BAFF 2010

Audiencia entregada, amplitud de miras

El Barcelona Asian Film Festival llegó puntual a su cita primaveral, entre Sant Jordi y la F1 en Montmeló. Salpicado por la crisis, con el presupuesto muy ajustado, la organización ha sabido mantener las secciones clásicas, ha recortado algo los horarios y la cantidad de películas, ha conservado el espacio dedicado al sudeste asiático, y ha introducido una sección de Anime de gran acogida popular (cuyos fans llegaron a dejar sin entradas varias sesiones por anticipado y a proclamar como premio del público a una de sus cintas, One piece: Strong World, Munehisa Sakai, Japón, 2009). Corea del Sur, país invitado con sección propia, invade tanto la Sección Oficial como la Asian Selection, asomando también en la sección Emergentes.

El arranque del festival tuvo lugar en esta ocasión con una producción india algo especial. Luck by chance (Zoya Akhtar, 2009) es un Bollywood sobre Bollywood, cine dentro del cine, que tiene el buen tino de seguir las pautas de las producciones mainstream indias para criticarlas con cariño: el productor que seduce a la actriz secundaria, el actor novato que triunfa ante la inesperada retirada de la estrella, los comentarios en inglés de las élites del cine, las arbitrariedades argumentales que hacen suceder una tragedia y una escena de musical… Akhtar (que actualmente busca exteriores en España para una road movie) tiene una mirada certera que capta con precisión los detalles, tanto a nivel fotográfico como temático y nos ofrece un producto muy bien acabado que se emparenta con todo el Bollywood previo sin dejar de lanzarle unos cuantos dardos. Una diversión inteligente y lúcida aunque respetuosa con el entorno financiero que permite su existencia. El festival, sin embargo, tuvo más, mucho más. A continuación, desgranaremos por secciones cada uno de los títulos que tuvimos la ocasión de ver.

Parade, deIsao Yukisada (Japón, 2009). Sección Oficial

Esta podría haber sido la rival de Au revoir Taipei (Yiya Taipei, Arbin Chen, 2010) en un probable enfrentamiento por el premio del público si ambas no hubieran sido batidas por el Anime. De hecho Parade, anunciada como el reverso de una sit-com, es el reverso de Au revoir Taipei. Cinta que desorienta por su tono, que oscila entre la comedia y el drama al mejor estilo asiático, Parade se abre como una comedia de situación en la que los cuatro jóvenes que comparten apartamento manifiestan conductas básicamente hedonistas que son contempladas por el autor desde un punto de vista esencialmente cómico. Construida inicialmente en torno a diversos gags, sencillos pero efectivos, y a una muy buena interpretación, Yukisada deriva la historia, mediante la intrusión de un quinto personaje, un chapero homeless, hacia el drama. La suerte de ronda festiva se lastra pese al buen diseño de personajes y sólo alza el vuelo hacia el final mediante una doble pirueta que consigue un inquietante relato de una juventud cuyos principios morales parecen ser de rebajas. Todo lo contrario, pues, de la comedia dulce con gángster de mentira y final a lo Woody Allen que produjera Wenders.

Antoni Peris i Grao

Au Revoir, Taipei, de Arvin Chen (Taiwán, E.E.U.U., 2010). S.O.

Será que no consumo suficiente cine oriental comercial, pero cuando entré en la sala mi imagen de Taipei estaba asociada a la obra de Tsai Ming Liang y a todo su retrato desencantado de los espacios urbanos. Al parecer, me equivocaba. El primer plano del filme, con el bello skyline de la capital taiwanesa, me hizo pensar en el Manhattan de Woody Allen y disuadió mis prejuicios. Por un instante, incluso imaginé que nos moveríamos en una comedia romántica de espíritu similar a la del neoyorquino. Nada de eso. La aclamada (por el público y el jurado) ganadora del Durián de Oro pertenece a otra categoría no del todo desdeñable: la de las películas absurdas. Tanto por su desatado humor —entre naif, físico e idiota— como por su propia condición de pieza irrelevante. Liviano y sin pretensiones, el filme agradece su tono relajado y escasamente pretencioso pero queda lejos de las expectativas (y las alabanzas) cosechadas. Sí, uno se echa unas risas con tres o cuatro de sus gags, con algún que otro baile y hasta sale de la sala tarareando una melodía pegajosa… pero poco más. Arvin Chen saca partido de un humor cercano al anime japonés muy del gusto del público catalán (aquí todos hemos crecido con mangas del país nipón), pero queda muy lejos de los referentes que se le atribuían: Linklater, Demy y Tati. Una verdadera decepción.

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Carles Matamoros

Between two worlds, de V.Jayasundara (Sri Lanka,Francia, 2009). S.O.

El filme es como una de aquellas historias que nos podía obsequiar el cine de arte y ensayo de los 70. Cinta voluntariosamente hermética y metafórica, revisita la cruenta y aparentemente inacabable guerra civil que ha asolado (intermitente y reiteradamente) Sri Lanka en las últimas décadas. El protagonista, en ocasiones individualizado, en otras con / fundido con otros personajes de su entorno es a la vez víctima y asesino, fugitivo y amenaza, en un mundo en el que todo puede repetirse. Javasundara destaca la importancia de la familia, la generosidad y la hospitalidad en un entorno hostil aunque se muestra desesperanzado. Tan grandes ambiciones son llevadas a la pantalla, como decía, de modo harto enigmático (tal vez un mayor conocimiento de la realidad política y social de Sri Lanka permitirían más comprensión). Sin embargo también se expresan mediante una extrema belleza plástica que arranca con el plano inicial de los bosques surgidos de las nubes o con la aparición del protagonista caído literalmente del cielo. Las imágenes de los fugitivos escondidos en la hierba, de las calles agitadas sembradas de ordenadores y pantallas que han sido arrojados al suelo por los manifestantes y la danza final en el pozo nos acercan a la belleza propia de los montajes y la danza de Pina Bausch y otros creadores de la escena de finales del siglo XX. Fue galardonada con el premio NETPAC, que otorga la institución del mismo nombre, dedicada a la promoción del cine asiático.

A.P.G.

Wakaranai, de Masahiro Kobayashi (Japón, 2009). S.O.

Medio siglo después aún perdura vivo en el recuerdo el último plano de Los 400 golpes (François Truffaut, 1959). Aquel donde el rostro congelado de Antoine Doinel (encarnado por un joven Jean-Pierre Leáud) venía a sintetizar una mirada distinta —salvaje y de una brutal intimidad— a la realidad circundante. Las cosas (para el cine y para el mundo) han cambiado mucho desde entonces, claro, pero Kobayashi es hoy quien recoge el testigo de Truffaut en el Japón contemporáneo y sigue a su Doinel particular, al que engancha su cámara y persigue con angustiosa tozudez. Lo esencial, aquí, no es atrapar un rostro sino más bien un cuerpo en constante movimiento, el de Kawai, un adolescente que, en sus inquietudes, no se aleja tanto de aquel muchacho francés. Si bien su panorama es harto más desolador, cuasi propio del cine de los Dardenne. No parece que, por mucho que lo intente, vaya a poder escapar de su situación. Lo prueba buscando alternativas a su exclusión social, a su pobreza y a su ausencia de referentes, pero por mucho que corra más allá de los límites de la cámara —huyendo, quizás, del registro testarudo del cineasta— acaba condenado a una reclusión, a un encierro capitalista que denuncia Kobayashi desde el verbo y el cuerpo. El logro, pese a las reminiscencias a otras obras y la tendencia a ciertos subrayados, es notable.

C.M.

Weaving Girl, de Wang Quan’an (China, 2009). S.O

No voy a ser el único que lo confiese, pero el primer nombre que se me vino a la cabeza viendo esta película fue el de Isabel Coixet. Pues el relato guarda un considerable parecido con el de Mi vida sin mí (2003) y conserva esa voluntad vitalista ante la llegada de la muerte. Hasta aquí los parecidos. Porque, alégrense, el filme Quan’an (que había dirigido antes La boda de Tuya) logra escapar de la gravedad melodramática de la catalana y opta por un tono, entre desencantado e irónico, que cala en el espectador cual melodía rugosa. Sí, el argumento es familiar. Y la puesta en escena y la denuncia social quedan lejos de la brillantez de un Jia Zhang Ke, pero este es un filme digno y con al menos un par de secuencias de alto calado emocional. Será que tengo debilidad por los breves encuentros amorosos y por los acercamientos a las ruinas (ya sean emocionales o de China), pero me sentí muy cercano a lo narrado y pensé en la posibilidad de disfrute de un espectador intermedio; no tan necesitado de autores radicales y sí de filmes que respeten su inteligencia mientras retratan el mundo que les rodea, con sencillez y cercanía.

C.M.

Paju, de Park Chan-Ok (Corea del Sur, 2009) S.O.

Incomprensiblemente premiada en el último festival de Las Palmas, fue esta una de las cintas de menor interés de toda la sección competitiva. Pretendido retrato de la feminidad, estamos ante un drama con trasfondo incestuoso que esconde sus deficiencias en una construcción argumental tan alambicada como confusa en la que, flashbacks mediante, la cineasta pretende antes epatar que narrar desde la distancia justa. Los golpes de efecto están a la orden del día y sólo el interés de la directora por el entorno suburbano de Paju (localidad cercana a Seúl) consigue sugerirnos ideas de interés. Pues el filme, pese a su innegable torpeza narrativa y sus insuflas autorales, funciona como termómetro documental de toda una serie de conflictos que afectan a una zona del mundo que, como tantas otras (ejem), se ve perjudicada por la especulación inmobiliaria.

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C.M.

Karaoke, de Chris Chong (Malasia, 2009) S.O.

Los que me conocen saben de mi debilidad (de mi placer culpable, si prefieren) por los karaokes. Espacios a los que no suelo asistir como intérprete, pero que contienen un gran potencial cinematográfico al ser capaces de sublimar las emociones de los personajes, aglutinar grupos humanos de distinta condición y dar lugar a la catarsis colectiva. Que el debut de Chong se sitúe en un destartalado karaoke —y que varios personajes se dediquen a rodar clips musicales para este— era ya de por sí motivo de mi interés. Pero es que el filme en sí resultó ser una de las mayores sorpresas del festival, una obra enigmática, lúcida y sofisticada. A lo mejor, como me decía a la salida la compañera Anna Petrus, se trata de una película afrancesada, muy dirigida al público occidental y a los programadores de la Quincena de Cannes. Pero, aunque así fuera, tanto ella como yo salimos convencidos de haber dado con un cineasta capaz de heredar los modos de un Apichatpong Weerasethakul sin caer en la burda imitación. Con un admirable juego con la distancia –aquellos planos lejanos donde se percibe la presencia de un observador invisible, aquellos bailes cercanos de la cámara alrededor de unos rostros en claroscuro–, Chong viene a reflexionar sobre el inexorable paso del tiempo en una historia mínima donde un joven descubrirá, paseo digresivo por el bosque mediante, que su hogar ya no es el que conoció. Y que el mundo, muy a su pesar, se transforma. Muy recomendable y placentera. Una pequeña joya tan angustiosa como divertida.

C.M.

Like you know it all, de Hong Sang-Soo (Corea del Sur, 2009). S.O.

Nueva propuesta de un veterano (autor ya de 10 películas) cuyo cine es comparado con el de Rohmer por el análisis de relaciones humanas y de pareja, por su irónica contemplación de la mentira y la hipocresía y por su reposada observación de la lucha de sexos. Por supuesto que nos separa toda una cultura pero no hay duda de que tales comentarios serían válidos para esta nueva película. La historia de un cineasta que en dos sucesivos bolos (el primero en un festival de cine, el segundo en la universidad) queda en evidencia ante sí mismo por su petulancia y su irresponsabilidad a la par que ve sus defectos reflejados en las acciones de los demás, cumple con la definición de lo que nos propone aquí el director coreano. Una obra que va de la hilaridad (la fiesta en el certamen) a la más sutil ironía (la repetición de la cena —borrachera con la progresiva sensación de déjà vu), en el protagonista y el espectador, despliega toda su inteligencia en las dos partes de la cinta que reflejan una en otra todos los matices de la estupidez humana. Like you know it all mezcla con estilo oriental la comedia con la tragedia más agria en una representación de la lucha de sexos que incluye infidelidades, violaciones y retos sexuales. El repetido gag que evidencia al jurado de un festival de cine en persistente modorra hace sospechar los motivos que llevaron al jurado del BAFF a otorgar sus premios.

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A.P.G.

Mundane history, de Anocha Suvichakoronpong (Tailandia, 2009). S.O.

No es lo que parece pero da más de lo que promete. Delicatessen para amantes de las rarezas, la película parte de la relación entre un enfermero y el joven paralítico al que atiende en su domicilio. Lejos de evolucionar hacia el melodrama tópico de personalidades inicialmente enfrentadas pero finalmente conciliadas, la directora reta al espectador a la construcción de esta historia cotidiana. Huye del misterio o de las tramas psicológicas pero nos desafía a entrar en la cabeza de un joven inválido, impotente (nada gratuita la escena de la masturbación fallida sino dolorosamente patética). La construcción del filme, con montaje absolutamente desordenado, nos lleva de los hechos actuales, tal vez pasados, a pequeñas sensaciones que dan las claves, tal vez no para entender toda la motivación de los personajes pero sí de sus sentimientos. La duración de la cinta inferior a los 90 minutos permite también que la evolución no se perciba excesiva ni forzada. Así se nos puede comunicar el errático, temeroso e inconstante hilo de pensamiento que lleva del Cosmos al hombre, de la vida a la muerte. Cinta que a algunos nos retrotrae en cierto modo a 2001, una odisea en el espacio (2001, a space odyssey, Stanley Kubrick, 1968) y a otros a las cintas de Gaspar Noé.

C.M.

Mother, de Bong Jong-Ho (Corea del Sur, 2009) Asian Selection

Debía suceder tarde o temprano. Por mucho que su curiosa pieza destacara en el discreto filme colectivo Tokyo! (V.V.A.A., 2008), Bong corría el riesgo de estancarse y Mother es, pese a su indudable interés, una prueba de ello, un síntoma de agotamiento. ¿A qué nos enfrentamos? Pues a una película que, al igual que otras tantas producciones coreanas, se adscribe gustosamente en aquello que algunos han conocido como hipergéneros. Esta vez son los códigos genéricos del cine negro, la comedia y el drama los que conviven sin alcanzar el equilibrio logrado en la excelente Memories of Murder (2003), cota irrepetible para el cineasta coreano que aquí se empeña en repetir la misma fórmula con unos ingredientes parecidos. No funciona. O, al menos, no del todo. Quizá por la necesidad de cerrar todos los senderos abiertos. Quizá porque desprende un cierto déjà vu. Quizá por algún que otro truco de guión. Quizá porque ya no nos atrapa. Y eso que la figura de una madre coraje, como símbolo de toda la ciudadanía coreana oprimida, funciona a la perfección. Hasta el punto que el crimen y la desmemoria no nos parecen tan graves ante lo inoperante del sistema. Tal es la ambigüedad de una propuesta que, aun no convenciéndonos, invita al debate.

C.M.

Visage, de Tsai Ming-Liang (Taiwán y otros, 2009) A.S.

A este filme se le pueden recriminar diversas opciones. Todas ellas son, sin embargo, a mi parecer, virtudes. La película europea del director malayo taiwanes era esperada por fans y detractores para ser amada y odiada. También era inevitable. Tarde o temprano, Tsai sería reclutado por las productoras francófonas para mayor gloria de la grandeur y para ensalzar el recuerdo de la nouvelle vague. Porque la memoria, el aire, de aquel movimiento era enarbolado repetidamente por el cineasta en diversas cintas anteriores hasta el punto de recurrir a la icónica figura de Jean Pierre Léaud / Antoine Doinel. Visage, producida con el pretexto de homenajear el Louvre, homenajea a Léaud, a divas como Fanny Ardant, Jeanne Moreau o Natalie Baye (en una escena innecesaria), a la idea de qualitè (en torno a la modelo Laetitia Casta) y al propio cine de Tsai mediante su figura icónica, el actor Lee Kang Sheng. Y, pese a lo que pudiera parecer por lo descrito, Visage no es una película gratuita ni vacía. Clasificable como cine dentro del cine, dado que el personaje principal es un director que sufre una crisis en pleno rodaje de una versión de Salomé, Visage es mucho más que ello. Es, ante todo, consciente de que se puede homenajear a Truffaut pero no se puede volver a él. Como todas las cintas de su autor, es una película sobre las emociones humanas. Una película sobre la seducción, sobre el deseo, pero también sobre la muerte y el dolor. No en vano, a raíz de un andrógino San Juan Bautista moldeado por la luz de Leonardo, Tsai bucea en el sadomasoquismo explorando el equilibrio Eros–Tanathos que provoca la evocación de Salomé. Y, de hecho, lo hace mediante mecanismos puramente sensoriales, evitando los discursos intelectuales o los razonamientos. Sensualidad diversa que aparece mediante el agua (referente omnipresente en las historias del director que aquí inunda el apartamento para mecer a la madre agónica o que baña al personaje en su fuga por el canal) y el hielo (símbolo aquí de una atractiva muerte), o en torno a un sexo furtivo e íntimo, la historia pierde sentido para dar paso, ya desde el inicio, a una serie de secuencias sublimes. Desde el bizarro número musical en un bosque nevado, pasarela de modelos eróticos envuelta por espejos que multiplican la imagen, a la ceremonia fúnebre en torno una gigantesca hoguera que nos retrotrae a Xanadú, Tsai elabora una película que merece más de un visionado. Una experiencia realmente multidimensional.

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A.P.G.

Vengeance, de Johnnie To (Francia, Hong Kong, 2009) A.S.

Poco se puede añadir a Vengeance de lo que ya se comentó a su respecto en los pases por el Festival de Sitges. Johnnie To en todo su esplendor, con toda la plantilla habitual en guión e interpretación para un ejercicio de noir que recurre al emblemático Costello de El silencio de un hombre (Le samourai, Jean Pierre Melville, 1967) y ofrece un espectáculo tan seco como pirotécnico. Como en Sparrow (2008), el dueto Election 1 y 2 (2005-06), Exiled (2007) y The misión (1999), To contempla con laconismo un grupo humano que se constituye en equipo, todos para uno, uno para todos, para conseguir su objetivo. Más allá de emociones o moral, los personajes de To son profesionales lacónicos como los de Howard Hawks o John Carpenter. La historia de un ex asesino en proceso de demencia que se desplaza a Macao para vengar la muerte de su familia y recurre a una banda de profesionales tiene ecos evidentes de Hawks, Sam Peckinpah, Stanley Donen y del propio To (auto-citando la secuencia del tiroteo en la consulta y la escalera de Exiled) en una historia triste de profesionales hasta la médula que mezclan la ironía con la puntería. Con escenas de antología de principio (el crimen y su reproducción) a fin (el fantasmagórico baile de la muerte en las calles desiertas, un musical que se mueve a golpes de revolver como la bicicleta que es desplazada tiro a tiro), fue una de las joyas del festival que tiene la posibilidad de estrenarse comercialmente en España mediante el premio ganado destinado a este fin…

A.P.

Road, movie, de Dev Benegal (India, EEUU, 2009) A.S.

Cinta india que, por contraste con la de To, significa una clara decepción. El enfrentamiento entre un padre fabricante de loción capilar y un hijo moderno que aceptar llevar el cargamento en un viejo camión deriva por un simplista planteamiento  directamente al vacío. Benegal desaprovecha la posibilidad de presentar la magia del cine como semilla de vida o de libertad en las desoladas tierras del este del Rajastan. Desaprovecha también el enfrentamiento entre el protagonista y el viejo embustero que se le añade y desaprovecha unos escenarios que sólo utiliza como tarjeta postal. Los breves intervalos de ensoñación se revelan fuegos artificiales que poco pueden con la débil energía del conjunto.

A.P.G.

The actresses, de E J-Yong (Corea del Sur, 2009) A.S.

Arriesgada, curiosa y estimulante pirueta de quien se había podido ver en el BAFF su Untold scandal (deslumbrante versión asiática de Las amistades peligrosas) y Dasepo naughty girls (cinta adolescente para adolescentes más bien olvidable). La reunión de un grupo de actrices de edades varias para una sesión fotográfica con Vogue da la excusa al director para enfrentar egos y analizar los temores de las profesionales coreanas. Un juego brillante que se sigue con interés pese a la distancia que nos separa de la industria cinematográfica coreana y su prensa rosa. Yong da cancha a las veteranas que juegan a ser equivalentes asiáticos de Bette Davis a sabiendas que su Anne Baxter puede lucir más en las portadas de moda. Ironía, elegancia y un punto de mala leche para un producto extraño pero muy bien acabado.

Entrevistamos al director de The actresses, E-J Yong:

Miradas de Cine: ¿Cómo se gestó The actresses? ¿Como la combinación de reportaje fotográfico y cine?

E-J Yong: Estaba muy interesado en reflexionar sobre la condición de la «actriz». Hay hombres, hay mujeres y hay actrices. Su situación en la sociedad y en la industria coreana me atraía. Pensé que la realización de un reportaje fotográfico para una revista de moda en vísperas de Navidad era una buena excusa para sacarlas de su entorno habitual (rodaje o particular) y nos permitía analizar su modo de relacionarse, sus interacciones. Quería, además, destacar la belleza de las actrices coreanas. Preparamos el espacio para el reportaje fotográfico y simultáneamente planificamos parte de la película.

MdC.: La cinta parece muy preparada. Hay varios escenarios y escenas simultáneas. Y, sin embargo, sus diálogos rápidos le dan mucha frescura.

E-J Yong: Ésa era la intención. Planificamos las escenas de maquillaje, vestuario y las tomas fotográficas pero también dimos una serie de pautas a las actrices sobre las que construir diálogos. Supieron improvisar muy bien, muy profesionalmente, y eso otorga la espontaneidad que buscábamos. Las escenas que tienen lugar en la escalera, los vestuarios o el baño estaban previamente guionizadas.

MdC: ¿Se considera un director de actrices?

E-J Yong: Hay actrices en papeles relevantes en todas mis cintas, pero mi filmografía es variada. Me interesa trabajar los aspectos de psicología más que de acción en mi cine, me interesa profundizar en las relaciones sentimentales y ello me lleva a destacar los personajes femeninos.

MdC: Algunas de las actrices crean auténticos personajes, en especial las más veteranas. Pero las más jóvenes no comentan demasiado la situación.

E-J Yong: La sociedad coreana mantiene todavía la jerarquía generacional. El respeto debido da pie a que actrices emergentes se inhiban, incluso en un set preparado y con libertad de diálogos, de hablar frente a las decanas.

MdC: ¿Por qué una película sobre actrices y no sobre actores? Las actrices se quejan en la cena de su esclavitud de los medios y su falta de intimidad. ¿Hay machismo en la sociedad coreana?

E-J Yong: Hay machismo, en especial en zonas rurales, aunque paradójicamente las mujeres dominan habitualmente a los hombres, en Corea mucho más que en otros países asiáticos. Quise hacer la película para reivindicar las buenas actrices acosadas por la prensa, privadas de su vida privada. Tuve que seleccionar algunas para representar las distintas generaciones de actrices de nuestro país. Podría haberla hecha con actores pero éstos están mucho más ocupados que las mujeres. No descarto hacer otra cinta aunque no tengo ningún proyecto sólido en este sentido.

MdC: ¿Y sus nuevos proyectos?

E-J Yong: Mi siguiente película será una historia de amor con fondo de thriller.

MdC: El BAFF dedica este año una sección específica a la revisión del cine coreano. ¿Cómo ve su futuro?

E-J Yong: La industria coreana es potente ya desde hace medio siglo. Los festivales europeos favorecen su popularidad ahora en Occidente pero la pujanza no se ha dado en los últimos años sino que viene de atrás. Es una cinematografía potente que puede seguir dando buenas obras.

A.P.G.

Manila, de Raya Martin y Adolfo B. Alix Jr. (Filipinas, 2009) Sudeste Asiático

He aquí un inesperado díptico firmado (y rodado) al alimón que se inspira en dos clásicos del cine filipino: Manila by night (Ishmael Bernal, 1980) y Jaguar (Lino Brocka, 1979). Compartiendo a un mismo protagonista —el bello actor Piolo Pascual— que ejerce como objeto de deseo y álter ego de los cineastas, ambas piezas conversan en las calles de una Manila contemporánea donde, por mucho que la producción la maquille con un límpido blanco y negro, aún siguen vivas las tensiones que tanto atraparon a los autores clásicos homenajeados. Perjudicada por un cierto academicismo y por una marcada ausencia de ritmo en su primer tramo, la pieza tiene logros fugaces en su construcción del thriller y, muy especialmente, en su vertiente documental. Son precisamente los planos de los espacios urbanos, los pequeños detalles del entorno y algún que otro apunte estético lo más atractivo de esta propuesta fallida, limitada y rodada con una cierta desgana. Suerte que, en un par de sorpresivas apariciones a todo color, Lav Diaz le da un toque humorístico a todo un proyecto que, a nuestro entender, deja bastante que desear.

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C.M.

Manila by night, de Ishmael Bernal (Filipinas, 1980) S.E.

Es difícil dar con las palabras adecuadas para describir un filme de esta magnitud. Ni sus desmesurados 150 minutos filmados en vídeo de baja calidad ni las malas condiciones de la copia proyectada en el único pase del CCCB impidieron que esta fuera, para algunos de nosotros y quizá para los escasos espectadores, la película del festival. Una suerte de fresco monumental, deslavazado, hilarante y emotivo, sobre una Manila que, por lo que vemos, entró en un estado catatónico, libertario y atroz durante la década de los 80. Sin pensar en lo que dirán y llevando al límite las posibilidades expresivas de la cámara, Bernal supo atrapar el sentir de una comunidad. Poco importan sus errores técnicos, las escenas gratuitas y la infinidad de personajes, porque esta es una película de estados de ánimo, de vivencias al límite; de saunas y discotecas, de prostíbulos y drogas, de sexualidad y hedonismo, de petardos y disparos, de machismo y amor, de vida y muerte. Una obra festiva en la que, mientras recordamos al Fellini de La dolce vita (1960) y Roma (1972), incluso se nos pasa por la cabeza la movida madrileña y el primer Almodóvar. Aunque, claro, el panorama es, a su vez, terrible. Y, aunque huye de los discursos, Bernal sabe filtrar una vertiente trágica en la vida de una serie de seres sin escapatoria. Situados en el fin de su mundo.

C.M.

Independencia, de Raya Martin (Filipinas y otros, 2009) S.E.

Ejercicio de memoria histórica y ensayo cinéfilo, Independencia es una de las piezas más accesibles (y logradas) de la prolífica trayectoria del joven Raya Martin. Optando esta vez por un metraje breve y adoptando fórmulas del cine silente, el cineasta filipino se remonta al pasado de su país y reflexiona sobre la representación justa de la invasión estadounidense. El loable objetivo del autor es restaurar la mirada del espectador, recuperando así la sencillez de los planos generales fijos y el relato breve de trasfondo naturalista. El peligro era caer en la momificación o, peor aún, en la pedantería. Martin salva esos escollos y, aun planteando una propuesta no apta para todos los paladares, logra que nos sintamos cerca de un tiempo que ya no volverá y, a su vez, vivamos en nuestra piel el terror de los oprimidos en una secuencia (la de la tormenta) que es toda una declaración de intenciones y un navajazo inolvidable a nuestras pupilas. Lástima que la vertiente oral —los diálogos, los cuentos— no esté a la altura de la puesta en escena y de la belleza de todos los planos (los impagables sueños). Algo que no impide que estemos ante un filme notable que merece los grandes calificativos que ha ido recibiendo allí por donde se ha proyectado.

C.M.

The Housemaid, de Kim Ki-young (1960). Focus en Corea del Sur

Entre los varios clásicos coreanos que programó esta edición del BAFF, este era el más invisible (aunque sea de un filme esencial en la historia de su país) y, probablemente, el más esperado. Éxito de público auspiciado por el apoyo de Martin Scorsese a la producción –que, por fortuna, ha sido restaurada digitalmente–, The Housemaid es, desde ya, una película de culto que bien justifica un festival. Antes de que el remake de Im Sang-soo acaparase los focos en Cannes 2010, fue de lo más apetecible disfrutar en una sala llena de lo que a algunos nos pareció una demencial relectura de Ensayo de un crimen (Luis Buñuel, 1955) sólo apta para cinéfagos. La trama es atroz y de un humor macabro que sorprenderá a más de uno. Pues el maquiavelismo de la niñera y el cinismo que empapa toda la producción contagian a un espectador que asiste a un thriller digno de una sesión de medianoche y, a su vez, rodado con una exquisitez inusual. El horror y el humor van de la mano y muchos dudamos que Kim se tomase del todo en serio su relato. Poco importa. La disfrutamos por sus detalles (ese veneno), sus miradas y sus giros repentinos. Y desde aquí, en vez de dedicarme a desgranar la historia, sólo me queda la opción de recomendarla. De ella, mi compañero de crónicas, Antoni Peris, opina que esta pieza inolvidable remite, además de a don Buñuel, a Preminger, Hitchcok y el dúo Zucker–Abrahams. No seré yo quien le desmienta. Tras verla, uno sabe que no todas las Mary Poppins son precisamente ingenuas…

C.M.

Joint Security Area, de Park Chan Wook (2000). Focus Corea

La brillantez y habilidad en la construcción de la historia y la propia puesta en escena que echábamos de menos en The coast guard, sí la hallamos en la que fuera la tercera cinta de Park Chan Wook y que anticipa el tejido de sus futuras obras. JSA construye una trama de asesinatos en la línea divisoria de las dos Coreas que, a diferencia de la obra de KKD, da gran consistencia a los personajes y a la puesta en escena. Personajes, soldados, hombres, arrastrados no por sus pasiones sino por la amistad y a los que aplastará el peso de la real politik. Una cinta voluntariosa, honesta y que se cierra, más allá de convencionalismos, con un duelo final, inesperado, tenso y coreografiado que sin duda hizo las delicias de Tarantino.

A.P.G.

Green fish, de Lee Chang – Dong (Corea del Sur, 1996). Focus Corea

Este fue el filme que representó el debut del ex ministro en el mundo del cine en el marco del noir. Historia de un soldado licenciado quien, al regreso a su entorno familiar, choca con la miseria y corrupción reinantes. Cinta deudora de clásicos americanos, Green fish es el interesante resultado de dos tradiciones culturales y cinematográficas. La historia oscila de lo micro a lo macro con el urbanismo desaforado y las mordidas policiales como símbolo de una corrupción generalizada. Chang-Dong, autor de Secret sunshine (impactante melodrama visto en el BAFF hace dos años, de temática, duración y personajes mucho más coreanos que los de esta cinta), narra la evolución, a golpes, de un personaje con el destino marcado. Pese a los desvanecimientos del guión, Green fish tiene grandes momentos como la aparición de la femme fatale a ritmo del Temptation de Tom Waits o una muerte final contemplada en primer plano desde el parabrisas del vehículo.

A.P.G.

Beijing is coming, de Bono Lee, (Hong Kong, China, 2009). Emergentes

En el marco de los Emergentes se pudo ver una curiosa variedad. Beijing is coming (Chao Bao Beijing, Bono Lee, 2009) es una burlona mirada al Pequín preolímpico, frenético y destructor de su pasado. Demasiado errática entre la construcción de un falso documental en torno a un supuesto graffitero, el rey de Houhian y a las preocupaciones de representantes de generaciones diversas por el rumbo urbanística de la macrociudad (de la nostalgia y desorientación a la búsqueda de la modernidad), la cinta da una mirada peculiar sobre un mundo que será, muy pronto, el nuestro, aunque sea por imposición. Uno de los personajes comenta en off que cada noche se dedica a correr en coche por el anillo circulatorio de Pequín, puesto que es el único modo de correr más que la evolución frenética y autónoma de la ciudad. Unas breves imágenes que explican a las claras la situación de China y su capital.

A.P.G.

Eatrip, de Yuri Nomura (Japón, 2009). Emergentes

Este filme es el paso, curioso, de una popular gastrónoma japonesa, a la gran pantalla. Una serie de entrevistas a mayoristas de atún, vendedores de salazones o verduras, maestros del te, budistas nonagenarios o devotos de la comida natural salpimentaran un documental que se ve con agrado, cuidado en sus formas y que abre el apetito. El resultado culmina de un modo un tanto forzado con la comida fraternal de los invitados a una cena especial. El plato resultante resulta excesivamente rico en aromas, disperso y con poco regusto posterior. Tiene una fotografía atractiva y contiene sus momentos, en especial la ceremonia del te en la que el maestro toma el pelo a Tadanobu Asano, actor de moda y aquí víctima de las modas culinarias.

A.P.G.

Our brief eternity, de Takuya Fukushima (Japón, 2009) Emergentes

Esta no es sólo una buena película sino la muestra de que el digital, aliado con imaginación y voluntad creativa, permite hacer filmes imaginativos con bajo presupuesto. La historia de una epidemia vírica en el año después de la gripe A no deja de tener su aliciente. Si añadimos que el virus de esta historia se caracteriza por causar una súbita pérdida de consciencia a la que sigue el automático y radical olvido de aquellas personas con quien el paciente se había relacionado más íntimamente, tenemos una buena muestra de fantástico en ciernes. Sin embargo, en línea con la parquedad de recursos, se opta por limitar la línea de ciencia ficción a una trama secundaria (y claramente insuficiente o, tal vez, innecesaria) y se centra en los efectos emocionales que causa el virus, no tanto en los enfermos (que ignoran los efectos tanto como ignoran a sus hasta ese momento más íntimos allegados) como en sus parejas. El súbito desconocimiento, e incluso rechazo, de aquellos con los que se convivía, ocasiona una serie de crisis de pareja, ridículas en ocasiones, violentas a veces, siempre patéticas, que sacuden la sociedad tokiota. Dando un giro inesperado a la historia, Fukushima plantea que el protagonista, una vez ha recuperado a una antigua novia (afectada por el virus) que no sólo le había olvidado sino que también olvidó los motivos que les llevaron a la ruptura, decide a su vez simular una infección para evitar el compromiso. El director explicó en el posterior coloquio que esta era la parte de la historia que él quiso primar. Asimismo, conocedor de Olvídate de mi (Eternal sunshine of spotless mind, Michel Gondry, 2005), cinta que dice admirar, plantea no tanto una historia de amor, sino una reflexión sobre las relaciones de pareja y las consecuencias del compromiso.

A.P.G.