Carpenter, príncipe de todos nosotros
Un parto difícil
Discúlpenme si no soy objetivo. Perdónenme si no consigo ser ecuánime. Toleren mi exceso de implicación en todo esto. Porque jamás, por mucho que lo intentara, lograría adquirir un juicio lo suficientemente imparcial. Voy a hablar de un proyecto que me afecta profesional y emocionalmente, porque es el empeño de una serie de compañeros y amigos a los que admiraba como lector y a los que adoro desde que trabajo con ellos. Apasionados en sus múltiples facetas —como espectadores, lectores y escritores—, que soportan con rigor algunos insultos y desprecios, y a los que los halagos les hacen sentir orgullosos sin que sus pies despeguen del suelo. Así se ve desde dentro, pero no siempre se aprecia desde fuera.
Como bien se encarga de explicar en el prefacio ese trío que constituye el alma máter de Miradas —Sergio Vargas, Manuel Ortega y José David Cáceres Tapia—, la idea de John Carpenter. Ultimátum a la Tierra se remonta a hace siete años, un dato que da a conocer lo dificultoso de sacar adelante un proyecto editorial, como es un libro colectivo. No sólo en estos últimos años de Gran Recesión, donde hasta el hecho de comprar el pan puede ser para algunas familias como acercarse a la comisaría del distrito 13 para conseguir un par de pistolas. Incluso durante la bonanza, cuando éramos la caña —o creíamos serlo—, la cosa no era tan sencilla, y conseguir que alguien confiara en unos críticos que llevaban unos pocos años publicando sus locas ideas en una página de Internet, podía ser tan desaconsejable como jugar al escondite con los niños del pueblo de los malditos.
Así que en vez de precipitar las cosas, utilizando unos fórceps que deformaran la cabeza de la criatura —transformándole en un monstruo, digno heredero de La Cosa—, aquí se ha practicado un ejercicio de paciencia, esperando que el bollo estuviera suficientemente cocinado para sacarlo del horno a su debido momento —curiosamente, en una fecha tan carpenteriana como es la de este 2013—. Y el resultado es que han salido gemelos. Porque ha habido un grupo de personas que —mucho más que valientes, temerarios ellos— han decidido que lo mejor es coger las riendas de su destino, eliminando intermediarios que puedan llegar a modificar la idea que tienen sobre lo que debe ser un libro sobre cine. Y he aquí que, además de celebrar el nacimiento de este libro, cada 12 de septiembre habrá que comprar un par de tartas, pues la llegada entre nosotros de Macnulti Editores dará continuidad a muchas inquietudes, estableciéndose los cimientos para posteriores edificios.
Sumar es mucho más divertido
Los libros colectivos son, cada vez más, hijos de nuestros días, pues responden a las demandas e inquietudes de la mentalidad grupal. La reunión de varias voces ofrece múltiples puntos de vista, un asiento con varias patas sobre las que sustentar el debate y la reflexión caleidoscópica y plural, realizando sobre un tema, género, filmografía o cineasta un collage lúdico y proteico, diversificando las visiones por comparación entre ellas. Así, en este John Carpenter. Ultimátum a la Tierra coexisten 22 miradas(.net) que actúan como Nicholaes Tulp en el famoso cuadro de Rembrandt: diseccionando el cadáver exquisito de Carpenter para sacar lo mejor de él en una de las mejores lecciones de anatomía a la que se pueda asistir.
Cada uno lo ve a su manera porque cada uno lo ama a su manera. Pero lo que queda claro es que todos lo aprecian y todos desean reivindicarlo. Cada uno, dependiendo de sus inquietudes, filosofías, ideologías y pasiones personales, destaca algo, un aspecto, que se añade en forma complementaria a la de sus otros compañeros. Y en un proceso parecido al del doctor Frankenstein, lograr recomponer un cuerpo desperdigado para volverlo a la vida —a jóvenes hornadas de espectadores que no lo conozcan; a todos aquellos que en su día, equivocadamente, lo despreciaron; etc.—, subrayando una constante de la personalidad, el estilo o la temática que hacen reconocible a un cineasta tan genuino como John Carpenter: una obra que se antoja como un monumento a la prístina sencillez narrativa de la menor pulp fiction, con toda su sofisticada eficacia y medida expresión (J. Palacios); una mezcla entre los slasher, las sugerencias de Hitchcock y la visceralidad de los gialli italianos (T.L. Alarcón); la habilidad para explotar las situaciones de encierro y de personajes acorralados, donde un suspense in crescendo participa como otro personaje más de la historia (Ó. Brox); abordar los conflictos de la identidad del sujeto con su tiempo mediante la relación entre la realidad del mundo que percibimos y la realidad de nuestro pensamiento (R. Alcover Oti); el recurso a la ironía con intención de satirizar y denunciar los aspectos más censurables de la sociedad de su tiempo (A. Díaz Castaño); la supervivencia como motor de sus personajes (R. Monedero); su alineación con una izquierda inconformista y tocapelotas, cercana a una arcadia militante y desesperanzada (M. Ortega & J.D. Cáceres Tapia); sus bandas sonoras, que lo ligan al western a través del melancólico espíritu de la frontera, la amenaza del territorio desconocido, el ansia de libertad y la esperanza de un nuevo horizonte (R. Álvarez); un pensamiento fundamentado en el concepto mítico y en la composición simbólica (J.E. Lagorio); una personalidad forjada en el nihilismo propio de los años 70 (J.G. Romero); un francotirador punk de formación clásica, para quien amar a los géneros no significa conservarlos en formol (J. Pulido); la presencia perenne de H.P. Lovecraft en el terror carpenteriano (S. Solano); el clasicismo teñido de modernidad discreta en que se encuadra una y otra vez (D. Salgado); sus ejercicios de revisionismo histórico a través de una mirada impregnada de mala leche a la iconografía de la cultura popular norteamericana (I.P. Rico); su potente capacidad para crear atmósferas, sacando el mayor rendimiento a lo escaso (I. Paredes); su establecimiento en una serie B cinematográfica emparentada al estilo de las producciones de los años 50 que atacaban frontalmente la política estadounidense (R. Morato); la implacabilidad y fluidez de su narrativa, donde no hay fisuras y todo es como tiene que ser (T. Junyent); su situación en un punto indeterminado en el que se confunde el mundo tal y como lo conocemos y la alucinación paranoica que lleva a la constatación de que el mal se encuentra acechando más cerca de lo que pensamos (B. Martínez); unos personajes que reflejan al individuo frente al mundo, profundamente individuales aunque trabajen en equipo (A. Peris i Grao); la sana desmitificación de determinados elementos referenciales a través de su frivolización (J. Vallet); o la instrumentalización del mal con el fin de solidificar la camaradería entre los protagonistas, restituyendo su instinto de supervivencia (S. Vargas).
Una curiosa edición
Resulta fascinante cómo determinadas propuestas editoriales son capaces de poner patas arriba nuestros principios y gustos. Si normalmente el catálogo fotográfico de un libro dedicado al cine suele ser algo a reclamar, reivindicar, exigir y, posteriormente ya conseguido el objetivo, celebrar, uno no puede dejar de pensar que no incluir ni una puñetera fotografía en un libro sobre Carpenter es tal osadía, tal desplante y tal insulto que no queda más remedio que cuestionarnos y replantearnos todos nuestros principales valores, exclamando después de superar el estupor “¡Con un par!”. El libro es tan seco y tan adusto como el propio cine de Carpenter: desnudo hasta la médula, es tal y como se presenta. Sin disfraces ni adornos. Tómalo… o déjalo.
También son memorables las rarezas con las que se remata el libro, unas propuestas difíciles de encontrar en otros textos de este tipo: una videografía comentada (R. Morato) que, además de detallar las ediciones en DVD y Blu-Ray de los films de Carpenter, diagnostica conscientemente los avatares con los que el espectador se ha encontrado a la hora de localizar obras de su admirado realizador, relacionando estas aventuras con la situación —pasada, presente y futura— de la distribución de los formatos digitales caseros; también encontramos un repaso a la bibliografía escrita sobre Carpenter (J. Pulido), tanto en España como en otros países, así como una filmografía seleccionada (S. Vargas & J.D. Cáceres Tapia) que abarca todas y cada una de las contribuciones al audiovisual por parte de este autor, incluyendo —y aquí radica la rareza— los videojuegos que toman sus argumentos de films del realizador; pero lo que seguramente hará las delicias de todo aquel que se acerque a esta obra será encontrar un breve diccionario de autor (J.D. Cáceres & M. Ortega & S. Vargas) que resulta ser una colección de términos aleatorios pero que, sumados, logran configurar un retrato personal e histórico sobre las frustraciones y empeños, compañeros de viaje y parejas reconocidas, y filias y fobias con las que al director neoyorquino se le ha relacionado a lo largo de su vida.
Todo ello hace de este John Carpenter. Ultimátum a la Tierra un libro diferente, fresco y apasionante, nunca cansino ni repetitivo —a pesar de su abundante texto y de la práctica unanimidad a la hora de valorar positivamente la obra de Carpenter, de la que únicamente se escapa Joaquín Vallet a la hora de juzgar los últimos años del maestro—, haciendo asequible el estudio a todo tipo de públicos y colmando las expectativas del espectador aventajado. Una característica propia de las grandes obras, pues no siempre se logra conseguir.