Velocidad
Una de las imágenes más arraigadas en el noir es aquella en la que el protagonista desaparece en mitad de la niebla, representando el paso a un espacio donde la ley no tiene lugar. La identidad confunde sus rasgos en la oscuridad, descomponiendo lo que resta de su pasado en una intensa línea de fuga sin final. Como sucede con tantos antihéroes de la novela criminal, esa vida en sombras los condena a deambular por los márgenes, sin nombre ni destino, como reflejos de un tiempo que nunca supo cerrar sus heridas. Cineastas como Michael Mann o Alain Corneau capturaron el paisaje de ese noir que apela al estímulo por encima de todo, en el que los cuerpos en perpetuo movimiento describen la compleja existencia emocional de los personajes. A través de agujeros negros, no-lugares o paraísos de rascacielos acristalados, héroes y villanos reescribían la ansiedad de un ambiente opresivo del que es imposible huir.
En Drive (2011), Nicolas Winding Refn concentra la potencia estética de su obra en la ilustración del claroscuro que contiene todo thriller. Refn embiste la novela de James Sallis a partir de una sobrecarga de imágenes, gestos y miradas prototípicas del noir, tan precisas y definidas que explican por sí mismas la profundidad y la emoción de una historia de violencia, piedad y romanticismo. Una historia en la que el villano está enfermo de piedad, derrotado al percatarse de que jamás podrá llevar un negocio limpio, de que su disfraz de sicario se ha transformado en una segunda piel. Una historia en la que el héroe acepta su destino, incapaz de aparcar la violencia que desencadena, entregando por un instante (¡pero qué instante!) su furia homicida a un delicado sentimiento amoroso. Una historia en la que Los Angeles brilla a través de sus neones y ruge gracias al motor trucado de sus coches, proyectando una imagen de glacial belleza de una ciudad que es pura velocidad, tránsito, espacio por el que escapar, fugarse, desaparecer.
Como si se tratase de un bárbaro en el nuevo mundo, Refn aterriza en el noir americano para reventar sus costuras. Así, Drive se convierte en un catálogo de personajes agotados, vencidos por la frustración de no tener escapatorias (the killer is dying), obligados a reproducir el mismo comportamiento violento que les ha llevado a ese callejón sin retorno. Uno nunca deja de ser quien es. El conductor es la versión hipermoderna de un héroe, capaz de sacrificar su incipiente amor por su vecina si con eso puede ayudar a pagar las deudas pendientes del marido ex convicto. Pero es curioso cómo toda la bondad que demuestra convive con la violencia imparable que despliega cuando las cosas empiezan a torcerse. Como en los mejores retratos psicológicos del género, el noir dibuja a su protagonista sin una línea que separe la pulsión amorosa de la asesina, como si ambas naciesen del mismo punto, comunicando a través de su imagen de real hero la bondad y la frustración de estar condenado a la soledad.
La impresión que produce un filme como Drive es que, en materia de noir, no importa tanto saber qué están pensando sus personajes como poder vivir lo que están sintiendo. Por eso, en su interior convive el temblor de unos labios que se encuentran en un rincón del ascensor con la firmeza con la que una navaja secciona la arteria del brazo; la precisión de un especialista en fugas con la hybris de un robo que no sale bien; la mirada triste de un productor de cine que ha descubierto que siempre será un criminal con el romance hiperromántico de dos corazones solitarios. Es en sus contrastes donde la película de Winding Refn apabulla en su precisión, remodelando la estética del thriller desde sus mismas imágenes, auténticos cañonazos visuales que sitúan al espectador en la línea, a veces sutil a veces turbulenta, de todo relato criminal.
El conductor, como una tardía versión de Sonny Crockett o de aquel hierático protagonista de Driver (Walter Hill, 1978), no puede dejar de contemplar el horizonte desde la ventana de su coche, esperando a que de entre la jungla de rascacielos, putas y mafiosos emerja esa imagen, ese sentimiento que ponga punto y final a su existencia fugitiva. Tal vez por eso, el influjo retro-contemporáneo de su banda sonora y el neón y el color flúor de su puesta en escena apelan a la melancolía de un tiempo que no conseguimos abandonar. Porque Drive narra, ante todo, una posibilidad de escape, un intento por evitar el acecho de nuestro pasado, el borrado de nuestra identidad, que todo eventual héroe del noir acaba sufriendo. Por eso sus imágenes conjugan el concepto clave del thriller de nuestro tiempo: velocidad.
Kowalski reencarnado.
maravillosa
Madrecita qué crítica.
Explíquese, que me interesa conocer sus impresiones, sean buenas o malas.
Óscar, ¿qué opinas de ese plano hacia al final de la cinta donde Refn nos muestra las sombras de los personajes mientras fuera de campo luchan por su vida? Creo que insinúa algunas de las ideas que has expuesto en la crítica, como la naturaleza fantasmagórica de los personajes. Un saludo.
Sí, totalmente. De hecho, pensaba en esa imagen cuando apuntaba que los personajes acaban siendo fantasmas, huellas en la carretera que van desvaneciéndose poco a poco. En esa imagen, o en el speech de Albert Brooks cuando lamenta no haber podido alcanzar su sueño de tener un negocio limpio con lo de los coches de carreras, que le hiciese sentir que no tiene las manos tan sucias como realmente las tiene. Son fantasmas, personajes que parecen cansados de repetir ese papel una y otra vez. Y es curioso cómo la película reflexiona sobre los mecanismos de ese cansancio, del papel de héroe inagotable con sus obligaciones y sus handicaps, etc.
Seguramente peque de muy entusiasta, pero Winding Refn ha conseguido destilar toda la esencia del thriller a través de sus imágenes, consiguiendo que estas expliquen, con sus gestos, toda una historia que, en ocasiones, no pasa de esquemática en sus diálogos. Y si, además de ese destilado, de paso reflexiona sobre la pervivencia de esas imágenes, de esos arquetipos anclados en una determinada época del thriller, pues el resultado es de matrícula.
Saludos!
Creo que no hay que pasar por alto que es la obra de un director danés. Su aproximación «escandinava» al género -y ya que estamos al cine, y a USA-, le proporciona un ascetismo distante (no frialdad) que hace única a la película. En manos de un director americano hubiéramos tenido un film más standard, uno más del montón.
Me parece muy interesante eso que dices (sobre todo, en lo que se refiere a los posibles resultados del filme si hubiese sido rodado por una cineasta norteamericano). Sin embargo, no sé si realmente se nota tanto la presencia escandinava en el filme. Es cierto que la sensibilidad de Winding Refn es diferente (como podía ser la de Perec cuando se acercó al universo de Jim Thompson en «Serie negra»). Pero creo que su ambición no es rodar una película que subraye su personalidad, sino jugar con las raíces del thriller y de la misma novela de Sallis, buscando una forma visual concreta que exprese con fidelidad lo que explica la novela. Por eso, me parecen demasiado golosas esas críticas sobre la puesta en escena «cool» o vacua de Refn, cuando tal vez esté llevando a cabo una revisión de lo que queda del thriller y el noir en la actualidad.
En cualquier caso, es una intuición. Ya digo que me parece interesante tu punto de vista, porque no lo había tenido demasiado en cuenta viendo la película.
Saludos!
Cuando dices «noir», supongo que te refieres al cine negro ¿Entonces porqué diablos no dices cine negro? El aspecto superficial de las palabras no las convierten en más interesantes, fijarse en esto nos lleva a la afectación, la impostura y la falsedad. «En materia de noir». Por favor…
Supones bien. Lo que no entiendo es el argumento que te lleva a inferir que del uso del concepto «noir» (tan arraigado en nuestra escritura como en la norteamericana o la francesa, por poner dos ejemplos) se desprende una afectación, impostura, superficialidad y falsedad. Al fin y al cabo, si tengo que seguir tu razonamiento, debería decir película de suspense y no «thriller». Si lo he utilizado es porque lo he creído conveniente, no por moda o impostura. Así también con «hybris», «a real hero» o «the killer is dying». Mi escritura, mejor o peor, no consiste en seguir una moda o buscar una forma superficial que enmascare una carencia de argumentos. Escribir «noir», en lugar de «negro», no genera una dificultad de comprensión tal como para que un lector de esta clase de textos pueda perderse. Así que no veo motivo para rectificar.
En cualquier caso, dudo que vaya a convencerte, visto el alias que utilizas. Pero sí me parece pertinente, ya que te has tomado la molestia con mi texto, apuntarte que ese «porqué» que escribes en tu pregunta va separado, no junto.
Saludos.
Tienes razón con lo del alias, también con lo del porqué, son cosas de las prisas. Sabrá perdonarme su excelencia de la sapiencia. Efectivamente también tienes razón con lo que tu argumento no me iba a convencer. Creo que es evidente, la utilización de «noir» en lugar de cine negro es como utilizar nueva ola en lugar de nouvelle vague o bella época en lugar de Belle Epoque. Utilizo ejemplos en sentido inverso para que veas que no soy un purista del castellano. No es que genere dificultad de compresión, es simplemente afectación, en otras palabras, no dificulta, más bien molesta. Si te fijas, en ningún caso he entrado a discutir el contenido de tu crítica. Si no lo quieres rectificar no lo rectifiques, literalmente me importa un comino. Yo sí que rectificaré el porqué, te doy las gracias, por tu atenta corrección. C’est tout mon ami.
Noir no se originó en España ni en otro país hispanohablante. Pese a
estar en un país anglohablante, Palo Alto no se lleva al inglés. Pare es
el nombre anecdótico de una ciudad rusa. Sería un desastre traducirlo a
esa lengua.
La formalidad está demás cuando solo adorna. Ninguna
pretensión es sapiencia. Pero puede valer para vestir bien, contar con
buena presencia y asestar fríamente el argumento del contrincante.
¿Gosling mejor que Al Pacino cuando fue Michael?
Buena aproximación desde el noir y el thriller.
Óscar: la crítica cinematográfica hoy en día está devaluada, como el cine mismo. Las pelis imprescindibles de los últimos años las contamos, apenas, con los dedos de una mano. ¿En medio qué nos queda? voltear de nuez a Tarr, Tarkovsky, Terayama, etcétera; o bien descubrir el abordaje al tema con la palabra.
Gracias por compartir y establecer una visión particular al respecto. Saludos.