Durante la última semana de mayo se ha celebrado en Barcelona la XVI edición de DocsBarcelona, uno de los festivales de no ficción más longevos de nuestro país. Algunas novedades se presentaban en esta edición en relación a las anteriores. Se mantenían el cine Renoir Floridablanca y la Sala Aribau como los centros neurálgicos del festival, además de las Biblioteca Agustí Centelles y la Biblioteca Vilapicina i la Torre Llobeta —donde se podían ver pases gratuitos— y se ampliaba la presencia del festival en el CCCB y en la remozada Filmoteca de Catalunya. En cuanto a la programación, la novedad más notoria es la pérdida de la Sección Finisterrae, foco del festival donde tenían cabida las propuestas más arriesgadas del cine de lo real y donde otros años se han podido ver estrenos difícilmente programables en nuestro país. En la Sección Oficial, algo sobreprogramada al incluir dieciocho títulos, el nivel ha sido algo desigual. Aunque se han podido ver cintas de directores de cierto renombre como Alan Berliner o Michael Glawogger, la selección carecía de una estructura definida que, por tanto, no ha terminado de tejer una línea de pensamiento en torno al cine documental, teniendo cabida propuestas de toda índole, desde el documental biográfico hasta cintas de marcado carácter etnográfico. Se ha programado mucho cine en poco tiempo, lo que hacía imposible un seguimiento más detallado; perdiendo la oportunidad de extender la mirada más allá de esta Sección Oficial y de bucear dentro de otra secciones (Nou Talent o Docs+). En este texto repasaremos, por tanto, lo más destacado entre estos estrenos.
La Filmoteca de Catalunya albergó el pase de la última película de Michael Glawogger, Whore’s Glory, que a pesar de datar de 2011 aún no había sido estrenada en nuestro país. Glawogger propone un estético retrato sobre la prostitución en países periféricos (México, Tailandia, Bangladesh). Con su habitual querencia por la construcción de retratos globales sobre un conflicto particular —la explotación laboral en Workingman’s Death, el ser humano aislado en la gran ciudad en Megacities— y su elegante y en ocasiones almibarada puesta en escena, la cinta se pierde por momentos en el suntuoso ejercicio de estilo antes que ofrecer una denuncia del negocio sórdido que envuelve a la prostitución. En otra propuesta documental con grandes aspiraciones y filmaciones en distintas ciudades del mundo, Trains of Thoughts, del realizador alemán Timo Novotny, viaja por el subterráneo de Nueva York, Los Ángeles, Tokio, Hong Kong y Moscú para, desde la filmación de la estructura del metro y de sus viandantes, construir una gran reflexión sobre la vida diaria que se desarrolla bajo tierra, buscando la significación de ese espacio de tránsito. El retrato se hace mediante trazos, muy fragmentado, sin conseguir profundizar en las historias que se intentan tejer, y quedando más bien como un crisol efectista y muy bien editado —cercano al videoclip— a ritmo de la música envolvente de Sofa Surfers, construida para la ocasión.
Dos acercamientos biográficos en la Sección Oficial a destacar: una, de carácter oficialista y formato televisivo, sobre el político sueco Olaf Palme (Palme, de Kristina Lindström y Maud Nycander), recorrido respetuoso sobre su influyente figura en el panorama político del siglo XX, y Beware of Mr. Baker, del periodista Jay Bulger, recorrido por la vida llena de excesos de Ginger Baker, batería del grupo Cream. Este último no ahonda en el retrato hagiográfico en demasía (como sí hace Palme) y avanza gracias a la gran cantidad de material sobre el músico, además del increíble anecdotario en torno a su figura. En un plano parecido a estas dos, Breathing Earth (Thomas Riedelsheimer) es un sencillo acercamiento a la obra del artista japonés Susumu Shingu, autor de esculturas que dialogan con la naturaleza; no deja de ser una bella colección de planos en torno a la obra del escultor.
Uno de los estrenos más esperados era The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer. Sin estar anunciado, se proyectó el montaje del director, de casi tres horas de duración, y no el montaje que ha circulado por festivales y que tantos premios