Educación para la Ciudadanía (o el Reino de Oz)
Al grito de «No hay un planeta B», manifestantes de todas las latitudes han exigido medidas contundentes contra el cambio climático a los negociadores presentes en la cumbre global sobre el tema celebrada en Copenhague entre los días 7 y 18 de diciembre de 2009. La clausura del evento coincide con el estreno mundial de Avatar, una de las películas más esperadas de los últimos años, cuyo discurso haría frotarse las manos a los ecologistas talibanes: sí, existe la posibilidad de un planeta B… siempre que no albergue seres humanos.
James Cameron nunca ha sido optimista. Como les ocurre a Steven Spielberg, George Lucas y Robert Zemeckis, su anhelada adscripción al clasicismo cinematográfico, a ciertos códigos míticos, narrativos y dramáticos consustanciales a un humanismo posibilista, contrasta con un distanciamiento antropológico, fruto de haber vivido la segunda mitad del siglo XX, del que da cuenta una fascinación por lo puramente audiovisual heredada del más pesimista de los realizadores: Stanley Kubrick. El director de 2001: una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey. 1968), cinta origen de una nouvelle vague tecnológica de alcance superior a la francesa a la que sigue sin prestársele la debida atención, fue el primero en hacer de la técnica algo más que una herramienta supeditada a los intereses creativos pactados entre el realizador y el sistema de producción en que aquel desarrollaba su labor. Para Kubrick y sus sucesores, la tecnología ha devenido un argumento básico en su debate con la mirada clásica en torno a la realidad fílmica y sus arquetipos de lo humano.
Sin embargo, el cine de Cameron solía ofrecer hasta la fecha rayos de esperanza imprevistos, propios de un pesimista que resulta ser un romántico, en forma de sacrificios que redimían los errores de nuestra especie en sus discutibles progresos históricos, y permitían creer en una manera alternativa de hacer las cosas. No importa si en tanto humanos o aspirantes a lo humano, Kyle Reese (Michael Biehn), Bishop (Lance Henriksen), Bud Brigman (Ed Harris), el T-800 (Arnold Schwarzenegger) de El Juicio Final y Jack Dawson (Leonardo DiCaprio) arriesgaban sus existencias por sus semejantes haciéndonos sentir que, pese a todo, aún valía la pena seguir el consejo que un Jack al borde de la congelación le daba a su amada: «Rose, prométeme que sobrevivirás. Que pase lo que pase, aunque hayas perdido toda esperanza, no te rendirás. Prométemelo, y nunca te desdigas de esa promesa». De la tragedia como instrumento para la catarsis.
En Avatar, el sentimiento trágico ha desaparecido de la ficción. Los tullidos físicos y emocionales, los militares embrutecidos, los burócratas insensibles y las científicas neurasténicas que en el año 2154 tratan de colonizar Pandora carecen de rasgos con los que empatizar. El maniqueísmo del James Cameron guionista brilla en todo su esplendor, con una única novedad en el monótono imaginario argumental y escenográfico que ha explotado hasta la náusea: nadie está dispuesto a combatir contra el orden corporativo y militar establecido, si no es porque le impide hacer las maletas para mudarse a Disneylandia. Al principio del film, se establece un guiño muy expreso a El mago de Oz (The wizard of Oz. Victor Fleming, 1939) cuando el coronel Quaritch (Stephen Lang) avisa a sus hombres de que ya no están en Kansas, sino en Pandora. Pero mientras la fantasía de Baum y Fleming nos advertía de que bajo la magia siempre hay truco, y de que la fantasía bien entendida redunda en una comprensión más profunda y madura de lo complejo real, la de Cameron aboga por la alienación pura y dura (la que debe haber aquejado al cineasta en estos últimos doce años de reclusión entre batiscafos y software puntero), en sintonía con una época que ha hecho del buenrrollismo un valor dominante. Valor que, por supuesto, solo puede tener aplicación eficaz en un estado intelectual prenatal… o artificial.
De hecho, antes de ver Avatar, se había especulado con que Cameron corría un gran riesgo al alternar a lo largo del metraje las imágenes con actores reales y las generadas digitalmente mediante performance capture. Debe reconocerse que no es que haya salido bien librado de tal tour de force, sino que ha invertido atrevidamente la proposición: los fotogramas que nos muestran Pandora, la raza inteligente de los Na’vi y las muchas criaturas salvajes que pueblan su frondosa superficie, lucen incomparablemente más convincentes (uno de los momentos más bellos de la película es ese cruce de miradas cómplices entre Neytiri y Jake Sully cuando el segundo ha logrado dominar su montura alada) que los correspondientes a los humanos en sus entornos estancos física y mentalmente. A ello contribuye, aparte una labor infográfica que habrá deprimido a Robert Zemeckis, el uso extraordinario que hace Cameron del formato panorámico, los movimientos de cámara y las tres dimensiones, aspectos en todo momento subsidiarios de lo contado. Quien diga que Avatar está «mal hecha» debería someterse a revisión oftalmológica.
¿Basta con eso para hablar de avance revolucionario en la historia del cine? No. Las casas no se empiezan por el tejado. De nada sirve gastarse cientos de millones de dólares en elementos formales, si están al servicio de un entramado narrativo periclitado y de una estulticia sonrojante en la elaboración de un ambicioso discurso buenista. La negación comentada de la realidad que propugna Avatar, esa preferencia por Oz en vez de Kansas, transforma la película en una alegoría perfecta sobre lo virtual, el desprecio a nuestra naturaleza, y la elusión de los conflictos que acarrea esa naturaleza. Una propuesta ideológica que se concreta, no podía ser de otra manera, con un infantilismo terrible, hasta el punto de que no estamos de acuerdo con esas comparaciones que ligan Avatar a títulos como El nuevo mundo (The new world. Terrence Malick, 2005), Pocahontas (íd. Mike Gabriel y Eric Goldberg, 1995), Bailando con lobos (Dancing with wolves. Kevin Costner, 1990) o Un hombre llamado caballo (A man called horse. Elliot Silverstein, 1970). Si a algo se parece Avatar —sin querer, y ahí está el problema—, es, en sus mejores momentos, a la saga literaria de Edgar Rice Burroughs ubicada en Pellucidar y, en los peores, a los talkies de Tarzán; no faltan ni los colonizadores desalmados, ni los buenos salvajes que no saben cómo afrontar su destino hasta que llega el blanco, ni los animales que acuden a auxiliar a los protagonistas en el momento crítico, ni la decisión sobre el futuro de una civilización en un combate hombre a hombre, ni la mona Chita (Michelle Rodríguez). Y lo peor es que, los mismos que están ignorando o masacrando cintas voluntariamente pulp, descabelladas, como Señales del futuro (Knowing. Alex Proyas, 2009), G.I. Joe (G.I. Joe: The rise of Cobra. Stephen Sommers, 2009) o 2012 (íd. Roland Emmerich, 2009), batirán palmas ante Avatar en virtud de los pasados logros de su firmante o de las supuestamente profundas inferencias que puedan deducirse de sus imágenes pretenciosas y aleladas.
Pensaba que era la única persona a la que no le ha gustado… Menos mal que todavía hay gente que se interesa por el guión, y no sólo por unos efectos molones.
La crítica más lucida que he leído hasta la fecha. Me alegra saber que existen aún personas a las que una borrachera visual (por muy bien hecha que esté, como es el caso) no les aliena en su juicio para decir alto y claro que la película es bastante hueca e insustancial.
CUANDO LOS ÁRBOLES NO DEJAN VER EL BOSQUE
Groucho Marx, maestro de la ironía y del sarcasmo, dijo una vez “¿quién necesita a un guionista? Dadme un director competente y un par de actores inteligentes y en ocho semanas os mostraré a los tres tipos más nerviosos que hayáis visto”
James Cameron es un director competente, un grandísimo director capaz de dejar para la historia del cine películas imprescindibles y geniales como Terminator (1984), Aliens, el regreso (1986), Terminator 2 (1991) o Titanic (1997)
También Sam Worthington, Giovanni Ribisi o Sigourney Weaver son actores inteligentes que saben elegir sus proyectos y suelen dejar huella de su talento.
Pero en Avatar se necesita un guionista… ésa es una vez más la terrible desgracia que mata el cine: sin guión no hay película; y Avatar la película más esperada en años, la película que abre un nuevo concepto de cine, no es una película sino un cúmulo espléndido de fuegos artificiales en 3D. Maldita sea.
Se equivoca James Cameron incluso en lo más primordial. Si pretende hacer una película revolucionaria en 3D en ésta más que en ninguna otra los personajes han de crear empatía para que el espectador pueda sentirse parte integrante de las tres dimensiones que se le ofrece. Pero todos los personajes de Avatar, absolutamente todos, son planos y sin contradicciones, irreales y simples, no son personajes de carne y hueso ni tienen una vida tras ellos – backstory – que les marque su forma de actuar; son hombres y avatares de cartón piedra, imposibles de creer, improbables de alcanzar el corazón – mucho menos el alma – porque nadie en el mundo puede identificarse con ellos.
Por esta razón la historia de amor – Avatar lo es por encima de todo – fracasa. ¿Por qué se enamoran Jake Sully y Neytiri? Por puro arte de magia. En las películas épicas importan los detalles que llevan al amor. Entendemos y vibramos cuando en Braveheart William Wallace y Catherine McCormack se enamoran, Wallace demuestra su astucia y sabe ganarse a la chica… y al espectador. ¿Pero qué ve Neytiri en Jake Sully? Ni un solo momento de la película busca que surja esa química.
Por esta razón también dan grima los soldados por un lado – con ese general “malísimo” a la cabeza – y los indígenas por el otro, con su bondad extrema y vomitiva estupidez. Por eso en el fondo, si se pretende ser sincero con uno mismo, se disfruta su exterminio, aunque suene tremendo decirlo. Tanto protagonistas como antagonistas deben ser personajes fascinantes y no simples buenos y malos que aburren y estafan a partes iguales al espectador. Lo mismo vale para los personajes secundarios, aquí meras marionetas sin voluntad ni encanto que acompañan al héroe con más pena que gloria.
Una vez pasa el efecto hipnótico de las 3D la película se queda en cueros y comienza el aburrimiento. No hay nada que hacer, sin cimientos sólidos la casa se derrumba con facilidad.
El clímax da fe de ello. No existe un crescendo pleno de obstáculos que guíe al héroe en su viaje y el asalto definitivo se queda sin fuerzas y lleno de decisiones estúpidas que hacen aborrecer más si cabe a los protagonistas. ¿Qué debe pensar el espectador de unos héroes memos que atacan al invasor – flechas contra fusiles y misiles – cara a cara? ¿Qué haría en su caso el espectador? ¿Ir como los nativos a una muerte segura al toque de corneta o buscar una guerra de guerrillas sobre un terreno que conocen como hicieron los vietcong con los estadounidenses?
Cameron fuerza con esas decisiones de guión que terminan en masacre de los bondadosos indígenas dos sensaciones en el espectador:
1) la buscada, una falsa emoción creada artificialmente para engañar al público y que se apiade de los masacrados, los convierta en mártires y llegue a emocionar su valor; pero esta sensación perseguida se diluye como un azucarillo y consigue el efecto contrario;
2) la realmente obtenida, que es doble: un rechazo al poco ingenio de los protagonistas, nada edificante – los héroes han de ser espejos donde mirarse, no víctimas de su propia necedad y estupidez –; y un sentimiento de profunda estafa contra la película por insultar la inteligencia del espectador. De nuevo habría que acudir a Braveheart para entender lo que es aventura y lo que es épico y cómo se ha de luchar no sólo con el corazón sino sobretodo con la cabeza cuando se está en inferioridad.
Pero la torpeza del guión no afecta únicamente a la estructura de las tramas ni a sus personajes autómatas bobalicones sino que afecta también a algo en lo que hasta el momento Cameron se había postulado como insuperable, las escenas de acción.
Al no existir empatía ninguna entre público y personajes, ni haber un crescendo dramático notable es imposible que surja la emoción ni la adrenalina en las escenas de acción – sólo hay que recordar en Aliens, el regreso el inolvidable y angustioso ataque invisible de los aliens por los tubos de respiración que helaba la sangre y aceleraba el pulso al borde del infarto o la ira arrebatadora de la sargento Ripley cuando los aliens raptaban a la niña y la heroína se adentraba en la cueva para rescatarla, o la pelea final a muerte de las dos madres enfurecidas – la humana convertida en monstruo y la monstruo convertida en humana – que quieren salvar a sus hijos y que mantiene al espectador con el corazón en un puño al borde del éxtasis -.
Pero además al estar generadas al cien por cien por el ordenador se pierde la sensación de autenticidad inimitable y de credulidad que tenían las escenas de acción de Terminator y Terminator 2 – la persecución en moto de John Connor era en sí misma una brutal obra de arte que permanecerá para siempre -.
Hay tanto malo en Avatar que su mensaje ecológico y de conspiración del humano contra la maldad humana queda minimizado. Wall-e que tenía también un mensaje anticapitalista y ecológico sí es una verdadera obra maestra que trabaja a destajo su guión y personajes, y sí consigue llegar al alma.
Avatar es una película que encaja perfectamente con la idea de globalización: esperada en todo el mundo, espectáculo pirotécnico que entusiasma, adocena y controla a las masas; pero que no aporta nada personal, único, intransferible, genuino ni original. Es un refrito de películas ya vistas, una descarada copia mala de Pocahontas sin canciones que resulta herético comparar con Bailando con lobos – donde sí había historia y personajes creíbles maravillosos -.
Cuando se apaguen los fuegos artificiales del 3D, Avatar quedará vacía y miserable.
Fuegos de artificio carísimos, árboles gigantes que no dejan ver el bosque… porque en Avatar, no hay ningún bosque que ver.
Fran Menchón: sino tienes un blog empieza a pensar en crear uno, porque ese comentario/crítica de la película fue fantástico.
Fran, me ha gustado mucho tu crítica y es verdad, una vez acabado el colocón 3D te planteas ciertas cosas, sobre todo del guión, careciendo de personajes realmente carismáticos para meterte más en su piel, 3D aparte, en los que a veces los animados lo hacen mejor, que no es muy difícil, que los de carne y hueso, pero…¿te has parado a pensar por un momento qué a lo mejor no se aspire a crear una obra maestra del cine?.
James Cameron no es Sergio Leone, Kurosawa, Fellini o Woody Allen, por citar algunos, eso está claro, pero si sabe hacer «Cine de Entretenimiento» (quién no disfruta con Indiana Jones, la «banal» Conan o la suya propia,Terminator II). No hay muchos directores con los que puedas pasar un rato por puro divertimento y hacer que dos horas y media pasen rápido. El día que se depure la técnica 3D y se planteen buenos guiones, con buenos directores y actores, el cine vivirá una nueva etapa, esto es sólo la primera piedra, de nuevo puesta por James Cameron.
A veces el cine no es metafísica, sólo son simples imagenes que nos relatan cuentos para todas las edades. No olvides que el cine se inventó como un entrenimiento para el pueblo, no sólo es arte, ya me pondré Cinema Paradiso o El Viaje de Chihiro para tocar fibra sensible. Un saludo.
Bueno, los comentarios son comentarios.
Estupendo, Diego.
Que James Cameron iba a crear un universo buenrrolista y archiecológico con el trasfondo de una supuesta «revolución digital y cinematográfica» era un paradigma de márketing que conocíamos desde hace años. Así puestos, la decepción no es tal, porque partiendo de un listón tan alto, y un guión que, a posteriori, es tan pobre, lo único que sabemos es que legiones de espectadores saldrán anonadados con sus gafas 3D antes de decidir que irán a cenar al McDonalds más próximo mientras comentan la experiencia.
Me toca las narices que os paséis el día insultando al resto de los mortales…
Aquí vamos ahora todos de críticos de cine apuntandonos al carro de criticar Avatar.
Avatar efectivamente, supone un salto enorme en la técnica y en la concepción de los entornos de una película. Pandora es espectacular y despues de dos horas y media de película parece que sabe mal que se acabe, uno quiere seguir viendo más y más paisajes y criaturas alucinantes en un efecto 3d más que sorprendente. La película vista desde las primeras filas del cine te sumerge en su entorno de una manera nunca vista.
Sí, no nos cuenta nada nuevo, eso es verdad y también que copia muchos estereotipos de otras películas y de otros géneros pero aún así entretiene y muchísimo.
Hace poco todos alucinabamos con El señor de los anillos, uffff qué gran historia! qué efectos especiales!!! Ahora han quedado a la altura del Betún.
Em, no puedes decir que Cameron hace un uso extraordinario del formato panorámico cuando la película no se exhibe en el formato en el que fue concebida. A no ser que la vieras en un IMAX 3-D fuera de España claro. La película ha sido recortada para su exhibición en salas 3D convencionales y es algo que se nota durante todo el film, con personajes y objetos cortados por el cuadro…
Una cagada por parte de Cameron que impide hablar de los aspectos visuales del film hasta que podamos verla en IMAX 3-D.
Dejando de lado los espectaculares efectos especiales y el, más que evidente, insulso guión, creo que Avatar cogea en muchos otros aspectos que no han sido comentado. El primero de ellos serían los propios personajes que en la película carecen de profundidad hasta el punto de parecer caricaturas de lo que pretenden ser. Segundo que el diseño de los mismos -y sólo estoy expresando mi opinión- es estereotipado, poco original y, si, bastante mediocre. Y por último tampoco me gustaría dejar de lado el excesivo metraje de un largometraje que, para lo poco que ofrece, no se necesita. No es que esperase como agua de mayo esta pelicula pero visto lo visto espero que Cameron desista cuanto antes de su intención de llevar al cine Battle Angel (el cómic de Kishiro).
«Ni la decisión sobre el futuro de una civilización en un combate hombre a hombre»… cierto, y es ella (la alien) quien resuelve… porque probablemente no haya buenismo en Cameron, sino fatalismo extremo… es decir, para Cameron el ser humano nunca ha tenido solución. Retrata al sapiens sapiens que llega a Pandora como una especie, o psicópata (incapaz de empatizar) o híbrida, y creo que eso es un acierto… al igual que la majestuosidad del Edén y sus habitantes ¿imágenes pretenciosas y aleladas? fascinantes, sublimes… el perfecto cebo, se podría pensar; exóticas, lisérgicas, esdrújulas. Un salvaje Edén cuyo fruto prohibido se esconde bajo tierra. Ese es el pecado capital de nuestra especie. ¿Esperanza para el hombre-mono-capitalista? Solo si despierta y empatiza. No es un discurso maniqueo. Puedes quedarte en Oz o aprender de Oz. Relativismo cultural vs. etnocentrismo. Me sigue resultando sintomático, como a usted, que Cameron abogue por lo primero, aunque tal vez es solo una provocación (o una irresponsabilidad).
Miguel, no creo que quepa hablar de cagada de James Cameron, sino de una prevista y obligada adaptación por su parte de la imagen original (creo que en 16:9) a diversos formatos, ante la insuficiencia actual de salas en IMAX 3-D digital, las únicas que responden en puridad a lo que ha pretendido hacer. Personalmente, el resultado en 2.35:1 no me parece ninguna chapuza: creo que Cameron ha salido muy, muy bien librado de un equilibrio difícil entre la planificación, las servidumbres del 3D…
En cualquier caso, cuando se estrena una película, sus promotores son responsables de las formas con que desean transmitirlas al público. Y los críticos estamos obligados a manifestarnos sobre ellas. Ni los productores fletaron un avión a Londres para que viésemos Avatar en IMAX 3-D digital, ni la mayoría de los espectadores la verán así. Eterno debate, el de la percepción ideal del cine: las próximas navidades, más de uno estará viendo Avatar en su móvil mientras viaja en metro. Alguien habrá vendido los derechos de emisión para que eso suceda.
Cambiando de tema, hay quien me cuenta que la verdadera revolución de Avatar no es tanto lo que estamos discutiendo como espectadores, es decir, lo que se ve; sino el hecho de que, al rodar, Cameron no chequeaba en su monitor a los actores en fondos verdes, sino a los caracteres en Pandora. La conversión se realizaba en tiempo real y, por tanto, podría decirse que Cameron dirigió la película en localizaciones y con individuos virtuales. A nivel creativo supone un cambio de mentalidad interesante. Dirigir desde el otro lado del espejo.
Me gusta la estructura de la crítica aunque no esté de acuerdo con sus conclusiones. Lo que no entiendo es qué tiene que ver Avatar con Zapatero. Mejor no mezclar.
Como ya se ha comentado profusamente aquí, me ha parecido un espectáculo de efectos muy logrados sobre un esqueleto de historia pobre, maniqueo y simplón.
Para más inri, existe un comic francés del que en España se publicaron únicamente los tres primeros números, cuyo argumento es prácticamente igual con pequeñas variaciones. Yo los he leido y el parecido es grandísimo.
http://en.wikipedia.org/wiki/Aquablue
«Avatar» es mucho más honesta consigo misma de lo que muchos espectadores, y críticos, están siendo. Y lo es desde su misma estructura de guión y diseño de personajes, cuyas carencias (¿realmente lo son?) van en beneficio de lo que realmente interesa: una experiencia visual pura y, en cierta medida, virgen.
El problema, una vez más, son las espectativas. Y el «cahierismo». Tal vez Cameron nos ha colado un gol por toda la escuadra, y aún no nos hemos dado cuenta. Ese artefacto fílmico que ponga en cuestión el «ser o no ser» de la crítica cinematográfica. Veremos que sucede en los próximos meses…
Bueno no se por que estan todos tan enojados con el guión de la película, desde cuando este tipo de películas tienen tramas y personajes complejos …..? El director de Titanic? Me van a decir que titanic será recordada por su guión y profundidad argumental? Ademas de la cuestión técnica , la película no vale nada.
Por otro lado aquellos que dicen que no puede generar empatía….. es un mundo fantástico, que tiene mucho de infantil , seguramente el público joven y los niños puedan disfrutarlo más. Hacerse grande es morirse un pococo más todos los días, y una de las cosas que se va muriendo más rápido, es la fantasía.
Después de la mejor secuencia de acción de la película(la nocturna con los lobos y la antorcha),a los 40 minutos más ó menos,estuve siempre al borde del aburrimiento del que no salí ya más.
Solo me emocioné en dos momentos.El primero cuando nuestro protagonista se incorpora a su avatar por primera vez y su posterior estampida,y el segundo(lo mejor de la película) el plano final que dura un par de segundos.
No me quiero extender mucho, pero la visión del mundo ideal de Pandora (una inmensa red neuronal de la que todos los entes forman parte, etc.) reproduce exactamente -camuflándose bajo el disfraz de pureza primitiva- el ideario de la cultura New Age en su versión más farsante. No me gusta que me vendan motos sectarias, por mucho que quieran disfrazarlas de «buenrollismo fraterno» más o menos apocalíptico.
Por otra parte, ningún personaje tiene profundidad, aunque le quieran dotar de arco dramático al protagonista, y la película es previsible de principio a fin (¿o es que cuando aparece el bicharraco indomable por ejemplo no se sabe ya que al final de la peli nuestro prota logrará dominarlo y erigirse en lider blablabla?)
Visualmente muy bien, pero de regusto bastante discutible