Nada por aquí, nada por allá
Podría comenzar este artículo con palabras muy semejantes a las que ya utilicé para definir mi posición ante David Fincher, otro de los directores preferidos de la post(post)modernidad. Sin embargo, el caso de Christopher Nolan posee algo de extraordinario y, por tanto de fascinante, algo que me obliga a dar un paso más allá en el análisis del fenómeno. Y es que, pásmense, este director que ha firmado por el momento siete largometrajes, ha colocado (a fecha 12/08/2010), cinco de ellos entre las mejores películas de la Historia para los votantes de IMDb, web de referencia para todos los cinéfilos del mundo: Origen (Inception, 2010) (3ª posición), El caballero oscuro (The Dark Knight, 2008) (11ª), Memento (2000) (29ª), El truco final (El prestigio) (The Prestige, 2006) (72ª) y Batman Begins (2005) (108ª). Utilizo la anécdota porque, a pesar de lo limitado de su representatividad (Cadena perpetua —The Shawshank Redemption, Frank Darabont; EE.UU, 1994— ocupa la 1ª posición), viene coligada con un hecho que, me temo, sí afecta a la nueva cinefilia (y, por qué no decirlo, a la nueva crítica), y es que entre las veinte primeras películas de la lista hay cinco de los años noventa y seis de los años dos mil (más del 50%). Me refiero, lógicamente, al sobredimensionamiento de lo nuevo, unido a un cierto desprestigio (proveniente de una gran ignorancia) de buena parte de todo lo anterior a la década de los ochenta.
De hecho, creo que el encumbramiento escasamente razonado de un cineasta como Christopher Nolan está determinado, en gran parte, por el matrimonio de conveniencia entre esa nueva cinefilia y esa nueva crítica (en cursiva porque en realidad posee más reminiscencias del 68 que ideas de la contemporaneidad): una amplia generación de jóvenes cinéfilos, que conocen muy limitadamente el cine clásico, necesita legitimar sus gustos en los altares de lo culto; y una escasa pero ruidosa nómina de críticos, ávidos de un prestigio perdido, busca en esa generación el reconocimiento que no tuvieron hasta hoy, rebuscando entre sus gustos aquello que puedan (aun forzadamente) legitimar. Sólo de ese maridaje interesado pueden surgir delirios como considerar El caballero oscuro una de las mejores películas de la década, aunque para ello haga falta invocar a Nietzsche.
Ver Doodlebug (Reino Unido, 1997), el cortometraje más conocido de Nolan, en blanco y negro, es muy revelador sobre gran parte de su universo: un hombre asustado trata de matar un pequeño ser que se mueve bajo un paño; al descubrirlo se da cuenta de que es él mismo empequeñecido y, al ir a golpearle, otra réplica suya, de mayor tamaño, le golpea a su vez. Este retruécano visual y conceptual, más un juego casi adolescente que una verdadera propuesta cinematográfica, revela dos de las características más importantes del cineasta: su ingenio y su necesidad de epatar. Digamos que son la cara y la cruz de una misma moneda.
Los argumentos originales y, sí, ingeniosos, los repetirá en Following (Reino Unido, 1998), donde un escritor quiere inspirarse persiguiendo a gente elegida al azar, viéndose manipulado por otro joven cuyo objetivo es entrar en las casas ajenas para robar; también en Memento (EE.UU., 2000) donde, aunque con una idea original de su hermano Jonathan, encuentra el mejor modo posible para hacernos sentir la amnesia a corto plazo del protagonista, narrándonos la película en orden invertido; menos ingenioso es el relato de rivalidad entre dos magos en El truco final (El prestigio), pero también muy sugerente; y es indiscutiblemente novedoso el planteamiento de Origen, donde un experto en extraer ideas del subconsciente de los demás es elegido para introducir una obsesión en la cabeza de un empresario y así cambiar el rumbo de su fortuna, a pesar de que su desarrollo lo malogre casi por completo. No cito sus dos películas sobre Batman porque ni la historia ni los personajes son suyos, ni tan siquiera del todo los guiones, escritos en los dos casos a cuatro manos; tampoco Insomnio (Insomnia; Reino Unido-Canadá, 2002), donde no participa en el guión (lo mejor de la película) que, además, se basa en una película anterior, Insomnia (Erik Skjoldbjærg; Noruega, 1997).
Paralelamente, en todas sus películas podemos encontrar elementos que denotan su deseo de generar un impacto en el espectador que poco o nada tiene que ver con la naturaleza de la historia: el blanco y negro en Doodlebug y Following, la cámara lenta en casi todas (especialmente en Origen), el exceso de música que en ocasiones abarca casi la totalidad del metraje, el ruido atronador de los efectos sonoros en Batman Begins, El caballero oscuro u Origen, la violencia en ocasiones innecesaria de Memento, el preciosismo fotográfico y los cansinos virajes de guión en El truco final (El prestigio), etc., etc. Para entender la evolución de su cine, en este sentido, es muy revelador observar con detenimiento las cifras que lo acompañan (también a 12/08/2010): Following costó 6.000$ y recaudó 43.188$; Memento costó 5.000.000$ y ganó 25.530.884$; Insomnio 4.600.000$ y 67.263.182$; Batman Begins 150.000.000$ y 205.343.774$; El truco final (El prestigio) 40.000.000$ y 53.082.743$; y El caballero oscuro 185.000.000$ y 533.316.061$. Como se puede ver, Nolan pasó directamente del cine independiente (Following y Memento), al cine de Hollywood (Insomnio), y enseguida al cine de alto presupuesto (Origen ha costado 200.000.000$). Puede comprobarse fácilmente cómo, en lo que concierne a la puesta en escena, ese desarrollo exponencial (pasó de estrenar en 1 pantalla con Following, a 11 con Memento y 2.610 con Insomnio) ha supuesto la sustitución de elementos baratos por caros, pero con un único objetivo, que tiene poco que ver con el rigor o con la coherencia: epatar. Sustituye el innecesario blanco y negro por la fotografía en lujosos y brillantes colores; el silencio por el ruido; el peso del relato por el peso del montaje; la austeridad visual por la desmesura. Esto se ve significativamente en el paso de Batman Begins a El caballero oscuro, entre las cuales median pocas diferencias a no ser… un Batmóvil más grande.
En definitiva, esto desmiente una de las más evidentes imposturas sobre su cine, pues estamos ante un cineasta con un obvio no-estilo que se adecua en cada momento al espectador que sabe que tendrá: primero al fan del cine indie, después al gran público de masas. Y, de paso, afecta de lleno al núcleo del arte del cine, puesto que, a veces, esa elección interesada no es la mejor para el relato: así ocurre, por ejemplo, en El truco final (El prestigio), donde una fotografía más seca y oscura (incluso en blanco y negro) hubiera representado mucho mejor la penumbra de la historia; o en El caballero oscuro, donde el perfil atormentado de Batman hubiera requerido más silencio y menos ruido, más introspección y menos aventura. Por poner sólo dos ejemplos.
Algunas de las constantes más irritantes del cine de Nolan, que tienen que ver con su ansiedad por enganchar al espectador, son el retruécano y la logomaquia. Esta segunda característica es uno de los peores defectos de Origen, donde uno está cansado de recibir explicaciones a la media hora de película, imagínense a las dos horas y media. El retruécano, sin embargo, es una figura retórica con demasiada dignidad como para otorgársela a Christopher Nolan ya que, en su caso, tiene mucho más que ver con el mero truco. Pero no tanto el truco de un ilusionista (creo que el objetivo máximo que se plantea como cineasta), sino más bien el de un prestidigitador (el objetivo máximo al que creo que puede llegar), e incluso el de un trilero (el nivel más habitual en su cine). Apenas hay película de Nolan sin cartas (visibles) bajo la manga, sin trampa (descarada) en su desarrollo, o sin vuelta(s) de tuerca ad nauseam. Incluso en Memento, su filme más riguroso con muchísima diferencia (y, por cierto, el más rentable de largo, con 2.320.989$ por pantalla), el hilo conductor en blanco y negro no deja de ser una triquiñuela para poder montar las escenas en orden inverso, algo que de otro modo hubiera sido imposible.
La palabrería de Following arruina un planteamiento interesante, a pesar de que es, junto con Memento, su obra más sugestiva; en Insomnio demuestra su verdadera cara como realizador, al tener que llevar adelante un guión ajeno sin trucajes, y se muestra como un consumado maestro del plano/contraplano, un experto director de actores que se dirigen solos y un extraordinario creador de insertos; en El truco final (El prestigio) da todo igual, excepto su esteticismo amanerado, la glamurosa apariencia de los intérpretes y, efectivamente, el truco final; Batman Begins tiene una primera hora que aporta poco a lo que ya vimos en Karate Kid (The Karate Kid, John G. Avildsen; EE.UU., 1984), se convierte por la mitad en una ensalada de tiros, persecuciones, peleas y golpes que no se distancia demasiado de cualquier filme hollywoodiense contemporáneo, y termina con veinte minutos de un sentimentalismo atroz; en El caballero oscuro todo es como la ensalada de Batman Begins, sólo que con más tiros, más persecuciones, un Batmóvil más grande, más dinero para los efectos digitales y, eso sí, un Joker grandioso que no da para rellenar el siempre inmoderado metraje de Nolan; y en Origen, en fin, más allá de un discurso freudiano propio de Reader’s Digest, una palabrería más enojosa que nunca, una banda sonora que no nos permite disfrutar de un solo minuto de silencio y un Leonardo DiCaprio que parecía no haber despertado aún de la magnífica Shutter Island (Martin Scorsese; EE.UU., 2010), pues nos queda apenas la maravillosa Marion Cotillard, que sólo necesita mirar al horizonte para parecer que lleva toda una película dentro de ella. Lástima que en este filme, como en todos los anteriores de Nolan, no existan lo que conocemos habitualmente como personajes y se parezcan más a avatares programados por ordenador.
El éxito de Christopher Nolan durará aún un tiempo. Tiene una gran suerte, porque no sólo se da esa mutua necesidad entre la nueva cinefilia y la nueva crítica. También tiene de su parte la gran habilidad para el truco, que él mismo define en El truco final (El prestigio): mostrar un objeto convencional y desviar la atención del espectador para que parezca extraordinario; y, sobre todo, lo más importante, un espectador que esté dispuesto a dejarse engañar. Y, por fin, lo más determinante que este genio de nuevo cuño tiene a su favor, es que le ha tocado hacer cine en unos tiempos donde el texto fílmico no le importa a nadie; es signo de esta post(post)modernidad, donde lo real importa un bledo y lo relevante es el solipsismo absoluto; así, tanto da utilizar un texto fílmico como el de Origen para hablar de la filosofía de Freud, de la irreversible muerte del relato clásico, de la profundidad del pensamiento de Kierkegaard, de terrorismo internacional, de la retorcida metamorfosis del neocapitalismo o de cualquier otro tema que usted se proponga. Lo importante no es el texto fílmico, sino la recreación subjetiva y azarosa de ese texto, hasta convertirlo en algo que cada uno pueda utilizar para su conveniencia, algo irreconocible. Por todo ello, el éxito de Christopher Nolan durará aún un tiempo. Ahora bien, apostaría mi escaso patrimonio en una hipotética casa de apuestas cinematográficas a que dentro de 30 años nadie se acordará de este hombre.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Respecto del ínclito ranking de mejores películas de la ínclita web IMDB, lo más pavoroso, opino yo, es que únicamente contemple, si no he contado mal, catorce películas no estadounidenses entre las cien primeras y una de ellas sea la no menos ínclita Amélie. Yo creo que con eso ya queda todo dicho. Además, lo que diga este ranking no debería afectar para nada el juicio de nadie, pues también aparecen por allí El Padrino, Rashomon, La ventana indiscreta y El crepúsculo de los dioses, por citar algunas, y eso no hace que dejen de ser lo tremendamente importantes y magistrales que sin duda alguna son.
Por otra parte, yo he de reconocer, Enrique, que disfruto con el cine de este buen señor Nolan mucho más que tú. Por mi parte, no lo sitúo, ni muchísimo menos, tan arriba como algunos, pero tampoco tengo una visión de su cine tan negativa como la tuya. Para empezar, una de las cosas que me gustan de Nolan es la habilidad que tiene para convertir en algo propio cualquier cosa que narre, sea originalmente suya o no. Dejando a un lado, y enlazando con algo que tú mismo comentas, sus guiones propios, el hecho de que ni la historia, ni los personajes, ni la totalidad de los guiones de sus dos Batmans sean suyos no ha impedido que se haya llevado a su terreno –con todo lo bueno y lo malo que eso conlleve– toda la historia y la mitología del personaje y haya parido, opino yo, dos muy disfrutables películas. Es más o menos el mismo caso de, por ejemplo, Scorsese y su El cabo del miedo: ni la historia, ni los personajes, ni el guión son suyos y ello no supone ningún problema para que el maestro haga suya toda la obra y consiga, también a mí modo de ver, otra muy disfrutable película.
Sí estamos tú y yo de acuerdo en que, fruto seguramente de no dejar reposar las cosas y tomarse algo de tiempo en reflexionar acerca de ellas –o sea, de la también muy moderna y post(post)modernista inmediatez que todo lo fagocita hoy en día–, Nolan y su cine han sido encumbrados demasiado arriba demasiado rápidamente desde demasiados sectores. En todo caso, yo creo que eso deberíamos achacárselo a dichos sectores y en ningún caso, sean cuáles sean sus intenciones y habilidades como cineasta, al propio Nolan –del mismo modo que las opiniones que podamos tener tú y yo acerca de su cine son cosa nuestra y no suya–. También coincidimos en el lastre que puede dejar en sus películas –en algunas más que en otras, todo hay que decirlo– esa voluntad de que todo deba ser siempre estruendoso y espectacular y quedar excesivamente verbalizado –en este sentido, a mí no me cabe duda de que Origen es, aciertos incluidos, uno de sus trabajos más flojos, sino el que más–. Sin embargo, sí opino yo que Nolan también tiene sus virtudes y que, a base de conseguir que éstas se impongan a sus peores defectos, tiene en su haber películas muy buenas y que son plenamente disfrutables (al menos para mí, claro está). Me refiero, sobre todo, a los que yo considero sus dos mejores trabajos: Memento y El truco final, pues son las dos películas en las que yo creo que mejor ha conseguido equilibrar y llegar a fundir aquello que pretende explicar (siempre apuntando hacia la construcción de la propia identidad y hacia los tremendos sacrificios que muchas veces supone el poder llegar a conseguir lo que uno quiere –para mí, el tema capital y recurrente de El truco final–, siempre dibujando personajes masculinos en mundos masculinos –es algo presente, sin excepción, en todas sus películas, pero, en este sentido, yo creo que El caballero oscuro da para innumerables de tratados de teoría de género–) y el modo en que pretende explicarlo (siempre jugando con el tiempo a través del montaje y buscando alcanzar clímax narrativos muy intensos y muy sostenidos a la vez, con el ojo siempre puesto en entretener al espectador y tenerlo pendiente de un hilo, motivo éste mucho más que digno y que ha sido intención y fruto de magistral cultivo de algunos de los más grandes, como Hitchcock o Wilder –y en absoluto intento insinuar con esto que esté Nolan a su misma altura, ni que ataque el asunto de la misma forma ni con la misma maestría, sino que se trata de una pretensión que, per se, no tiene nada de perjudicial–).
En cualquier caso, y a pesar de nuestras (en este caso) diferencias de opinión (siempre bienvenidas, por otra parte), debo decir, Enrique, que siempre (y esta vez no ha sido menos) es un placer leerte y, por si eso fuera poco, poder compartir impresiones contigo. Es lo impagable de esta gran revista vuestra: poder contrastar opiniones tanto muy parecidas como muy distintas a las de uno y poder comentarlas y discutirlas con gente que sabe mucho más del tema que uno.
Un saludo,
Pol.
Hola, Pol.
Como siempre, agradecido de que comentes, y aún más de que me digas que disfrutas de mis textos, independientemente de que estemos más o menos de acuerdo.
Lo de IMDb, como decía en el texto, tiene escasa representatividad, pero es muy significativo como anécdota. Que sean unas u otras películas las que más gustan, tiene sin duda un valor indicativo de por dónde van los vientos. Si eso lo comparamos con lo que se lee en determinadas publicaciones o se oye en determinados ambientes, sin duda adquiere más representatividad. Siempre, eso sí, en el terreno de lo anecdótico.
La diferencia entre Nolan y Scorsese, por seguir el ejemplo que me pones, es que el segundo tiene estilo. Y vaya por delante que me importa más bien poco el asunto a la hora de darle más o menos valor a un director, pero si de lo que hablamos es de «tener un mundo propio», yo creo que hay que precisar en qué consiste. Es posible que Nolan tenga un mundo propio en el gusto générico por determinados temas (Mariano Ozores también lo tenía: quiero decir, que es algo que me fascina de cómo lo elevamos a la categoría de «calidad», cuando tener un mundo propio creo que no tiene valor alguno desde el punto de vista de la «calidad»: quizá sí del interés del investigador o del cinéfilo fan de ese director). En cuanto al estilo cinematográfico, es evidente que no tiene, y reto a cualquiera a que me demuestre en qué consiste. Ver «Insomnio», en ese sentido, es revelador: nada es suyo (idea, argumento, guión), y la película, visualmente, podría estar firmada por cualquier insigne realizador de telefilmes; a mí la película me gusta porque el guión está bien, peor no tiene nada de Nolan (decir que tiene un mundo propio porque acepte proyectos que sintonizan con sus gustos me parece demasiado audaz: casi todo el mundo, bajo esa premisa, tendría un mundo propio).
Estamos absolutamente de acuerdo en que no hay que achacarle a Nolan su propia sobrevaloración. Es curioso cómo en las entrevistas habla mucho más de efectos visuales y de actores de que del contenido de las películas, prueba de sus intereses. Por eso me irrita más que se invoque a Nitezsche para defender «El caballero oscuro», para darle esa pátina cultural que le da legitimidad como obra maestra, cuando este señor lo más probable es que no lo haya leído en su vida; pero, desde luego, seguro que no ha sido una referencia para el filme.
Pero para que ocupe el lugar que le corresponde sólo hay que dejar que pase el tiempo. ¿Quién se acuerda ya de uno de los «genios» de los años noventa, Lawrence Kasdan? Recomiendo encarecidamente la lectura de las críticas a sus pelis de entonces, y los «ríos de tinta» a que da lugar hoy en día.
Como te decía, el placer es mutuo.
Saludos
Kike
Hola, Kike
El problema de Nolan es que su cine depende de la fuerza de los referentes que invoca constantemente. Un filme como Origen evoca, valga la redundancia, múltiples orígenes, hasta el punto de hacer de esa evocación la construcción dramática de la historia. Podemos pensar en Lem, en Dick, en Freud, en el Kierkegaard de la repetición, y así sucesivamente. Y es la posibilidad de abrir todos esos canales culturales, populares o no, y acercarlos a una trama puramente evasiva -no deja de ser un thriller con sus contornos bien definidos- en lo que acierta Nolan. No es un revolucionario, en tanto esa, como otras, es una de las palabras más idiotas que pueden utilizarse actualmente para definir a un cineasta, pero sí es un tipo hábil que ha hecho de sus referentes -como Tarantino con sus iconosfera de imágenes prestadas- un discurso. Y en Origen triunfa, a pesar de sus defectos, por la intensidad de la suma de todos esos referentes, que hacen atractivo un discurso con ramificaciones en la literatura, el pensamiento o el cine. La diferencia con otros cineastas -pienso en Scorsese o en Tarantino- es que sus referentes remiten a otros referentes -llamémoslo posmoderno-, pero no cohesionan en un discurso propio. Por poner un ejemplo: mejor o peor, Tarantino reescribe desde la ficción la historia de nuestra contemporaneidad, discute su validez o redefine sus contornos. Pero Nolan se queda ahí, apela a la fuerza de los otros para declarar su propia fuerza. Y es por eso que, de una u otra manera, su obra depende de los otros -del Joker, por ejemplo- o de la posibilidad de evocación de sus referentes. Origen triunfa, además de por su diseño atractivo, por la capacidad que tiene de plantear unas preguntas comunes a gente que no suele plantearlas. Probablemente, uno coja a Calderón de la Barca o a Peter Strawson o a Wittgenstein, y lo encuentre todo mejor expresado y, seguramente, más evocador. Pero el trabajo de Nolan consiste en aproximar esa densidad a un entorno más cercano -no por ello banal, ojo- al espectador, popularizando lo que, en ocasiones, habita en los márgenes de la cultura. Y en eso, creo, radica todo el interés del cine de Nolan. Es el ejemplo de maridaje perfecto entre lo mainstream y la cultura contemporánea: articula y visibiliza unos referentes cada vez más sumergidos en el ghetto, aunque eventualmente los puerilice con la vacuidad de sus tramas.
En definitiva, no sé si Nolan es un buen o un mal cineasta, pero al margen de lo que me evoquen algunas de sus películas, creo que es el representante perfecto del estado de las cosas en el cine mainstream actual. Hace unos años fueron los Wachowski -basta recordar la nómina de pensadores que articularon textos a propósito de Matrix-, unos años atrás Renny Harlin, unos años más atrás McTiernan, y unos años todavía más atrás Neame o Irwin Allen. Y el modelo se ha sofisticado y simbiotizado con nuestro gusto por la inmensidad, sea ésta de las catástrofes físicas o emocionales. Mi opinión es que hay que exprimir las gotitas que desprende su cine, aunque otros lo hayan dicho mejor. Si funciona para entretener la mente en cuestiones que Descartes ya dejó por escrito frente a su estufa, ya es algo que conviene valorar. Por poco que sea.
En lo que estoy totalmente de acuerdo -y paro ya- es en lo desaprovechada que está Cotillard, y en todo el mundo que hay en su interior.
Un abrazo!
Hola, Óscar.
Tu reflexión me ha resultado muy interesante, y aunque llegamos a resultados diferentes, creo que la puedo compartir al menos al 80%. Que el cine de Nolan depende absolutamente de sus referentes, es algo que comparto, pero que yo no puedo valorar positivamente; sé que es algo que en lo que yo llamo post-postmodernidad se ve con muy buenos ojos, pero yo sólo le encuentro valor si el cineasta aporta algo más, un plus que ponga todos los referentes bajo un nuevo paraguas, como es el caso (muy buen ejemplo) de Tarantino; autor que, con sus excesos y debilidades (que tiene de ambos), creo que posee un universo personal muy claro y muy potente, tanto en la forma como en el fondo. Pero yo voy más állá del «universo personal», algo que ni siquiera me parece un valor en sí mismo. Voy a la calidad del cineasta a la hora de dotar de vida, fuerza, credibilidad y expresividad a sus historias y a sus personajes.
A mí no sólo no me parece malo, sino bueno, que se acerquen determinadas ideas al gran público, o que se popularicen determinados pensamientos anteriores. Pero creo que eso, en sí mismo, tampoco vale nada, a no ser como una buena intención (si es que fuera una intención consciente de Nolan, que tengo mis serias dudas). Tú hablas de puerilización, y estoy de acuerdo, y es ahí donde creo que esas (supuestas) buenas intenciones se diluyen en buena parte; pero no sólo puerilización, sino torpeza (y he aquí mis principales «peros»), que dan al traste con las propuestas: incapacidad de construir personajes (el Joker es una excepción, gran logro del intérprete); desequilibrio absoluto en el empleo de la música; trampeos narrativos evidentes hasta para el más novato de los espectadores, etc, etc, no me quiero repetir. Claro que tiene algunas virtudes, casi todas ellas relacionadas con la capacidad de dar espectáculo y de obtener imágenes brillantes, pero… ¿cuántos cineastas, no sólo contemporáneos, tienen esas virtudes?
Tú nombras unos cineastas que quizá en su momento tuvieron ese predicamento y que, por suerte o desgracia, ya pocos los recuerdan, incluidos los Wachowski, ya caídos en desgracia (a pesar de que «Matrix» haya tenido una influencia -¿positiva?- en el cine contemporáneo). Y ese es mi «pero» fundamental: quizá Nolan sea sugestivo, interesante… ponle los adjetivos que quieras, pero ni un revolucionario, como tú dices una memez, ni un genio, ni el nuevo Hitchcock, ni nada que se le parezca.
Es posible que refleje el estado de las cosas del mainstream. Es posible. Me parece audaz, porque el mainstream es algo más amplio y complejo de lo que, al menos yo, puedo conceptualizar a vuelapluma. Habría que definir mainstream, y después entrar en ese análisis. Quizá esa sea la explicación de su éxito crítico y de público. Lo que no invalida mi argumento de que se trata de un éxito absolutamente coyuntural, sino que más bien lo refuerza 🙂
No obstante, te agradezco mucho tu reflexión, quizá de lo más interesante que he leído sobre él, y veré sus películas con una perspectiva modificada. De todos modos, en el artículo quizá he puesto, porque me tocaba, el acento en lo negativo, pero «Memento» me parece un filme más que notable, «Insomnio» muy interesante (eso sí, muy «poco Nolan»), y «Following» también bastante original y sugestivo.
Gracias por tu comentario.
Saludos
Kike
maravilloso comentario me encanto el referente a kierkegaard y la repeticion, saludosssss oscar
Hola
Kike, Oscar, no puedo compartir vuestra opinión general del realizador. Aun con todo debo decir que me estimulan vuestros comentarios tan al límite: que Nolan vaya a terminar olvidado me parece una apuesta muy valiente, tanto que me apostaría una cena a que no… aunque claro, ¿cuándo paramos de contar? ¿cuando seamos abuelos? ¿un poco antes? En cuanto a esos cineastas que citas Oscar a mi parecen todos fuera de la sintonía Nolan (como el asunto de los referentes: en general casuales, incidentales, tangenciales, preexistentes); pero puestos a jugar a eso, diría que Nolan no es más que un borrador occidental de Miike, si a este le dejaran o contrataran más para hacer cine «mainstream», tipo «Crows Zero».
En conclusión, coincido mucho más con Pol (gracias por tus comentarios nuevamente)… y con mi propia frivolidad: a veces me cuesta mantenerme al nivel 😉
Abrazos
JD
Supongo que tienes razón, JD. Pero fíjate que el cine de Nolan, de un tiempo a esta parte, se introduce en cada temporada de blockbusters -por razón presupuestaria, de acuerdo- y desplaza a las propuestas que antes eran carne de verano. Hace unos años, una película de las características de 2012 se estrenaría el 4 de julio -Emmerich, de hecho, parecía abonado a esa fecha- y, sin embargo, llegó en pleno otoño. Ahora el verano es Nolan, y el cine de acción se ha sofisticado -o busca sofisticarse- por encima del buen hacer de artesanos que, o han desaparecido -pienso en McTiernan o, jeje, Jan deBont- o se han transformado en el cine invisible -Mike Newell, Jon Turteltaub, Pierre Morel, etc. Es una correlación peligrosa la que busco establecer, en tanto son nombres a vuelapluma, pero creo que hay una correspondencia entre el triunfo de Nolan y la decadencia del resto -mirad las cifras de Bruckheimer este verano, o las de Furia de titanes en USA, etc.-, como en su momento la pudo haber entre el triunfo de los Lucas, Spielberg y cía. y la decadencia de los Allen, Neame, etc. o todo el cine macho de los 80' de Lester, de Souza, McTiernan, etc. en favor de otro cine espectáculo. Por eso veo en Nolan un nuevo peldaño, más sofisticado y, sobre todo, más inclinado al conflicto interior, que es un poco lo que, queramos o no, está marcando una tendencia en el blockbuster contemporáneo. Al fin y al cabo, es el éxito que Blade Runner no pudo tener y Matrix, al hibridar formas, sí tuvo. La percepción se cuestiona y el discurso se cohesiona con las coreografías y los efectos visuales innovadores, y de toda esa mixtura sale un éxito que se repetirá y mejorará en lo sucesivo. No es que Origen sea el Matrix del siglo XXI ni Nolan sea el nuevo genio, sino que Origen participa de esa veta en tanto que busca prolongar ese gusto -algo más- sofisticado del espectador. Por eso decía que ahora nos va otra clase de inmensidad: la que cuestiona nuestras percepciones, emociones, realidades, etc. y en ese sentido, Origen es una síntesis todavía más refinada de sus precedentes, y un ejemplo de cómo ese discurso va contaminando las formas e imágenes del cine mainstream… hasta que se agote y dé otro giro de 180º. Y podría citar a Abrams, que no ha dejado de jugar con esos presupuestos a partir de la TV.
En cualquier caso, repito, Origen me pareció muy interesante, y me parece que representa el mejor ejemplo de hacia dónde va el cine mainstream, más allá de productores y del cine de acción construido sobre la 2ª unidad -el de Paul Greengrass, por ejemplo. Pero, bueno, ya hablaremos de eso el año que viene cuando desembarquen las pelis de superhéroes dirigidas por Brannagh, Campbell y cía. Quizá para entonces tenga que desdecirme de todo lo que estoy diciendo ahora mismo.
la verdad es la primer ves que te leo y tus comentarios me dan pena. se nota en tu articulo que el cine de nolan no te gusta y tratas de explicar hasta el cansancio el porque de tu desgracia. ni hablar, criticos como tu siempre habran, de esos, los nombres se olvidan facilmente.
Hola, a. heras:
El cine de Nolan no me gusta, efectivamente, y escribo para explicarlo. Lamento que no estemos de acuerdo, pero hay opiniones para todos los gustos. Llevas razón en que los nombres de los críticos se recordarán siempre menos que el de Nolan, sin duda. Pero entiendo que merecen el mismo respeto las opiniones con las que uno está de acuerdo que con las que no.
Saludos y gracias por comentar.
Kike
jajajajaja como se ve qeu sufres por el exito de nolan, y su capacidad de retratar la psicología y filosofia en la pantalla de hollywood, no me gusto para nada tu crítica pero cumplio con su objetivo conocer más sobre este grandisimo director. Y muy buena observación, de hecho pocos muy pocos la hacen: Nolan esta fuertemente influenciado por Kierkegaard.
No estoy de acuerdo con tu crítica sobre Nolan, es un hombre que supo reflejar en sus guiones su carrera de literatura, que acopló lo mejor del cine negro en sus cintas cinematográficas. Para hablar del cine contemporáneo hay que saber más de un poco del cine de antaño. Cada pista que deja en sus películas es una semilla para sembrar incertidumbre y angustia en el espectador. Es un cine que reta la inteligencia del espectador, no que pretende engañarlo. Así que, querido amigo, respeto tus opiniones, pero si quieres llegar a ser buen y gran crítico, analiza y profundiza un poco más, en ves de pasar superficialmente por todos los temas con un lenguaje estilizado. a «epatar» que sí se puede 😉
¿Ha pensando usted en tatuarse la palabra «Hater» en la frente? No digo que no pueda tener razón en el fondo, pero la forma del artículo es de odiador enfermizo.