Up (música: Michael Giacchino; sello: Walt Disney Records)
A Michael Giacchino le bastan los 53 segundos que dura el primer corte de Up para demostrar que es el mejor compositor del momento. Sí, el mejor, porque en menos de un minuto, a ritmo de ragtime, define el tono emocional de la historia y dimensiona los sentimientos de su protagonista, un anciano que sueña con volar lejos, muy lejos, para cumplir una promesa que le hizo a su fallecida esposa. El compositor desarrolla esta pieza, que funciona también como tema principal, en otros estilos como el jazz o la música sinfónica, siempre con un tono alegre, optimista y aventurero que refleja las claves dramáticas del filme. Pero Up es, sobre todo, una gozosa vuelta al estilo ligero y desenfadado que acompañaba los primeros cortos de Walt Disney y los cartoons clásicos de la Warner, cuando los dibujos animados se movían al ritmo de las big bands. El tema Married Life es una buen ejemplo de esta idea. Junto con Star Trek, también de Giacchino, la mejor obra de este flojo 2009.
Terminator: Salvation (música: Danny Elfman; sello: Reprise Records)
Hace años que Brad Fiedel, autor de los dos primeros terminators y Mentiras arriesgadas, vive retirado de la composición musical. Ignoro las causas, pero si son profesionales, deben ser muy graves para que la industria no recurriera a sus servicios en la tercera y ahora cuarta entrega de la saga creada por James Cameron. Sin él a bordo, la franquicia ha caído en una lamentable deriva musical que, primero Marco Beltrami y ahora Danny Elfman, han sido incapaces de remontar. El esfuerzo de Elfman es más notable, entre otros motivos porque trata de recrear un tono apocalíptico acorde con la historia. Pero ni la estructura temática, demasiado dispersa, ni el tema principal, que tomo como referencia una de las melodías originales de Fiedel, cobran la necesaria entidad dramática para sostener la historia. Muchas piezas, además, parecen inconclusas o, en el mejor de los casos, arregladas apresuradamente, como si el compositor tuviera ganas de pasar página, llamar a Tim Burton y ponerse a trabajar en Alicia en el País de las Maravillas (2010).
Transformers: The vengeance of fallen (música: Steve Jablonsky; sello: Reprise Records)
Desde luego que es una venganza, pero de los mediocres contra el buen gusto y el talento. Si lo de Michael Bay es motivo de destierro, lo de Steve Jablonsky es causa de ajusticiamiento público en la plaza. Es grave que cualquier tema parezca una cara B de Gladiator, Marea roja, Iron Man o La roca, haciendo bueno el símil que compara la empresa Remote Control —antes conocida como MediaVentures, cofundada por Hans Zimmer para promocionar el trabajo de jóvenes autores— con una churrería (nota: ¿el nombre de Remote Control es una ironía?). Pero resulta directamente un insulto que el músico, como el director, prescindan de los elementos mínimos que tejen una narración. A saber: líneas dramáticas (tono y atmósfera sonora), personajes (estructura temática) y motivaciones (capacidad evocadora de la obra). Transformers 2 es un globo hinchado de ruido y una apología del «yo la tengo más grande» que a este crítico le causa vergüenza ajena. Para esto, que le den la cámara y el organillo a mis sobrinos; al menos el resultado será voluntariamente cómico.
The Last House on the Left (música: John Murphy; sello: La La Land Records)
Habitual de Guy Ritchie y Danny Boyle, John Murphy causó sensación con 28 días después y su aplaudida secuela, a las que dotó de una atmósfera turbia y apocalíptica que causaba auténtico espanto. Maestro de los medios tiempos y los cambios bruscos de escala, generalmente a golpe de guitarra eléctrica y sintetizador, Murphy aplica ahora con desigual éxito su particular estilo al remake de la cinta de Wes Craven. Brilla en las secuencias de violencia explícita, como In the woods o The boathouse, en las que traslada el horror a una serie de melodías estridentes poco convencionales en los parámetros del género. Pero no está tan atinado en los pasajes ambientales y de transición, más reposados, en los que trata de transmitir tensión y angustia con unas piezas para piano que recuerdan, en estilo, a las que desarrolla James Newton Howard para el cine de Shyamalan.
Coraline (música: Bruno Coulais; sello: Koch Records)
No sé de quién fue la idea, pero merece unas vacaciones pagadas la persona que pensó en Bruno Coulais para acompañar las aventuras de Coraline. El francés, que obtuvo la fama internacional por su celebrada Los chicos del coro, ha devuelto la confianza con una de las mejores composiciones del año a todos los niveles, desde el concepto hasta la orquestación. Cautivadora, original, sorprendente y genuinamente mágica, Coraline presenta uno de los conjuntos temáticos más ricos y variados que recuerdo en el género desde Pesadilla antes de Navidad, fruto del empleo de un amplio abanico de estilos que comprende desde la nana hasta el sinfonismo, pasando por el jazz, la música coral y las melodías de espectáculos de variedades como el circo, el cabaret y el vodevil. La joya, sin duda, es el tema Exploration, que presenta a Coraline mientras descubre los alrededores de su nueva casa. Si alguien no evoca su infancia con las voces de Mathilde Pellegrini y Helene Breschand es que probablemente tenga tapones en los oídos (o botones en los ojos). Ya hay nacido el músico para recrear los cuentos de Bradbury.