Entrevista Ramón Monedero

Tras una larga trayectoria por todo tipo de revistas de papel y digitales, además de por unos cuantos libros colectivos, este periodista murciano por fin se ha lanzado a publicar su primer volumen cinematográfico en solitario, M. Night Shyamalan: En ocasiones veo muertos (Ediciones Encuentro). Un repaso muy personal a la obra del cineasta indio, en la que Monedero ha invertido un buen puñado de años, y en el que hace evidente su pasión por uno de los autores más polémicos que ha dado el Hollywood contemporáneo.

—¿Cómo surge la idea de dedicarle un libro a M. Night Shyamalan? ¿De qué manera ha ido evolucionando con el tiempo?

—Hace ya unos años, un grupo de profesores de universidad decidieron poner en marcha una revista digital cultural llamada Teleskope. Allí había una sección de cine y me encargaron que la coordinara. Fue en esta página donde se publicó un primer embrión del libro que ahora está en la calle. Poco después, ese artículo me lo pidió Carlos Díaz Maroto para publicarlo en Pasadizo y no puse inconveniente. Lo que me sorprendió fue que, a raíz de su publicación en Pasadizo, poco a poco fui encontrando en los foros de la web mensajes en los que se mencionaba mi texto y donde se podía apreciar de forma muy clara cómo había quien aplaudía a Shyamalan y cómo había también quien lo detestaba, incluyendo ataques personales de dudoso gusto… El caso es que aquello me dejó claro que M. Night Shyamalan, como mínimo, es un director polémico, y como es bien sabido, la polémica es mucho más interesante que la indiferencia. Pero quizá lo que me dio el empujón definitivo fue descubrir que el artículo estaba en la bibliografía seleccionada para Shyamalan en iMDB. Pensé que no debía haber dicho muchas tonterías.

Por otro lado, cuando empecé a escribir el libro, Night se encontraba en la cresta de la ola. Lo comencé hace años, lo abandonaba, lo retomaba, lo volvía a abandonar… Por mil razones: falta de tiempo, inseguridad, en fin. El caso es que la situación de Shyamalan en Hollywood ha cambiado mucho desde que empecé a escribir. Conforme pasaba el tiempo releyendo el trabajo y haciendo correcciones, me fui dando cuenta de que, de algún modo, el hilo conductor del libro no eran tanto sus constantes como autor, que obviamente eso es algo que está ahí, si el explicar qué había pasado exactamente con su obra para pasar de nuevo Rey Midas de Hollywood a puro veneno para la taquilla… Si uno se fija en el trailer de After Earth, no aparece su nombre por ninguna parte.

—¿De qué manera te planteas el enfoque del volumen? ¿A qué tipo de público te has querido dirigir?

—No te voy a engañar, quise escribir el libro pensando en que mi madre, que ha visto mucho cine pero que no entra en tecnicismos, pudiera entenderlo sin problemas. Hace poco me dijo que se leía con facilidad, pero que en ocasiones resultaba un poco denso porque me metía en cuestiones demasiado complejas… Bueno, obviamente es un libro para cinéfilos, pero me gustaría que también lo leyeran aquellos a quienes no les convence el cine de Shyamalan, o directamente, lo odian. No creo que sea un libro demasiado complaciente con su obra, lo critico cuando lo considero justo. Obviamente admiro la obra de Night, pero también entiendo que ha cometido errores, y algunos muy importantes. De hecho, a mi parecer, los sigue cometiendo.

—¿Qué has intentado aportar que no se hubiera abordado en anteriores aproximaciones al cineasta indio?

—Creo que M. Night Shyamalan es un director fundamentalmente optimista, y eso es algo que nunca se ha dicho, o por lo menos no creo recordar que se haya dicho de forma explícita. Y si se menciona, se hace de forma sucinta. Es un director posmoderno, sí, pero a la vez es un director que tiene esperanza en el ser humano, y sobre eso creo que no se había dicho demasiado. No obstante, no he querido perder nunca de vista su puesta en escena, que me parece absolutamente portentosa, y que siempre he tratado que esté en el poso de todo lo que he dicho sobre él.

—¿Qué ha sido lo más difícil del proceso de escritura?

—Fue un libro que empecé hace mucho tiempo. Como he comentado antes, lo dejé y lo retomé en más de una ocasión, y lo que más difícil me resultó fue dotarlo de un estilo literario regular que lo unificara. Y aunque parezca una tontería, conciliar mi vida laboral con mi vida familiar (tengo una niña que ya tiene dos años) y aun así dedicarle al libro el tiempo suficiente.

—¿Has descubierto algo nuevo de Shyamalan al tener que volver a repasar su filmografía?

—Creo que he descubierto o, al menos, he llegado a vislumbrar al ser humano, a la persona que hay detrás del autor. Me llevo la impresión de que Shyamalan es un hombre inseguro, demasiado celoso de su universo creativo, y hasta he llegado a saber que no es una persona especialmente amable o cercana. No obstante, son meras curiosidades que, de un modo u otro, nos pueden ayudar a entender determinadas decisiones que ha tomado a lo largo de su carrera, pero no creo que deban influir a la hora de valorar su obra. Entiendo que pueda parecer algo contradictorio, que un hombre que habla de lo bueno que hay en el ser humano no sea un hombre especialmente ejemplar… Al fin y al cabo, son declaraciones de otros sobre él, pero creo que dejan muy claro que una cosa es el director-artista y otra muy distinta es el director-empresario, que es una dualidad con la que todo cineasta que quiera formar parte de la industria de Hollywood debe convivir.

—¿Qué película de su filmografía reivindicarías? ¿Alguna se te ha caído?

—Reivindicaría La joven del agua. Creo que el film se está reivindicando por sí solo, y no creo que se mereciera el descomunal fracaso que supuso en su día… Aunque lo entiendo. Hace poco presenté el libro en Granada, y antes se proyectó La joven del agua: el aforo se quedó a la mitad al terminar la película. Fue una mala decisión. Creo que es una película que sigue siendo difícil de ver, aunque es curioso cómo algunas personas que se la han encontrado por televisión, o que la han alquilado sin tener muy claro qué estaban cogiendo, la han disfrutado. Esto confirma que el cine de Shyamalan, por exigencias de la industria, es vendido como un blockbuster como podría serlo Transformers, pero obviamente es otra cosa, que hay que ver (al menos, se debería) en circunstancias totalmente distintas.

Y en cuanto a la que película que se me ha caído, probablemente sea El incidente, que es un largometraje que nunca me acabó de parecer de los mejores de su director. Airbender: El último guerrero, que probablemente es la respuesta que muchos esperarían, no se me cayó porque no había mucho en lo que escarbar: es lo que es y punto. Pero El incidente sí podía haber llegado a ser, en mi opinión, un peliculón. Hubo una época en la que verdaderamente me obsesioné con esa película. Me preocupaba mucho que se me estuviera escapando algo esencial, porque no terminaba de ver la densidad que, a mi parecer, sí contienen otros títulos de Shyamalan. Hace poco, un amigo me dijo que al final, en el libro la defiendo. Es posible, porque El incidente tiene una propuesta realmente brillante, e ideas de verdad asombrosas. Pero creo que hay determinadas constantes del cine de Shyamalan que sólo están esbozadas, lo que en mi opinión, supone un paso atrás.

—¿Cuál consideras que es la clave de que pasara de ser un cineasta admirado a otro, en algunos sectores, odiado?

—La pregunta del millón… Según parece, cuando Shyamalan comenzó a trabajar en Miramax cayó mal desde el primer día. Acto seguido se enemistó con su jefe, el temible y también muy influyente Harvey Weinstein. Poco a poco, fue resultando un director cada vez más incómodo para Disney, que era quien le estaba financiando sus películas desde El sexto sentido, y que se negó a poner un solo dólar para La joven del agua. No creo que hiciera muchos amigos en Warner Bros. tras el descalabro que supuso La joven del agua. El incidente dejó indiferente a Fox, y a Paramount se le han quitado las ganas de seguir adelante con lo que inicialmente iba a ser una trilogía tras las nefastas críticas y la tibia recaudación de Airbender: El último guerrero. Además, tenemos que reconocer que en Estados Unidos, salvo uno o dos elegidos (léase Clint Eastwood y poco más), los autores que dirigen, producen, escriben y hasta actúan en sus películas suelen caer mal… Mira a Woody Allen, que ha encontrado en Europa su particular paraíso financiero para rodar lo que le viene en gana, siempre y cuando lo haga en cualquiera de las ciudades del Viejo Continente que se pelean para que ambiente sus películas ahí. Y, por si todo esto fuera poco, sinceramente creo que muchos vieron en su intervención en La joven del agua un alter ego de lo que el propio Shyamalan piensa de sí mismo: un autor universal cuya obra un día cambiará el mundo… Y claro, más de uno lo debió de ver como un tipo excesivamente vanidoso, engreído, etc, etc.

—Con After Earth a cuatro meses de estrenarse, ¿crees que su nuevo filme aportará algo diferente a su carrera?

—Si te soy sincero, desde un punto de vista creativo, no tengo ni idea de qué puede suponer After Earth. Shyamalan ha hecho esta película en unas circunstancias en las que, con total seguridad, no esperaba verse nunca. Es una prueba de fuego. Si fracasa, no sé que puede pasar con su carrera, y más aún contando con un talismán para la taquilla como Will Smith. Desde los tiempos de Wild, Wild West, allá por 1999, no ha protagonizado un solo fracaso de taquilla, e incluso ha conseguido que películas, en principio, tan poco comerciales como En busca de la felicidad logren una recaudación más que digna. Pero lo cierto es que, antes o después, Will Smith fracasará y no quiera Dios que sea con una película dirigida por M. Night Shyamalan…

Creo que After Earth hay que recibirla como el empeño personal por parte de su director de demostrar que es un cineasta comercial perfecto para el engranaje de Hollywood. Todo lo que venga después, bienvenido sea. Además, Shyamalan tiene la manía de comparar sus películas con largometrajes emblemáticos de décadas anteriores. De momento ya ha dicho que a quien le gustó Parque Jurásico le gustará After Earth, y ésas son las típicas cosas en las que suele equivocarse, porque le obsesiona demasiado perder a su público. Como verás, creo que cuando he tenido que lanzar una china a Shyamalan en el libro, lo he hecho.

—Si tuvieras que animar a alguien a ver todos los filmes de Shyamalan, ¿qué le dirías?

—Es un director con un universo propio, con una visión del mundo personal. Y no sólo eso: es un cineasta que tiene esperanza en el ser humano, y eso es algo importante, tanto en estos tiempos de crisis como cuando todo iba de fábula. Es importante recrearse en las miserias del ser humano, pero también es interesante recordar que podemos hacer cosas hermosas. Además, es un cineasta que nos invita a contemplar el mundo de otra forma, sin necesidad de ser un ingenuo y vivir en el mundo de la «piruleta». Lo digo en el libro, Ortega y Gasset hablaba de los «ojos de extrañeza» propios de un niño que es capaz de sorprenderse ante cualquier cosa mundana, y creo que Shyamalan, utilizando los códigos propios del cine fantástico, nos habla de lo mismo.

Por otro lado, es un director que, insisto, guste más o menos, filma como nadie. Sabe como pocos dónde poner la cámara, cuándo cortar un plano y cuándo empalmarlo con el siguiente. Domina la puesta en escena de una forma verdaderamente ejemplar, y por esto mismo es un verdadero maestro, no del suspense como su admirado Hitchcock, sino de las atmósferas, de los ambientes…

—¿Tienes algún otro proyecto editorial entre manos?

—En breve debería publicarse un libro colectivo sobre John Carpenter en el que he tenido el gusto de colaborar, titulado Ultimátum a la Tierra, y que es precisamente iniciativa de Miradas de cine. Allí he escrito sobre la relación que hay entre Carpenter y el cine clásico, además de una reseña sobre una de las películas más divertidas (y menospreciadas) del director, Golpe en la pequeña China. Más o menos por las mismas fechas, debería ver la luz un diccionario sobre directores que ha editado Cátedra, y que han coordinado Hilario J. Rodríguez y Carlos Tejeda. Ha sido una empresa enorme y, por mi parte, un trabajo fascinante, en el que he reseñado a más de media docena de directores de lo más dispar, desde Manuel Martín Cuenca hasta Jay Roach, pasando por Alan J. Pakula, Mimi Leder, Brett Ratner, Ángeles González Sinde o Chus Gutiérrez. Y también debería estar a punto de publicarse una conferencia que ofrecí en el CEU de Madrid sobre Shyamalan. Hasta aquí lo confirmado. Sin confirmar y cocinándose en mi cabeza, un montón de cosas… 

—¿Te gustaría añadir algo más?

—Cuando entregué el libro ya definitivo a la editorial, tuve la sensación de que no estaba totalmente terminado, que podía haber añadido algo más. Y esa sensación se incrementa cada día. Hay un millón de cosas que me hubiera gustado matizar. El otro día, hablando con un amigo, me hizo una apreciación sobre la que yo no había reparado dentro del cine de Shyamalan y, probablemente, sus filmes futuros. Lo cual me viene a confirmar que  la obra del director de El sexto sentido está cargada de detalles, aciertos, y por qué no decirlo también, algunos errores. Supongo que por esto también es un cine humano.