Terror documental
Es cierto que si La doctrina del shock me parece, por el momento, la mejor película de las estrenadas en España en 2011 es, entre otras cosas, porque este año está siendo un mal año para el cine. Pero no es menos cierto que este documental convierte en imágenes de una manera admirable el último estudio económico-político de Naomi Klein (Montreal, 1970), la influyente periodista e investigadora, referencia del movimiento antiglobalización y del anticapitalismo. El filme de Mat Whitecross y Michael Winterbottom —que ofrece aquí quizá su película redonda, después de haber mostrado las más variadas habilidades a lo largo de su carrera— combina el relato pedagógico de una voz en off serena pero contundente, los fragmentos de lúcidas conferencias de la propia Klein e imágenes procedentes de diferentes momentos históricos, junto a una banda sonora extraordinaria (mejor dicho: extraordinariamente utilizada) para componer un relato de terror procedente de la Historia y de la realidad contemporánea.
Es inevitable la comparación con Inside Job (Charles Ferguson; EE.UU., 2010) que es también un documental notable sobre el origen y desarrollo de la crisis económica que nos asola, rodado también con la intención —parcialmente lograda— de infundir verdadero miedo en el espectador. Reconociendo algunos de los mayores riesgos asumidos por el filme de Ferguson (sobre todo el uso de las entrevistas personales a algunos responsables de la crisis financiera, precisamente para incriminarles), hay un elemento esencial que distancia su película de la que nos ocupa: la capacidad didáctica. La naturaleza quizá más global del discurso de Klein, sumando elementos políticos, sociológicos y psicológicos, frente al perfil más economicista de Inside Job, ayuda también a que el filme de Winterbottom y Whitecross nos ofrezca un verdadero relato, comprensible para todos y emocionante de principio a fin, de lo que ha venido pasando en el mundo occidental durante las últimas décadas.
Si elevo La doctrina del shock a la categoría de obra magistral es porque, con esto último que he dicho logra, precisamente, lo que no ha conseguido la socialdemocracia moderna: construir una narración coherente, sólida y comprensible del camino que el neoliberalismo ha emprendido para homogeneizar nuestras sociedades y, por tanto, de lo que la socialdemocracia deberá hacer para evitarlo. Evidentemente, el documental no entra en esta segunda parte, aunque ofrece buenas pistas para construir un corpus político potente a partir de él. Muchos pensarán, y no sin razón, que poco o nada de lo que plantea el filme, proveniente del libro de Klein, es verdaderamente novedoso; lo singular, lo valioso, es cómo el andamiaje histórico, psicológico y político aparece convertido en un telón de fondo (como las bambalinas en las que transcurre el diseño de nuestro destino) de lo que en realidad importa, que es el relato terrorífico de una inmensa manipulación global de las voluntades de los ciudadanos libres que pone en cuestión, precisamente, esa libertad.
Lo que nos queda como espectadores, al final, a pesar de la vaga esperanza que se ofrece a través de las últimas palabras de uno de los discursos de Klein (« […] vamos a tener que salir a las calles y obligarles a hacerlo»), es la terrible sensación de que vivimos instalados en el inmenso escenario de un teatro donde nuestro sacrificio es servido como el plato central de un menú de lujo para los grandes señores del mundo que, al tiempo que diseñan nuestro futuro, parecen disfrutar con nuestra resignada aquiescencia suicida. Y esa sensación, que podría provenir de un discurso conspiranoico más, de los que abundan, proviene sin embargo de una perfecta ilación entre los datos históricos, las consecuencias lógicas extraídas de ellos, las imágenes documentales de hechos reales, una voz en off didáctica que promueve a la reflexión y, en fin, los breves parlamentos de una Naomi Klein que expone sus hipótesis con admirable convicción.
Claro que el discurso de este documental, como todo discurso de raíz hipotética, es discutible. Pero deberá serlo por la vía de un trabajo alternativo mejor, en dirección contraria, que logre componer un relato tan coherente como el que nos presentan Winterbottom y Whitecross, algo que se antoja complicado. La aparición tan cercana de La doctrina del shock (estrenado el 9 de febrero de 2009 en el Festival de Berlín) y de Inside Job (el 2 de febrero de 2010, en Bélgica) nos muestra que algo se mueve en la conciencia colectiva en torno al capitalismo, aunque todavía no haya podido fraguar en nada concreto que transforme las estructuras sociales en la dirección en que ya casi todos sabemos que deben transformarse. El cine, como casi siempre a lo largo de la Historia, está siendo sensible a la sociedad de la que nace.