El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961. Cameo)
El caso de Alain Resnais es complicado y en algún momento habrá que desentrañarlo, más allá de finiquitar el asunto por la vía rápida asegurando lo que es más o menos obvio: que su primera etapa es muy superior a las posteriores. El año pasado en Marienbad, segundo de sus largometrajes, es también un caso complicado, pero tratar de desentrañarlo puede ser contraproducente: el documental-ensayo En el laberinto de Marienbad (2005) de Luc Lagier, incluido en los extras de esta edición especial, pone en evidencia, a pesar de su interés, la imposibilidad de asir la esencia de las palabras e imágenes de un film hecho para jugar con él, no para resolverlo, si bien lo mas probable es que casi nunca se nos revele como un juego y la mayoría de las veces, porque es una película que nos fuerza a volver sobre ella no sólo mentalmente, ni siquera resulte entretenido. De una forma u otra, por las declamaciones y/o por las imágenes, en todo caso por su ordenación-montaje imposible y única (bien advertido por Godard), El año pasado en Marienbad es una película que solícita del espectador una involucración muy personal, donde el estado de ánimo, el pensamiento, la sensibilidad propias determinan el sentido especial de las formas que se deslizan por un relato que solo tiene la apariencia de críptico pero bien mirado se parece bastante a nuestra propia memoria, también a nuestros sueños, y envuelve en ella (en ellos) un drama de lo más convencional y cercano. Convertida rápidamente en pieza de culto, esta obra única e irrepetible, una de las más bellas y misteriosas creadas en el siglo XX, ha influido en numerosos artistas y películas posteriores, no siempre de forma consciente, hasta tal punto que en ocasiones se crean extrañas conexiones. Y aquí entramos en el terreno de la alucinación que en este caso, como debería ser en todos, es privado. Acompañando al disco, que incluye además dos excelentes cortometrajes previos del director: Van Gogh (1948) y Le chant du styrène (1958), un libreto, al que no hemos tenido acceso, escrito por Carlos Losilla que a buen seguro será otra muestra de su ingenio literario y agudeza crítica. En defintiva, no dudéis en haceros con un ejemplar o convencer a alguien para que os lo regale.
J.D. Cáceres Tapia
Perceval el galés (Eric Rohmer, 1978. Intermedio)
Eric Rohmer, además de ser uno de los más afilados diseccionadores de las inquietudes del hombre moderno, como ha demostrado en buena parte de sus films, también inició una vertiente dentro de su carrera vinculada a la literatura y a la Historia a través de un puñado de films que han servido para realizar constantes relaciones interdisciplinares entre las distintas categorías artísticas. Así, tras firmar una magnífica adaptación de La marquesa de O (Die Marquise von O, 1976), en 1978 se embarcó en el proyecto de trasladar a la pantalla el roman artúrico Perceval le Gallois (también denominado como «La novela del Grial») escrito por Chrétien de Troyes en 1191, rompiendo las leyes fílmicas al convertir el film en una escenificación teatral lírica en la que se unían música y declamación poética a través de una concepción de la misè-en-escène en sintonía perfecta con la dramaturgia medieval representada. Rohmer reproduce el ambiente aventurero y los ideales simbolistas de la época a través de toda la tradición trovadoresca y la mitología legendaria, mediante una imaginería visual que corresponde con los patrones codificados de la tradición celta: fin´s amour, códigos caballerescos, elementos mágicos, alegorías, personificaciones… pero en tan perfecta sintonía con la sensibilidad moderna que hacen que Perceval le Gallois se convierta en una obra fresca y profundamente renovadora tanto en su momento como pasada la frontera de los treinta años desde su estreno. Además, en Perceval le Gallois, Rohmer logró congregar a un elenco actoral que sería el que a partir de ese momento utilizaría en cada uno de sus films, como es el caso de los por entonces jovencísimos Fabrice Luchini, André Dussolier o Arielle Dombasle. La cuidada edición, a cargo de Intermedio, incluye además de la película, un dvd con contenido adicional en el que podemos encontrar una ilustrativa presentación del film como adaptación literaria a cargo de Victoria Cirlot, el trailer original, una charla del propio Eric Rohmer acerca de su trabajo y un documental que nos introduce en los entresijos del rodaje.
Beatriz Martínez
Pack Seijun Suzuki (1964-1967. Avalon)
La figura del gran realizador japonés Seijun Suzuki ha permanecido hasta ahora siempre al margen del circuito comercial en nuestro país. Podemos estar muy agradecidos de que distribuidoras como Avalon estén dedicando últimamente una parte importante de su catálogo a subsanar muchas de estas importantes carencias que presenta nuestro sistema. A Suzuki, que a sus 86 años aún permanece activo (está preparando un film para 2010), se le puede considerar como uno de los padres del género de yakuzas pero al fin y al cabo eso sería trivializar su cine. En este pack podemos encontrar tres joyas: Tres de las diez películas que realizó entre 1964 y 1967. En Gate of Flesh nos cuenta la historia de un grupo de prostitutas viviendo tiempos difíciles en el Tokio de comienzos de los sesenta. Tanto la brillante utilización del color (a destacar las indumentarias de las protagonistas, cada una vestida siempre del mismo color, que las diferencia del resto) como los códigos de honor que aplican a rajatabla, podrían emparentarla directamente con el delirio que representa Tokyo Drifter, una historia argumentalmente tan enrevesada para seguir globalmente como sencillo es dejarse llevar por cada una de sus secuencias de forma individual, que hilvanan esa trama imposible con peleas, tiros y escenarios surreales enmarcados en una fotografía que se encarga de destacar las partes por encima del todo, que es uno de los pilares de la puesta en escena del film, continuamente punteado por el tema musical que le da título, convirtiéndolo en una referencia vital para el género, que, sin embargo, encuentra su máximo exponente en Branded to Kill, una historia de gangsters adscritos a un imposible ranking en otro batiburrillo argumental que nos engancha plano a plano y secuencia a secuencia para convencernos de que si hubiese existido una nouvelle vague japonesa, Suzuki, que en Pistol Opera (2001), realizó una suerte de remake a todo color de Branded to Kill, sería uno de sus máximos exponentes.
Sergio Vargas
La madre del mal (La terza madre. Dario Argento, 2007. Filmax)
No sabemos hasta qué punto Dario Argento se toma o no en serio su última producción cinematográfica. Muchos son los que piensan que su carrera está dando sus últimos coletazos y que dirige casi con desidia. Sin embargo, a pesar de las malas críticas que cosechó la que ha sido hasta el momento su penúltima película, La madre del mal (La terza madre, 2007), sigo pensando que al menos le queda un sano sentido del humor a la hora de dar un giro sardónico a lo que ha sido su trayectoria hasta el momento como uno de los más grandes renovadores del terror contemporáneo. Y si no, atención a la sonora carcajada con la que Asia Argento termina el film. Y es que La madre del mal es una película consciente de su propia naturaleza trasnochada: la fórmula está agotada, los buenos tiempos del giallo parecen haberse extinguido e, incluso, el público, ya no es lo que era. Quizás por ello, desde el principio parece que presintamos que estamos asistiendo a una parodia encubierta de lo que significaron las dos primeras partes de la Trilogía de las Tres Madres, Suspiria (1977) e Inferno (1980). Y visto así, La madre del mal tiene su gracia, es más, resulta incluso reivindicable. Argento juega al divertimento gozoso sin complejos; no le importa que el guión vaya resquebrajándose a lo largo del metraje, porque para eso están los continuos guiños hacia el aficionado que es capaz de disfrutar viendo a Asia Argento convertida en arqueóloga con un collar de perlas y subida a unos stilettos siendo perseguida por un mono, a unas brujas pintarrajeadas intentando hacer el mal por las calles y sacándole la lengua a los viejos, a Morian Atias (la terza madre) con una túnica sagrada que parece una camiseta de H & M y a Daria Nicolodi convertida en un fantasma. Y si no eres de los que se conforman con esto, todavía puedes encontrar extraordinarios momentos de cine, como todo el fragmento que desemboca en la muerte de Udo Kier, la nostalgia de Asia Argento al mirar las fotografías de su familia y, sobre todo, los instantes en el que la locura se cierne sobre Roma, quizás uno de los más espeluznantes que nos da regalado un film de terror en los últimos tiempos.
B. Martínez
Pack Terence Fisher. El maestro de la Hammer (1966-1974. Manga Films)
Los fans de Terence Fisher deben aprovechar las pausas concedidas entre película y película para secarse la baba que les generará este suculento pack con cuatro notables películas del que la propia colección titula con conciencia como maestro de la Hammer. Escaso contenido extra que como siempre termina ocurriendo en estos casos se excusa merced a una bonita presentación y al propio contenido fílmico de los dvds a un precio realmente asequible. Incluye dos contribuciones de Christopher Lee en Drácula, príncipe de las tinieblas (1966) como anfitrión y maestro de ceremonias en el castillo de los Cárpatos que servirá de prisión para un grupo de viajeros que finalmente se las apañará para terminar con el conde en un antológico desenlace, y en La novia del diablo (1968), una magnífica película que a los diez minutos ya nos tiene en vilo con una reunión satánica frustrada que dará más de un problema a los protagonistas y momentos míticos como las apariciones del ángel de la muerte y del propio Satán. El pack se complementa con sendas aportaciones interpretativas de Peter Cushing como el Baron Victor Frankenstein en las que, como en las previamente citadas, apreciamos las bondades de la puesta en escena de Fisher, esos rostros iluminados enmarcados en tinieblas, sus atmósferas tenebrosas y esos personajes enfrentados al mal personificado en el regreso de la tumba de Christina —Frankenstein creó a la mujer (1967)— y en la fatal combinación de cadáveres que derivan en ese engendro que torturará a los protagonistas de Frankenstein y el monstruo del infierno (1974). Imprescindible.
S. Vargas