La nada absoluta
El arte cinematográfico es amplio y complejo. Casi inabarcable en su historia y en las infinitas capas y tendencias que acumula cada periodo, cada país y cada cineasta. Ante ello, la multiplicidad de prismas o puntos de vista a la hora de desentrañar un film se convierte en un sinfín de vaivenes, siempre dependientes de la coyuntura dominante y de la inclemente mutabilidad provocada por el paso del tiempo. Es evidente que las modas están ahí y que condicionan opiniones (mayoritarias, por supuesto) según lo que, en un momento determinado, puede resultar moderno. Eso exactamente es lo que está pasando, a día de hoy, con la obra de Apichatpong Weerasethakul. Desde que lograra el reconocimiento internacional en el Festival de Cannes de 2004 con Tropical Malady todo han sido elogios hacia la obra del director tailandés, haya hecho lo que haya hecho. Ésta peligrosa tendencia hace que se llegue a justificar lo injustificable. Que determinadas insensateces cinematográficas se eleven a piezas referenciales. O, peor aún, que todo ello dentro de un par de décadas, se vea exclusivamente como el reflejo inconsciente de las tendencias del momento. Tendencias que, me aventuro a decir, habrán quedado completamente obsoletas y sepultadas por el paso de los años y solo serán recordadas por muy concretos nostálgicos incapaces de reconocer que se dejaron llevar por repentinos y efímeros entusiasmos.
El cine de Apichatpong Weerasethakul es, como suena, la nada. Su tan cacareada capacidad de fascinación es un mero eufemismo para justificar el sopor que provoca la interminable sucesión de planos que componen sus films. La integración del espectador en los bloques que conforman sus películas, no es más que una forma de hacer pasar por trascendente lo que únicamente son caprichos de puesta en escena o vacuos delirios de trascendencia. Todo ello, en el marco de un conjunto de historias a cuál más nimia y peregrina, completamente desdramatizadas por las maneras fílmicas del cineasta. Ahora bien, las modas mandan. Atengámonos a las consecuencias.
Syndromes and a Century puede verse como una pieza paradigmática de lo ya comentado. Realizada dos años después de Tropical Malady (en los que Weerasethakul dirigió dos cortometrajes), la película solo muestra una serie de secuencias incrustradas a lo largo de cien minutos. Secuencias inconexas, a veces repetidas, con flashbacks que no vienen a cuento (si es que algo en esta película viene a cuento) y diálogos huecos en los que un conjunto de personajes tan planos que casi resultan inexistentes, se dedican a hablar de orquídeas o cosas similares. Poco más es lo que ofrece Syndromes and a Century. Su esteticismo (tanto en los planos fijos como en los sinuosos travellings que realiza en la parte central del film) carece de significado. No tiene un objetivo concreto o determinado, más allá del de ofrecer una opción formal engañosa: que haga creer que algo está sucediendo en la película, cuando la realidad es otra muy distinta.
Weerasethakul, por tanto, se permite momentos tan singulares como la larga mirada a cámara de una doctora en una conversación con otros personajes, un interludio musical o la reiteración de varias secuencias. Ahora bien, ¿el por qué de todo ello? Sencillamente, imposible de explicar. Para muchos, esa será la gran virtud de esta y otras muchas películas de Weerasethakul e, incluso, se permitirán el desafío (¿intelectual?) de buscar una razón a todo el desaguisado. Para otros, sin embargo, únicamente se enmarca dentro de las ínfulas de supremacía de un cineasta que parece haberse situado a sí mismo en una posición de superioridad con respecto a todo y a todos. Arte cinematográfico incluído. Que se aproveche de los incautos mientras pueda.
¿Y el cine de Tsai Ming-liang también te parece una mierda?
Resulta que si David Lynch sólo pretende transmitir sensaciones, cosa que no es cierta, está muy bien, como dijiste en tu artículo sobre ‘Inland Empire’ en esta misma revista, pero si lo hace un tailandés de nombre raro, cosa que tampoco es cierta, es la nada más absoluta.
Apichatpong se inspiró en la historia de amor de sus propios padres (en un recuerdo que él mismo no tenía) para construir la película. ‘Syndromes and a century’ trata algo así como el paso del recuerdo personal ajeno, imposible de desarrollar al no ser propio, al retrato personal de la memoria colectiva, con esas fotos fijas del impulso industrial de Tailandia o el acojonante travelling alrededor de la estatua junto al hospital, símbolo de la Historia de su país.
Sin estarme más de unos minutos para escribir estas líneas, ya le he encontrado a la película unos cuantos temas a desarrollar, hechos que la alejan de esa «nada» de la que la acusas. Que Apichatpong sea poco conciso en sus películas es una cosa, apasionante y liberadora o plenamente discutible según el punto de vista que se adopte, pero tacharlo de tipo con «ínfulas de supremacía» me parece muy poco serio, más aún cuando es fácil acceder a entrevistas (grabadas) donde demuestra que de vendedor de humo tiene poco y donde arrogante y endiosado son adjetivos que no le pegan mucho.
Cada director puede justificar su película de la manera que le venga en gana. Eso no quiere decir que sea, necesariamente, la manera en que los otros tengan que verla. Además, si para entender la obra de alguien hay que leer todas sus entrevistas, entonces estamos apañados…
Apichatpong no justifica ‘Syndromes and a century’ diciendo que es buena porque se inspira en sus padres o lo que sea, eso es una descripción pura y dura de la génesis del film. Y eso me sirve a mí para interpretar la película como lo he hecho en el comentario superior. Lo de la contraposición entre recuerdo personal y recuerdo colectivo es de cosecha propia. Pero es cierto, el punto de vista no tiene por qué ser homogéneo, y menos en un cine como el suyo, como demuestra ‘Uncle Boonmee’; de hecho, cuando vi por primera vez ‘Syndromes and a century’, sin saber nada de ella ni de su director, lo que me pareció más genuino, y me lo sigue pareciendo, era esa manera de contraponer lo natural a lo urbano, y cómo el misterio se presentaba en uno y otro entorno (en forma de leyenda en lo natural, en forma de extrañación hacia las máquinas y la línea recta en lo urbano). De nuevo, creo que queda más que patente que no puede acusarse de vacuo al tailandés.
Sobre las entrevistas, no son tanto una vía de comprensión de sus películas como, sobretodo, una manera de confirmar que este tío sabe lo que se hace cuando se planta detrás de una cámara. Es lo de siempre, te puede llegar o no, lo puedes encontrar más o menos interesante, pero me parece de poco rigor crítico ventilárselo diciendo que su cine es la nada.
Primero que nada, que conste, agradezco la moderación de tus comentarios, de la que deberían aprender otros. Dicho esto, creo que he dado mis razones (insisto en lo de «mis») para justificar que el cine de Weerasethakul es la nada. Es únicamente una opinión y no tiene el por qué (ni debe) ser vista como algo categórico. De hecho, sinceramente, lo contrario me alarmaría.
Con cambiar Apichatpong Weerasethakul por cualquier otro director y el nombre de las películas por otras de la filmografía del director escogido, podría ser una crítica de cualquier otra película. No es un análisis, ni un comentario. Es una descalificación sin fundamentos. Retrata al crítico (y sus fobias) y no a la película.
¿Pero realmente alguien se puede creer toda esa parrafada cuando la imagen pertenece a «I don´t want to sleep alone» de Tsai Ming-liang? ¿ O esa es su forma de meterlos a todos en el mismo saco?. Vaya, se ha vuelto usted tan o más sutil que A.W.
Hola Pepe. El que tiene boca se equivoca, y en Miradas somos muchas, y no siempre las de los redactores. Te aseguro que Joaquín ha visto (y sufrido, por lo que comenta) la película. El error es solo de los editores, que desde aquí pedimos disculpas y subsanamos el fallo. Gracias por avisarnos.
Bueno, lo de confundirse de plano es un error al que no hay que darle muchas vueltas (sobre todo cuando tiene fácil solución). Lo de que se ha visto la película, no lo tengo yo tan claro…
Se ha visto, Miguel. Se ha visto. Te lo aseguro. Y sí, es la opinión del crítico y retrata al crítico. Como toda opinión subjetiva (incluída la tuya).
No, no, la mía no es una opinión subjetiva, porque no he dado opinión. Bueno, he dado una opinión sobre tu «crítica». Pero es que tu «crítica» no es una crítica, eso lo ve hasta un niño. Porque no explicas la película, ni tratas de entenderla («imposible de explicar»… en fin…). No hablas nada de la estructura del film (que se divide en dos partes bien diferenciadas, divididas por un eclipse… la oposición entre el campo y la ciudad, lo antiguo y lo moderno… en fin, es que no dices NADA). Y es una película que, aún sin entender «de qué va», le puedes sacar muchísimas cosas.
Pero nada, mejor soltar bilis. La crítica no da la impresión de haber visto la película. Da la impresión de haber leído unos cuantos pressbooks y haber leído un par de (malas) críticas. Y es muy triste que un crítico haga cosas así, porque lo primero que tiene que hacer es informar a la gente, describir la película y que después el lector decida si merece la pena o no. Tú lo que has hecho es una ejecución.
Leete la crítica de Tropical Malady de esta misma revista, que también es negativa y luego leete de nuevo la tuya y dime seriamente si crees que has sido justo… con el lector, la película es lo de menos.
«Es una película que, aún sin entender «de qué va», le puedes sacar muchísimas cosas». Si eso no es una visión subjetiva (como todo lo que dices) pues vamos listos. En todo caso, nunca he entendido lo de «criticar al crítico» y es un juego en el que no quiero entrar. Allá cada cual con su opinión, que yo tengo mejores cosas en las que pensar.
Es un juego en el que no quieres entrar, pero dices: «Tendencias que, me aventuro a decir, habrán quedado completamente obsoletas y sepultadas por el paso de los años y solo serán recordadas por muy concretos nostálgicos incapaces de reconocer que se dejaron llevar por repentinos y efímeros entusiasmos.»
En fin, que es lo de menos… te recomiendo que te leas las críticas de tus compañeros en este especial que teneis de Apichatpong. Ya verás como todos ven cosas en lo que tú dices «imposible de explicar». ¿Son tus compañeros esos nostálgicos que se han dejado llevar por efímeros entusiasmos?
Un poco de autocrítica hombre. Admite que no te viste la película y listo. O admite que no entendiste nada porque no quisiste. Pero no le eches la culpa a la película. Y si se la echas, al menos explícalo. Que lo de «imposible de explicar» no cuela
Vale. Sigue en tu mundo, Miguel. No hay más comentarios…
Sinceramente creo que no deberian permitir este tipo de reseñas, reseña presuntuosa y filistea, disculapa genio, quien carajos eres tu para hablar asi de apichatpong, además de que no sabes nada de lo que dices, tu titulo es idiota, ya quisieras tu saber la preñez fecunda y pristina de la Nada absoluta………
Moda? apichatpong….croe que no lo has entendido……..el cine y la vida es sueño—– sentido? tu k sabes del sentido? esta es la preñez del sin snetido y los juegos de la memoria de un inconsciente colectivo
Más aún si tu capacidad no te da para esta peli, lo cual es muy notmal y le pasa a la mayoría de la gente, abstente de tus comentarios y aleja tus manos grasosas de este tipo de joyas
Totalmente de acuerdo con esta critica……mucha pretensión…poco cine..La acabo de ver en un ciclo de cine asiático, del cual, la mejor ha sido Shara, de Naome Kawatze, ultra recomendable…