Sobrevivir a Valencia
Acorralado por el populismo, por el estruendo de los coches de Fórmula 1, por el amiguismo, los continuos desmanes socio-políticos, y en definitiva por la trágica desidia cultural que caracteriza una ciudad como Valencia, tan sumamente castigada por la crisis económica/moral que sacude toda Europa, el festival de cine dirigido por Rafa Maluenda, acude un año más a su cita para revelarse a estas alturas casi como un último bastión de resistencia. La preparación del certamen no ha resultado sencilla, pero de nuevo el grueso de la programación y las diferentes actividades planteadas alrededor del certamen han resultado dignas de elogio.
Además de una sección oficial cohesionada y sugestiva, el espectador que ha acudido a los diferentes recintos que han acogido las proyecciones, ha disfrutado revisando (o descubriendo) al maestro Jirí Trnka, gracias a una selección de sus extraordinarias piezas, al prestigioso animador estonio Priit Pärn, o alguna de las fantásticas películas incluidas en los cuadernos de rodaje programados por el cineasta Nacho Vigalondo, y lanzadas en el incomparable marco de los jardines de Viveros, tales como Petulia (Petulia, Richard Lester, 1968), El hombre de mimbre (The Wicker Man, Robin Hardy, 1973), o la bellísima La puerta del cielo (Heaven’s Gate, Michael Cimino, 1980). Prorrogando el inolvidable pase de hace un año, con música en directo, de una espléndida copia restaurada de la expresionista El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, Robert Wiene, 1920), los programadores apostaron, con pleno éxito, por la proyección de otra joya del cine germano silente de los veinte, Nosferatu el vampiro (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, F.W. Murnau, 1922). Un triunfo del festival, sólo empañado por la lamentable partitura compuesta, e interpretada en la sala Luis García Berlanga de la Filmoteca de Valencia, por el Arsenio Martins Ensemble, que por momentos transformaba la terrorífica sinfonía del horror en una intolerable parodia. Igualmente desafortunada fue la concesión al popular cómico televisivo José Mota del premio Un futuro de cine, compartido con Michelle Jenner, en una decisión que solamente encuentra justificación en la necesidad de los responsables del certamen de atraer a la mayor audiencia posible recurriendo a figuras populares por desgracia tan poco destacadas cinematográficamente como el humorista. La recuperación, a modo de homenaje, de la reciente La chispa de la vida (Álex de la Iglesia, 2011), de la que paradójicamente apenas puede rescatarse la interpretación propuesta por Mota, subrayó por enésima vez las flaquezas del que sin duda resulta uno de los peores títulos de su desigual autor. Cierto desequilibrio de conjunto también se apreció en la filmografía de la realizadora danesa Lone Scherfig, otra de las figuras premiadas por Cinema Jove. Mientras la recuperación de piezas como Italiano para principiantes (Italiensk for begyndere, 2000), An Education (An Education, 2009) y su imprevista secuela Siempre el mismo día (One Day, 2011), reafirmaron su encanto y solidez fílmica, las cintas que permanecen inéditas en España, por ejemplo la ñoña Nar mor kommer hjem (1998), resultaron bastante menos interesantes.
Sobresale negativamente en el grueso de la programación la española Área de descanso (Michael Aguiló, 2011), una infumable propuesta de corte televisivo, interpretada por Jaroslaw Bieleski, una desacertada Emma Suárez, y un desaprovechado Álex Angulo, que significativamente parte de una sugestiva premisa (un conductor de autocares polaco sufre una avería quedándose atrapado en un área de descanso cerca de Valencia). Firmada por un antiguo programador del festival, amén de ayudante de dirección de respetables cineastas como Manuel Gutiérrez Aragón, el resultado no deja de ser un cortometraje alargado, pesimamente organizado en diversas e insulsas anécdotas que continuamente subrayan la fragilidad dramática global.
Tal y como se indica más arriba, la selección de los largometrajes de la sección oficial (integrada por diez sugestivos títulos) fue sin duda ajustada. Probablemente el mejor film de los exhibidos no es otro que el francés De bon matin (Jean-Marc Moutout, 2011), una durísima y amarga radiografía del mundo de la banca contemporánea, recorrida por un fantasmagórico empleado de mediana edad, que fácilmente podría haberse fugado de las páginas de cualquier novela de Kafka, a quien da vida un sobresaliente Jean-Pierre Darrousin. En realidad la crisis económica estuvo presente en buena parte de las cintas que iban a concurso. Así, la ganadora del premio Luna de Valencia, la canadiense Le vendeur (Sebastien Pilote), opera prima de su director, ilustra las jornadas de un vendedor de automóviles a punto de jubilarse, con la sombra de una huelga marcando los diferentes acontecimientos. Casi tan áspera y dura como De bon matin, e igualmente representada por un actor en estado de gracia (Gilbert Sicotte), pierde empaque a consecuencia de un último tercio dilatado y previsible, que afortunadamente no llega a enturbiar los previos hallazgos de un trabajo que ha recibido una extraordinaria, y merecida, acogida en diversos festivales especializados. Por su parte, la austriaca Spanien (Katell Quillévéré, 2011), compensa cierto adocenamiento argumental con su brillante construcción y ejecución cinematográfica. A la manera de un preciso mecanismo de relojería, el director logra encajar con maestría las diversas anécdotas que conforman la producción. Más irregulares resultaron Solnechnye DNI (Nariman Turebayev, 2011),una comedia dramática pseudo-existencialista, deudora entre otras de la mirada del maestro Aki Kaurismäki, que muestra la cotidianeidad de un joven a la deriva, y que a pesar de su buen acabado técnico y su elegancia expositiva acusa no poca inmadurez; la belga De leur vivant (Geraldine Doignon, 2011), proverbial crónica familiar construida alrededor de la muerte, bien ejecutada, pero carente de sorpresas y personalidad; la alemana Silent Youth (Diemo Kemmesies, 2012), una historia de amor gay, que pudo significar un brillante mediometraje, o la coproducción The Woman Who Brushed off Her Tears (Teona Strugar Mitevska, 2012), que además de competir por el galardón sirvió de película de inauguración, y que se descubre como una obra desnivelada pero férrea, estructurada en dos historias, beneficiada de la impecable labor interpretativa de Victoria Abril (protagonista de la primera anécdota, que asimismo se impone como la más sugestiva del conjunto). La simpática Torpedo (Matthieu Donck), amable visión, casi en forma de cuento infantil, nuevamente del contexto socio-económico actual, que vendría a resultar un insólito híbrido entre Un mundo perfecto (A Perfect World, Clint Eastwood, 1993) y las comedias ochenteras de la familia Grisworld de Chevy Chase, cerró entre risas durante la clausura un festival que elocuentemente este año ha estado presidido por un catálogo de miradas dolorosas.
Por último, cabe destacar un año más el fantástico nivel de los cortometrajes a concurso (desde siempre, una de las principales señas de identidad de Cinema Jove). El corto rumano Weekend lamare (Razvan Tache, 2012) se alzó con la Luna de Valencia, pero muchos de los programados durante la semana del certamen (por ejemplo La règle de trois (2011), la tercera pieza firmada por el actor Louis Garrel), descubrieron los trabajos de no pocos realizadores a los que sin lugar a dudas habrá que tratar de seguir la pista. Tarea casi quimérica a tenor de los ya sabidos caprichos de la distribución… pero al menos lo intentaremos.
Discutible introducción loando la independencia de un festival cuyo director fue escogido por el mérito de ser hijo de un diputado del PP…