Las mujeres de Hitchcock

Diosas y perversas en Hitchcock, de Sacha Gervasi

La verdad es que no sorprende que un biopic dedicado al mago del suspense se centre en explorar su compleja relación con las mujeres. Tampoco sorprende que la película de Sacha Gervasi se desarrolle durante la producción y el rodaje de Psicosis (1960), película con la que Alfred Hitccock se encumbró como cineasta de su tiempo y que ahonda en diversos tipos de feminidades tras las cuales es difícil no entrever la fascinación que el propio cineasta sentía por ellas. Y nada de esto sorprende puesto que una lectura atenta de la filmografía del cineasta británico nos desvela a un demiurgo cuyos relatos se ponen en funcionamiento solamente a través de personajes femeninos.

Diosas o perversas, cándidas o fantasmales, las famosas tentaciones rubias que abundan por doquier en su cine, son las encargadas de poner en funcionamiento la magia de la narración, el discurrir del relato, a través de variopintas relaciones con los protagonistas masculinos. Es por todo ello que, de entrada, el planteamiento de Gervasi parece tan acertado. En su película está más interesado en explorar la relación que el cineasta tuvo con su esposa, Alma Reville, interpretada por una fantástica Helen Mirren, que en mostrar la incertidumbre que el cineasta padeció durante el proceso de producción de un film tan complejo como Psicosis. Y por más que, a priori, esa relación se muestre desde el tópico de la mujer abnegada, que trabaja con tesón en la sombra y el anonimato con el objetivo de que el trabajo de su marido brille bajo los focos del éxito, lo cierto es que ese cándido personaje femenino, como ocurre en la gran mayoría de películas hitchcockianas, es el que hace avanzar no solamente la narración del biopic sino también esa película que se debe producir dentro de la propia película —Psicosis—  y que iba a convertirse en un éxito sin precedentes dentro de la trayectoria profesional de Alfred Hitchcock.

Sin embargo, ese planteamiento tan aparentemente idóneo para ahondar en el misterio Hitchcock se trunca por la ingenuidad de Gervasi, quien no duda en transitar por lugares comunes—y demasiado recurrentes— a la hora de representar tanto el proceso de creación de Psicosis como la tempestuosa relación de Hitchcock con su mujer. Gervasi ve en Alma a una mujer discreta, acostumbrada a controlar sus celos e inseguridades ante la fascinación que sentía su marido por las actrices con las que trabajaba. Y, al mismo tiempo, ve en Hitchcock al artista atormentado por la imposibilidad de acceder a las grandes estrellas femeninas, mujeres idealizadas con las que solamente lograba satisfacer su necesidad de acercamiento a través de un voyeurismo situado en el límite de la ética. De este modo, al ver Hithcock, uno tiene la sensación de que todo le es conocido. Las estrellas, los decorados, los problemas, las incertidumbres, las discusiones, los arrebatos y las peleas. Incluso la propia producción de la película, con sus dificultades y obstáculos. Todo está construido en base al tópico y funciona perfectamente como tal. Aún así debemos celebrar que Gervasi decidiera sembrar la duda, desde una agradecida sutilidad, sobre la naturaleza del personaje de Alfred Hitchcock. Hay algunos momentos en que el director se aproxima al cineasta para ahondar en su psicología, en su historia personal y en sus sueños. Son secuencias en las que la película sugiere una conexión profunda entre el propio Hitchcock y Norman Bates, el verdadero personaje protagonista de Psicosis. Y es en este aspecto que la película de Gervasi se torna puntualmente interesante puesto que lo que sugiere es la distancia insalvable, y en consecuencia la insoportable fascinación, que Hithcock sentía por lo femenino.

La secuencia más elocuente al respecto es sin duda aquella en la que se rueda la famosa escena de la ducha de Psicosis. En ella, un doble de Anthony Perkins —actor que interpretó a Norman Bates interpretado aquí por James d’Arcy—  debe apuñalar a Janet Leigh (Scarlett Johansson) en su papel de Marion Crane. Al ver la debilidad con la que el doble lleva a cabo su tarea, Hitchcock se enfada y se ensaña agarrando él mismo el cuchillo para mejor dirigir la actuación de la escena. Se trata de un momento en el que parece aflorar el subconsciente del cineasta, de forma desordenada pero con una contudencia casi hiriente, y que se nos revela dominado por esa doble feminidad que recorre no solamente de la película sino su cine: la fascinante, o la que despierta el deseo erótico de lo masculino, y la perversa, o la que lo asfixia y lo aprisiona despertando sus deseos de crimen. Sexo y muerte devienen así las dos caras de una misma moneda y justifican finalmente el personaje de Norma Bates, la madre muerta del protagonista de Psicosis y verdadero drama sobre el cual gravita la totalidad de la película. Lo que hace, pues, Gervasi en su secuencia es mostrar al propio Hitchcock en esa doble intención, poseer y matar, reunida aquí en un mismo gesto, una misma distancia y, sobre todo, una misma frustación.

Más allá de la escena del asesinato y de las contadas ensoñaciones que la película muestra del genial cineasta, el film de Gervasi también se deja llevar por una representación simple y unívoca de las mujeres que dan vida a los personajes de Psicosis. Tanto Janet Leigh como Vera Miles aparecen como lo que simplemente són, estrellas rubias que desean mantenerse en el olimpo de las actrices del momento. Una superficialidad que, en realidad, no encontramos en el cine de Hitchcock. Como apuntábamos, solamente se dibuja una cierta complejidad en el personaje de Alma Reville, que finalmente también se trunca al apostar por un final excesivamente conciliador y, cabe decirlo, muy poco hitchcockiano. Después de hora y media de tensiones emocionales entre Hithcock y Alma, y coincidiendo con el éxito del estreno de Psicosis, Gervasi decide poner en boca del mago del supense unas palabras llenas de moralina navideña que le sirven para que Alma se enternezca y ambos reestrablezcan una complicidad y una felicidad perdida en las asperezas y las tensiones del día a día, de la escritura de los guiones, del rodaje de las películas. No sé cómo debió ser en la realidad, pero uno no puede dejar de sentir que en el biopic hubiera sido mucho más verosímil, interesante y por supuesto hitchcockiano haber dejado abierta una luz sobre el lado más oscuro de la psicología del mago del suspense.