Los lunes al sol (It’s Time for a Change, 2013)
Lo que está haciendo este festival con la prensa es de vergüenza. No dejar entrar a periodistas a las 8:30 de la mañana en una sala prácticamente vacía es solo la última jugada. Quizá tendrán que cambiar las cosas para que volvamos al año que viene, o para que algunos no se vayan antes de que termine este. De momento, hablemos de cine. No van a pagar justos por pecadores.
Coherence, de James Ward Byrkit (EE.UU., 2013)
El de James Ward Byrkit es uno de los numerosos debuts que se incluyen en la sección oficial y por el que a priori, y con toda sinceridad, yo no daba ni dos duros de madera. A posteriori es otra cosa, es una sorpresa mayúscula con un presupuesto minúsculo compensado con un guion de puro fantástico que nos ofrece más aire fresco que originalidad reconstruyendo los caminos que Robert Zemeckis instaurase en 1985 con Regreso al futuro y sus paradojas, aquellas con las que posteriormente han jugado películas recientes como Los cronocrímenes (Nacho Vigalondo, 2007) o Triangle (Christopher Smith, 2009). Y es importante lo que hace Ward Byrkit porque revienta las reglas del juego deshaciéndose de ellas (de las paradojas), porque siempre es complicado justificarlas y porque a veces ya huelen demasiado, guardando más similitud su trabajo con Primer (2004), debut de Shane Carruth que también ha participado en la sección oficial hace un par de días con la magnífica Upstream Color, y aunque en realidad no esté inventando nada nuevo, puesto que se está alimentando de un concepto de física cuántica, su forma de trabajar la historia es realmente meritoria, por su claridad expositiva, pero sin tratar de estúpido al espectador (como por ejemplo ocurre en Antisocial, también vista estos días), y por aprovechar al máximo lo reducido de sus recursos, en su único escenario, sin necesidad de recurrir a complicados efectos especiales o a destructivos giros argumentales, simplemente derivando la narración de forma natural sin resultar especialmente previsible. Que no es poco.
Sergio Vargas
Sapi (Possession), de Brillante Mendoza (Filipinas, 2013)
¿Os acordáis de cuando Brillante Mendoza molaba mil? Éramos tan jóvenes, cabalgábamos mares de azufre subidos a nuestros unicornios alados, llevábamos un foulard a juego con nuestro desencanto. ¿Os acordáis aquel día en aquel sitio con aquella gente? Yo la verdad es que no, pero no dejo de sorprenderme de que la bolsa de la cinefilia sea a menudo más importante que la vida de la filmografía de un autor de un inconformismo digno de mejores ojos. Sapi no es su mejor obra ni falta que le hace, se conforma con no conformarse, con erigirse en un conglomerado extraño y dinámico que se consume (y cobra sentido) en su propia capacidad para reinventarse en cada escena, en tejer un arriesgado ejercicio, irregular e inquietante, donde la crítica furibunda no conoce ni enemigos pequeños ni ningún tipo de mesura (la escena más impactante que hemos visto en mucho tiempo sale aquí y no en Midnight X-treme, atentos). Al mismo tiempo su valor simbólico, su acerada crítica a una sociedad que se pudre por el detritus de la información que consume y su nada sutil simbología satánica contemporánea confluyen en uno de los mayores homenajes a la película (La semilla del diablo) a la que va dedicada este festival: aquí el malo no es el demonio en sí ni lo que él hace, sino su representación arquitectónica mediante un edificio vertical, acristalado, inabarcable para la cámara y siempre rodado desde un picado suave, donde se alberga el verdadero mal que posee y desposee a las personas.
Manuel Ortega
For Those in Peril, de Paul Wright (Reino Unido, 2013)
Vacíos y ausencias. A veces no sabemos si es peor sobrevivir en la realidad o en el recuerdo, si nos quedamos con la herida abierta o cortamos de raíz el miembro afectado. For Those in Peril surge de una tormenta, la que destruye un pequeño barco pesquero y sacude las vidas de una comunidad obrera de Escocia obligada a gestionar, de la manera que pueda, su daño. Centrada en Aaron, el único superviviente del accidente, la película de Paul Wright gravita sobre el tremendo dolor que arrastra al no saber gestionar la muerte de su hermano y su regreso a una comunidad que se ha olvidado de los vivos para quedarse con los muertos. Poseída por la imagen intermitente de un mar indomable, mítico y atávico -ese que exorcizamos a través de relatos a la luz de la hoguera-, For Those in Peril es, como la reciente serie británica Southcliffe, una inspección en carne viva para encontrar esa palabra, sentimiento o sensación que ponga nombre a la pérdida que cargamos sin saber cómo expresarla. Hermoso y sensible, el filme de Wright evoca una realidad en colapso, ahogada por la tristeza y las pesadillas de su protagonista, que como el héroe de una narración infantil solo quiere volver a aguas profundas para derrotar al diablo de los mares y recuperar la vida que le robó. Una quimera, como la de creer que podremos salir indemnes de la situación cuando notamos ese vacío en nuestro interior.
Óscar Brox
Kiss of the Damned, de Xan Cassavettes (EE.UU., 2012)
Continúa la fiebre referencial a cuenta del fantástico producido en Europa durante los años sesenta y setenta del siglo pasado. A títulos como Amer (Sitges 2009) y Tulpa (Sitges 2012) se suma en la presente edición Kiss of the Damned, ópera prima en el ámbito de la ficción de Xan Cassavetes, hija de John Cassavetes y Gena Rowland. Un relato vampírico, leitmotiv notorio de este Sitges, con un ojo puesto en Jean Rollin y otro en el Luis Buñuel más alucinado de Viridiana (1961): el apasionado romance entre Paolo, un humano, y Djuna, una vampira, que augura una eternidad de orgasmos para ambos, peligra cuando hace acto de aparición Mimi, la amoral hermana de Djuna. Kiss of the Damned jamás quiere o puede trascender su condición de homenaje más pulcro y diligente de lo recomendable, que busca con descaro el beneplácito de un público furioso con Crepúsculo y True Blood, apoltronado en la entelequia de “los vampiros de verdad”. La consecuencia son películas tan laxas, indolentes, como la que nos ocupa. Aunque quepa reconocerle como a Byzantium, también programada en Sitges 2013, un discurso muy esquinado en torno a lo implacable de cualquier orden establecido; incluidos los sobrenaturales, a los que no faltan sus clases, sus adaptados y sus outsiders, y que son tan capaces como los reales de cualquier cosa con tal de preservar la paz social y la tranquilidad espiritual de sus buenos ciudadanos.
Diego Salgado