Cómo acabar de una vez por todas con la mujer en el cine
Durante el pasado verano, sumergido en un ocio tonto y sedentario, después de tragarme una sesión doble compuesta por la demencial Guerra de novias (Bride wars. Winick, 2009) y la mucho más maligna 27 vestidos (27 dresses. Fletcher, 2008), me sorprendí gritando a viva voz —casi casi en plan Network (Lumet, 1976)— una frase que retumbaría en mi cabeza durante buena parte de las semanas posteriores: «¡Hay que evitar que las mujeres hagan más cine!». Naturalmente, me asusté. Yo nunca he sido machista, ni mucho menos misógino, porque los misóginos en el fondo no son más que machistas con cultura. Tampoco odio a la mujer como idea abstracta. Tengo amigas (¡oh, sí!), incluso presumo de tener más amigas que amigos porque ellas fingen entender mejor mis sentimientos. Disfruto leyendo a Amélie Nothomb y a A.M. Homes, y pagué mi entrada religiosamente y sin estar bajo amenaza para tragarme las dos horas y media de Sexo en Nueva York. La película (Sex and the city. Michael Patrick King, 2008)… una experiencia que, una vez asimilado que su muestrario de estereotipos gozosamente retrógrados no tenían nada que ver con la idea de feminismo que bullía en mi cabeza, también disfruté. Y sin embargo… no podía evitar seguir pensando así, suscribiendo cada letra de aquella frase diabólica. Al poco tiempo me di cuenta del origen del problema: evidentemente, estaba en lo cierto. Las mujeres con una cámara a corta distancia se convertían casi automáticamente en las peores enemigas de su género, y por tanto, había que evitar que hicieran más cine, al menos, parafraseando a Richard LaGravenese, de ahora en adelante.
Y de ahí surgió la idea de exorcizar mis propios demonios escribiendo este artículo. Aviso a navegantes: estoy dispuesto a generalizar, porque pienso que la acción de generalizar, que últimamente tiene tan mala prensa, es el único medio que nos lleva a conclusiones más o menos útiles. Su opuesto directo es el relativismo, camino oscuro y pedregoso que conduce, invariablemente, a lugares comunes tan plomizos como «película fallida», «actor defendiendo su papel», «obra hecha con cariño», «guión bien resuelto», … que tanto aburren a la mayoría de los lectores de crítica cinematográfica. Finalmente, me gustaría resaltar que no hago este artículo con afán polémico y que tampoco pretendo de ninguna manera ir contra las mujeres. De hecho, como puede apreciarse en el educado tono del título, esto más bien sería una súplica antes que una diatriba. Una súplica basada en generalizaciones, de acuerdo, pero que pretende partir de datos reales, bien espolvoreados con las divagaciones mentales de su cada vez más desnortado autor, unas gotas de ironía de saldo, otro poco de humor trasnochado, alguna afirmación historicista al filo del abismo y, por qué no, cierto poso vergonzante de nostalgia victoriana cruzado con espíritu punk-rocker sin platea que le ladre. Para entendernos, puro ensayo (ni pizca de arte) de resaca postveraniega.
Mujeres y cine: Un romance muy peligroso
Los hombres, años ha, inventaron la cultura para defenderse de la mujer. No es una afirmación mía, se trata de una de las principales tesis del imprescindible Sexual personae de Camile Paglia, una escritora feminista comme il faut. Esto no quiere decir que las mujeres sean inferiores ni superiores; están, por así decirlo, en un estadio diferente, o para ser más claros, no necesitan de la cultura para ejercer poder ni influencia. Ellas solas se bastan y se sobran y han logrado sentirse muy cómodas en su papel de musas conscientes. Al hombre, indefenso y cobarde siempre, no le queda otra que ponerse a crear para estar a su altura. Esto nos lleva a otro importante punto: nadie en su sano juicio hoy por hoy, se acerca a la cultura atraído por su poder tentador. Otra cosa es que la cultura, con los años, pueda reportarnos sus pequeñas y relativas recompensas, que en muchos casos han cumplido en nuestra vida una compensación a la madre de todos los traumas, la carencia afectiva. Como decía Manuel Vincent en uno de sus artículos «Todo lo que hace el hombre en esta vida lo hace con vistas a fornicar», y como cantaban Ella Baila Sola: «Te comparo con el resto del ganado y me decido a dar un paso más». Así marcha el mundo, cada vez en mayor medida, y la cultura sólo se mueve en el proceso como un medio, un presente más que ofrecer a cambio de la gloria, a falta de otras virtudes genéticas. En definitiva, se mire por donde se mire, las mujeres, ejerciendo el control desde la sombra, nos ganan de calle. ¿Para qué les interesa, entonces, posar sus delicadas manos en nuestra odiada, zarandeada y en el fondo inútil cultura?
Primer punto de la tesis: las mujeres están contaminando el cine independiente y la comedia romántica de toda la vida con una moral extraña y esquinada, cien por cien marciana desde un punto de vista no ya hetero, sino globalmente masculino. Cada vez que me acerco a una de estas películas y me resulta imposible entender las reacciones de sus principales personajes, inmediatamente busco un nombre femenino en los lugares más altos de los títulos de crédito. El experimento casi nunca falla: allí siempre surge uno o un par regodeándose con arrogancia, como diciendo «así son las cosas porque así las vemos nosotras».
Excluyo de este artículo a las muy marcianas, tipo Claire Denis o Lucrecia Martel, o a las andróginas y machorras, como mi casi siempre admirada Kathryn Bigelow, porque parto de la base de que ni si quisiera son mujeres, o al menos, no mujeres normales. Es necesario aclarar este punto antes de que me lancen a los leones: aplaudo a las mujeres que se esfuerzan por romper las limitaciones del rol que la sociedad ha creado, como un molde, para ellas. Mis pullas van precisamente contra las otras, que son mayoría: aquellas que se regodean en las mentiras de ese rol, sin llegar a creerse a pies juntillas su fondo, pero utilizando sus consignas para expandir una moral difusa y ambigua, en gran parte conservadora y que paradójicamente fuera creada en su momento por los propios hombres desde las cúspides del poder y la opinión pública. Una supuesta comedia, también supuestamente inofensiva, como Guerra de novias no hace apología feminista, sino que se limita a invertir los términos del machismo: en ella los hombres tienen el mismo papel que las mujeres de, pongamos, Los bingueros (Ozores, 1979). Son objetos decorativos, atractivos y sumisos, que se limitan a beber cerveza, ir al gimnasio y jugar a la Playstation. Llegará un momento en el que los hombres, y con razón, comiencen a sentirse subestimados por estos retratos, y el término feminista, por tanto, se convierta en un lugar común recurrente dentro del abanico de insultos del castellano… para que, con el tiempo, el machismo, a lo mejor, pase a convertirse en un más que probable (¡ja!) movimiento contracultural.
Por mucho que la opinión pública haya puesto en el aire la falacia de que las mujeres pueden dirigir con mayor sensibilidad que los hombres simplemente por el hecho de ser mujeres, y que sus películas son más humanas y cercanas, lo cierto es que si elimináramos una por una sus aportaciones al séptimo arte desde su inicio, apenas se perdería nada. No me imagino que la literatura fuera igual, hoy día, si no se hubiera enriquecido con las aportaciones de Virginia Woolf, Emily Dickinson, Elizabeth Bishop, Anne Sexton… ni tampoco sería capaz de hablar de la música del siglo XX sin mencionar a Billie Holliday ni a Ella Fitzgerald, ni siquiera sin hablar de Patti Smith o Debbie Harry. No creo que el mundo de la música y el literario sean actualmente hostiles para la mujer. De hecho, podría decirse que con el tiempo las féminas han ido ganando una suerte de prioridad que las ha situado por encima de los hombres, y que su enfoque ha llegado a ponerse de moda hasta el punto de estar en gran parte dictado por el oscuro y sibilino mundo de las estrategias de márketing, tal como veremos más adelante.
El síndrome Eleniak. ¿Están las mujeres realmente dsicriminadas?
Llegados a este punto, debería hacer un pequeño esfuerzo para tratar de aclarar el asunto de la discriminación de las mujeres en el arte. Una discriminación que puede que haya sido real en otros tiempos, pero que a día de hoy sólo puede verse como una consigna recurrente y trasnochada, fruto del cinismo de algunos mercachifles de los mass media. Para ejemplificarlo, me remontaré a un episodio de Los vigilantes de la playa (Baywatch, 1989-2001). En él, el habitual paisaje veraniego repleto de cuerpos Danone es sorprendido por la presencia de una turista rechoncha y feúcha que, como es natural, no se encuentra para nada en su ambiente. Hastiada de su fracaso personal y de su falta de oportunidades, intenta ahogarse, pero es salvada en el último momento por una aguerrida Erika Eleniak. La pobre mujer le cuenta a su salvadora lo mucho que ha sufrido en su vida debido al rechazo de los hombres por causa de su físico. Eleniak, comprensiva, pone la mano en su hombro y le replica que ella puede que sea atractiva, incluso escultural, pero que precisamente por eso nunca ha sabido si los hombres la amaban de verdad. Su oronda interlocutura asiente y alcanza a entender el sufrimiento de su nueva amiga. Sin importarle mucho o no a los guionistas si sendos infiernos son o no equiparables, el capítulo termina. A eso es a lo que yo llamo cinismo. Exactamente igual que cuando una mujer alude a que no se siente realizada creativamente en un mundo dominado por hombres. Exactamente igual que cuando una mujer habla de discriminación en este momento en los mundos de la literatura, el cine o el periodismo. Y ahí es exactamente adónde quería llegar: cualquier mujer que actualmente afirme estar discriminada en el mundo del arte está cayendo en una grave impostura y está siendo tan cínica como el personaje de la espléndida y añorada Erika Eleniak en aquel capítulo.
httpv://www.youtube.com/watch?v=U7MB3ekYhZ0
Volvamos la vista atrás, a la historia. Si guettos tan machistas y estrictos como el nazismo o el franquismo llegaron a permitir, ocasional y excepcionalmente, la aparición de mujeres creadoras, ¿podemos hablar realmente de que aquella discriminación fuera tan desmedidamente férrea? Centrándonos en los resultados, nos encontramos que fue el mismo régimen el que alumbró a Fritz Lang y a Leni Riefenstahl. Las películas de Lang continúan estando entre nosotros, y algunas de ellas, la mayoría, se ven con la misma pasión y deleite que en el momento de su estreno. Riefenstahl, en cambio, ha quedado como un chascarrillo histórico curioso para profesoras aburridas de Universidad y feministas tristonas. No me creo que ninguno de ustedes, queridos lectores, haya tenido los bemoles de verse dos veces una película de esta señora. Basta comparar también la obra de Leni con la de Einsestein, moviéndonos en el mismo terreno de la propaganda pero sin perder de vista los farragosos bosques de la guerra de sexos, para comprobar la epatante diferencia. En el franquismo, tres cuartos de lo mismo. Nadie en su sano juicio cambiaría un solo minuto de la obra de Berlanga por toda la filmografía de Ana Mariscal. La democracia nos trajo mayor cantidad, pero no una mayor variedad de enfoques: un aluvión de realizadoras átonas, intercambiables, incluso perezosas, sin nada que envidiar en cuestiones de artesanía, eso sí, a su ilustre predecesora. ¿Y el Hollywood clásico? Otro mundo terrible, machista e inhóspito para la incansable creatividad femenina, ¿no? Bah. Contra esa opinión tan extendida, basta con leer la deliciosa biografía Adiós a Hollywood con un beso de Anita Loos, autora de Los caballeros las prefieren rubias, para comprender que en aquella época tampoco era especialmente difícil triunfar en el mundo de cine siendo mujer, incluso todo lo contrario. Son palabras de Anita, que vivió la época y fue mujer, no mías (que, obviamente, ni viví esa época ni soy mujer), y a sus desventuras personales me remito para extraer mi conclusión. Porque hablando de discriminaciones, ¿no fue mucho mayor las que sufrieron, y sufren, los afroamericanos? Sin embargo, ellos consiguieron hacer de su exclusión una bandera, y no sólo nos han dejado cómicos-guionistas de la talla de Eddie Murphy o Richard Pryor, sino todo un género en el que bucear —la blaxplotation—, y algunos autores cuya obra sigue mereciendo la pena seguir con atención: Spike Lee, John Singleton, Carl Franklin. ¿Cuál serían sus equivalentes en el cine de mujeres? ¿Jane Campion? ¿Nora Ephron? Puaj. A ver si va a ser verdad que a las mujeres nunca les interesó realmente el cine y esto, y no la maldita y legendaria discriminación, explicara la escasa relevancia de sus obras.
Pues sí, es verdad. Generalicemos por penúltima vez, alto y claro. A las mujeres nunca les interesó esto del cine. Eso explica sus más que discretos resultados, y no la falta de talento. Y explica, además, que actualmente, en las páginas de Internet donde no se cobra o se cobra mal, haya tan pocas críticas femeninas. A razón de una por cada diez hombres… bastante esclarecedor, ¿verdad? ¿O puede ser que a día de hoy estas páginas también estén censurando la incesante ansia de cine de las mujeres? Sí, esto podría ser la punta del iceberg de una nueva y nuevamente inútil teoría de la conspiración.
Más historia. Mujer tras la cámara con hombre al fondo
Continuemos el camino dando saltos por diferentes ámbitos dentro del celuloide. La serie B tuvo a Doris Wishman, a Barbara Peters y a la muy feminista Stepanie Rothman, que poseen en su haber películas ciertamente curiosas, pero cuyas filmografías son incapaces de hacer sombra a un Roger Corman, un Bert I. Gordon o un Larry Cohen. La irrupción, a finales de los setenta, del punk y la new wave nos trajo una interesante cantera de realizadoras que comenzaron sus carreras con títulos estimables y provocadores (hablo de Penélope Spheeris y la estimulante Suburbia (1984), de Susan Seidelman y La chica de Nueva York (Smithereens, 1982), de Martha Coolidge y La chica del valle (Valley girl, 1982) , y ya en las boqueadas del terremoto, de Tamra Davis y su contundente GunCrazy [1992]), que a los pocos años no tardarían por vender su alma en mayor o menor medida al cine comercial más rancio, familiar y acomodaticio, echando por la borda el siempre relativo interés de sus obras iniciales. Más allá tenemos el caso de las parejas de guionistas y directores. De entre los primeros y más célebres, Ruth Gordon y Garson Kanin, autores del libreto de La costilla de Adán (Adam´s rib, Cukor, 1949), una película que, por cierto, siempre me pareció desmedidamente estimada y falsamente progresista. A medida que avanzaban las décadas, fueron surgiendo también distintos tándems, cada uno dentro de una especialidad, en su mayoría parejas en la vida real, cuando no amigos muy bien avenidos: los Sebastian, los Findlay, Charles Shyer y Nancy Myers, Juan Luis Iborra y Yolanda García Serrano, etc… Considerando esta nada desdeñable preponderancia, cabe pensar que muchas veces la mujer ha necesitado el espaldarazo de un hombre para ponerse tras a la cámara o frente al papel, y cuando se ha separado de él buscando independencia creativa, los resultados han dejado mucho que desear. Quiero pensar que una afirmación tan monstruosa tiene por fuerza que ser incierta, pero por mucho que buceo en la historia, no encuentro casos de peso para contradecirla…
Caprichos del destino. La vocación creativa desde el punto de vista femenino
A nadie se le escapa que muchos han sido los actores que han aprovechado su estatus de estrella para dar el salto a la dirección. Y la mayoría de ellos lo han hecho muy bien: Clint Eastwood, Paul Newman, Robert Redford, Sylvester Stallone. ¿Por qué no se les ocurrió en algún momento algo parecido a Katherine Hepburn, Meryl Streep o Nicole Kidman? Me atrevo a decir que ni siquiera se les pasó por la cabeza. Las escasas incursiones de actrices en la dirección se me antojan, no lo negaré, profundamente simpáticas —Mireia Ros, Jodie Foster, Jenna Fischer…—, pero su carencia de continuidad me obliga a calificarlas de caprichosas antes que verlas como productos de una auténtica y perdurable vocación creativa. Un amigo me dijo una vez dos teorías quizá discutibles pero muy esclarecedoras en relación a las mujeres y el arte, que no me resisto a incluir en estas conclusiones. En primer lugar, que nunca encontraría a una mujer que comprendiera de verdad en que consistía una vocación creativa, sencillamente porque ellas entendían el arte de otra forma, bien como capricho circunstancial, como vimos más arriba, o bien como medio para llegar a un fin. Y finalmente, y aquí tenemos la segunda reflexión de mi amigo, cuando se deciden a emprender una obra con continuidad, las más de las veces acaban empañando sus logros iniciales por la necesitad de dejar una impronta que las reafirme como mujeres y que dote a su trabajo de una postiza amplitud universal. A los hombres, en cambio, no les interesa reafirmar su condición de hombres, porque es precisamente de esto de lo que pretenden escapar cuando escriben.
Coda: El caso Cody
Después de leer semejante parrafada, se podría alegar muy oportunamente: si, hechas las debidas excepciones, podemos aceptar que las mujeres no tienen un interés especial por el cine, ni tampoco han demostrado una habilidad destacable cuando se han lanzado a ello, ¿por qué debemos temer tanto sus incursiones tras la cámara? Pues por una razón muy sencilla: porque aunque a las mujeres no les interese el cine, a la industria del cine si le interesan las mujeres. Y estos altos ejecutivos son tan astutos que cuando no existe ninguna mujer que dé el tipo comercialmente, se la inventan. Un ejemplo paradigmático: Diablo Cody, guionista de la tramposa Juno (Jason Reitman, 2007), caso cristalino de una de las más taimadas maniobras de márketing realizadas en los últimos años con la mujer como objeto de venta. Un poco de sentido común, por favor. Yo me puedo creer que una bailarina de striptease le dé la vena una noche, se siente a escribir un guión y le salga algo como Fóllame (Baise Moi. Despentes y Coralie, 2000) o A gun for Jennifer (Todd Morris, 1996), por otra parte dos películas muy estimables, como pasó en años anteriores. Difícilmente me trago que en su lugar obtenga un resultado que parece un brainstorming de una revista de tendencias [1]. No sé, creo que no soy el único que piensa que al ver su película pensó que Diablo Cody era una patraña de la catadura de Alan Smithee o la Simone de Andrew Fleming. Y detrás del engaño, tal vez haya mucho más donde arañar: al cine le interesan que haya mujeres tras las cámaras, independientemente de su talento, porque es guay, progre y políticamente correcto, y porque atrae a las salas tanto a las propias mujeres —muchas de ellas, al parecer, encantadas de tragarse el cuento de que una persona de su propio sexo siempre les va a contar mejor una historia— como a intelectuales de pro flipados por inyectarse en vena el último juguetito del mercado global.
No quiero ser extremista, pero mucho me temo que nos espera un futuro plagado de bostezos y mentiras como catedrales si ciertas abanderadas del nuevo feminismo se deciden a tomar sus cámaras. ¡Y pensar que fuimos nosotros quienes empezamos a alentarlas! Así que sólo me queda hacer un llamamiento desesperado a todos los hombres que me están leyendo. Escuchad bien: nunca le volváis a decir a una chica que escribe bien o que tiene talento si realmente carece de él. No vais a conseguir nada de esa manera, ni mucho menos que ceda a vuestras babosas intenciones sexuales. Lo único que obtendréis será el tedio y odio de varias generaciones abocadas a sufrir sus películas, sus ridículas obsesiones y su particularísimo sentido de la moral, auspiciadas por una industria hipócrita y oportunista. Un panorama, en verdad, escalofriante y desolador que tal vez esté a la vuelta de la esquina si nosotros, pobres peleles abocados al mandato del sexo superior, seguimos poniendo el rasero del arte en consonancia con el perímetro de nuestra bragueta.
[1] Cuando reviso estas líneas, escritas hace bastantes meses, ya se ha estrenado la segunda película de Cody como guionista, la muy interesante Jennifer´s body (Karyn Kusama, 2009), dirigida para más inri, por otra mujer. Lejos de constatar la tesis de este artículo y de la mayoría de películas señaladas arriba, la obra de Kusama y Cody hace por abrir camino para un cine feminista verdaderamente incómodo, subvirtiendo los mimbres del cine de género desde un punto de vista crítico, malicioso y con todo honesto. La misma existencia de esta película podría conseguir que me tragara la mayoría de mis palabras, de no ser por su tibia acogida, y por el triunfo este mismo año, mucho más relevante a mi juicio, de comedias como Que les pasa a los hombres (He is just not that into you. Ken Kwapis, 2009) y La cruda realidad (The ugly truth. Robert Luketic, 2009), ladinas renovaciones de los lugares comunes del machismo de toda la vida, cuyos libretos de nuevo aparecen firmados por mujeres.
BIEN DICHO!!!!
Agrega a tu lista a la muy marciana Naomi Kawase. Tu artículo es interesante pero más respeto a Riefenstahl, su legado es importante.
¿Con que disfrutaste «Sexo en Nueva York: la película»? Muy valiente de tu parte reconocerlo. A mi me paso igual, y además rodeado de feminas descojonándose a más no poder. Va a ser verdad que saben mucho mejor que nosotros, pobres XY, a que atenerse…
Madre mía, no leía un análisis más certero y moderno de la psicología femenina desde que consulté la bibliografía al respecto de 1744.
Hola a todos:
En primer lugar, gracias por vuestros comentarios.
Kamikaze: No conocía el trabajo de Naomi Kawase, pero me lo apunto. Igual en un futuro no estaría mal un artículo sobre cineastas marcianas que sí hacen un cierto favor en nombre de la mujer cineasta.
Víctor: Qué le voy a hacer, Sexo en Nueva York me gusta (como me gustan la mayoría de las películas que menciono en este artículo) lo que no trago de ninguna manera es que se la llame progresista ni feminista. Además, a diferencia de otras películas más respetadas, esta sabe ironizar sobre sí misma, lo que constituye un punto de redención.
Espero que este artículo lo hayas escrito con una lata de cerveza en una mano y en la otra rascándote los genitales. Espero que sea así y no con la condescendencia paternalista de la que haces gala. Riefenstahl, Kawase, ¿Agnes Varda?
Estos articulistas marcianos…
¡Hay que decirlo más!
Este es, sin lugar a ninguna duda, el artículo cinematográfico más rastrero, repugnante, asqueroso, desinformado, retrógado y fascista que he leído en mi vida (y llevo ya en esto varios años).
Más de diez años intentando que alguien me llamara fascista y por fin lo he conseguido… aunque sea por un artículo de cine.
Creo que tienes razón en muchos puntos, pero aún así no creo que sea bueno generalizar tanto. Y ya que estamos hablando de regodearse con la cultura, se escribe «Eisenstein» y «Blaxploitation». Saludos.
Le doy toda la razón en lo segundo. De hecho, yo siempre me he reído de la gente que los escribía mal.
¿Fascista? JAJAJAJAJA El tocino y la velocidad se vuelven a encontrar. ¡Bendita ignorancia! Esto, o lo ha escrito una mujer ofendidísima, o un cultureta con gafas de pasta que quiere pasar por moderno ante sí mismo.
Y no es que yo esté de acuerdo con todo lo que dices, Pablo, porque para empezar sería más productivo remediar otros tipos de cine antes que el «femenino», otros tipos de cine que en mi opinión se hacen también por las razones incorrectas. No creo además que este artículo salga de la nada, que sea una reflexión desapasionada: o nos estás mintiendo y te gusta más la polémica que a un tonto un lápiz, o tienes alguna cuenta pendiente que te arrastra a la venganza contra este tipo de cine en concreto cuando podrías englobarlo junto a otras muchas producciones de los muchísimos cineastas que sin importar el género hacen lo que hacen meramente por figurar.
Hay desde luego que atacar a ese movimiento del «cine femenino», porque es una de esas etiquetas, como lo es el «queer», que pretende ensalzar y lo que hace es limitar, y su finalidad es de todo menos artística. Pero de ahí a darle un repaso completo a la mujer como género… No creo que se pueda resumir la historia del arte hecho por mujeres en tan pocas palabras, el contexto histórico ha dado muchos bandazos y estás igualando épocas muy distintas de la humanidad sin el respaldo de una investigación profunda. Pero en realidad tampoco creo que pretendas sentar cátedra: se trata solo de un artículo de opinión.
Esté más o menos de acuerdo con tu opinión, te aplaudo por enfrentarte públicamente a feministas y allegados (una gente muy agresiva, como se ha visto) y te aplaudo sobre todo por firmarlo con tu nombre y apellido, porque en esto de Internet hay mucho cobarde que se esconde tras un nickname y que no se juega nada al descalificar (más bien insultar) en dos líneas de comentario un artículo claramente currado.
Me alegro que te haya interesado el artículo, Rosendo. Entre unos argumentos más consistentes y otros menos, sólo pretendo decir que a veces son las mismas mujeres las que se empeñan en perpetuar ciertos estereotipos y puntos de vista machistas, en este caso, a través del cine. Siendo como es un tema que no debería herir sensibilidades de por sí (al fin y al cabo, estamos hablando de cine, nada más), opté por un tono de humor para soltar esta serie de reflexiones, pensando erróneamente que esto ayudaría a aligerar un poco la polémica, cuando lo que ha hecho, al parecer, es avivarla todavía más. Lo malo es eso, que a veces este tono sacrifica una profundidad que el tema desde luego merece, aunque en otros artículos, no en este. Entre hacer algo ligero y divertido para fomentar un poco el debate, y un escrito más sesudo y relativista, elegí lo primero. Y no me extraña que no estés de acuerdo con todas mis opiniones. Yo tampoco.
No me cansaré de decir que la gente está sorprendentemente poco preparada para la ironía. Es una pena, de verdad.
Bueno, mejor descalificar la prepotencia en dos líneas que escribir un tocho para decir solo vaguedades y tonterías, ¿no? El problema del artículo es que no veo yo dónde está el humor en decir cosas como que a las mujeres no les gusta el cine o que no comprenden lo que es una vocación creativa porque para ellas el arte es un capricho (¿?). Claro que a quién le voy a hablar de generalizaciones ridículas, cuando lo primero que me encuentro es que dices que los feministas y allegados son gente muy agresiva (¿¿??) basándote en que alguien, que por no saber no sabes ni quién es, ha llamado fascista al autor del artículo. Supongo que eso tampoco pretende sentar cátedra, o lo de que el comentario solo lo pudo escribir una mujer ofendida o un cultureta con gafas de pasta (¿esto es un concurso de estereotipos de patio de colegio y no me he enterado?). O igual todo eso es la ironía y te intentas dejar en ridículo a ti mismo a la vez que escribes, quién sabe…(en ese caso, bravo).
Genial… pero no te lo creas como una mujer que sino veremos a ver por donde nos sales en el número de Enero.
Danielle Huillet, Agnes Varda, Chantal Akerman, Kira Muratova, Marie Menken, Naomi Kawase, Anne-Marie Mieville, Mia Hansen-Love, Albertina Carri, Celina Murga, Mercedes Álvarez, Teresa Villaverde, Doris Dorrie, Angela Ricci Lucchi, Claire Simon, Valeria Bruni Tedeschi, Ann Hui, Barbara Hammer, Andrea Arnold, Catherine Breillat, Asia Argento, Liv Ullmann, Lina Wertmuller, Margarethe von Trotta, Lynn Ramsay, Vera Chytilová, Marina de Van, Sofia Coppola…
Y es una lista hecha en cinco minutos… imagina todo lo que se queda queda… si me pongo a pensarlo más detenidamente.
En fin, el problema del artículo no es que tu opinión sea acertada o equivocada, o que seas machista o feminista, progresista o retrógrado. Simplemente es un artículo mal documentado que, por lo tanto, no puede ser polémico.
Lo que puedes hacer, para que el artículo sea medianamente pertinente, es restringirlo al ámbito de Hollywood y proponerlo como una crítica al cine de Hollywood y a sus condicionantes sociales y económicos…
No. Son todas cineastas que se salen de la norma, algunas interesantes, otras no. En el párrafo quinto ya dejo claro que este artículo no va sobre ellas. Eso sí, te agradezco la documentación.
Yo sólo quería puntualizar, al respecto de algo que dijo el señor «miguel» que a mí, personalmente, los artículos y las cosas «medianamente pertinentes» me interesan más bien poco. Es más, las prefiero aderezadas siempre con un poco de mierda, sea esta metafórica o no.
Existe una dictadura silenciosa de las mujeres. Siempre ha existido, en parte por la incapacidad de los hombres de ir un paso más allá de dorar sus barrigas y peinar sus axilas. Lo hemos permitido, y nos hemos mostrado débiles e incapaces, a merced de sus caprichos. El gran problema de fondo es que ahora la dictadura silenciosa de las mujeres ha pasado a ser políticamente correcta y, es más, perpetuar está dictadura está en la agenda de gobiernos como el de Zapatero, que ha llegado a sentar bases legislativas y para que la violencia infligida por mujeres a hombres tenga menos valor punible que al revés. Una aspirante a directora de cine está al mando del Ministerio de Cultura… ¿qué más se puede pedir?
El panorama es negro, amigo Pablo, pero negro sobretodo para nosotros, que seguiremos siendo victimas del expolio físico y emocional. ¿O no piensas que todos y cada uno de los que te han criticado aquí, lo han hecho para, en un momento dado, sacar a relucir su condición de progresistas combativos y pro-mujeres ante mujeres del ramo a las que quieren llevar al catre? Aquí nadie está defendiendo derechos ni postulados teóricos, sino marcando territorio. Y eso no tiene porqué ser malo.
No entiendo eso de que se salen de la norma… algunas son muy independendientes, otras están tan integradas en la cinematografía de sus respectivos países como cualquier hombre y algunas estrenan comercialmente sus obras con regularidad (Arnold, Coppola, Simon, Doris Dorrie, Bruni Tedeschi o Ann Hui). No son cineastas que se salen de la norma. En todo caso, la combaten y por eso son todavía mejores. De marcianas no tienen nada (como tampoco lo tienen Claire Denis ni Lucrecia Martel).
Si la norma son el grueso de películas que cito arriba, estas cineastas sí se salen de ella. Algunas son mujeres que combaten con su cine el pensamiento mayoritario y aportan una alternativa, independientemente de que sean reconocidas en sus países de origen y consigan estrenar comercialmente sus obras (Solondz, Goldthwait o Waters también lo hacen, están tan integrados en el circuito como otros directores, y no por ello son representantes del sistema). Son mujeres que no se sienten cómodas con los roles de su género y no están dispuestas a asumir ciertas ideas sobre la mujer que otras parecen encantadas de perpetuar hasta el infinito. E incluso en tu lista hay algunas que desde su trono de cineastas independientes llegan a caer en algunos de los vicios que pretendo criticar en este artículo.
Lo de marciano sólo es una manera de llamarlo. El hecho de que Dorrie o Martel sean respetadas en sus países de origen, afortunadamente, no convierte su cine en convencional. Sus logros me siguen pareciendo un poco ajenos a lo que veo y escucho todos los días. Y sí, como dices, eso las hace mejores. Más fuertes. Más interesantes. Pero el hecho de que existan disidencias o excepciones no niega la existencia de un problema.
P.D.: En tu lista nombras algunas de las mujeres con hombre de fondo de las que hablo en el artículo, como Mieville o Liv Ullmann. Tb algunas cuya obra es todavía demasiado escasa para ser relevante, como Álvarez. Y muchas a las que detesto cordialmente, como Varda, Von Trotta, Breillat o todo Sofia Coppola posterior a Las virgenes suicidas. Menos mal que has obviado a Liliana Cavani, o la temible Duras realizadora, que si no…
POR FIN ¡¡¡¡ , alguien rompe la barrera de lo socialmente correcto y se atreve a expresar este sentimiento que mas de uno pensamos , estoy totalmente de acuerdo con tu articulo .Pablo , enorabuena por tu prosa perfecta y sinceridad descarada . Saludos
Es cierto que el artículo generaliza en exceso y que su enfoque es más descriptivo que analítico, pero me parece que su objetivo no es tanto llegar a conclusiones rotundas como plantear algunas preguntas, que debieran ser respondidas en lugar de eludirse mediante insultos o contraejemplos más bien poco representativos del grueso de la producción cinematográfica. Sí, uno no podría enumerar ni cinco directores actuales cuyo talento pudiese equipararse al de Naomi Kawase, pero el cine de autor es en su mayoría insignificante a nivel sociológico, como demuestra su escasa repercusión fuera de los círculos de la cinefilia. Por ello también estoy de acuerdo con el comentario de que quizá hubiera sido más provechoso centrarse en el cine hollywoodense, en cuyo ámbito seguramente se manifieste con más claridad la dispersión de preferencias que caracteriza a hombres y mujeres en otros ámbitos profesionales, y que podría haber iluminado alguna de las cuestiones planteadas.
Felicidades a Miradas por atreverse a publicar un artículo de tamaña incorrección política, y a su autor por esa claridad expositiva a la que en ningún momento renuncia.
Pues entonces deberíamos celebrar que la mayoría de mujeres directoras sean cineastas que se salgan de la norma. La lista que puse no eran de directoras que me pareciesen buenas, sino de directoras que tuvieran una con una carrera personal y reconocida internacionalmente, tanto como la de cualquier hombre, luego hay algunas que me gustan y otras que no, pero el objetivo no era ese (tampoco creo que sea el objetivo del artículo).
Simplemente, es que es lo que dice el amigo que escribió antes: el artículo habla más sobre Hollywood que sobre el cine en general. Que Hollywood es una parte muy importante, fundamental, de lo que es el cine hoy en día. Pero a este artículo le falta una segunda parte, aquella que hable de las mujeres de la resistencia.
Ahí estamos de acuerdo. Si reconocemos que existe un cine de la resistencia, también reconocemos que existe un problema. Es decir, que lo que es mayoritario no funciona del todo bien.
Martel y Kawase son la resistencia y por eso son interesantes y necesarias, incluso geniales y excepcionales (ahí que decida cada uno).
La saga Crepúsculo (por poner un ejemplo) es la norma, el taquillazo y el cine que influye desde un punto de visto sociológico. Y sí, ideológicamente es retrógrada y machista. Y su impacto no afecta sólo a EEUU, sino a escala mundial. Las mujeres americanas y las españolas se parecen en una cosa: están decididas a perpetuar los mismos estereotipos machistas que incluso los hombres empiezan a encontrar rancios y disparatados.
Hollywood es la base y el comienzo de todo, de ahí que quiera darle tanta importancia. Hoy en día afecta a todos los cineastas, aunque sólo sea a la hora de posicionarse a favor o en contra. Esas cineastas de la resistencia también están influidas por Hollywood puesto que muchas de ellas, consciente o inconsciente, están luchando contra las ideas de las películas de los grandes estudios.
«Las mujeres americanas y las españolas se parecen en una cosa: están decididas a perpetuar los mismos estereotipos machistas que incluso los hombres empiezan a encontrar rancios y disparatados»
Un brutal aforismo. Cuanta verdad hay en este comentario.
Estoy de acuerdo con la increíble capacidad de muchas mujeres para transmitir en la vida y en el cine estereotipos machistas, pero no lo estoy con el artículo, ¿qué opinión intenta sostener ?, ¿qué las mujeres que filman en Hollywood ofrecen esos estereotipos?, ¿igual que los hombres que filman en Hollywood, no?. En los ejemplos que citas tipo «27 vestidos» es cuanto menos discutible que exista una «autoría». Estas películas las firma o una mujer o las firma un hombre indistintamente, es el estudio el que promueve un tipo de proyecto determinado y no creo que sea decisivo el sexo de quien se pone tras la cámara.
En los fragmentos en los que generalizas más, el problema es, además de la poca documentación que te han comentado, no ya la incorrección política sino no diferenciar entre la correlación y la causalidad. Es una muy simple cuestión de razonamiento científico, eliges dos categorías (hombre y mujer) y comparas los resultados artísticos de las películas que han hecho ambos. Dos sesgos del experimento que lo invalidan. A) Los resultados artísticos son muy subjetivos, tú los estableces en base a tu opinión personal, pero vale, pasa porque no puede ser de otra forma.B) Si la mujer sale perdiendo en la comparación no puedes establecer ninguna causalidad, ¿puedes sostener que es genéticamente inferior para componer imágenes?, ¿puedes sostener que han sido condicionadas socialmente para no triunfar como directoras?, incluso sostienes lo contrario que en las peores épocas han podido dirigir.No se comprende cuál es la tesis, idea, finalidad del artículo, qué quieres decir. Podemos establecer miles de correlaciones en nuestra vida diaria sin interés ninguno «los martes suele llover», «los día 20 de cada mes me suele picar más la nariz».
Tiene el mismo problema el artículo (sin ánimo de ofender, que hablo en términos de poca calidad del razonamiento) que esos experimentos para determinar si son más inteligentes los blancos que los negros. Hay un 50% de posibilidades de que salgan los negros, pero no hay manera de encontrar causalidad. El problema está en las categorías que estableces al inicio (hombre-mujer), que son caprichosas.
Un saludo Pablo Vázques y gracias por este ratito de animada polémica 🙂
Un saludo para ti también Sergio, me anima mucho que mi artículo te haya incitado antes a la reflexión que al cabreo. Ahora intentaré darte mi punto de vista sobre algunas de las pegas que mencionas:
– Primero, los casos de «27 vestidos» o «La cruda realidad» me parecen más interesantes que el de cualquier obra más o menos autoral. La obra de autor tiene más valor artístico, pero de alguna forma está detenida en el tiempo, sólo responde a las motivaciones y a los obsesiones de quienes están implicados en ella. Una obra comercial, por el contrario, tiene mayor valor sociológico, porque responde a las demandas de un público concreto en un momento muy determinado. Un público objetivo que pide unas ideas y unos desarrollos muy determinados. El hecho de que a veces las filmen mujeres no me resulta tan interesante como que estén dirigidas a unas mujeres que luego las devoran y las aplaudan, y que constituyan una parte importante de lo que normalmente entendemos como un «cine para mujeres». Puede que las reglas de las comedias románticas las hayan inventado hombres (pensando, eso sí, en los gustos de un público femenino), pero ahora que las mujeres van tomando poco a poco las riendas, lejos de negar estos valores, los reafirman con más fuerza y determinación, lo cual no deja de ser, por lo menos, curioso.
2) En ningún momento pretendo defender ese disparate de la inferioridad genética de la mujer con respecto al arte (ni con respecto a ninguna otra cosa). Más bien creo que todo responde a patrones culturales. Más culturales que sociales, ojo, que la coartada de la discriminación cada vez se utiliza más alegremente. Lo malo es que son patrones que están muy enraizados y que en lugar de ir desapareciendo con el tiempo adquieren más fuerza y consistencia cuando ciertas corrientes feministas los respaldan. No pierdo la esperanza en un cine hecho por mujeres que realmente combata posiciones y abra nuevos caminos: un cine que de verdad nos ponga nerviosos e incómodos a los hombres, por ejemplo, y que refleje más un estado de ánimo general que el pataleo de una paria del sistema.
3) No pretendo que nadie extraiga unas conclusiones claras de la lectura del artículo, quien lo lea buscándolas se va a encontrar exactamente con eso: con un texto superficial que divaga de un lado a otro sin tener un rumbo ni una intención concreta. Más que sentar cátedra, pretendía plantear una serie de interrogantes, y de ahí que salte tan alegramente del nazismo a la serie B, para volver al cine comercial pasando por Los vigilantes de la playa.
4) No considero las categorías de hombres y mujeres caprichosas, es más, las encuentro muy útiles a la hora de definir modos de entender el arte, siempre y cuando nos basemos en razones culturales y no biológicas. En realidad son diferenciones tan válidas como las que pueden establecerse entre una película de serie A y una de serie B. Si ambas películas, al margen de sus pretensiones concretas, nacen con una diferencia de presupuesto que condiciona el resultado, también entiendo que un hombre y una mujer a la hora de dirigir o escribir poseen un bagaje cultural diferente marcado por la historia particular de su género. El mero hecho de haber sido discrimanadas y miradas por encima del hombro debería conducir a una mirada más airada y contestataria, y en cambio… ¿por qué no lo hace? Y cuando lo hace… ¿por qué su pretensión de diferencia resulta tan falsa e impostada? Es una apreciación personal, claro, y por eso esto es un artículo de opinión. Esas categorías no sólo me parecen válidas, sino decisivas: hombres y mujeres hemos tenido a lo largo de la historia derechos y deberes muy diferentes, e incluso en el siglo actual siguen bien marcadas ciertas diferencias.
4) Todo el mundo me reprocha el afán de polémica como un mal y yo no lo entiendo. Era muy consciente que con este enfoque el artículo iba a perder en profundidad (que, de otra forma, a lo mejor, tampoco habría conseguido), pero en contraportida iba a empujar más al debate. Y claro, en el debate entran las descalificaciones, las contradicciones, los insultos y los enfados… pero claro, eso forma también parte del juego.
Estimado Pablo,
Podría enfadarme con su artículo, pero no lo haré. En primer lugar porque, sinceramente, me parece poco riguroso, demagogo, simplón y sí, un poco “tontuno”. En segundo lugar, porque sostiene un discurso poco claro y bastante “demodé”. ¿Tenía usted claro de qué quería hablar? Pretende polemizar, pero finalmente solo causa risa. Entre las líneas es tan patente su deseo de causar extrañeza, enfado, repulsa y odio que no resulta honesto: no está escrito con las entrañas… y eso se nota. No hay un deseo de reivindicar nada, simplemente pretende llamar la atención, al igual que hacen las hijas de mandatarios de derechas cuando se pintan los labios negros, se hacen tres piercings y se pillan un coma etílico … Algo que, afortunadamente, el tiempo termina curando… y que espero le cure a usted también Señor Vázquez.
Como soy mujer y por ende, poseedora de una sensibilidad especial propia de mi género (ironía para quien no sepa leer entre líneas), me voy a permitir el lujo de presuponer muchas cosas sobre usted, como por ejemplo, que es usted joven y que posee todavía la llamada “valentía del ignorante”, algo que le ha llevado a escribir un artículo que yo le sugiero, con el corazón en la mano, que guarde en un cajón y no reconozca haber escrito nunca.
Espero que así sea porque no puedo hallar otra explicación coherente a su artículo. Podría darle una lista detallada de grandes directoras que han pasado a la historia del cine o pasarán debido a su talento y a su visión única y particular. Pero como usted ya ha comenzado el artículo diciéndome que ellas son un “aparte” pues me ha dejado usted sin recursos. Lo cual reafirma su inexistente tesis: hablar de un supuesto cine hecho por mujeres ateniéndose a unos pocos ejemplos escogidos a dedo y que no representan ni por asomo lo que las mujeres han logrado en esta industria. Voy a realizar un ejercicio similar al suyo. Voy a afirmar que todos los hombres son unos maltratadotes en potencia. Para ilustrar mi afirmación voy a poner como ejemplos a todos aquellos hombres que están en prisión por haber asesinado a sus mujeres. Luego diré: Claro que hay hombres que no maltratan, pero esos, como son especiales, no cuentan para tal afirmación. Eso sí, me da igual que los maltratadores representen un 1 por ciento de la población. Es eso lo que ha hecho usted, y siento decirle que el fin no siempre justifica los medios.
Se nota que es usted joven y también hombre. Yo soy mujer y trato de abrirme un hueco en el mundo del cine. En mi cabeza no caben las palabras machismo ni feminismo: yo soy yo, y no soy ni mejor ni peor que nadie y mucho menos por haber nacido mujer. Ni tengo una sensibilidad especial ni pretendo adoctrinar en mis cortometrajes. Simplemente disfruto contando historias, expresando mis puntos de vista, mis obsesiones, mis miedos y mis demonios. Pero ya le estoy dedicando demasiado tiempo con explicaciones.
¿Por qué tanto odio? ¿Por qué pretende usted desacreditar a un grupo de PERSONAS que se han hecho un hueco dentro de una industria que nunca se lo ha puesto fácil? ¿Por qué degrada usted tanto un arte como puede llegar a ser el cine consiguiendo que el género (femenino o masculino) pese más que las historias, las intenciones y los sentimientos?
Sólo le quiero pedir que por favor haga examen de conciencia y se replantee su artículo. Está usted haciendo un flaco favor tanto a hombres como a mujeres con su demagogia maniquea.
Estimada Pilar:
En primer lugar, decirte que mis ganas de molestar son absolutamente honestas y sinceras. De las muchas cosas interesantes de tu post, destacaré tu alergia hacia la generalización, para mí una de las formas de argumentación más válidas que existen, y de las más extendidas. Pongamos el ejemplo de una afirmación muy común: yo puedo decir que el cine de español de los últimos diez años ha sido pobre, poco inspirado, poco imaginativo y cobarde, hechas las excepciones de un puñado de directores y otro buen puñado de películas que consiguen escaparse de esa categoría. Esas excepciones que a ti tanto te molestan no obstaculizan la argumentación, sino que la refuerzan. Lo que pasa es que si bien por esa afirmación del cine español a nadie se le ocurriría decir que soy un antipatriota, por decir exactamente lo mismo del cine dirigido por mujeres resulta que soy un machista, un misógino, un ignorante, un polémico y hasta un fascista. Eso nos da una idea de lo mal que están las cosas…
Me habría gustado mucho que tu argumento hubiera consistido en negarte en redondo a aceptar este tipo de argumentaciones -sí es así, sentiría por ti la simpatía que merecen todos aquellos que van contracorriente-, pero luego lo estropeas incididiendo en alguna más del mismo tipo al suponer que de mi texto se deduce que soy hombre y contanto esa locura de los hombres maltratadores.
Si para ti es lo mismo afirmar que las mujeres no tienen interés en el cine por motivos culturales, tal y como defiendo en el artículo, que convertir en culpables a inocentes para pagar por los crímenes de otros, mal vamos. Lo primero es una opinión, todo lo tramposa, que quieras. Lo segundo es un delito, y te recomiendo que no intentes defenderlo con ningún artículo ni mucho menos ante un tribunal, porque saldrías mucho peor parada que yo. Imagino por donde intentabas ir, pero el ejemplo no era nada afortunado…
De todas formas me gusta el tono de tu réplica y en cierto modo me alegro de haberte provocado esa risa o esa incomodidad. Que seas una mujer que intenta abrirse camino en el mundo del cine te da una oportunidad estupenda para conseguir que algún día tenga que tragarme mis palabras. Espero y deseo que en el futuro consigas hacer una película que me demuestre que estaba equivocado. Como espectador lo agradeceré infinitamente, porque en el fondo nada me alegraría más que descubrir que aún es posible una cierta esperanza…
Estimado Pablo,
No sé si ha entendido bien mi argumentación, me temo que no, pero creo que es mejor dejarlo porque los dos tenemos opiniones muy diferentes y no vamos a llegar a un punto común. Yo también espero y deseo poder rebatirle sus palabras en el futuro con una película bajo el brazo, pero creo que usted me colocaría dentro del grupo de «marcianas» y por lo tanto, mis trabajos no computarían para reafirmar su tesis (aunque sigo sin saber ni entender muy bien cuál es esa tesis). Como consejo le diría que deje de ver esas películas «tontas» de las que habla (en algo tengo que darle la razón), y que se dedique a ver buen cine y sobre todo, que aprenda a amarlo, porque a fin de cuentas que una película transmita o no, llegue o no, no depende del sexo del director, si no de su sensibilidad y su imaginación y que yo sepa, ese no es un monopolio de las mujeres, ni de los hombres.
Gracias Pilar por poner por escrito lo que yo también he sentido leyendo este artículo.
Me gustaría saber qué tal fue recibido este artículo por las compañeras de redacción de Miradas. Son ellas también «profesoras aburridas de Universidad y feministas tristonas»?
O es que quizá a sus compañeras no las considera mujeres tal y como afirma sentirse con respecto a Katherin Bigelow: «Excluyo de este artículo a las muy marcianas, tipo Claire Denis o Lucrecia Martel, o a las andróginas y machorras, como mi casi siempre admirada Kathryn Bigelow, porque parto de la base de que ni si quisiera son mujeres, o al menos, no mujeres normales».
Comentarios como éstos no hacen más que hacer de su discurso un texto misógino y demagógico.
Para cuando una respuesta por parte de Anna Petrus, Beatriz Martínez, Josefa Paredes, etc.?
teeeeetaaaaaaaas
muy largo el articulo,….me aburre,…
teeeeeeeetassss
Y qué pasa con los hombres afeminados que dirigen películas??
Totalmente de acuerdo contigo.
Nosotras mismas nos ponemos en el papel de personajes simples, muchas veces estúpidos y débiles en películas de mujeres.
La verdad, es que es una pena.
La culpa es tuya por ir a ver peliculas de mujeres… ni mas ni menos. La mujer esta predestinada biologicamente a crear un hogar, son tenaces, ordenadas, recias, son el ser antiromantico por excelencia, jamas se saldran del guion, jamas le diran que no a su jefe y putearan lo que haga falta a sus subordinados con tal cumplir sus objetivos, aunque haya desproporcion entre estos y las putadas. Una mujer tendra siempre muy claro si enamorarse del dueño de un ford fiesta o del dueño de un mercedes. Es puro instinto, con el del ford fiesta echaran unos polvetes si hace falta, pero al llegar la noche quieren ver el mercedes aparcado junto a su casa. Todo ello viene del instinto maternal. En el arte se traduce a que son incapaces de partir la pana, de dar en la llaga, jamas habra una James Joyce, como mucho una Virginia Wolf, que escribe que te cagas, tecnicamente insuperable, pero estamos de acuerdo en que tipo de obra rompe esquemas, pone nervioso, altera el estado de las cosas y cual es mas de lo mismo. Sirven para hacer bien (e incluso mejor) lo que el hombre, romantico, arriesgado, limitrofe, patan y soñador alcanza en sus aventuras artisticas, pero siempre en cuanto a la forma, ellas haran perfectos jarrones, eficientes vidrieras, sinteticas novelas… pero no se quedaran de madrugada a danzar contra sus sombras, fumando un paquete de tabaco entero contra natura, con tal de encontrar esa frase perfecta, que no solo defina, sino que trascienda, que haga que la novela alcance o lo intente los limites del meollo. En el cine, pues lo mismo. Estaran ahi por la mañana a la hora acordada y cerraran su trabajo en las fechas programadas, pero no esperes que te remuevan el alma, como mucho las tripas….
No he podido evitar acordarme de este artículo al leer en la prensa la siguiente declaración del escritor Fernando Marías: «Las mujeres adelantan por la izquierda al poder masculino y eso está provocando un hermoso terremoto. Quien hoy no se pare a escuchar a las mujeres se lo perderá todo».
Sinceramente, dudo mucho que la primera parte de esa declaración tenga razón, pero me gusta la segunda, aunque sea exagerada. Quizás el problema es que cada vez estamos menos acostumbrados a escuchar al otro, sea éste del sexo que sea.
Pablo, me parece que tu artículo es atrevido pero creo que entrar en un tema así requiere más información, más concreción y… menos diplomacia. Me hubiera gustado un artículo más gamberro, porque si te soy franca así me hubiera animado a pedir a los responsables de la revista derecho a réplica. Así quizás hubieras ofendido a quienes no saben leer entrelíneas pero habrías divertido a quienes adoran la polémica. Creo, como ya te ha dicho Miguel, que la intención era interesante, pero más que en el cine dirigido por mujeres, quizás lo interesante (y donde tenías material a más no poder) sería centrarse el cine dirigido A mujeres, simplemente tomando la comedia americana. Con eso tenías para dar y vender para meterte con nosotras y además, ¡con razón! Pero que tras ver «27 vestidos» y «Guerra de novias» (una de las cuales, por cierto, está dirigida y co-escrita por hombres) pase por tu mente que las mujeres no «deben» dirigir, me parece demasiado osado como para tratarlo a medias tintas. Haber sido cafre o totalmente diplomático, ¡¡pero te quedaste en medio!!!
En fin, te felicito por el atrevimiento.
Gracias por tu mensaje, Mónica. Y por cierto, antes de que sigan atacándome por ahí quiero dejar claro que el guión de «Bride wars» viene firmado por dos mujeres, una de ellas la popular humorista Casey Wilson, y un hombre. Visto el tono de la película esto me parece mucho más determinante que el papel jugado por el artesano Gary Winick en la dirección, seguramente impotente a la hora de arreglar el sesgo del libreto original. Estoy seguro de que en la escritura del engendro, June Diane y sobre todo Casey llevaron la voz cantante y Greg DePaul no tuvo más remedio que claudicar… basta con tener en cuenta que uno de los primeros guiones que firmara fuera la muy misógina «Saving Silverman».
Y otra cosa, a todos: durante estos meses he tenido la ocasión de tragarme el grueso de la filmografía de Naomi Kawase… y sólo puedo decir que, gracias a algunos, ahora sí que ODIO a la mujer de verdad.
Con la declaración de Kawase ya ha quedado claro que la culpa es tuya por misógino y no de las mujeres. Una pena.
El mundo está a salvo, entonces. Y yo también, siempre que me mantenga bien lejos de las películas de Kawase.
De cualquier película, mejor dicho.
«Punisher: War Zone» y «The Hurt Locker» son la demostración de que las mujeres pueden tocar las cotas más altas de lo cinematográfico, es decir, pelis de guerra y pelis de hostias. Por fin las féminas están despertando al verdadero arte.
como es posible que comenten sobre un tema sin documentar, por ejemplo, la muchacha que aparece en la foto, quien es, y a que pelicula pertenece, incluyendo director, el equipo tecnico y el elenco
Misoginia, o como llamar a la frustración de los hombres, que lo estáis