¿Cuartas partes buenas?
Hay una serie de axiomas en el estudio y el análisis del cine, como ocurre en el resto de disciplinas, que son barreras ante las que poco se puede hacer. Uno de ellos: segundas partes nunca fueron buenas; imaginemos terceras o cuartas. Poco importa, pues, el texto fílmico, puesto que una gran parte de espectadores potenciales ni siquiera se acercará a él, y un porcentaje importante de quienes lo hagan, lo hará rodeado de prejuicios. Hay que decir, en descargo, que hay tantas secuelas lamentables que, como en todos los tópicos, hay una porción de verdad que lo legitima parcialmente.
Shrek 4. Felices para siempre es, en mi opinión, la mejor de todas las películas de la serie sobre el ogro Shrek (hay que descontar la lógica originalidad creativa de la primera), y también una de las obras de referencia de 2010. En primer lugar, porque ya desde el principio adquiere un —nada habitual— tono autoreferencial y autoconsciente que se convierte en una crítica a las dos películas anteriores: desde el tonillo desganado con que la voz en off resume el relato de esos dos filmes hasta la descripción de la vida rutinaria y aburrida de Shrek (que desmiente el final de cuento de las películas previas: «Felices para siempre»), pasando por las palabras del propio ogro cuando acaba rebelándose definitivamente contra esa nueva vida (la que le dieron los guionistas de la segunda y tercera partes): «Hace tiempo yo era un ogro y ahora soy el colega verde del bosque […] Yo lo único que quiero es que las cosas vuelvan a ser como antes […] Los días en que las cosas estaban en su sitio». Todo apunta en esa dirección.
Esa misma parte de la trama, la conversión del indómito Shrek en un domesticado padre de familia, coadyuva en otra de las virtudes de la cinta, que es la capacidad de introducir reflexiones adultas en el mundo infantil, puesto que el subtexto de toda esa primera parte es el de la crisis de la mediana edad que sufren numerosas parejas (específicamente los hombres) toda vez que su vida se ha convertido en una plácida y tediosa sucesión de costumbres. Aún más importante me parece, igualmente en esa línea, la elección más atrevida de los guionistas de la película, convirtiendo a Fiona en inesperada protagonista del filme, lo que dota a Shrek 4. Felices para siempre de un feminismo militante, con una mujer aún más poderosa y dominadora que la Mulan de Disney: toda vez que a Shrek, por un hechizo, le roban el día de su nacimiento, tendrá que conocer a una Fiona nueva, totalmente diferente a la anterior, convertida en líder guerrera del mundo de los ogros que debe defenderse de los humanos. Esta argucia ideológica cristaliza también en argucia narrativa, puesto que Shrek deberá pasar por todo aquello que pasó en el filme original (reconquistar a Fiona, lograr la amistad del asno…), lo que transforma la última parte de la película en una réplica invertida (y homenaje) del filme primigenio.
Si en el ámbito semántico la cuarta parte tiene esta amplia riqueza, en el ámbito meramente formal nos ofrece hallazgos tan brillantes como el personaje del malvado Rumpelstiltskin (posiblemente adaptado del físico del mítico James Cagney), el pequeño y cruel hechicero que engaña a Shrek para hacerse con el poder, y que resulta tan odioso como encantador; o el mundo oscuro y sucio (y techno) de las brujas, donde cabe incluso lo que parece un sórdido chapero que asusta al rey, padre de Fiona; los hilarantes chistes del gato con botas obeso; o ese altanero, elegante y mudo flautista que sólo se comunica mediante una moderna flauta que, gracias a un interruptor, puede servir para hipnotizar ratones, ogros, brujas, unicornios ¡o patos! Por no decir que este conjunto de variaciones argumentales e innovaciones estéticas obliga a redibujar prácticamente de nuevo el universo entero, pudiéndose decir que el filme posee un nivel técnico muy semejante al de película que inauguró la serie en 2001.
Shrek 4. Felices para siempre es una película gozosa y dinámica, que comienza con una escena trepidante y radicalmente creativa; transcurre en medio de sorpresas constantes y giros que impiden distraer la atención y pensar que estamos viendo una secuela; y que concluye con una loa a la preeminencia de la mujer (Shrek: «Siempre había creído que yo te había rescatado de la fortaleza del dragón […] Fuiste tú la que me rescataste a mí») que obliga a los chavales a repensar el clásico cuento donde el príncipe salvaba a la princesa, y que cambia un aparente final feliz clásico por un cierre rupturista y provocador. Mucho más insurrecto que el hecho de que donde antes había un príncipe pongamos ahora un ogro; y por eso (y por todo lo anterior) la cuarta es la mejor de todas las partes de la serie Shrek y una de las más audaces películas de 2010.
Muy interesante tu comentario, Kike, aunque temo que voy a discrepar con respecto a tu reflexión.
Encuentro que la serie Shrek es un producto hecho desde el cálculo y el cuidado. Mientras el primero aconseja qué decir -referentes tradicionales potencialmente subvertidos-, el segundo hace lo propio con cómo decirlo -y ahí entraría, entre otros, el discurso de género.
El problema del primero es que agota rápidamente su potencial para dinamitar el clasicismo de relatos tradicionales porque la ironía posmoderna, de tanto manosearla en virtud de su serialización, se transforma en sarcasmo y el gesto subversor se domestica. Shrek siempre me ha parecido paradigma de la circularidad; da igual qué suceda porque, eventualmente, todo volverá al mismo punto, tanto a nivel de narración como de reflexión. Admito que esto no es más que una sensación, luego carece de valor argumental. Sin embargo, ¿no crees que Dreamworks ha ceñido y ciñe, con otros productos, excesivamente su obra al eco de las manifestaciones culturales de nuestro presente? Quiero decir, Shrek parece depender del cine que se ha hecho. En ese sentido, me recuerda a cierta escena de Space Jam en la que se parodiaba un célebre momento de la por entonces popular Pulp Fiction. De alguna manera, aunque no tan obviamente, pienso que Shrek hace lo mismo con un poco más de sofisticación. Podríamos pensar que se nota en su falta de profundidad en lo que cuenta, que podría interpretarse como distancia irónica frente a lo que cuenta y, teóricamente, pone en tela de juicio. Pero lo veo más como un mecanismo bien engrasado para producir más continuaciones, spin-offs y repeticiones serializadas que abunden en ese humor transgresor y, al mismo tiempo, destinado a toda la familia.
En este punto entraría en la cuestión del cuidado. La ambición de Shrek nunca ha sido colocar discursos bien argumentados, sino, antes al contrario, coquetear con detalles que puedan disparar en esa dirección. En efecto, Fiona puede parecer un personaje bien dibujado en cuestión de género. Sin embargo, pienso que su relación con el género es más engañosa. No en vano, la sucesión de continuaciones la acaban o parecen acabar dirigiéndole a repetir el mismo rol, con escasas variaciones. Creo que coquetea con arquetipos como la mujer guerrera, o la mujer que se acepta tal como es por encima de eventuales disfraces, pero ninguno de esos detalles cuaja totalmente. Por decirlo de otra manera, pienso que están ahí para dar pie a determinadas situaciones dramáticas, cómicas o aventureras, antes que para reflexionar sobre aspectos morales o de género del personaje. O, mejor dicho, esos aspectos morales o de género acaban siendo instrumentalizados. En este sentido, sí me pareció -aunque debería introducir una cantidad importante de matices- la manera en que Disney reflexionó sobre sus personajes femeninos en Tiana y el sapo, que la encuentro -nuevamente, cuestión de gusto- más coherente en su relación entre ética y estética. Y es que con Shrek no acabo de desembarazarme de esa impresión tan molesta de encontrar que hay una falta de correspondencia entre la ética y la estética. Y, aunque tal vez me equivoque por completo, siento que esa desconexión viene dada por su condición de producto transgresor que no olvida lo que tiene que decir y cómo tiene que decirlo a cada momento. Y tanto control sobre el resultado final siempre resulta sospechoso.
En cualquier caso, también te digo que tu texto me ha sugeridos numerosas reflexiones al respecto, que más allá de adhesiones o discrepancias, es lo que cuenta.
Un saludo,
Óscar
Hola, Óscar.
Perdona que no te haya contestado antes, llevo inténtandolo unos días pero siempre ha pasado algo. Antes que nada, gracias por tus palabras, aunque no estemos del todo de acuerdo.
Discrepo básicamente en argumentos que comienzan por «La ambición de Shrek nunca ha sido…». En primer lugar, porque conocer las intenciones de una película (más de una serie de películas) es algo muy complejo que requiere una cierta investigación, lo cual está lejos de nuestras posibilidades en las urgencias del día a día, a no ser que se haga un estudio de fondo. Y, aún así, las intenciones no son siempre más que una parte muy pequeña, ya que las películas (todas las obras de arte) adquieren una autonomía impresionante; por lo cual rara vez compensa ese ejercicio de investigación al que me refería, pues finalmente lo importante es juzgar la obra y no las intenciones. Yo creo que esta parte de Shrek adquiere una relevancia en la cuestión de género, y en la visión irónica sobre sí misma, independientemente de las intenciones. Y creo que es algo que está en el texto fílmico indiscutiblemente. Otra cosa es que le demos un valor u otro, eso depende del análisis de cada cual. En este sentido, «textualmente» el protagonismo y el liderazgo de Fiona en esta parte final es para mí mucho más transgresor que en gran parte del cine de animación contemporáneo (si exceptuamos, quizá, la excelente «Mulan»).
En ese sentido, la disección del primer «Shrek» me parecia mucho menos sofisticada, en cuanto consistía en recoger una estructura clásica y manida y darle la vuelta como un guante; y convengamos que darle la vuelta a un guante no es algo precisamente sofisticado. Depende del contexto puede ser valiente y hasta original, pero no sofisticado ni complejo.
Pero qué duda cabe que estos debates me ayudan a ver lo complejo que es hacer cualquier tipo de análisis, y más, como decía, con la urgencia con la que los hacemos aquí.
Gracias de nuevo
Un abrazo
Kike