Crisis, what crisis?
Si la edición previa del Festival in-Edit auguraba un buen futuro, la crisis que pesa sobre todos y, concretamente, sobre las actividades culturales, hacía temer la continuidad del evento. Por fortuna regresan las imágenes con, de y sobre música a las pantallas barcelonesas. Y regresa por todo lo alto, con todas las notas en un programa que abarca del bluegrass al rock, del pop al jazz contemporàneo, del concierto en directo al biopic.
La revisión de Peter Whitehead del pasado año permitía bucear en las estrategias de un puntal del cine de música. La sección homenaje está este año dedicada a otro factótum en este campo no era menos. D.A. Pennebaker y Chris Hegedus han captado en imágenes la esencia de Dylan (Don’t Look Back, 1967), a Joplin, Hendrix y Redding un año más tarde (Monterey Pop, 1968), a la marciana encarnación de Bowie (Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, 1973) pero también a Depeche Mode (DM 101, 1989), a Norman Mailer discutiendo sobre el Women’s Lib en el 79 y a Clinton en periodo electoral en 1993. Un buen compendio de la realidad, a través de la música que revisa In-Edit. Pennebaker, octogenario, no mira atrás y sigue en la brecha. Enigmático como el propio Dylan, no desveló cual era la actitud del divo de Minnesotta durante el rodaje de Don’t Look Back, una obra que, arranca con el antológico clip de Dylan pasando los carteles con la letra de Subterranean Homesick Blues y que hoy en díasigue siendo una de las claves de este género. Recurriendo a una fotografía en blanco y negro cuya suciedad y movimiento se corresponden con el carácter de Dylan, cambiante, turbulento, Pennebaker deja en manos del espectador, pues, el averiguar si Bob Dylan actuaba, se burlaba de la cámara, mostraba alternativamente al espectador aquello que quería ver de él (golpes de genio o de carácter) o se dejaba ver como realmente era en sus exhibiciones vocales, sus exabruptos o su suavidad con algunas fan. Hoy en día, más de cuatro décadas después, Don’t Look Back sigue siendo un puzzle, un juego de espejos en torno a un personaje singular y una de las mejores miradas en torno a la autoría. DM 101, en cambio, pese a que fuera innovadora propuesta hace dos décadas, se ve mucho menos estimulante en comparación a las primigenias Keep on’ Rockin o Monterey Pop. Mientras un juego limitado de cámaras tenía la capacidad de colocarnos en el escenario junto a Jerry Lee Lewis, Chuck Berry o Little Richard, de sentir la música, de vivir el espectáculo, la película sobe los Depeche optaba por alternar el seguimiento en el backstage de una gira con el seguimiento por un grupo de adolescentes que cruzan los Estados Unidos en bus a lo largo de la Ruta 66. La película adolece de una indefinición, una superficialidad, respecto a los músicos que no tiene la intensidad de Don’t Look Back en tanto que la opción del grupo de jóvenes, que en su momento pudo ser innovadora, nos remite al manido Gran Hermano.
Por comparación las propuestas de la sección oficial internacional, permanecían en la corrección. Ride, Rise, Roar (DH Curtiss, 2010) sobre la gira de David Byrne (Everything That Happens, Will Happen Today, con canciones elaboradas con Brian Eno al alimón on line), es un excelente making off que recoge de manera excelente los ensayos del cuerpo de danza, las interpretaciones vocales y las motivaciones de Byrne. Una pieza perfecta para aquellos que gozamos del concierto pero que, comparada con los clásicos de Pennebaker queda disimulado tras un velo de prudencia.
En la sección Excedlents, lamentar el metraje excesivo de Sex, Drugs and Rock’n’Roll (M.Whitecross, 2009), la biografía de Ian Dury que si bien revela algunos de los momentos más cinematográficos de todo el festival, queda lastrada por una reiteración excesiva de sus traumas infantiles. Favorecida por una excelente interpretación de Andy Serkis (ex Gollum de Jackson), unos divertidos números musicales que vinculaban la narración con las canciones y una precisa fotografía (Chris Ross), esta Vida de Ian Dury es una de las propuestas a tener en cuenta del festival. Una película honesta que no oculta la parte más desagradable del músico pero que la equilibra con su capacidad rompedora, su furia salvaje y su creatividad escénica.
Tom DiCillo (When You’re Strange: a Film About the Doors, 2008) recupera material del mítico grupo (conciertos, entrevistas, material casero, fotografías) para contar una historia ya conocida. La de autodestrucción de uno de los más estimulantes y destacados personajes de toda la Historia del rock. DiCillo, no obstante, sucumbe al Mito y, sin esconder su fragilidad, sus insuficiencias y sus debilidades, ofrece una muy discreta obra con sensación de deja vu.
Senderos del alma (M. de Aguilar, 2010) es una interesante exploración de los mundos del flamenco. Integral en sus contenidos pero excesivamente dispersa, la cinta abarca la evolución del flamenco en los últimos sesenta años. La película de Marco de Aguilar revisa palos del flamenco, la evolución del estilo y la limitación de los tablaos, así como la relación del flamenco con los gitanos, el racismo, las drogas y, por encima de todo, Mito y Leyenda de Camarón. La cinta aporta con honradez una información valiosa para los amantes del flamenco y los que no lo son, permitiendo ver la riqueza y la belleza de este arte. Sin embargo al centrarse en Tito Losada, antigua estrella, reconvertido tras su rehabilitación en embajador del flamenco en Japón o Méjico mediante la celebración de cantatas de misa gitana, la cinta reduce su capacidad testimonial y su interés.
Al inicio de Venid a las cloacas (D. Arasanz, 2010) una pantalla en blanco y negro, con interferencias, ilustra los bloques de la Ciudad Satélite de San Ildefonso en Cornellá, dónde se formara la Banda Trapera del Río. Sobre las imágenes se oye un programa radiofónico en el que uno de los componentes de la Banda reivindica el rock más duro, ridiculizando a Miguel Ríos y sus michelines y planteando que todo rockero debe ser brutal y delgado, víctima de las drogas que, necesariamente, ha de consumir. Venid a las cloacas (Historia de la Banda Trapera del Río) es un excelente documento sobre un fenómeno musical que surgió delos barrios más pobres dónde la democracia y la transición llegaron más tarde. Dura, sencilla, directa y efectiva, permite que los miembros supervivientes de la Banda (uno de ellos fallecería durante el rodaje) comenten con sinceridad su historia. Una historia que no admitió traiciones ni desvíos. Una Banda de discutible trayectoria, cuyos conciertos solían acabar en bronca, pero que no se dejó sobornar o engatusar por los intereses de la industria y que se desplegó durante una década con la fuerza propia de aquellos que sintieron que la democracia no les tenía en cuenta. Venid a las cloacas cuenta con ingente material filmado de conciertos, ensayos y programas televisivos pero, además, cuenta con la muy sincera participación de unos músicos que no ocultan sus ambiciones, sus rivalidades, sus tretas o sus caídas en el abismo de la droga. Por ello no sólo constituye un excelente documental musical sino que es un reflejo de la sociedad de los setenta, de un cambio que presentó a todos un Futuro mejor pero que para algunos se limitó a ser un futuro cotidiano en el que la supervivencia, desprovista de ilusiones, se tenía que trabajar cada día. Esta excelente película ganó el premio al Mejor film de la sección nacional y el Premio del público. Merecidamente. Tom DiCillo podría aprender de esta excelente obra de Daniel Arasanz.
Lo dicho, medio centenar de propuestas para escoger, ver, escuchar y disfrutar. Finalmente, además del premio a Venid a las cloacas, High and Hope (P. Sanderson, 2009) se llevó el gato al agua en la sección internacional a concurso y Memory and Desire (Thirty Years in the Wilderness with Stephen Duffy and the Lilac Time) de Douglas Arrowsmith obtuvo una Mención Especial del Jurado.