El cine de zombies llega a Cuba con sus propias reglas: el humor y el surrealismo, elementos tan propios de la cinematografía cubana, colisionan con el horror, en una propuesta atípica que seduce por su singularidad. Durante el pasado festival de Sitges, pudimos hablar con su realizador, Alejandro Brugués, un tipo espontáneo, coloquial, ameno y desenfadado, en definitiva, un personaje tan cubano como el protagonista de Juan de los Muertos, su segundo largometraje.
—¿Como surge la idea de rodar una película de zombis en La Habana?
—Bueno, por un lado siempre me han gustado mucho las películas de zombies, y por otro quería recoger ese humor negro que se observa en la realidad cubana. Mezclar las dos cosas. Y además, la idea surge cuando estaba conversando con mi productor en Cuba, veía a la gente pasar por la calle y le dije, “mira, podríamos hacer una películas de zombies y no necesitaríamos usar maquillaje” (risas). Ahí prendió la chispita y empecé a analizar tanto ese día a día como las cosas que recordaba, esos momentos que me han tocado vivir en Cuba pero imaginándolos en un contexto de películas de zombies. Sin duda fue algo muy divertido.
—No obstante, es un hecho significativo porque en Cuba el cine fantástico es un género que no se trabaja con frecuencia.
—Yo diría que se trata de una cuestión generacional. La generación mía creció viendo otro tipo de películas. Sin embargo, la anterior creció con el cine francés de los años ’60. Pero claro, yo me hice mayor con La guerra de las galaxias, la saga Indiana Jones… Teníamos otras influencias. Yo imagino que no solo el cine cubano sino el cine latinoamericano en general, va a redescubrir esa tendencia hacia el cine de género cuando la generación a la que yo pertenezco se asiente.
—Claro, parece que el cine cubano está más relacionado con la comedia o con el drama social.
—Este es un hecho que se aplica para toda Latinoamérica, pero en Cuba se nota mucho más porque la producción es muy escasa y porque se elabora un tipo de comedia y de drama muy específico.
—¿Cómo conseguisteis la financiación para sacar la película adelante?
—Yo estaba terminando la producción de mi anterior película en Sevilla, y ya traía la preparación de la primera versión del guión de Juan de los Muertos. La idea le gustó mucho a mi productor, así que el paso siguiente fue armar la coproducción entre Cuba y España, siendo la primera vez que la industria cubana de cine y el gobierno del país apoyan una producción independiente de estas características.
—Centrándonos en la película y sobre todo en su protagonista, Juan, ¿podría decirse que se trata de una sátira del arquetipo del cubano, que siempre espera un cambio sin motivarlo?
—Esa era la idea, reflejar como al cubano le van pasando cosas pero sigue adelante con su vida. Queríamos reflejar esa generación que vio como se le desmoronaba un sueño; una generación que vivió un buen momento cuando existía la Unión Soviética hasta que de repente el bloque socialista se vino abajo, tambaleándose todo a su alrededor.
—También parece reflejar la picaresca del cubano, que aprovecha toda situación en su propio beneficio.
—Por supuesto, esas son para mí las tres etapas por las que pasa el cubano cuando se ponen malas las cosas: seguir con su vida como si no pasara nada, montar un negocio y sacarle dinero al asunto, y por último tirarse al mar (risas).
—¿Qué me dices de esa contradicción final que siempre aparece en el cine cubano: debatirse entre quedarse o marcharse de la isla?
—Sin duda pretendimos reflejar lo que dices, pero lo que a mí me gusta de esta película es el equilibrio entre un film de zombies y mostrar el día a día del cubano, su idiosincrasia, su forma de ver la vida. Eso que comentas nos permitió elaborar un comentario sobre esa contradicción del cubano, el amor a su tierra, el cariño hacia la patria, aunque en el fondo la forma de sobrevivir sea irse… o no. Pero al mismo tiempo, como película de zombies, me interesaba utilizar la base argumental del cine clásico de supervivencia. Ese material me permitía hablar un poco de los cubanos, pero también llevar el último acto de película de zombies a un lugar distinto, trabajando sobre sus mismos códigos.
—Es evidente que la base de la película es la sátira, como si esta fuese la única manera de acercarse a la realidad cubana.
—Yo creo que sí, por supuesto. El largometraje refleja el mundo surrealista en el que vivimos los cubanos dentro del país, un mundo donde confluyen tantas cosas que parece un marco atemporal. En Cuba tú puedes ver a una persona con un iPad por la calle, girar la cabeza y encontrarte otra persona que va con una carreta tirada de caballos. Esto se ve en la película, lo vemos desde el punto de vista de unos personajes que se enfrentan a esa realidad sin armas, a una realidad donde hay que sobrevivir con las cosas básicas, como si fueran aborígenes. En el fondo, eso es el cubano: un puro sobreviviente, representado por los personajes de la película.
»También creo que, por encima de ese aspecto de quedarte o irte, hay una cosa que tiene el cubano, un fuerte sentimiento de arraigo a la tierra, aunque estés o no estés. Por ejemplo, el personaje de Andrea, que se marcha a España con su madre pero termina volviendo a Cuba para luchar junto a su padre. Digamos que todos, por esa magia que impregna a Cuba, se sienten involucrados en la misma lucha.
—¿Temes que alguna de las referencias propiamente cubanas no lleguen al público?
—Sin duda la película es una mezcla de muchas cosas. Habrá chistes típicamente cubanos que el público no agarre del mismo modo que muchos gags relacionados con las películas de zombies no serán comprendidas por otro tipo de audiencia. Es un hecho que ya he comprobado con diferentes tipos de público, pero creo que la película posee un enfoque global que la hace perfectamente comprensible.
—Aparecen muchos elementos revolucionarios en la película, casi todos subvertidos, ¿es el límite políticamente incorrecto al que se puede llegar rodando en Cuba?
—Cuando analizas la realidad cubana desde la óptica de una película de zombies, comienzas a encontrarte con este tipo de ironías en todos los sitios, por ejemplo, la palabra “muerte”, tan habitual en la propaganda política y tan intrínseca al universo del “no muerto”. La realidad cubana da para esto y para mucho más. Personalmente se me ocurrían ideas constantemente: yo me sentaba a escribir en el patio de mi casa y tenía que parar porque me empezaban a venir chistes, ideas, gags… si no entro y me encierro hubiera tenido un guión de mil páginas (risas). Hubo muchas cosas que se quedaron fuera del guión precisamente por eso. Pero sí, te aseguro que Cuba da para bastante más.
—A propósito de esas ideas, hay una secuencia muy inquietante que es aquella en la que el grupo de cubanos es secuestrado por unos militares. Se trata de una secuencia perversa porque el público no sabe hacia dónde va a decantarse.
—Claro, este es un ejemplo del equilibrio que te decía antes. Por un lado, en las películas de zombies de Romero como El día de los muertos, llega un momento en el que siempre aparecen los militares como grupo que ha conseguido sobrevivir. Quería dar la impresión de que la película iba a tomar un nuevo camino, pero claro… Cuba es un desastre (risas). Esta escena también me permitía hablar sobre qué pasaría si en una sociedad como la cubana, gobernada básicamente por militares, se volviese a generar la misma situación. Vamos, imaginar que si La Habana se llenase de zombies y los que fueran a sobrevivir serían los militares, lo terrible que sería volver a pasar por lo mismo (risas).
—Conectando con el cine cubano, la película parece ser el reflejo zombiático de Memorias del subdesarrollo, donde su protagonista también observa la realidad desde la azotea.
—Sí, esa fue una referencia clara. Pero también el argumento surge de la vida real, porque el protagonista está inspirado en mi hermano Juan. Hay cinco o seis escenas extraídas directamente de su vida. En el caso de mi hermano, lo observaba todo desde el balcón de su casa, controlando los negocios de la gente, el día a día de los vecinos. A esta idea le añadí la presencia del telescopio que usa Juan, en lo que era una referencia a Memorias del subdesarrollo.
—¿Y cómo introdujiste al personaje de Ana, esa cubana que emigra cuando es una niña y luego vuelve a su país ya de mayor?
—Verás, en Cuba todo el mundo tiene algún familiar que se le ha ido. Fue un aspecto que se modificó durante la escritura del guión porque al principio ella siempre había vivido en Cuba. No obstante este cambio, sugerido por varios de los miembros del equipo, enriquece al personaje porque le concede al protagonista (Juan) una pátina de tristeza.
—Desde un punto de vista técnico, ¿cómo conseguisteis rodar las escenas apocalípticas en pleno corazón de La Habana, en lugares tan icónicos como la Plaza de la Revolución o el Malecón?
—Bueno, curiosamente, la secuencia de la Plaza de la Revolución no se filmó allí sino en posproducción ya que era un sitio muy delicado para rodar (risas). Fue la única secuencia que no se filmó en la localización. Creo que logísticamente hubiera sido una pesadilla, no tanto por la consecución del permiso, sino porque es un emplazamiento rodeado de avenidas, tiene mucho turismo, y si hubiese habido alguna visita importante, tendríamos que haber parado el rodaje. No pedimos el permiso porque sabíamos que hubiera sido un gasto de energía. Sin embargo, la escena del Malecón sí la rodamos allí. Lo cerramos durante tres días.
—¿Habéis podido estrenar la película en Cuba? Sabemos que los pases de la película por diferentes festivales han sido muy exitosos.
—La película se debe estrenar durante el próximo Festival de La Habana. No tiene sentido estrenarla fuera de ese acontecimiento. Sabemos que el público tiene muchas ganas de verla, ya que desde el rodaje la gente no paraba de preguntar cuando se iba a estrenar. Con respecto a los festivales, la experiencia ha sido muy bonita, sobre todo en Austin.
—Os habéis atrevido a rodar el Apocalipsis en un entorno casi apocalíptico: ¿es Cuba un país de zombies donde la única opción pasa por huir?
—Esa frase se acerca mucho a lo que sucede realmente en el país, pero no creo que sea la respuesta correcta. No creo que irse sea la solución.
Muy interesante Roberto. Al final no pude ver la película en Sitges así que a ver si me acerco un día ahora que la han estrenado por aquí 😉