Apuntes desde Pamplona
1. Introducción
Quizás, hoy más que nunca, el malentendido esté en la propia denominación del festival. Si uno indaga mínimamente en la historia del cine se dará cuenta que el término documental (casi) nunca ha tenido su razón de ser más allá de las clasificaciones perezosas. Algo que ya se constata revisando la etapa silente y que actualmente se sigue poniendo de manifiesto en las enésimas (y un tanto infructuosas, a mi entender) discusiones sobre lo que es o no es ficción. La feliz contaminación entre géneros, realidades y disciplinas da lugar a un certamen como el que nos ocupa donde no interesa tanto delimitar el audiovisual a unas formas muy concretas como poner énfasis en la reivindicación de una serie de títulos que suelen huir de los caminos más trillados y que optan por una mirada (más o menos cercana a lo real) que exige la implicación del espectador. Una mirada que nos invita a reflexionar tanto sobre lo que se cuenta como, muy especialmente, sobre cómo se cuenta.
Estuve cinco días en Pamplona y tuve la ocasión de comprobar el interés de la organización por cuidar las proyecciones, las películas y sus responsables al máximo. Aún considerando la escasa asistencia de público en ciertas sesiones, no se puede negar que estamos ante un festival que cree en lo que hace y que, aún sabiendo que muchas de sus propuestas no son de fácil digestión, confía en la inteligencia del espectador sin negar tampoco una necesaria función didáctica que permite un mejor acceso a lo proyectado. Empapado todavía por el lluvioso clima navarro, me dispongo a exponer una serie de apuntes sobre las piezas más relevantes que tuve ocasión de ver. Admito que no es fácil asimilar y plasmar tanto material (tantas ideas) en unas pocas líneas. Pero confío en despertar, al menos, la curiosidad del lector por una serie de filmes situados en los márgenes de lo visible y que, en caso que se dé la ocasión, bien merecerían el esfuerzo de ser revisados en un cine (o donde sea).
2. Formatos
No es una cuestión baladí. Desde los artilugios de finales del XIX hasta las más avanzadas técnicas digitales, la evolución del cine siempre ha ido ligada a la de las innovaciones tecnológicas. La relación de amor-odio nos ha llevado hasta hoy; una época caracterizada por la multiplicidad de pantallas y modos de registro en la que lo amateur se confunde con lo profesional y lo irrisorio con lo relevante. En esta igualdad de imágenes (que no de condiciones), es admirable el empeño de algunos cineastas por romper con la uniformidad general. Tal es el caso del neoyorquino Jem Cohen, al que se le ha dedicado en Pamplona la retrospectiva más completa de su huidiza trayectoria (donde predominan las piezas breves y apenas hay largometrajes de duración estándar), que demuestra una inusitada capacidad por capturar la belleza en paisajes urbanos.
Cohen, que departió amistosamente con los asistentes al certamen y que incluso pinchó cumbia en una de sus salidas nocturnas, bebe tanto de Robert Frank como de Jonas Mekas y vendría a ser un heredero de los cineastas (y fotógrafos) de calle. Aún sabiendo de las ventajas del vídeo (que ha usado ocasionalmente), sigue utilizando películas de 8 y 16 milímetros y recurriendo a cámaras tradicionales como su querida Bolex. La presencia del grano en muchas de sus imágenes es ya de por sí llamativa, pero nos viene a recordar que el presente no tiene porque ser registrado necesariamente desde la cuidada limpieza digital o desde la inmediatez en bruto de los vídeos caseros. Existen aún formatos muy distintos y bien merece la pena aprovecharlos.
Con preocupaciones similares a las del neoyorquino, pero siendo más explícitos en sus trabajos, varios creadores dieron cuenta en Pamplona de las posibilidades estéticas del propio material cinematográfico. En su, tan desigual como estimulante, proyecto de cinco cortos Lossless (2008), Rebecca Baron y Douglas Goodwin proponen una indagación formal sobre los distintos formatos fílmicos. Haciendo especial hincapié en la plasmación de la descomposición del celuloide en bits —es decir, en el modo en cómo técnicas de la era de Internet (la comprensión de dvds, la descarga interrumpida de archivos o la eliminación de información digital básica) afectan a las películas tradicionales—, ambos directores trabajan sobre imágenes de Maya Deren, Bubsy Berkeley o John Ford y logran, por momentos, capturar algo tan intangible como «la materialidad del digital», dejándonos en la retina lazos poéticos y fantasmales dentro de unos fotogramas que se funden en una bella estela antes de expirar.
Sin tomar imágenes ajenas, el creador argentino Ernesto Baca reflexiona asimismo sobre los usos de los formatos en el filme experimental Música para astronautas (2009), también visto en el certamen. Su obra aglutina distintas estéticas, que van del cine pintado al videoarte, en una narración singular, apenas intuitiva, en la que una serie de personajes-arquetipo se mueven en un relato en fuga donde los diálogos han desaparecido para dar lugar a lo abstracto y lo simbólico. La mayor referencia estética de Baca —un realizador muy representativo en su país— parece ser el surrealismo. Si bien su mediometraje —que no niega el sentido del humor— es, ante todo, una experiencia sensitiva en la que priman tanto el goce audiovisual como la subyugante reflexión entorno a un celuloide en constante desintegración que incluso afecta al devenir de los personajes.
3. Espacios
Los museos, las exposiciones, el ordenador de sobremesa,…Son muchos y variados los lugares en los que actualmente se consumen filmes. Según podemos leer en una extensa entrevista a Cohen —a cargo de Josetxo Cerdán y Gonzalo de Pedro— incluida en el excelente libro colectivo publicado por el festival (Signal Fires: El cine de Jem Cohen), el cineasta neoyorquino parece ser muy consciente de esta situación y del hecho de que su oficio le va a llevar por métodos de trabajo (y de exhibición) muy distintos. Reconoce que los festivales son «burbujas insulares», pero sabe que si esta burbuja estallara «dejaría a los cineastas solos y temblorosos en el mercado, y la mayor parte de las obras más interesantes difícilmente podrían llegar a verse».
Tanto si compartimos o no con él su visión pesimista, lo cierto es que la realidad del audiovisual es hoy muy distinta a la de unas décadas atrás y la mayoría de certámenes cinematográficos no son tanto un lugar de presentación previa de las películas antes de su estreno como un espacio (casi único) en el que gozar de ellas en las condiciones adecuadas. Algo sobre lo que también llama la atención el mismo Cohen. «Es difícil acceder a mi trabajo y eso es algo que me incomoda (…) Y a esto hay que añadir el hecho de que doy mucha importancia a la presentación, a la calidad de la proyección y del sonido. Es algo absolutamente crucial para que el trabajo adquiera todo su potencial (…) Uno no mira una fotocopia de una foto de una pintura, pero se hace constantemente con el cine y el vídeo, o bien porque la proyección es de mala calidad o porque lo están viendo por Internet o con un dispositivo de proporciones ridículas». Cohen sabe que muchos de sus filmes —como el bellísimo Nightswimming (1995) para la canción de R.E.M.— se han emitido por televisión, pero eso no le impide ser meticuloso en su trabajo; pues tener la ocasión de verlo en cine (en una proyección preparada por el mismo director) demuestra que sus palabras son ciertas y que algunas obras no merecen ser reproducidas en Youtube.
En Chain (2004), su película más reconocida y lo más cercano a un largometraje de ficción que ha realizado nunca, el cineasta neoyorquino habla de otro tipo de espacios. A priori no se trata de burbujas irreales, pero bien podrían serlo. ¿O es que acaso no son también lugares desconcertantes y aislados los centros comerciales, las cadenas hoteleras o los parques temáticos? Impuesta la homogeneización de los entornos y el predominio de los no-lugares, Cohen nos descubre (con imágenes documentales filmadas en todo el mundo) a dos seres desorientados en un universo urbano que bien podría aparecer en las pesadillas de Jacques Tati, pero que es tan (ir)real como la vida misma. Si tienen alguna duda de ello, pásense por la nueva terminal del aeropuerto de Barcelona. Les aseguro que, tras ver Chain, el espacio resulta aún más aterrador en su pulcritud.
4. Fragmentos
La vida, afortunadamente, no se puede enclaustrar en edificios clónicos y en muchas de las piezas cortas de Cohen es perceptible ese interés por atrapar la belleza de las ciudades al vuelo, a hurtadillas; dejando testimonio de sus rostros y espacios. Esos fragmentos se van acumulando en el archivo del bueno de Jem y progresivamente cobran sentido. Ya sea en piezas breves (las hay de tan sólo un minuto) o en auténticos collage en forma de filme ensayo (à la Chris Marker) en los que una voz en off intenta dar sentido a un microcosmos de lo más enigmático (Lost book found, 1996).
A veces, las palabras desaparecen y el sonido (si es que lo hay) no es más que el rumor de una melodía o el corretear de unos pasos. Entonces, Cohen deja espacio a la interpretación de cada cual o nos sugiere lecturas a partir de los textos que aparecen en pantalla y que le permiten a uno tanto el acercamiento poético como político a lo que ha visto. Algo de todo ello hay también en American Alley (Dong-Ryung Kim, 2008), un estimable documental que sigue durante un período de unos diez años las vidas de varias prostitutas extranjeras que (sobre)viven en una base estadounidense de Corea del Sur intentando evitar la deportación. Asumiendo la imposibilidad de un relato completo, la directora opta por una narración fragmentada en la que se entrelazan distintas existencias y en la que son también los textos en pantalla los que sirven para rellenar huecos, ofrecer perspectivas y proporcionar largas elipsis temporales. Kim logra situarse muy cerca de las personas que captura y, si bien su propuesta es un tanto deslavazada, sabe escapar de lo melodramático (corta casi siempre en el instante adecuado) y dejarnos una sugestiva reflexión sobre la inevitable asunción de roles en la sociedad (el soldado / la ama de casa) y sobre la importancia del contexto en el devenir de nuestras vidas.
Considerables aciertos que no surgen en una de las piezas más flojas de la sección oficial: RIP in Pieces America (Dominic Gagnon, 2009), un filme que intenta situarse en la misma línea de Iraqi Short Films (Mauro Andrizzi, 2008), pero que falla en su intento. Gagnon asegura que el proyecto surgió porque «veía videos en Internet y me daba cuenta de que ciertos vídeos caseros eran vetados por sus contenidos. Según desaparecían de las páginas de alojamiento de vídeo gratuitas, empecé a guardarlos y editarlos en formato cápsula. Trabajando en una zona gris del copyright, en cualquier caso salvaguardé el deseo de los autores de contextualizar su situación agrupando los vídeos y, sobre todo, difundiendo y preservando sus mensajes». A priori, su propuesta —que trabaja, de nuevo, con fragmentos— prometía una selección política en la que se descubriera que la censura no es ajena a Internet y que, a veces, los comunicadores más subversivos se encuentran en las zonas más oscuras de la red. A la postre, el producto carece de fuerza e intenta esconder una realidad virtual fragmentada en pos de un discurso conspirativo, compartido por una serie de individuos (a los que cuesta tomarse en serio) que parecen haber sido elegidos a dedo por el realizador para dar una visión tremendista de Estados Unidos que no acaba de cuajar.
5. Distancias
Si antes hablábamos de la cercanía de la realizadora de American Alley ante sus criaturas, ahora debemos constatar una cierta lejanía en Antoine Boutet, responsable de la muy bien recibida Le Plein Pays (2009). Esta curiosa propuesta sigue a un personaje singular que, desde hace unos treinta años, habita en solitario en un bosque francés. Como si de un ermitaño con conciencia histórica se tratase, tal ser cava galerías subterráneas que adorna con grabados propios de la edad de piedra en los que intenta dejar testimonio de nuestra civilización. Las visiones apocalípticas de la humanidad son farfulladas por un protagonista al que Boutet apenas concede primeros planos y al que sigue hasta sus catacumbas con un cierto pudor. Bien es cierto que su opción de registro —en la que apenas decide intervenir en los actos del personaje— nos permite acercarnos a tal ser desde la dignidad, sin filtros que escondan lo que vemos. Pero uno echa de menos una mayor implicación del cineasta, un mayor interés por reflejar el contacto entre su modo de vida y el nuestro.
Algo que sí existe en la muy valiosa The Anchorage (C.W. Winter y Anders Edström, 2009), un filme insular que también se sitúa a una distancia muy marcada de lo que cuenta, pero que sí deja entrever la relación de los directores con su protagonista (Ulla, la madre de uno de ellos), una mujer sueca que, en su vejez y soledad, ha encontrado una cierta paz en la vida rutinaria en un bello lugar situado en plena naturaleza. Con un cálculo considerable de la duración y la cadencia de los planos, Winter y Edström saben moverse al ritmo de Ulla y descubrir, sigilosamente, su pequeña tragedia; que se producirá con la llegada de un personaje (un vecino) que ocupará parte de «su espacio». Dejándonos sentir el crepitar del fuego, la ondulación del viento o el fluir del agua, los cineastas saben encuadrar a su personaje en un entorno natural y arrastrarnos a un espacio en el que sentiremos tanta compasión como estima por la protagonista. Todo ello, sin necesidad de concesiones dramáticas y desde una mirada contemplativa.
6. Métodos
Es innegable que buena parte del cine de autor de la última década ha crecido bajo la sombra de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes que en su selección, de algún modo, ha ido estableciendo una serie de patrones de lo que deben ser las películas de espíritu más minimalista. Entre los títulos allí proyectados, es considerable la relevancia de Los Muertos (2004) de Lisandro Alonso, cuya influencia se percibe tanto en la citada The Anchorage como en la gran triunfadora de Punto de Vista 2010: Let Each One Go Where He May (Ben Russell, 2009), premiada también recientemente en Rotterdam. Gozando de este último título de alta complejidad formal y espíritu guerrillero poscolonial, a uno le entran ciertas dudas y se pregunta hasta qué punto algunos cineastas recientes deben demasiado a una suerte de «método» que aplican a sus propuestas sin plantearse si es el más adecuado, sólo siguiéndolo porque (aún) es la tendencia imperante de lo que se considera un filme arriesgado.
Construida en trece largos planos secuencia, Let Each One Go Where He May tiene también otro par de referentes evidentes: Jean Rouch (en lo temático) y Gus Van Sant (en lo estético). Rodado en Surinam, se trata de un filme de seguimiento sin diálogos —aunque sí con un trabajo asombroso en el sonido ambiental— donde la cámara se arropa a dos hermanos que, en su comportamiento ritualizado, parecen heredar los viejos vicios coloniales en la actualidad. Mostrándolos en movimiento y trabajando, Russell filma una exquisita coreografía en 16 mm por pasajes naturales en la que nos invita a dejarnos llevar por sus personajes mientras descubrimos sutilmente su penosa situación. La belleza de la naturaleza (hay un par de imágenes gratuitas en este sentido) corre riesgo de ofuscar el mensaje ideológico, pero el director sabe evitar la catarsis narrativa (una secuencia tribal invitaba a ello) e incluso destrozar la armonía de un plano con la aparición de individuo que se dedica a talar los árboles que allí aparecen. Pequeños aciertos en un trabajo muy disfrutable, pero que no llega tan lejos como cabría esperar. Pues le deja a uno extasiado, pero con una molesta sensación de déjà vu.
No ocurre lo mismo en Oxhide II (2009), segunda obra de la joven realizadora china Liu Jia Yin que se vio en Pamplona tras ser programada en la Quincena de Cannes. Regida también por un método muy preciso —esta vez son nueve planos fijos alrededor de una mesa en tiempo real—, la película logra escapar del encierro conceptual en un relato mínimo protagonizado por tres personajes (el padre, la madre y la misma directora) que preparan un exquisito plato de dumplings. Tanto obra culinaria como generacional, Oxhide II logra ser un atrevido ejercicio de estilo donde lo complejo —la planificación milimétrica— da lugar a la sencillez expositiva y permite una meticulosa reflexión (ojo al modo en que los gestos de las manos sirven para expresar sentimientos) entorno a la transmisión hereditaria de conocimientos. No es una pieza extraordinaria y, en ciertos espectadores, puede transmitir una cierta pesadez. Pero Liu sabe lo que tiene entre manos y logra sus objetivos con absoluto rigor. Lo que no es poco.
Sin un método tan predefinido como el de Liu y Russell y dejándose atravesar más por las irrupciones de la realidad, Cohen consigue en One Bright Day (2009) uno de sus mejores trabajos. Breve pieza de apenas 17 minutos, se trata de una de sus escasas obras digitales que viene a advertir de las posibilidades del cine para registrar algo asombroso de un modo inesperado. En pleno Manhattan, el cineasta filma a unos vagabundos con su trípode y repentinamente uno de ellos se levanta y se acerca al objetivo. Mirándonos de frente, asumiendo su protagonismo y confiando quizá en el poder de la imagen y el sonido, habla de su pasado en el ejército estadounidense y plasma sus experiencias vitales en Panamá, Afganistán e Irak. Sin filtros ni discursos bienintencionados, la suya se convierte, de repente, en una declaración única, irrepetible. Un discurso definitivo sobre lo que ha significado la guerra para algunos estadounidenses. Una confesión que Cohen sólo puntea con el texto de una rima infantil. Una realidad que se revela en todo su esplendor y de la que el cine se convierte en testigo. Un logro mayor e imprevisto. Un documento que resuena en mi memoria una vez he abandonado Punto de Vista.
Que buen resumen!!!
Tiene boca !!
Una crónica completísima, Carles, y que invita a acercarse a esas propuestas cinematográficas que no tienen cabida en otro lugar que no sean foros como éste al que nos acercas con tu relato. Felicidades y mi agradecimiento.
Saludos cordiales
Muy bueno. Porque lo que ha salido en blog&docs me ha decepcionado bastante. De todas maneras no comparto el esteticismo de Cohen y habría de reseñarse que en la gala inaugural reconoció que el tema de la música no estaba resuelto en sus películas.
Merecería la pena que los lectores de esta web tuvieran también noticia de las otras dos secciones del festival «Heterodocsias Rewind» y «Afinidades Vigó».
Saludos.
Hola cineypoesía. Gracias por tus comentarios y los del resto. Apenas pude ver el ciclo de Vigo (las mejores películas que programaban se pasaron cuando ya no estaba) y lo mismo me sucedió con Hetererodocsias. Una lástima.
Quizá Cohen no es un esteticista. Si bien, en algunas de sus piezas (como Drink deep, que a él no le gusta demasiado) sí que se percibe un interés por embellecer la realidad. Es cierto lo que comentas sobre la música. Su comentario sobre este aspecto tenía su interés (sus piezas sin sonido eran además de lo más logradas), pero encuentro que es de los mejores documentalistas usando la banda sonora (no precisamente canciones, a excepción de los vídeoclips) y no creo que deba renunciar a ello por una búsqueda de una mayor pureza. Pero, bueno, está bien que los cineastan se planteen lo que hacen.
Saludos.
PD: ¿A qué te refieres con lo que «tiene boca»?
Hola Carles,
A mi he de decir que el cine de Cohen casi me ofende. Me siento ofendido porque ese tratamiento estético de la pobreza, de la locura, de la marginación, de la destrucción de los individuos, o de parte de ellos en la sociedad moderna se ofrezca como un producto llamado a convertilos en iconos, a alabar sus encuadres y su tratamiento de la imagen, a ser embellecidos por la cámara de cine. Me pasó con el de Patti Smith, con Benjamin Smoke, con algunos de sus cortos y videoclips.
Y luego ese juego, esa apuesta por un radicalismo político superficial en mi opinión. ¿Qué se reivindica con esas imágenes, con esa manera de montar? ¿Del new deal? lanzando proclamas contra bush y contra clinton mezcladas con un preciosismo que parece sacada del Nueva York de las portadas de la revista Life. Juega con esos iconos, los devuelve a la vida, la bandera americana, los marineros, la policía, la gente del barrio de Brooklin, las ferias y lo mezcla con el vagabundo, con la drag queen, con la juventud que no da un duro en la vida real por el mundo de Cohen.
Lo de la música se lo pregunté yo en la gala inaugural. Creo que le engrandece como artista, al que respeto por su calidad y por su independencia, pero que no me gusta, el reconocer que el tema de la música no está acabado en sus películas. Le preguntaba precisamente por el uso de material enganchado a las modas cuando él había hablado de que sus películas perduraran como lo ha hecho el cine mudo. Eso y la utilización de música cercana a la new age, en mi opinión ponía fecha de caducidad a su propuesta estética. Y reconozco que su facultad para tratar el blanco y el negro, para lavar las imágenes, para ajustar los planos y para montarlo, es magistral.
Sobre ese comentario, lo de ¡tiene boca! hace unos meses me ofrecí para colaborar con miradas, dos meses después Roberto Alcover Oti me respondió si aún estaba en pié mi oferta, invitándome a colaborar, me pidió otra cosa, le respondí al dia siguiente, se la envié y se calló. Hace una semana le puse otro e-mail diciéndole que si no le gustaban los artículos que lo dijera y que cuando uno pide algo, aunque no le guste, contesta, y nada. También le comenté que iba una semana al punto de vista y que si alguien de Miradas podía ir podía presentarme y conocernos. No me contestó ni mú. Debo de entender que o no le gusta Lacan y el postestructuralismo o no le gusta que se le saquen las tripas a películas como Metrópolis:
http://cineypoesia.wordpress.com/2010/02/11/los…
😉
De todos modos yo os sigo leyendo porque me encanta esto que hacéis, incluido lo del señor redactor jefe :))
Un saludo.
Hombre, Roko… ¿En la gala inaugural fue donde metiste la pata con Jem Cohen, no? O sea, la primera vez que metiste la pata, porque lo que vino después ya fue un recital. Por ejemplo, cuando Ben Rivers te dijo «pero si no hay ninguna metáfora en mi película» … y las que me perdí… no olvido tu comentario post-peli de Cohen «un cine convencional y políticamente acomplejado». En eso coincido contigo totalmente, no sé porque Cohen no se hace de derechas ¡sin complejos!
A ver el doctor maligno este.
Yo no metí la pata, la metes tú, siendo tan ignorante y manifestándolo. A Jem Cohen le hice una pregunta con todo respeto, un par de observaciones y reconoció que el tema de la música no está solucionado en sus películas. Tú que lo tuyo debe de ser erigir mitos, y postrarte ante ellos, debiste sentirte incómodo con que un dios del videoclip reconociera que la música que utiliza no funciona en sus películas. A eso lo llamas «metedura de pata», bien chico, menudo «crítico» de cine, otro podría sacar una conclusión completamente diferente.
Otra de tus meteduras de pata con este comentario, no me extraña que intentes difamar o insultar desde el anonimato. Ben Russell, (no Ben Rivers) negó que hubiera metáforas en su película en la rueda de prensa. Por cierto yo casi siempre pregunto en todas las ruedas de prensa, estoy ahí para eso, no para caerle bien a los papanatas como tú que no van ni a las proyecciones de la sección oficial. Pues bien Ben Russell dijo que en su película no hay metáforas, sino alegorías. Es cierto que hay alegorías y entiendo que el director de la película apueste por el lenguaje directo de la alegoría, pero si el protagonista lleva una camiseta y la estoy viendo una hora en pantalla o un collar rasta o el autobús distribuye una serie de personas con unos atuendos determinados, etc, etc, etc se producen metáforas. Están las alegorías, el baile de la secuencia final, la tala de los árboles, la caminata del principio y están las metáforas que surgen cuando se intelectualiza ese discurso. Como parece que tienes once años y llegas de palmero a ser un gracioso de patio pues a lo mejor no te alcanza para entender esto, o a lo mejor lo entiendes, pero qué quieres que te diga, esto es cine y lo tuyo es otra cosa, las palmas.
Más, mi comentario post-peli Cohen. «un cine convencional y políticamente acomplejado». No fue ese exactamente mi comentario. Debiste de poner la oreja desde la otra mesa, echarte un poco para atrás. Pero estoy de acuerdo con el fondo del comentario, es un cine políticamente acomplejado, de gestos cara a la galería, tan tuyos, de convencionalismos de la américa de los cincuenta y de la fotografía de la revista Life. Impresiona a los que han mamado mucha televisión y mucho bienestar, pero deja frío al espectador que conoce un poco cómo es el mundo.
Más, yo no meto la pata niño sino a ojos del que va a otras cosas que no sean el cine, como es tu caso. Yo pregunto siempre y escucho siempre y alguna vez me puedo equivocar, pero lo que al final expreso es lo que está en mis artículos y en mis libros. Me hace gracia que hasta en las manifestaciones minoritarias de la cultura haya quien adquiera los roles de la cultura dominante y haga de bufón de las imposturas. O sea, ninguna alternativa, la misma clase de elemento que uno se encontraría en un festival de palmeros, que no era el caso.
Y sobre tu último comentario, nada, tú créete que eres de izquierda, como si esa etiqueta para charlatanes tuviera algún valor hoy día, y que eres muy rompedor y además un tío gracioso, «Doctor Maligno», el del dedito.
Salute pollo.
Ja ja ja, me parto con los comentarios, afear la pobreza no es otro cliché? lo más pernicioso de lo políticamente correcto? y que tiene que ver todo ese discurso pseudo estético-etico-social con Patti Smith? En fin…
«y que tiene que ver todo ese discurso pseudo estético-etico-social con Patti Smith?»
Vaya, o eres el mismo o es tu jefe. Parece que entiendes tanto de cine como de música. O sea las modas y punto.
Dios cineypoesia, desde el artículo neofascista de Pablo Vázquez en esta misma página no leía tantas chorradas.
¿Cual es la moda? ¿Jem Cohen? ¿Ser de izquierdas? ¿Patti Smith? (porque si la moda es defender a Patti Smith déjame reírme un rato a pierna suelta)
¿O tal vez la moda sea citar a los comentarios previos que critican tus posturas para pasar al insulto y la descalificación personal, sin ningún tipo de razonamiento mediante?
A ver porque ya de entrada andas metiendo que he descalificado cuando las descalificaciones han ido contra mi a cargo de un anónimo que parece tu jefe.
Lo que menos me gusta de tu comentario, también anónimo, es que taches de «chorradas» lo que no entiendes. O sea lo mismo que cuando se tacha al cine que pudo verse en Pamplona de «chorradas»por parte de los sectores mayoritarios del público y de la crítica. Valiente lección dais…
¿La moda? La moda es Jem Cohen. La moda es recuperar imágenes con aire retro, interesarse por los homeless, sacar la banderita rasgada. Los fotogramas de Jem Cohen se parecen a las sesiones de fotos de las revistas de moda, a los paisajes urbanos del país semanal, a la estética post-grunge, al mundo del videoclip, a los reportajes de fondo de Esquire.
Dicho esto con la objetividad y el respeto de quien sabe que Jem Cohen es un excelente profesional y que hay muchas cosas positivas en sus películas.
Y aclaro lo de Cohen porque parece que es lo que a todo el mundo le pica entre los groupies del festival. A mi no me interesa su cine, como tampoco le interesaba al presidente del jurado, Santos Zunzunegui, según él mismo dijo en los últimos días del festival.
El resto de tu comentario es un desvario. Patti Smith es una marca registrada de una multinacional de la música y el pretendidamente «auténtico» videoclip de Cohen sólo viene a confirmar de que se trata de construir una estética alrededor de una imagen que en cierto sector de la sociedad vende. Los «indies», los «groupies», etc. La moda y el consumo, les dota de una «identidad» cuando siguen los mismo estándares que el resto de la sociedad, sólo hay que ver vuestros «comentarios».
Salute «tululo tres». Ale.
«Yo no metí la pata, la metes tú, siendo tan ignorante y manifestándolo»
«Parece que entiendes tanto de cine como de música»
No, obviamente no has descalificado a nadie. Igual deberías leer lo que tú mismo escribes antes de sacar a paseo tu bilis. Por cierto, ninguno de los anteriores comentadores es jefe mío, de hecho dudo que los conozca en persona (si bien esto último nunca se puede asegurar).
¿Y quién decide qué o quién es la moda? ¿Tú? Me resulta muy gracioso que todas las similitudes que citas con los fotogramas de Jem Cohen sean muy posteriores a su obra. Esto es un hecho, que Jem Cohen guste o no y que sea un director de moda es una apreciación personal. Pero si vas a trazar similitudes, sostener argumentos y analizar la obra de alguien, al menos piensa antes en tus argumentos y procura que se sostengan.
Que a Zunzunegui le guste o no me la trae al pairo. Sin duda es uno de los críticos y analistas cinematográficos más valiosos que hay por aquí, pero él al menos sabe emitir un discurso que se sostenga por sí solo. Por cierto, yo sí creo que Jem Cohen es un excelente cineasta, y nunca me hubiera puesto a comentar nada aquí si alguien dijera algo en su contra de forma coherente y razonada, y no recurriendo al clásico argumento «esto que le gusta a todo el mundo me parece una mierda para que los modernos se las den de intelectuales».
«Patti Smith es una marca registrada de una multinacional de la música» claro. Nunca existió el punk neoyorquino. Nunca existió el «Horses», músicos como Lenny Kaye, Ivan Kraal y Fred 'Sonic' Smith nunca valieron nada. Discos como «Radio Ethiopia», «Easter» o «Gone Again» son una estrategia promocional de una multinacional para hacerse rica. Sam Shepard, Robert Mapplethorpe, Gerard Malanga y toda la escena del underground neoyorquino eran una panda de pijos forrados de pasta que salían en todas las revistas de tendencias de la época. Y Television, Richard Hell, los Ramones… ocupaban el equivalente a los 40 Principales de la época.
Anda, lee un poco, no te hará mal. De verdad.
«No, obviamente no has descalificado a nadie. Igual deberías leer lo que tú mismo escribes antes de sacar a paseo tu bilis. Por cierto, ninguno de los anteriores comentadores es jefe mío, de hecho dudo que los conozca en persona (si bien esto último nunca se puede asegurar).»
Obviamente alguien ha intentado hacer una descalificación y le he contestado.
Lo del «jefe» es a título puramente figurativo, parece que no lees las descalificiones de la persona a la que secundas y bajo la que pareces un mandado o uno al que le gusta sumarse, desde el anonimato, a los ataques personales.
«¿Y quién decide qué o quién es la moda? ¿Tú? Me resulta muy gracioso que todas las similitudes que citas con los fotogramas de Jem Cohen sean muy posteriores a su obra.»
Esto es lo único sensato que dices en tus comentario y no del todo. Te falta la referencia a la revista Life y a la estética de los 50, que es muy anterior a la obra de Cohen y que está muy presente en el cine. De todos modos algo atinado has ido, lo que pasa es que no mucho, verás, sólo cambiaría la pregunta ¿es jem cohen una moda? por la de ¿jem cohen se ha convertido en una moda?…
«Esto es un hecho, que Jem Cohen guste o no y que sea un director de moda es una apreciación personal. Pero si vas a trazar similitudes, sostener argumentos y analizar la obra de alguien, al menos piensa antes en tus argumentos y procura que se sostengan.»
Hombre si lo juzgas tú… Aprende tú a leer porque a mi me es muy fácil rebatirte punto por punto.
«Que a Zunzunegui le guste o no me la trae al pairo. Sin duda es uno de los críticos y analistas cinematográficos más valiosos que hay por aquí, pero él al menos sabe emitir un discurso que se sostenga por sí solo.Por cierto, yo sí creo que Jem Cohen es un excelente cineasta, y nunca me hubiera puesto a comentar nada aquí si alguien dijera algo en su contra de forma coherente y razonada, y no recurriendo al clásico argumento «esto que le gusta a todo el mundo me parece una mierda para que los modernos se las den de intelectuales.»
Vaya, ya varías. Ahora el problema ya no es criticar a Jem Cohen, sino si te puedes meter desde el anonimato con alguien a quien no le guste Jem Cohen y que responda. Obviamente si alguien con tu demagogia se acerca a Zunzunegui a decir lo que le gusta y lo que no le gusta no le presta ni dos segundos de reloj. Lo más interesante es cómo manipulas y entrecomillas una frase que yo no he dicho ni de lejos: «»esto que le gusta a todo el mundo me parece una mierda para que los modernos se las den de intelectuales.»». Primero porque yo no le he dicho, segundo porque no le gusta a todo el mundo, tercero porque principalmente a quien le gusta es a gente que no es público de un festival de documental contemporáneo, cuarto porque no podrías hacerte pasar ante mi como un intelectual. Yo sí le he dedicado muchas horas, tú las gafas de sol.
«»Patti Smith es una marca registrada de una multinacional de la música» claro. Nunca existió el punk neoyorquino. Nunca existió el «Horses», músicos como Lenny Kaye, Ivan Kraal y Fred 'Sonic' Smith nunca valieron nada. Discos como «Radio Ethiopia», «Easter» o «Gone Again» son una estrategia promocional de una multinacional para hacerse rica. Sam Shepard, Robert Mapplethorpe, Gerard Malanga y toda la escena del underground neoyorquino eran una panda de pijos forrados de pasta que salían en todas las revistas de tendencias de la época. Y Television, Richard Hell, los Ramones… ocupaban el equivalente a los 40 Principales de la época. Anda, lee un poco, no te hará mal. De verdad.»
Mira toda esa música la he escuchado desde muy pequeñito en casa porque entre otras cosas soy sobrino de un crítico musical llamado Carlos Tena. Todo eso que era muy auténtico en los sesenta, y cuando no salían de garitos de mala muerte de Nueva York, se fue convirtiendo en una moda, en una pose, en una vacuidad de gente que estaba en eso por la pasta. A Patti Smith la he visto en un concierto en España hace más de quince años, en el Doctor Music Festival y te aseguro que su público no tenía ni la edad, ni la vida, ni el sentido de las letras de las canciones de Patti Smith. Hoy en dia toda esa gente, todos los que se hicieron ricos, son una marca que vende para un sector del público. Y los que se creen que hay otra cosa aparte de eso son los groupies que aún creen que la música no es un negocio y se aprovechan de ellos.
Nada más. Apunta por favor tus descalificaciones, insultos y recuerdos de las clases de alfabetización para adultos, en una barra de hielo.
Salute.
Beeeee, beeeee, me voy al redil con mis gafas de sol (¿?).
Beeeee, beeeee…
Visto el panorama, propongo una categoría nueva para el festival punto de vista 2011, un premio al tío más plasta del festival. A ver, posibles nombres para la categoría: «Voydelisto de Oro», «Otero-Roko 2011», «Premio Graciosillo del Año», «¡Porquénotecallas!» (en honor a Su Alteza)… Roko no sé porqué te quejas de que no te dejan escribir en miradas, un comentario más y superas en extensión la crónica del festival… que sepais que es un buen tío, eh? Os lo puedo asegurar. Abrazo hombre, no te enfades.
Vaya majete, plasta eres txú, y papanatas, que vienes aquí a insultar y a meterte donde no te llaman porque quieres ser más protagonista que las películas. El cine es tu excusa para trepar, catedrático de la chulería…
Además yo sé muy bien con quien hablo durante los festivales y hablo poco y casi siempre con gente de la organización. A las ruedas de prensa vamos cuatro así que ya sé por dan van los tiros… algún listo, un papanatas que sólo aplaude a palmeros y que está más atento de fumarse los porros de la noche donde no se debe y no está abierto que en hacer su contribución en que un festival de cine sea de eso, de cine.
Mira, si quieres hacemos el premio «los materiales» para las poses modernas sin contenido y los jurados «de izquierdas» (lo que yo soy y lo que tú presumes, pero no eres) que imponen premios a la mejor dirección escandalosos. O el premio swattgrass al más enrrollado que va sólo a dar palmas a un festival y no ve más película que una muy convencional de vaqueros. Y no es el público, son los invitados.
El resto de premios para las personas mayores, los que nos levantamos pronto para ir a la primera sesión, vemos toda la sección oficial, vemos las de la tarde, no aplaudimos con las orejas y sabemos lo que nos gusta y lo que no nos gusta de cada cosa. Por ejemplo que un tipo que se apoda «doctor maligno» y que se dedica a calumniar desde el anonimato te digas que eso sí, que eres buena persona. Viniendo de quien viene me lo tomo como que una vez más está hablando sin saber. Y lo soy, pero tú de ese tema tampoco entiendes. Tu a poner el dedo, y la mano detrás.
Ale pollo,
Salute.