Sitges 2012. El cansancio

La aparición de Pen-ek Ratanaruang, Takeshi Kitano o Alain Resnais, cuyos films comento a continuación junto a los de Apichatpong Weerasethakul, Kim Ki-duk, Dario Argento, David Cronenberg o Léos Carax, entre algunos otros, parece determinar un festival de dos velocidades, la de los veteranos (en edad y/o en experiencia festivalera) y la de los más noveles. Algo lógico y necesario para conseguir un equilibrio en las propuestas. No tan lógico resulta la inclusión de las obras de Cronemberg y Carax en el apartado Oficial Fantástico a Competición, la de Kitano en el apartado Fantástico Galas y en el de Nuevas Visiones (¡!¿?) las obras de Maddin, Reygadas y Resnais.

Headshot (Fon tok kuen fah, Pen-ek Ratanaruang, 2011) era el reencuentro con un apreciable y demasiado ignorado autor tailandés. Hay en su obra vibrantes aproximaciones al thriller y al noir, como  Seis nueve (Ruang talok 69, 1999), Invisible waves (2006) o Ploy (2007) siendo uno de aquellos lamentables casos en los que las políticas de distribución cinematográficas nos escamotean buenas películas. En esta ocasión Ratanaruang nos presenta la historia de un policía reciclado en asesino a sueldo. Un disparo en la cabeza con la lesión consecuente que le ocasiona una simbólica visión invertida de las cosas le obliga a una reflexión sobre su proceder y la organización en la que está inmerso. Desafortunadamente Ratanaruang complica innecesariamente la historia en base a una serie de flashbacks en una trama en la que de por sí nadie es lo que parece. La energía y la tensión que confiere a sus imágenes en la primera mitad va desvaneciéndose en la segunda parte de la película que parece estar repitiéndose. Aun teniendo secuencias turbadoras da la sensación que es mejor esperar nuevas obras del autor tailandés o recuperar las anteriores.

Outrage Beyond (Autoreiji: biyondo, 2012) podía ser considerada un modesto paso adelante en la desorientada carrera cinematográfica de Takeshi Kitano y su alter ego Beat Takeshi, entidad esquizoide y buque insignia de las exportaciones cinematográficas niponas. No obstante, a mi juicio, no es sino un paso atrás por su reincidencia en los temas de siempre. Se trata de un más de lo mismo que oculta una alarmante falta de creatividad, arrastrada desde los cuestionamientos que suponían Takeshis (2005) y Glory to the Filmaker (Kantoku banzai!, 2007) y resuelta insatisfactoriamente. Cabría citar aquí a una tercera entidad, tal vez no en discordia, sino al mando: Office Kitano productora, que trata de asegurar la perdurabilidad del proyecto, aunque sea a base de operaciones zombies que resucitan antiguos productos. Y Outrage Beyond llega a resucitar al propio protagonista de la película anterior (Outrage, 2010) Otomo, para, como personaje, configurar una venganza contra el clan Sanno y, como producto, para ultrajar su propia imagen en una operación comercial sin ápice de originalidad. Así, la confabulación para destruir clanes mafiosos enfrentándoles entre sí y los sucesivos ajustes de cuentas tienen más de mecánicos que de impactantes y los discretos apuntes de corrupción política y policial no parecen más que meras anécdotas en un mar de disparos y ajusticiamientos que Kitano, Takeshi y Beat, han llevado al cine en otras ocasiones y mucho mejor.

Y si lo único de Fantástico que tenia la cinta del japonés era la reaparición de un protagonista dado por muerto, era irónica la situación de la nueva cinta de Alan Resnais, Vous n’avez encore rien vu (2012) en el apartado Nuevas Visiones, a sus 90 años de edad. De todos modos, tanto da dónde se clasificara la cinta si nos permitía ver los resultados del juego visual que desarrolla alternando y enfrentando cine y teatro. Con el pretexto de valorar una nueva versión, presentada como teatro filmado, de Euridice, un grupo de actores reales (Amalric, Arditi, Azema, Consigny, Girardot, Piccoli…) se enfrentan de nuevo a los papeles que interpretaron antaño. Resnais recupera la memoria de todos ellos y provoca un juego divertido entre ellos y sus reflejos cinematográficos, creando una serie de diálogos a un lado y otro de la imagen, frases y gestos cuyas ondas reverberan de uno a otro actor, de una a otra actriz, intérpretes del mismo papel. En este juego de espejos Resnais celebra la creación artística (como hiciera en otras ocasiones y como también hace Holy motors (íd., L.Carax, 2012) pero además se permite meditar sobre el paso del tiempo y la inmortalidad de la obra frente a la caducidad de los humanos. Resnais mantiene su juventud frente a fórmulas más caducas.