Joss Whedon

Un autor revelación con veinte años de experiencia

El éxito sin precedentes de la película Los vengadores (The Avengers, 2012) ha llamado la atención sobre el director y guionista Joss Whedon que hasta ahora había volado bajo el radar. Pero es que no solo ha conquistado las más altas cotas del cine comercial si no que también se ha ganado este año el respeto de buena parte de la crítica y de ese público siempre hambriento de films de culto que abarrota festivales como Sundance, Austin, Toronto o nuestro Sitges, con la presentación de la película The Cabin in the Woods (2011), que Whedon guioniza junto a su amigo Drew Goddard y que es la opera prima de este último.

Los que seguimos a Whedon desde hace casi quince años no salimos de nuestro asombro. ¿Ahora sí?

La violenta irrupción de Los vengadores en el box office ha debido de suponer desde luego una gran tracción para Whedon si lo analizamos en clave de marca personal. Su película se ha convertido en la tercera en el ranking de las mayores recaudaciones de la historia del cine (después de Avatar y Titanic). Aunque para ser justos habría que valorar si la dirección de Whedon, por acertada que personalmente me parezca, ha tenido algo que ver en este éxito desmesurado: no se puede olvidar que toda una generación de Marvel zombies llevaba años esperando una película que uniese por fin a sus superhéroes favoritos y que la promoción ha sabido aprovechar a este grupo como paciente cero de su publicidad viral, creando una pandemia en toda regla.

No recomendaría en cualquier caso una película como Los vengadores si lo que se quiere es conocer a Joss Whedon, porque aunque sin duda hay mucho de su personalidad que se trasluce en ella, principalmente en los diálogos, es obvio que la libertad de un director en una superproducción semejante ha de estar sin duda muy coartada. Porque además el fuerte de Whedon es la construcción de personajes y apostaría a que en estos personajes, Hulk, el Capitán América, Thor, Ironman, es especialmente difícil cambiar siquiera una coma.

Tercera generación de guionistas, Joss Whedon comienza su carrera en una sitcom que marcó una época de la televisión: Roseanne (1989). Tan solo guionizó cuatro episodios pero creo que si se quiere conocer a Whedon es importante recuperar alguno (no necesariamente de los que él escribió) para analizar cuidadosamente la estructura, la química entre los personajes, la utilización quirúrgica de los running jokes, la sutil metarreferencialidad, el hábil uso de las interrupciones publicitarias, y utilización de la continuidad que permite ver un capítulo suelto pero que también premia a los televidentes que han sido fieles desde el principio. Pienso que es importante considerar la influencia que sobre Whedon tuvo la televisión de finales los ochenta y principios de los noventa [1], porque podemos ver en su trayectoria posterior un rastro que sin duda tiene más peso que la referencialidad cinematográfica que caracteriza a otras figuras similares como, por ejemplo, J. J. Abrams.

Conviene recordar sin embargo que esta primera etapa televisiva dio paso en seguida a otra, a principios de los noventa, en la que Whedon trabajó para la industria cinematográfica con el rol nunca suficientemente acreditado de script doctor [2]. El guionista se convierte en el Doctor Frankenstein: cortando aquí y pegando allá, cambiando el ritmo de una escena, añadiendo sutiles detalles que hagan más humanos a los personajes, dando pinceladas de humor, etc. Esta capacidad de trabajar sobre el material de otro recuerda en cierta medida a la metodología impuesta por Stan Lee en la Época Dorada de Marvel Cómics, donde el artista dibujaba el cómic entero a partir de una sinopsis facilitada por el guionista, dejando aquí y allá espacio para bocadillos y textos de apoyo, para que finalmente el guionista pudiese concretar los diálogos y explicaciones pertinentes. El propio Whedon, eterno Marvel zombie, terminaría por ser guionista de una serie resucitada especialmente para él en 2005, Astonishing X-Men, con un gran éxito de ventas y el honor de recibir el prestigioso premio Eisner.

Además de tener la oportunidad de experimentar sobre material ajeno, colaboró también en esta época con otros guionistas en películas de las que luego ha terminado renegando como Buffy, la cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer, 1992), Alien Resurrection (1997) y Titan A.E. (2000). De hecho la única colaboración verdaderamente satisfactoria de esta época parece ser Toy Story (1995), que les valió a sus cuatro guionistas la nominación al Oscar de la academia al mejor guión original.

Conocer a este Whedon freelancer que prueba suerte en Hollywood es muy interesante si uno quiere ir más allá de las acusaciones de esos detractores que hasta hace muy poco le señalaban despectivamente como un hombre limitado a la televisión. Porque personalmente no creo que sea una cuestión de limitaciones, como ha demostrado en Los vengadores, si no una elección personal.

Después de esta etapa Joss Whedon no vuelve al cine hasta que en 2005 dirige y guioniza Serenity, una secuela de la cancelada serie de televisión Firefly (2002) creada por él mismo. Y esto a pesar de que durante años el cuantioso fandom de las series Buffy Cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer, 1996) y del posterior spin-off, Angel (1999), demandaba que la cazadora diese el salto a la gran pantalla. A este respecto Whedon arguye en aquel entonces: “La diferencia del cine con una serie es que nosotros podemos hacer una pequeña película cada capítulo, y hay una continuidad, no necesitamos darle un final tajante como se daría en una película. Buffy funciona muy bien en este formato”. Y precisamente esta es la clave de su elección personal, el estilo de Whedon para describir y desarrollar a sus personajes que se apoya notablemente en la continuidad.

Pero no se trata tan solo de repetir la vieja fórmula de folletín, del culebrón, no basta con controlar a la perfección los mecanismos para dosificar el desahogo de la tensión dramática, con llegar a la familiaridad por simple repetición, ejecutando el ocasional volantazo de guión y dejando el final del episodio en el típico cliff-hanger… lo que pretende Whedon, la creación de personajes plausibles (hasta en sus versiones más alienígenas) y de ahí la profunda conexión con estos, tiene unos tiempos de asimilación en el espectador que en una película no se alcanzan. El cine por supuesto ha conseguido expresar profundidades muy complejas mediante sus abstracciones pero en ese formato resulta en mi opinión imposible de reproducir la experiencia subjetiva de conocer gradualmente a una persona. Porque en una película puede preocuparnos sobre manera el destino del protagonista, podemos empatizar con sus problemas y reconocernos en sus debilidades, pero son al fin y al cabo personajes encerrados en un bucle. El cine es amor a primera vista, donde una buena serie nos ofrece una larga relación.

Hasta tal punto está comprometido Whedon con la continuidad y su público que cuando sus series han sido canceladas, bien por falta de presupuesto o porque los actores estaban ya hartos de sus respectivos papeles, los personajes e historias no han acabado en una vía muerta como normalmente sucede: la trama ha continuado en formato cómic. Tanto Buffy Cazavampiros, como Angel o Firefly provocaron avalanchas de cartas de los fans a las cadenas de televisión que en un momento u otro las eliminaron de sus parrillas (en el caso de Firefly los fans no pararon hasta que se estrenó la película basada en la serie, Serenity). Pero las nuevas temporadas de Buffy en cómic respetan el formato de la serie y además cuentan en muchos casos con la colaboración de los guionistas originales (y lo mismo ocurre con Firefly). El buffyverso, compuesto por las series de televisión, los cómics y las novelas, e incluso por las miles de aportaciones de los fans, es solo comparable al llamado universo extendido de Star Wars. Y es que la notable influencia de Whedon en la cultura popular norteamericana ha llevado incluso a la PBS, la televisión pública estadounidense, a publicar como parte de su serie de artículos sobre el ingles norteamericano, «Do you speak american?», un artículo específico sobre la jerga propia de los personajes del buffyverso.

¿Podríamos hablar de constantes autorales? No creo que a Whedon le gustase mucho que le catalogasen como artista postmoderno pero por supuesto en su obra encontramos temas y conceptos que le obsesionan. Sus personajes son a menudo inseguros, solitarios, casi siempre rodeados de gente y sin embargo desconectados, y aunque bromean constantemente es solo una fachada, debajo de la estructura de comedia clásica, de los juegos de palabras, de las chanzas que a veces lanzan los protagonistas en el calor de la lucha para reírse de sus enemigos (al más puro estilo de Spiderman, por cierto), hay solo miedo… bueno, quizás no solo, quizás si buscas meticulosamente haya también esperanza pero ¡atención! porque el conflicto es el motor de toda narración y en seguida aparecerá la pérdida, desgarradora, da lo mismo lo seguros que nos creamos, porque el mundo avanza inexorablemente hacia el Apocalipsis. La obra entera de Joss Whedon es un puente tendido a otros que se encuentran a veces perdidos y tratan de seguir adelante a toda costa.

La honestidad que caracteriza a Whedon en el acercamiento a sus personajes e historias se trasluce en que las ficciones descritas son reflejo de su propia personalidad [3]. Y esto me lleva de vuelta al principio de mi artículo: ¿ahora resulta que los modernitos gafapastas quieren apropiarse de este señor?

En este texto he hablado de cómo Joss Whedon ha ido perfeccionando una forma de comunicarse con su público, he hablado de cómo este compromiso se materializa a través de un superior concepto de continuidad y también de que el objetivo que persigue su obra no deja hueco a la impostura, puesto que más allá de las bromas cómplices y de las piruetas narrativas predomina la necesidad de conectar.

Y así la obra de Whedon no puede ser de ninguna forma «original», no como se está diciendo al respecto The Cabin in the Woods, no respecto a si misma, porque la suya es una obra en continuo proceso de refinado.

Los que vimos la quinta temporada de Angel no podríamos evitar, al ver The Cabin in the Woods, acordarnos de la diabólica corporación Wolfram & Hart que en vez de intentar evitar el fin del mundo lo perseguía, sobre todo cuando dirigiendo sus laboratorios de aquella corporación estaba también la deliciosa Amy Acker, y tampoco podríamos olvidar las referencias a Titanes vencidos tiempo atrás por dioses nuevos, Titanes que esperan su oportunidad de resurgir en las profundidades de la Tierra.

Whedon y Goddard han declarado que lo que pretendían era ironizar sobre nuevos subgéneros como el torture porn que no aportan gran cosa en su opinión (es irónico que hayan acabado precisamente en Lionsgate). Y desde luego la película funciona en mi opinión muy bien como comedia metareferencial, pero personalmente lo que me parece más interesante es lo nihilista de su postura, que remite a películas de género de una época muy anterior. Claro que, quizás yo no debería opinar porque tengo la impresión de que el sentido que tiene esta película es muy distinto para alguien que ha seguido desde hace tanto tiempo a Whedon.

Parece que todo el mundo ha visto The Cabin in the Woods y hasta la web serie musical Dr. Horrible’s Sing-Along Blog (2008). ¡Joss Whedon mola! Asi que… ¿qué es lo que van a hacer ahora? ¿Se van a poner a ver las siete temporadas de Buffy y las cinco de Angel? ¿Empezarán a decir que por fin Whedon está alcanzando la madurez del autor? De verdad que me muero de curiosidad.


[1] Whedon también guionizó en aquella época tres episodios de la versión televisiva de la película Dulce hogar… ¡a veces! (Parenthood, 1989). Desconozco el poso que este trabajo le dejó. La serie no tuvo apenas repercusión y fue cancelada. Curiosamente tenía jóvenes actores tan poco conocidos por aquel entonces como Thora Birch, David Arquette o Leonardo DiCaprio. En 2010 Ron Howard volvió a la carga con una nueva versión de la serie y esta vez sí triunfó.

[2] La Wikipedia recoge que el guionista acreditado por Speed: máxima potencia (Speed, 1994), Graham Yost, asegura que la mayor parte de los diálogos de la película son de Joss Whedon. También arregló guiones como el de Waterworld (1995), Twister (1996) y el X-Men (2000) de Brian Singer.

[3] Muy aconsejable el vídeo casero que hizo en favor a Barak Obama describiendo con gran ironía la política de Romney como el camino más seguro para llegar a un Apocalipsis zombi.