Perdidos y sus referencias

La referencia perdida

Vista la inmensidad de referencias, muchas de ellas explícitas en los diálogos de los personajes o en las citas bibliófilas o musicales que aparecen en diversos capítulos, cabe pensar que guionistas, productores y directores de Perdidos han disfrutado salpimentando la serie con detalles de sus personajes, libros, músicas (Miles Davis, Oasis) o películas favoritas. Es sinceramente difícil citar ni tan siquiera una parte de ellas y dejo para que los lostmaniacos la posibilidad de elaborar listas exhaustivas en función de sus filias particulares. De hecho, más allá de la anécdota y de las referencias a clásicos hollywoodienses harto populares que van de El señor de los anillos (Lord of the Rings, Peter Jackson) a Los Cazafantasmas (Ghostbusters, Ivan Reitman) o a La Guerra de las Galaxias (Star wars, George Lucas, 1977) [1] hay no pocas referencias cultas mediante nombres de personajes: Eloise Hawking, referencia indudable a Stephen Hawking, astrónomo del mismo nombre en algunos de cuyos estudios se analiza la dimensión tiempo; Dean Moriarty, como el archienémigo de Sherlock Holmes; Douglas Hume (como el filósofo) apellido de Desmond o Jeremy Bentham, pseudónimo de Locke tomado por Widmore del otro filósofo que…

Prefiero por ello centrarme en un par de referentes que me resultan más interesantes. Uno, a nivel de personajes, el otro en cuanto al itinerario seguido por la estructura dramática de la serie.

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En cuanto a personajes, me es inevitable referirme a Sawyer, el carácter mejor construido de toda la serie, junto con el malvado Ben Linus (que de niño entrega a un Sayid prisionero un libro de Carlos Castaneda y como adulto desprecia a Stephen King) y el peculiar John Locke. Sawyer, referencia en sí mismo al clásico norteamericano de Mark Twain. Es el personaje que pasa de una a otra postura de modo menos arbitrario y que crece personalmente en su forzada estancia en la isla, teniendo claro que debe adaptarse a ella cuando no puede escapar y que quiere marchar cuando sea posible. Como Tom Sawyer, James es un empobrecido huérfano que atisba la riqueza de una clase social superior que le resulta esquiva. Por ello, se transforma en un estafador, trasunto de la inocente picaresca de Tom Sawyer y Huck Finn, y en la isla deberá aprender una nueva vida a base de chascos y de relacionarse con los otros perdidos. Su personaje de estafador palurdo acabará por tener un nivel moral superior al de otros tras las experiencias adquiridas. Será también él un lector persistente que devorará todos los libros a su alcance y que hará referencias absolutamente varias que van de las más cultas (el De Ratones y hombres de John Steinbeck) a La Guerra de las Galaxias o a las comerciales (¡llamando Mr. Proper a Locke!).

No obstante, es más apasionante la referencia del propio argumento y su evolución en cada temporada. Así, la primera y segunda temporadas refieren continuamente a La isla misteriosa de Julio Verne (monstruos, piratas, globos aerostàticos, máquinas casi mágicas, un Nemo malvado aunque ambiguo) pero simultáneamente a La tempestad de Shakespeare o a su versión sci-fi, Planeta prohibido (Forbidden planet, Fred McLeod Wilcox, 1956) , dónde las pesadillas de Pròspero desencadenaban no sólo buenos productos o bellas imágenes sino temibles monstruos asesinos.

Entre la segunda y la tercera temporadas la imposibilidad de la fuga desencadena la pesadilla de lo irreal. Como los personajes de El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962) los perdidos no pueden salir de su isla. Cada intento de hacerlo se salda con un fracaso. Pero también cada descubrimiento se acompaña de una nueva duda, un nuevo misterio. En cierto modo, como sucedía al personaje interpretado por Patrick Mc Goohan en la que fue una celebérrima serie de culto, El prisionero dónde un agente secreto que pretendía retirarse es confinada a una isla en la que hay una comunidad perfecta (habitando una población semejante a la de los Otros) y de la que no puede huir.

Entre la tercera y la cuarta temporadas se desarrolla aquello que ya intuíamos en las dos primeras. ¿Es esto real? O, de uno u otro modo los personajes han muerto y se hallan en una especie de limbo o de infierno en el que la lógica deviene pesadilla, como en las obras de Juan Rulfo, Pedro Páramo y El llano en llamas, o en El tercer policía de Flann O’Brien.

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La confusión de la quinta temporada, con los personajes saltando en el tiempo y el conjunto  de itinerarios mentales y dramáticos de ida y vuelta no añade demasiado al conjunto global. Hay referencias argumentales, por supuesto, a todas las películas o historias de viajes en el tiempo (La máquina del tiempo de H.G. Wells a la cabeza, que es citada literalmente) y también, por supuesto, a la teletransportación. Elementos ambos, que J.J. Abrams retomará en su versión de Star Trek (Star Trek 2009) dónde un personaje salta atrás en el tiempo para encontrarse y ayudarse a sí mismo y a los suyos.

No querría ignorar tampoco la similitud, ya presente desde la primera temporada, con el Vuelo 714 para Sydney de Tintin (1966), dónde los supervivientes de un avión estrellado en una isla en el Pacífico deben enfrentarse a una serie de misterios y situaciones inexplicables En la cuarta y quinta temporadas el malvado y todopoderoso Widmore, con sus mercenarios disparando por la selva y sus tramas a lo ancho del mundo, nos retrotrae al Rastapopoulos del cómic, que también aparece en el libro citado..

Por otro lado, las disquisiciones sobre Jacob nos llevan de El mago de Oz (Wizard of Oz, Victor Fleming, 1939) (explícitamente referenciada en un diálogo entre Locke y Linus) a Zardoz.(John Boorman, 1974), cinta psicodélica dónde una sociedad culta y elitista rige desde otra dimensión los destinos de una comunidad asilvestrada que conseguirá alterar el futuro saltando de un mundo a otro por inesperados azares y manipulaciones pseudodivinas.

El prólogo del episodio final de la quinta temporada (El incidente), con la discusión sobre el Bien y el Mal, nos situará de nuevo en un espacio que oscila entre la Isla Pitcairn de la tercera parte de la Rebelión en la Bounty y la isla de El señor de las moscas, (William Holding) en las que los protagonistas se dejan llevar por sus instintos y consuman una cruel carnicería.

…Un bagaje tan agotador de digerir como suculento de degustar. Ojalá Jacob nos lleve a la isla.


[1] En este ámbito merece la pena destacar una referencia que las supera a todas. El capitulo Some like it Hoth juega con el original de Con faldas y a lo loco (Some like it hot, Billy Wilder, 1958) y el citado planeta que aparece en El Imperio contraataca (The empire strikes back, Irvin Keshner, 1979). Durante la trama descubrimos que Hugo planea «preplagiar» el guión de la película para modificar la trama evitando la lamentable continuación de El retorno del Jedi(Return of the Jedi, Richard Marquand, 1980).