, el mayo reparo quizá proviene de la contrariedad que supone verlo incluido en esta sección. Por último destacar la locura y melancolía que encierra las imágenes de Low. You May Need a Muderer (David Kleijwegt, 2007) que sigue al grupo americano en el escenario y fuera de él de acuerdo a lo que ellos mismos hacen: «contar nuestra verdad con calma», y alertar sobre Süden (Gastón Solnicki, 2008), un film aburrido y pretencioso que da vueltas sobre sí mismo y sobre el protagonista, el compositor Mauricio Kagel, que regresa a la Argentina para dar un concierto con estudiantes que lo adoran más como una divinidad que como un genial músico. Del resto de títulos no podemos informar en general por lo comentado al comienzo de estas líneas. A ver si el festival espabila en este sentido porque con este planteamiento no debería sorprender que el público, más o menos melómano, terminara por huir en masa a espacios más flexibles y respetuosas.
N. Fusté Marí