Spring Breakers

En un capítulo de South Park, una decadente Britney Spears se convierte en víctima propiciatoria para una sociedad que crea adorables mitos femeninos adolescentes, los hunde y disfruta de su degeneración, y después los sacrifica en público. Un rito antropológico que se repetía una y otra vez: los guionistas apuntaron a Miley Cyrus como la siguiente; no erraron, como vamos comprobando. Spring Breakers (Harmony Korine, 2012) parecería querer retomar este esquema con la disneyana Selena Gomez, pero el propio argumento de la película lo niega. Vanessa Hudgens podría haber jugado el mismo papel, pero ya perdió la inocencia en público hace años, mientras que Ashley Benson o Rachel Korine podrían haber sido intercambiables con cualquier otra. Lo que caracteriza a las cuatro son sus caras achatadas de muñeca chochona, sus cuerpos bajitos y almohadillados, siguiendo el modelo de las Sugababes, de las actrices de la película de las Bratz o, sobre todo, de esas inquietantes misses infantiles de la América profunda. Así, Harmony Korine está escogiendo a unas niñas para despojarlas de su pureza ante nuestros ojos. Sin embargo, no hay pureza que desnudar: todos, incluso sus padres, sabemos ya lo que hacen cuando no hay cámaras; y Korine tampoco pretende sacrificarlas, porque no hay una entidad sobrenatural a la que contentar ni pecados que expiar. Sencillamente, no hay nada. Por eso Korine no tiene ninguna intención.