Día 9. La realidad nos mata
Esto se termina. Killer Joe mata por dinero, y la realidad mata porque sí. Ahora toca abandonar esta ficción y regresar a esa realidad. Unas breves reseñas que, ya la semana que viene, desde el otro lado, completaremos con todo aquello que nos hemos dejado en el tintero, por falta de tiempo, que no de ganas. Y es que la realidad mata, pero Sitges casi casi.
Himizu, de Sion Sono (Japón) NV
El tsunami que asoló Japón y el desastre nuclear de Fukushima han dejado secuelas en la sociedad nipona de las que va a tardar mucho tiempo en reponerse. La segunda película de Sion Sono vista en esta edición del festival aborda el problema desde el realismo social, que recuerda a los films de Kurosawa ambientados en la posguerra, a través de los ojos de un adolescente sin rumbo, una compañera de clase que también es su admiradora, y sus vecinos, que desposeídos de todo lo que tenían pasan sus días en tiendas de campaña junto a un lago. Aunque la película está basada en el comic de Minoru Furuya, Sono se obligó a sí mismo a cambiar el guión tras el desastre para reflejar de algún modo en el film la realidad de su país, conmocionado y sensibilizado. El nihilismo de una juventud con un futuro poco claro y sin unos referentes válidos, el suicidio, el crimen y la locura, son temas que van naciendo y expandiéndose, entrelazándose, en una película sorprendentemente humanista. Sin dejar de lado la crudeza con que habitualmente trata sus historias, el director de Suicide Club opta por un final esperanzador tras el largo y duro camino recorrido, muy en la línea de Crimen y castigo de Dostoievski.
El callejón, de Antonio Trashorras (España) SOFP
El debut de Antonio Trashorras en la dirección resultaba prometedor sobre el papel, pero el acabado final es decepcionante. Hay cosas que alabar, por ejemplo una mixtura de géneros de la que sale relativamente bien parado, arriesgando mucho en el intento, pues se la está jugando desde los créditos iniciales, más propios de un blaxploitation o de una película de James Bond que del film de género que pretende y consigue ser. Precisamente gracias a esa combinación genérica logra el objetivo final de entretener que, según apuntó Trashorras en la presentación, era el buscado. Pero al correr tantos riesgos no se puede acabar ileso y una realización más bien plana unida a algunos diálogos que juegan demasiado cerca de la línea del ridículo, terminan dejándole en fuera de juego en más de una ocasión. Y es una pena porque aunque la película resulta simpática, a ratos divertida e incluso emocionante, podría haberse convertido en algo que recordar más allá del tiempo que dura su proyección.
El páramo, de Jaime Osorio Márquez (Colombia, Argentina, España) SOF
Jaime Osorio Márquez se ha llevado el premio al mejor director novel, compartido con la pareja Marco Dutra-Juliana Rojas (Trabalhar cansa), algo que no es difícil de explicar, a pesar de que probablemente El páramo es una de las películas con más abandonos de la sala por parte de la audiencia. La película narra la incursión de un comando especial de nueve soldados que llegan a una base abandonada de la que se sospecha ha recibido un ataque por parte de la guerrilla. El trabajo de Osorio es ciertamente notable. Mediante la utilización de muchos primeros planos, largos planos secuencia siguiendo las incursiones de los protagonistas y alternandon entre los puntos de vista de los nueve soldados, y sobre todo empleando muy eficazmente los efectos de sonido, intenta implicar al espectador en la película buscando la empatía y la conexión. Pero todo lo que consigue así lo echa a perder por un guión que impulsa a todo lo contrario, que el espectador se aburra y desconecte. Situaciones muy dilatadas, diálogos tensos, realistas, pero demasiado repetitivos, y quizá el mayor problema es que el espectador probablemente espera finalmente encontrar esa presencia sobrenatural, supuesta causante de que los soldados terminen matándose entre ellos, pero eso nunca sucede y en definitiva, genera un grave problema de expectativas no satisfechas. A veces es mejor sugerir que mostrar, pero creo que esta no era una de esas.
Sergio Vargas
Womb, de Benedek Fliegauf (Hungría y otros, 2010) SOF
Esta coproducción europea, dirigida por el premiado cineasta húngaro Benedek Fliegauf, rodada en inglés y con el protagonismo de la actriz francesa Eva Green, tiene a mi entender dos problemas capitales: su muy discutible planificación y la torpeza con la que desarrolla el interesante conflicto que plantea. Womb aporta al tema de la pérdida de un ser querido la posibilidad de superarlo haciendo una copia (un clon) que lo sustituya, de una manera diría que no se había visto hasta el momento: el nuevo Tommy, atropellado poco después de reencontrarse con Rebecca, su primer amor, se reproduce en el vientre (al que alude el útero del título) de la propia Rebecca, la que habría de ser amante y pareja de su original, conviertiéndose así en su madre. Un argumento de gran potencial diluido, primero, por el moroso desarrollo (en el que tiene mucha culpa la insistencia en el uso de planos generales, algunos ciertamente bellos, pero generalmente irrelevantes y/o preciosistas; como muestra dos botones: la imagen, repetida al menos dos veces, de los protagonistas sentados en una barcaza varada, abandonada y oxidada; ese incomprensible plano cenital insertado poco antes del accidente) que precepita la narración hacia un progresivo desinterés, el cual es recuperado pero vuelve a esfumarse por parecidas razones (sorprende aquí que se acuda un par de veces al plano-contraplano con no demasiada inspiración), hasta llegar a una conclusión, que aun resultando lógica y agradeciendo que evite posicionamientos morales, se nos muestra plana, incluso simple, desviando hacia terrenos teóricos buena parte del significado y consecuencias de todo lo ocurrido.
José David Cáceres Tapia
Día 8. Noches de miedo
A veces se pasa mal aquí también. Ver The Innkeepers de Ti West a la una de la madrugada, que por muy comedia que sea es una de las películas en las más sustos me he llevado, y descubrir que los pasillos del hotel se parecen sospechosamente a los que acabamos de ver en la pantalla del Cine Retiro no es precisamente agradable. Pero como había que levantarse a las ocho y media para ver Himizu de Sion Sono, no quedó más remedio que dormirse y dejar lo de pasar miedo para más adelante, cuando todo esto se termine.
Carré blanc, de Jean-Baptiste Léonetti (Francia) SOF
Si pensamos en la sociedad tal y como la conocemos actualmente, muchos dirán que no puede ir a peor. George Orwell imaginó algo a lo que todavía no hemos llegado (pero casi) en 1984, si bien lo que propone el largometraje debut de Jean-Baptiste Léonetti quizá esté más próximo a una distopía aún más negra como Un mundo feliz de Aldous Huxley. En Carré blanc, aunque no se diga explícitamente en ningún momento de la película, los humanos se dividen en dos clases: los fuertes sin escrúpulos y los débiles incapaces de levantar la voz. La población está sometida, los medios de comunicación son enormes altavoces omnipresentes con consignas destinadas a la procreación y a aniquilar toda posibilidad de pensamiento independiente (si en una sociedad así existiese el pensamiento independiente seguramente la natalidad descendería notablemente). La historia de un rebelde que se convierte en uno de los dominadores (la otra salida era el suicidio) y la de su mujer, que sigue en desacuerdo con el sistema con el paso de los años, está tratada con una economía narrativa que en hora y cuarto permite dar cabida a dos líneas temporales diferenciadas (pasado y presente), y dos subtramas paralelas que se integran en la narración principal. Este cuadrado blanco al que referencia el título contiene estallidos de violencia física y emocional que dejan el corazón en un puño, minimalismo visual y un guión tratado con la suficiente inteligencia como para que recurrir a lo fácil en el tema del adoctrinamiento y la definición de las clases sea casi una necesidad.
Red State, de Kevin Smith (EE.UU.) SOF
No siendo lo que se dice un admirador del cine de Kevin Smith mis esperanzas para Red State eran tan nulas como las que tengo de que el 20N ocurra algo positivo para la gente de este país, así que estoy realmente sorprendido no solo porque el film no sea lamentable, sino porque me ha parecido una excelente película. El director de la execrable Dogma logra una hibridación genérica parecida (salvando las distancias) a lo que Zombie hizo con Los renegados del diablo que pasa de la comedia teen al terror psicológico y al western para culminar de nuevo en una comedia. Excelente trabajo de los actores, con el siempre eficaz John Goodman y la oscarizada Melissa Leo a la cabeza y, de nuevo sorprendentemente, bien dirigida por Kevin Smith, en particular las secuencias de acción, dejando al Michael Mann (otro director que no me suele gustar mucho) de Enemigos públicos (a la que todavía no sé por qué me ha recordado Red State) a la altura del betún. Es más, Smith también escribe un guión más que notable (y se nota que es suyo porque unos cuantos diálogos llevan su sello), un take no prisoners con una gran resolución donde los fundamentalistas católicos son los que salen peor parados pero hay para todos. Una de las películas del festival.
S.V.
Revenge: A Love Story, de Wong Ching-Po (Hong Kong, 2011) SOFP
Interesante thriller que destaca en un primero momento por su construcción narrativa dividida en espisodios que no siguen los acontecimientos en un orden cronológico, la cual da lugar a una modificación, en cierta manera sorprendente, del punto de vista que, a su vez, lleva consigo un intercambio empático del público que se desplaza del grupo de policías que aparecen inicialmente como las víctimas hacia el asesino de estos (¡y de sus mujeres embarazadas!): este es en realidad el protagonista de la historia que está ejecutando la venganza a la que alude al título por lo que le hicieron a él y su novia seis meses antes. Esta parte del argumento suena a muy visto (a mí me ha recordado mucho a Impacto súbito, 1983, de Clint Eastwood) desde luego, pero el film funciona muy bien gracias a la estructura aludida y, sobre todo, a la puesta en imágenes del director, que rueda con igual acierto el bonito flirteo de la joven pareja (sentido del humor incluido), la violencia más cruenta (con buen uso de la elipsis) y los instantes de acción más inmediata (tiroteos y persecuciones mediante). Lo mejor, sin embargo, se encuentra en el capítulo final que retrata, sin medias tintas, el sentimiento / la necesidad de vengarse como un virus autodestructivo, casi en sentido absoluto y, quizás, incurable. Lástima que se filtre cierta moralina (previamente anunciada en las rimbombantes frases que abren cada episodio) en la cita final que subraya el dilema venganza-perdón.
J.D.C.T.
Resurrected Dead: The Mystery of the Toynbee Tile, de Jon Foy (Estados Unidos, 2011) NV
Sobre el papel, un documental de investigación sobre unas crípticas baldosas aparecidas durante años en el asfalto de varias ciudades estadounidenses y hasta sudamericanas. En la práctica, como le sucedía a Not your Typical Bigfoot Movie (programada en Sitges 2008), Resurrected Dead es un retrato de perdedores en el presente orden socioeconómico y cultural. Perdedores, empezando por el probable autor de las baldosas y terminando por el director del film, que aspiran a la autorrealización por las únicas vías libres que el ecosistema les ha dejado: paranoia, obsesiones inconfesables, alienación, glorificación del frikismo, las fantasías menos recomendables… Quien haya disfrutado Cultura del Apocalipsis, de Adam Parfrey, no tendrá ningún problema en reconocer la enfermedad. El mundo es un lugar muy extraño, se nos repetía en Terciopelo Azul. O no lo es, pero casi todos nos empeñamos de un modo u otro en complicar las cosas porque, como reza el eslogan de esta edición del festival, la simple realidad nos mata.
Diego Salgado
Día 7. Conexiones
Llevamos aquí ya una semana y empezamos a ver conexiones donde tal vez no las haya, pero cuatro o seis películas al día y algunos trastornos en los ciclos del sueño agitan a nuestras neuronas hasta el límite. Así, nos parece reconocer el lanzallamas de Bellflower achicharrando a un monstruo marino de ocho metros en Sector 7, o viendo Livide y The Moth Diaries nos damos cuenta de que los vampiros están más relacionados con las polillas que con los murciélagos como siempre nos habían hecho creer. ¿Hasta qué punto es casual que dos chicas con nombres tan similares como Kotoko y Kiriko (Tormented) tengan desórdenes mentales tan preocupantes? ¿El microcosmos familiar de The Woman se ha expandido a toda la población en Carré blanc? ¿Es posible que Kevin Smith haya hecho una buena película? En Sitges todo es posible.
The Woman, de Lucky McKee (EE.UU.) SOF
Lucky McKee, que ya triunfara en Sitges allá por 2002 con su obra debut, May, prometía que nos cagaríamos de miedo con esta película, y tan cierto es que así ha sido, como que el terror que provoca no viene por los cauces habituales (oscuridad, fantasmas, etc.), sino de lo que la película (adaptación de una novela de Jack Ketchum) expone a través de sus personajes: Una familia aparentemente modelo que terminará revelándose como el ejemplo perfecto de una doble moral más terrorífica que cualquier fenómeno paranormal. La mujer que el padre trae del bosque con el supuesto fin de civilizarla (aunque en realidad sus intenciones se asemejan más a las de los adolescentes de Deadgirl) servirá para sacar a la luz sus zonas más oscuras. De un lado el abuso, la repugnancia y la violencia (de género), del otro la sumisión y la tolerancia. Roles que los hijos no tardan en hacer suyos para que la rueda siga girando en la misma dirección. Todo esto que así dicho puede parecer muy obvio, puesto en imágenes se transforma en una de las películas más bestias (para bien) del festival. McKee entrega una obra casi redonda, visualmente impecable, con una banda sonora repleta de canciones indie en el sentido más primitivo del término, y unos fundidos a negro que no hacen sino presagiar lo que vendrá. Y la familia tendrá que renovarse o morir en el intento.
Livide, de Alexandre Bustillo y Julien Maury (Francia) SOF
Y llegó quizá la película más esperada del festival, y no decepcionó. El segundo film de Bustillo y Maury genera una atmósfera de terror y de mal rollo a partir de los escenarios, de una genial banda sonora y de una turbia pero nítida fotografía, elementos con los que componen una excepcional primera parte del film, un relato vampírico que conjuga lo lírico con lo atroz de una forma encomiable. En esa primera parte, en particular cuando la protagonista y sus amigos irrumpen en la mansión y la exploran hay ocasiones de sobra para experimentar el auténtico miedo. Cuando comienzan a desarrollarse los sucesos cruentos es cuando se desata la parte más física de la película, quizá con algún efectismo innecesario (p. ej. los movimientos fast forward de la pequeña bailarina), pero es imposible dejar de reconocer en todo momento la eficacia de unas formas de entender el género y de admirarlo (las sombras de Suspiria y de Argento son alargadas).
Extraterrestre, de Nacho Vigalondo (España) SOFP
Si bien tras el visionado la película me dejó bastante frío, reconozco que gana méritos cuando la recuerdo después. Sigue tratándose de un film irregular, en parte porque las risas están muy supeditadas a la labor de dos grandes actores cómicos como Carlos Areces (viendo su interpretación es imposible no acordarse del bonico del tó) y Raúl Cimas, y tratándose de una comedia no es buena señal que parezca que falta algo cuando alguno de ellos no está en la pantalla. Pero al margen de esto, hay que reconocer un buen guión con situaciones hilarantes y el suficiente margen para contar una historia, con algún guiño autorreferencial (no es casual que los protagonistas terminen en una hamaca), y donde lo de menos importancia es una invasión extraterrestre que ha dejado la ciudad vacía, con la gente encerrada en sus casas a la sombra de una kilométrica nave espacial. La acción va impulsada por la incómoda situación entre Julia (Michelle Jenner) y Julio (Julián Villagrán), que amanecen en la misma cama tras una borrachera, Ángel (Areces), el celoso vecino enamorado platónicamente de Julia (impagable el gag de las pelotas de tenis), y Carlos, el novio de ella, que intentará rebelarse ante la invasión sin saber que el verdadero enemigo está mucho más cerca de lo que imagina.
S.V.
Vampire, de Shunji Iwai (EE.UU. y Japón) SOFP
Como en The Addiction (Abel Ferrara, 1995), el vampirismo es la clave para explorar los entresijos de la condición inhumana, de esa angustia pegada a nuestro esqueleto que, en nuestra sociedad 2.0, acabamos exorcizando a través de los multichats y foros, en los que nunca pedimos explicaciones a las identidades confusas. Para Shunji Iwai, Vampire es la crónica del desapego emocional de una generación que se realimenta a través de su desidia, en la que beber sangre no alarga su existencia, sino que comparte o pone en contacto el dolor del vampiro protagonista con el de sus improbables víctimas. Así, Iwai viaja a Estados Unidos en busca del paisaje devastado y hermético que tanta fortuna ha hecho en el cine japonés, buscando conectar la pasividad de unos con la incomprensión de la sociedad que los abriga. El resultado, tan lánguido como doloroso, pone sobre la mesa el mapa de esa otra juventud con prótesis (como en Ferrara, no hace falta tener colmillos porque el vampirismo es una adicción que se inyecta directa en vena), que está llamada a agotar cualquier vía de escape.
Óscar Brox
Día 6. Ya no nos creemos los cuentos de hadas
Continuamos adelante a pesar de lo raro que nos está resultando el festival por momentos: ¿De verdad la única película puramente de horror hasta el momento es Emergo? ¿Es posible que nos hayamos mimetizado con los desajustes organizativos del festival (pasa en casi todos, pero en Sitges es más exagerado siendo honestos) y no atinemos a equlibrar las cróncias: hoy todas las reseñas van firmadas por uno solo de nuestros enviados especiales? ¿Nos hacemos tan irremediablemente mayores que ya no nos creemos ni los cuentos de hadas?
The Moth Diaries, de Mary Harron (Canadá-Irlanda, 2011) SOFP
American Psycho (2000), película inaugural de la 33 edición del Festival de Sitges, dirigida por Mary Harron a partir de la célebre novela de igual título de Breat Easton Ellis, invitaba a tener buenas sensaciones previas con este nuevo largometraje de la realizadora canadiense. Incluso aumentadas por el hecho de que en estos casi once años Harron solamente ha estrenado un film (The Notorious Betty Page, 2005, inédito en España) y participado en contadas series de televisión. La vorágine de un festival facilita que surjan estas expectativas que condicionan, en ocasiones de manera crucial, la impresión final de cualquier película. The Moth Diaries me ha parecido mediocre pero lo cierto es que tengo serias dudas al respecto, ya que todo ese entorno y estado de ánimo me temo ha viciado mi juicio quedándome tras su visionado casi en exclusiva con sus errores o mejor dicho con aquello que no me ha gustado. The Moth Diaries es un relato que traza la dificultosa superación de la pérdida del padre por parte de una adolescente en un contexto emocional, sexual y temperamental, que recuerda, inicialmente, al de Picnic at Hanging Rock (1974), y cuya formulación (vid. los flashbacks-insertos de la protagonista con su padre y del remoto pasado de la extraña chica nueva) se diría carece del nervio y, especialmente, de la atmósfera que, precisamente, sí sostiene y amplifica la historia real en el mentado film de Peter Weir, y que, en cambio y de alguna manera, se encuentra en la labor de las actrices Sarah Gordon, en el rol de la amiga de la protagonista, Lucie, y Lily Cole, en el papel de Ernessa, cuyos rostros, respectivamente y simplificando, definen muy bien la debilidad y lo misterioso. A partir de aquí (me) recomiendo (volver a) ver una película que tengo la sensación no merece despacharse tan aprisa como obliga el seguimiento de un festival.
The Raid / Serbuan maut, de Gareth Huw Evans (Indonesia, 2011) SOFP
Film de artes marciales en la mejor tradicción del festival en este caso proveniente de Indonesia y de la mano del director galés Gareth Evans y la estrella local Iko Uwais, que repiten colaboración después de Merantau (2009), y en el cual se usa el silat como arte marcial. The Raid es un efervescente espectáculo puro de acción en el que solamente importa el movimiento, primero, y las peleas, después, como puesta a punto de aquel. Estas, coreografiadas, filmadas y montadas con notable eficacia y, atención, claridad expositiva, podríamos volverlas a ver una y otra vez sin dejarnos de resultar vibrantes y, a su manera, emocionantes. Emoción obviamente pasajera, sin calado alguno, que nos hace disfrutar al máximo, mucho más si es en una sala entregada por completo a una violencia descargada de cualquier adjetivo/sentido/significado. Me sobra, en cualquier caso, parte de su irrelevante maquinaria dramática: dado que no aporta nada al devenir de la ¿historia? que el prólogo nos perfile a un héroe con mujer embarazada, ni que haya repentinos giros sobre las relaciones entre los policías y los narcotraficantes, ¿por qué rellenar metraje con instantes de ese jaez? De hecho, Evans, que también escribe el guión, al final iguala a buenos y malos, así que incluso la diferenciación entre unos y otros bien podría haber sido aún más directa: amigos y/vs. enemigos.
Le petit poucet, de Marina de Van (Francia, 2010) NV
Adaptación del Pulgarcito de Charles Perrault producida por el canal Arte, al igual que las dos cintas de Catherine Breillat programadas en esta edición que adaptan para un público adulto otros famosos cuentos infantiles tradicionales (Barbe Bleue, 2009, una de las 7 Chances de este año, y La belle endormie, 2010, ubicada en Noves Visions – Ficció), a cargo de la directora de las excelentes Dans ma peau (2002) y Ne te retourne pas (2009), ambas sin estreno comercial en España pero vistas en Donosti 2002 y Sitges 2009. A pesar de su factura abiertamente televisiva (lejos de la estilización de sus otros trabajos) no es una película fácilmente catalogable ni cómoda, y contiene innumerables elementos de interés que muestran la personalidad de Marina de Van: el padre (interpretado por el hermano de la realizadora, Adrien) intentando follarse a su mujer una vez ambos han abandonado la primera vez a sus hijos, los cuales regresan inesperadamente justo en ese momento; la caracterización del ogro a cargo de un genial (otra vez) Denis Lavant; la malsana relación entre este y sus hijas que comparten su pasión por la carne humana, llegando una de ellas a regalarle un trozo de carne propio arrancado de una pequeña herida; la acumulación de ideas retorcidas y turbias caso de las muchachas relamiéndose ante lo que habría de ser su banquete o el sueño del ogro que antecede a la tragedia; la escena final con Pulgarcito convertido en una especie de señor que prefiere comer una manzana a carne…
Dark Souls, de Cesar Ducasse & Mathieu Peteul (Noruega) MX
Las sesiones de Midnight X-treme del festival resultan perfectas para evadirse completamente sin tener demasiado en cuenta la calidad de las películas que lo componen. Este pequeño bodrio es una prueba fehaciente de esta característica de las madrugadas de Sitges. Los realizadores y la productora del film estuvieron persentándolo con mucho menos entusiasmo que por ejemplo los responsables de The Victim (Michel Biehn) y Hobo with the Shotgun (Jason Eisener), otras de las pelis nocturnas de esta edición. Quizá es una cuestión de la diferencia entre la flema noruega y la hollywoodiense. No es importante, pero lo cierto es que como espectador mola mucho más que te vendan la moto y los directores (mejores o peores) se bajen de la burra y se tomen una cerveza a la salud del espectáculo, y si es de un trago mucho mejor. El caso es que en dicha presentación, Ducasse y Peteul comentaron que Dark Souls estaba repleto de homenajes a cierto cine de los ochenta y que además también apostaba por el humor. Lo primero me llamó la atención ya terminando la película porque si en efecto contiene citas me pasaron completamente desapercibidas y me lamenté por el despiste porque a buen seguro que hubieran servido para pasar el rato un poco más entretenido. Tampoco mucho. Y es que el demencial argumento que se resume en algo así como «una de zombis del petróleo» como advirtió Gloria Fernández, del comité de programación del festival, al principio del pase, resulta curioso pero no pasa de ahí principalmente por lo pedestre de la realización y porque la anunciada apuesta por el humor es un fracaso. Pero nos permitió desconectar bastante y disfrutar completamente la segunda película del pase, Seconds Apart, a pesar de sus notables irregularidades.
J.D.C.T.