Cultura recortada, crónica abreviada
Al final notamos la crisis. L’Alternativa, festival de cine independiente de Barcelona, ha sufrido en las carnes de su 19 edición unos recortes que han disminuido la cantidad de películas en la sección oficial y secciones paralelas. No obstante el problema no ha radicado, a mi parecer, en la crisis económica, sino en la crisis creativa de buena parte de los productos de la sección oficial de largometrajes a concurso en la que, posiblemente, por error, me centré, cuyas mejores propuestas podían ubicarse perfectamente en otro festival de documentales. Tal vez y habría hecho mucho mejor en orientar mi limitada selección de visionados hacia las secciones gratuitas que en el Hall del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona exhibían propuestas arriesgadas, interesantes, agrias o divertidas según las ocasiones. En la citada sección oficial tuve la sensación de estar transitando caminos trillados, poco innovadores para un festival que se define a sí mismo como alternativo aunque, haciendo un poco de autocrítica, debo reconocer que no me satisfizo la opción que en apariencia era más rompedora.
Nacer, diario de maternidad (J. Caballero, 2012) era un producto con origen en el Máster de Documental de la UAB y fue la vencedora con un documental que rastreaba los partos de un h hospital de Bogotà, su contexto, su origen, sus consecuencias.
Frente a ella (y frente a todas las demás), Two Years at Sea (B. Rivers, 2011) era la propuesta más rompedora. Esta apuesta de un creador de video arte nos presentaba los andares, las errancias y los tiempos muertos de un personaje en una cabaña en el bosque… Nada más alejado de The Cabin in the Woods (D. Goddard, 2011) por supuesto. Ni zombies, ni monstruos, ni ironía, ni referencias cinematográficas ni nada… Rivers trabaja las imágenes en un espléndido blanco y negro, granulado, alterado, enfrentando la nieve y las sombras, los brillos del fuego y los reflejos en el agua. Busca también encuadres evasivos, rotos, como lanzando piezas de un curioso rompecabezas con el que el espectador puede construir, crear, su historia… Lamentablemente la propuesta, de 86 minutos de duración, supera al espectador a la mitad del metraje. No es lo miso contemplar una instalación en una galería de arte dónde puedes levantarte cundo te plazca que esperar el final pacientemente en la butaca del cine, sino quieres pasar por un bárbaro que deserta durante la proyección. Podemos recordar las controversias surgidas a raíz de las propuestas de Kiarostami o Jia Zhang Khe.
Frente a ella, las otras propuestas resultaban muy livianas. As above, so below (S.J. Chistman, 2012) era un documental ensayístico dónde una viuda (madre de la directora) cuenta como transforma las cenizas de su pareja en un diamante mientras se intercalan comentarios sobre el reciclaje industrial. Un ensayo curioso pero tal vez demasiado correcto. El salvavidas (M. Alberdi, 2011) es una propuesta chilena cuya brevedad combinaba con el tono irónico de manera excelente. Con una buena dirección la cinta enfrenta dos tipos de profesional en una playa más bien cutre de la costa chilena, mostrando con la excusa de una falsa ficción una fauna y una sociedad de las cuales la sonrisa no borra una crítica acerada; me gustaría ver otros productos de esta directora, francamente. La mejicana Los mejores temas (N. Pereda, 2012) ve malograda en su última tercio una propuesta ciertamente original y estimulante, tal vez la más acorde con la idea alternativa del festival. Un joven y su madre ensayan repetidamente frases de amor correspondientes a un cd que plantear vender con “los mejores temas románticos”. A continuación aparece el padre que huyó diez años atrás dando lugar a escenas harto chocantes, contempladas con neutralidad pero no exentas de sarcasmo, hasta que madre e hijo ensayan diálogos y situaciones para decir finalmente al recién llegado que no le quieren en su casa… la magia se rompe cuando Pereda cambia registro, cambia también los intérpretes, y parece que actúen los auténticos implicados en la historia, adaptando un tono de crónica documental de unos perdedores de barrio que tiene escaso interés.
A falta de ver dos propuestas en principio muy bien valoradas por los que las disfrutaron y estimulantes por basarse en aspectos estéticos y creativos, La casa de Emak Bakia (O. Alegria, 2012) y Crulic, dumul spre dincolo (A. Damian, 2011), me reservaba para el final las dos cintas que me resultaron más impactantes.
5 broken cameras (E. Burmat,G. Davidi, 2011) es uno de aquellos documentales difíciles de olvidar aunque su realización y propuestas sean modestas y poco originales. Rodada artesanalmente pero montada profesionalmente, es la historia de Emad, palestino de Cisjordania, que registra cómo Israel va destruyendo sus campos para construir edificios, arrinconando a los campesinos musulmanes para ubicar familias judías ortodoxas y manteniéndoles tras un muro de alambre. Emad recurre al video para registrar la lucha pacífica, las manifestaciones, los ataques de policía y ejércitos israelíes a la par que su hijo menor va creciendo y con la ayuda de cinco cámaras que, una tras otra, van siendo destruidas. Insuficiente como crónica, sesgada como tiene que ser, Emad y sus colaboradores evitan la pornografía política y dosifican muy bien el relato con los momentos emotivos. Un testimonio de nuestro mundo, un gran documental.
Hace 20 años dos inmigrantes ilegales son asesinados mientras cruzan un campo de maíz en la frontera polaco – alemana. Horas después dos campesinos encuentran sus cuerpos y corren a buscar ayuda. Tras ellos, el campo empieza a quemar… tan cinematográfico arranque dio pie a una investigación cinematográfica que hurga en el dolor de las familias de los desaparecidos, en la turbidez del incidente, en la conciencia del supuesto cazador que disparó por error, en el manipulado sistema judicial y trata de desvelar errores y xenofobia en el corazón de Europa. Revision (P. Scheffner, 2012) recupera exhaustivamente testimonios presenciales, evidencia incoherencias o falsedades del proceso y tantea el vacío que dejaron en sus familias y su comunidad dos trabajadores que murieron no buscando el paraíso sino un salario digno. Scheffner utiliza inteligentes estrategias en sus entrevistas, cómo preguntar a posibles implicados en el homicidio o a viudas cuál debe de ser la secuencia inicial de la película; o, también, a retratarles mientras escuchan su grabación previa. La cinta es prolija en detalles y carece del surrealismo que contienen los documentales de Werner Herzog pero constituye un sentido homenaje a las víctimas sin caer en la sensiblería y un acertado análisis de la construcción de Europa sin caer en el panfleto.