Sindicatos, departamento de policía, políticas sociales y educativas han sido algunos de los temas de la serie. ¿Y el periodismo? El Baltimore Sun es el foco de una temporada crepuscular, en la que los monstruos —Marlo y sus hombres; el serial killer que mata indigentes o Scott Templeton— intentan empañar los pocos rayos de optimismo posibles en una ciudad tan encapotada como esta. McNulty, por suerte, será más McNulty que nunca.
5.01 – More With Less
Hay que reconocer que a veces la serie peca de poco sutil. En su afán por exhibir y denunciar o, lo que viene siendo lo mismo, remover toda la mierda que hay estancada en las instituciones y en los estamentos, se le ven las costuras. Lo bueno es que estos defectos de sutilidad suelen producirse al comienzo de las temporadas, y a medida que se internan en cada una de ellas los derroteros que toma la serie se enrevesan, se ramifican, empiezan a llegar los sustos, las sorpresas y lo que parecía trazo grueso resulta revertirse dejando al espectador con el ojo cuadrado. Bunk comienza diciendo “Cuanto más grande es la mentira, más la creerán”. McNulty le pregunta a su nuevo compañero si se cree todo lo que lee. Así que ahora van a por los periodistas. Recuperamos a los personajes, sus evoluciones y sus involuciones, cada uno tira para donde puede o donde le dejan. El nuevo día no eran sino palabras que no valen nada. Fiarse de los políticos es lo que tiene. Entramos en el nuevo escenario, la redacción del Baltimore Sun. Y lo que vemos promete. Pequeñas rencillas internas, pequeños mamoneos. Y los políticos necesitan escurrir el bulto sin que nadie se entere. La crisis dicta: Habrá que hacer más con menos. Way Down in the Hole.
Sergio Vargas
5.06 – The Dickensian Aspect
Uno de los problemas que se le está detectando a la nueva serie de David Simon, Treme, es muy probable que venga derivado de la falta de proximidad que el creador de The Wire tiene con Nueva Orleans y su ambiente post-Katrina. El trabajo del periodista consiste, entre otras cosas, en acercarse a una realidad que no es la suya para explicar las historias de otros. Con eso en mente, el jefe de redacción de David Simon le recomendó en sus años mozos salir a buscar historias usando el aspecto dickensiano de la realidad, aportándole así a sus artículos una dimensión más cercana y subjetiva. A Simon le impactó (negativamente) aquel consejo, tanto que años después recuperaría el concepto para titular así uno de los capítulos de The Wire, precisamente en el que el periodista Scott Templeton sigue el ejemplo de Dickens al querer retratar la pobreza creando auténtica literatura periodística. Son muchos los que han tildado a The Wire de dickensiana, algo que funciona sólo a nivel superficial. Simon usa a sus personajes para explicar una situación, como objetos vehiculares que permiten estudiar la generación de una realidad concreta. Dickens, en cambio, empleaba un profundo trabajo de creación de personajes para acercarse a sus condiciones de vida, sin interceder en las causas pero criticando con ironía a las clases burguesas que permitían el desequilibro de clases. Simon indaga, investiga y su obra audiovisual pasa más por el concienzudo estudio periodístico del mundo al que se enfrenta, que en el retrato de quienes las sufren y conviven con ellas. El escritor inglés pasó parte de su adolescencia trabajando en una fábrica bajo unas condiciones laborales irrisibles, lo cual le llevó a incluir una visión crítica de la sociedad a su literatura. Por ahí se asemeja Simon a Dickens, pues ambos han visto de cerca los mundos que han retratado, uno como periodista y el otro en carnes propias, pero ambos con la mirada crítica de quienes creen que la escritura puede ayudar a cambiar el mundo. La prosa de Dickens ayudó a la denuncia y posterior mejora de su ciudad; Simon apuesta por que sus imágenes también. Sin duda, ambos cargaron sus obras con la intención de hacer rodar cabezas, usando su arte pero también su fino sentido del humor y la dulzura de la venganza de quien perdonó pero no olvidó. ¿Por qué sino reproducir en esta quinta temporada los conflictos que tuvo años ha con un jefe de redacción? La venganza es un plato que se sirve frío.
Mónica Jordan
5.10 – 30
A veces pienso que Jimmy McNulty siempre supo que su papel en Baltimore no tendría nada que envidiar al de Tom Doniphon en Shinbone. Siempre en la sombra de los rostros visibles, llevando a cabo las acciones que nadie quiere hacer para conseguir el resultado que todos quieren obtener. Su elegía final tiene, como en El hombre que mató a Liberty Valance (The Man who killed Liberty Valance, John Ford, 1962), la aspiración de reconocer la dignidad de un personaje condenado a ser él mismo: outsider, molesto, borracho, demasiado humano. Basta recordar su reacción de sorpresa cuando empieza a descubrir los matices de un Stringer Bell que se salía del cliché de capo de la droga; o su tenacidad para hacer de un falso asesino en serie la válvula para no dejar morir el caso. De alguna forma, no podía dejar de ser así. Y esa es la lección más valiosa de una serie que no vacila en mostrar a un Marlo que triunfa allí donde Stringer no pudo… pero que también siente la ansiedad de estar rodeado de tipos con corbata cuando lo suyo siempre ha sido vigilar las esquinas desde la ventana de la parte trasera del coche. Tampoco Marlo puede dejar de ser así. Por eso la mirada de McNulty sobre Baltimore revela la imagen de una ciudad que, con sus vicios y virtudes, no puede dejar atrás la sordidez y la corrupción, así como la humanidad que se esparce por sus calles. Cantar The Pogues mientras se emborrachan y hacer la necrológica de McNulty mientras aquel continúa la pantomima haciéndose el muerto sobre la mesa de billar es la mejor manera de perpetuar la esencia de lo que significa Baltimore y, por extensión, The Wire.
Óscar Brox