Tod Browning

El caso de Tod Browning demuestra una vez mas que la historia del cine no puede ser tratada como si de un corpus cerrado se tratase, al cual no caben aportaciones originales que modifiquen los criterios basicos de valoración de los cineastas, de sus películas o de los períodos y gene­ros establecidos canónicamente por los clásicos de la crítica/análisis e historio­grafía cinematográfica. Browning, como tantos otros en el pasado y en el presente, fue considerado durante muchos años ci­neasta de una sola pelicula, la magnífica La parada de los monstruos (Freaks, 1931), sin te­ner en cuenta su importancia dentro del fantástico y de la historia del cine en gene­ral excepto por esta pelicula, teñida a su vez por una rareza inclasificable, fruto de una conjunción de circunstancias irrepe­tibles, casi como un milagro, terminología religiosa recurrente en determinadas ter­tulias y circulos cinematográficos, que ante su incapacidad analítica han de recu­rrir a tan delirantes valoraciones para expresar sus preferencias.

Browning, sin embargo, es mucho más que esto, pudiendo ser considerado actualmente como uno de los grandes precursores del fantástico, no ya como género, sino como lenguaje cinematogra­fico basado en la mirada que se aplica a la realidad hasta transformarla en algo diferente. De hecho, parece no tenerse en cuenta la veta realista de las peliculas fantásticas de Browning, que si lo son, no sera precisamente por sus delirantes argumentos melodramáticos que convier­ten a películas como Garras humanas (The Unknown, 1927), Los pantanos de Zanzibar (West of Zanzibar, 1928) 0 la propia La parada de los monstruos en auténti­cos monumentos al hiperrealismo, trans­formados en pesadillas de fantasia desbocada gracias a la mirada subversiva del propio Browning.

Y esa mirada subversiva es la que nace de la experiencia de un joven de familia sureña acomodada, que huye de un ambiente enraizado aún en los valores de la confederacion, para enrolarse en un circo con el cual recorrer mundo y del que, sin ninguna duda, extrajo su gusto por lo extraño, lo anormal, en definitiva, por lo diferente como auténtica inversión de un mundo con el cual no parecía estar en paz. Tras un primer paso por este ambiente (en el que, al parecer, llego a ser uno de los mas conocidos voceado­res de las casetas de fenómenos o fre­aks), un matrimonio desgraciado y un nuevo periplo por diferentes circos del pais, llegando a tener una posicion mas o menos confortable dentro de los ambien­tes circenses, llego su primera oportuni­dad cinematográfica, de la mana del que no sera solo el precursor del lenguaje cinematografico, sino tam bien parece que inagotable cantera de futuros talentos para el cine norteamericano: David Wark Griffith.

Los primeros cometidos de Browning en el cine se desarrollan en el campo de la interpretacion, trabajando alas ordenes de Griffith en el seno de la productora Biograph. Pero su carrera como director se encaminara mas tarde, cuando el propio Griffith Ie encomiende tareas de ayu­dante de direccion en la monumental Intolerancia (Intolerance, 1915-16), al igual que había hecho con otros futuros y conocidos realizadores como Erich Von Stroheim, Raoul Walsh 0 Allan Dwan, por citar solo algunos de los mas conocidos. Esta circunstancia, y su trabajo dentro del departamento de guiones de Griffith, serían las razones gracias a las que daría el salto definitivo a la dirección.

El periodo silente de Browning es sobre el que se proyecta un mayor desco­nocimiento de su obra, y si bien es cierto que esta no se cine solamente a los lími­tes del fantástico, si es en este terreno donde encontramos algunas de las obras capitales de su filmografia y, sobre todo, algunas de las mas personales y repre­sentativas. Resulta curioso que siendo el culto a Lon Chaney uno de los mas exten­didos entre los cinéfilos, representando junto a Karloff y Lugosi la quintaesencia de la iconografía del género para los afi­cionados, aquel no se haya asociado a las películas de Browning (con el que trabajo nada menos que en diez ocasiones), y si a otras como la versión de El fan­tasma de la opera de 1925, dirigida por Rupert Julian, aunque en ello pueda tener que ver la mítica del propio perso­naje versionado hasta la saciedad, y bien explotado por las corrientes posmoder­nistas en peliculas como El fantasma del paraiso (Phamton of the Paradise, Brian De Palma, 1974), 0 mediante un musical de enorme exito mundial.

Lon Chaney se convertira en el per­fecto alter ego de la vision de Browning, representando, con su capacidad de transformacion, todo el universo convulso, desaforado e hiperrealista del cre­ador. La primera colaboración de ambos en el seno del cine fantastico se concreta en 1925 con El trio fantástico (The Unholy Three), aunque su primer encuentro cine­matografico date de 1929, y se extenderá a 10 largo de otros ocho films más, entre los cuales hay que destacar los ya referi­dos Garras humanas y Los pantanos de Zanzibar, ambas las aportaciones definitivas de Browning al cine silente. La injusticia histórica cometida con Brow­ning se concreta en estas dos películas, cumbre de la colaboración entre el actor y el director. Sus universos delirantes y progresivamente oscuros, con personajes atormentados por el dolor físico y moral, apartados voluntaria u obligatoriamente de la sociedad, asi como de la normalidad impuesta por ella, prefiguran lo que será la obra maestra del realizador en la siguiente década.

Pero antes de llegar a La parada de los monstruos, Browning acometerá, ya en el cine sonoro, la adaptaci6n de la historia contenida en la novela de Stoker en su película de 1932 Drácula (Dracula). Esta, junto con las de Mumau y Fisher, es la mas famosa adaptación de la novela del mismo título, y aunque no es una de las mejores aporta­ciones de Browning al fantastico, su pro­pia mítica y los elementos de indudable interés que tiene la han convertido en una de las más populares. La iconografía del vampiro, asi como la propia del castillo, que sirve de residencia a Drácula y sus acólitas, son elementos repetidos innume­rabIes veces, con ligeras modificaciones a lo largo del tiempo y de las sucesivas ver­siones de la pelicula. Merece la pena destacar la utilización del entonces novedoso sonido, para crear climas y ambientes pro­picios; o la interpretaci6n de Lugosi, que recordemos esta basada constantemente en la mirada del actor, como rasgo defini­torio de un personaje pensado en un prin­cipio para Chaney, intención truncada por la muerte de este.

Pero es sin duda en La parada de los monstruos donde Browning logra aunar todos sus temas y obsesiones, ofreciendo­nos una obra en la que lo fantástico surge claramente de un andaje en lo real. No existen trucos ni maquillaje, y el director nos ofrece a sus monstruos tal como son. La poesía y el lirismo de imágenes como la del juego de los niños-freaks en el bosque tienen difícil paran­gón en la historia del cine, junto con el planteamiento de una sociedad altemativa (den­tro del circo) a la considerada como normal, pero con unos valores (cariño, solidaridad, lealtad) de los que esta carece, hizo de ella un film maldito que permaneció oculto varias décadas.

Aun despues del fracaso (comercial, que no artístico) de La parada de los monstruos, Browning pudo realizar otros cua­tro films, dos de ellos adscritos al género fantastico, los muy interesantes Muñecos infernales (The Devil-Doll, 1936) y La marca del vampiro (Mark of the Vampire, 1935), aunque la sombra de sus monstruos le persi­guiese hasta provocar prematuramente el fin de su carrera en 1939. Tod Browning murió en 1962 olvidado por todos, en una injusticia histórica que dura hasta nuestros días y que falsea el puesto que por derecho Ie corresponde en la historia del cine.

© Artículo publicado originalmente en Dirigido por… nº 265, . Reproducido aquí con permiso del autor.