Quién no ha tenido un héroe en su vida? ¿Quién no ha idolatrado a algún personaje televisivo alguna vez en su tierna adolescencia? Llenaban nuestras paredes, nuestras carpetas, nuestros screensavers… Les tenemos mucho cariño. Pero, ¿y si alguien te dijera, así, sin anestesia, que los héroes están muertos? Sin eufemismos ni rodeos se nos presenta el nuevo libro de Juan J. Vargas-Iglesias, cabeza de un brillante y extenso análisis de la nueva figura del héroe y el villano televisivos en la sociedad post 11-S.
Los héroes están muertos reúne en sus páginas a algunos de los analistas, críticos y académicos más brillantes en el ámbito de las series de televisión. Su coordinador, Juan J. Vargas-Iglesias es toda una eminencia en la distinción de lo heroico y las ficciones televisivas, las cuales ya nadie duda en clasificar como la nueva «alta cultura popular». Iglesias, junto a la constelación de escritores que le acompañan, hace una disección de la gesta heroica dividida en tres grandes bloques que abarcan casi treinta títulos. La primera, La forja del centinela, cubre la figura del héroe como ente guardián y protector. Es el paladín atrevido y altruista, siempre atento al bien común y dispuesto al sacrificio personal. Podría decirse que, en cierta manera, es lo más cercano al concepto de adalid que tenemos en nuestras cabezas. En el bloque central, El buen villano, se delibera sobre esos personajes de características villanescas pero que a la vez generan empatía para con el espectador; lo que podríamos llamar el antihéroe, convertido en el nuevo personaje de moda. Ese chico malo que en el fondo tiene buenos sentimientos y acaba ganándose el corazoncito de la audiencia. La tercera y última parte, Un mundo extraño, alude a la gesta heroica en ambientes poco convencionales en los cuales se entremezcla lo mágico y lo extraordinario. Son entornos generalmente hostiles para el héroe, y, por lo común, se acaban convirtiendo en la prosopopeya del villano contra el que el sujeto tiene que luchar.
La obra se torna un camino por el que vamos avanzando poco a poco, sin prisa pero sin pausa; deteniéndonos en cada estación con el esmero que se merece. Y los paraderos son muchos y de lo más variados: desde 24 (íd.; Robert Cochran & Joel Surnow, 2001-2010. Fox), pasando por las alabadas Los Soprano (The Sopranos; David Chase, 1999-2007. HBO) o Breaking Bad (íd.; Vince Gilligan, 2008-2013. AMC); pero con alto en otras series no tan populares como Grimm (íd.; Stephen Carpenter & David Greenwalt & Jim Kouf, 2011-?. NBC) o Firefly (íd.; Joss Whedon, 2002-2003. Fox), los anime Monster (Monsutā; Naoki Urasawa, 2004-2005. Madhouse – NTV) y Death Note (Desu Nōto; Tetsurō Araki, Tsugumi Ōba & Takeshi Obata, 2006. Madhouse -NTV) o la animación supuestamente infantil Hora de aventuras (Adventure Time with Finn & Jake; Pendleton Ward, 2011-?. Cartoon Network). Incluso, y aunque pueda parecer extraño en un análisis de lo épico, encontramos comedias como Cómo conocí a vuestra madre (How I Met your Mother; Carter Bays, Craig Thomas, 2005-2014. Fox), cuyo estudio del caracter de Barney Stinson como claro antihéroe resulta más que sorprendente, de la mano de Cristina Pérez de Algaba Chicano. Otro destacable capítulo es el dedicado a Mad Men (íd.; Matthew Weiner, 2007-2015. AMC) firmado por Óscar García, pues la escisión que se hace de la anatomía del personaje de Don Draper es extremadamente detallada y ayuda a comprender la motivación y comportamientos de éste, convertido en un Ulises de Madison Avenue, con la fiel y amantísima Penélope personificada en la figura Betty Draper. Cada autor aporta su mirada propia y disecciona a los personajes de cada serie de una manera introspectiva, siempre basándose y teniendo como cotejo los atributos del héroe clásico.
El viaje del héroe ha sido desmenuzado ya por múltiples autores desde que el concepto apareciese por primera vez en la Grecia clásica y lo aplicasen eruditos como Píndaro, Platón, Hesíodo o Aristóteles. Uno de los estudios más citados debido a su complejidad y minuciosidad en el periplo es el publicado por Joseph Campbell en 1959, El héroe de las mil caras. El planteamiento de Campbell, al que se aferran muchos de los analistas satelizados por Iglesias, nos presenta el viaje del héroe clásico con los doce estadios de su aventura. La morfología del cuento de Vladimir Propp o El viaje del escritor de Christopher Vogler, son otras dos biblias de referencia a la hora de analizar las peripecias de este tipo de personajes. Los héroes están muertos, partiendo de la base que bien titula el prólogo firmado por Iglesias, «Lo que está muerto no puede morir», va más allá de la mera definición de lo heroico. La sociedad norteamericana y, por ende, la mundial, sufrió un vuelco de 180 grados con los atentados del 11 de septiembre de 2001. Con ello, se generó también un cambio en la ficción televisiva y en la concepción que se tenía del héroe hasta ese punto. Los arquetipos y los modelos a imitar del imaginario colectivo cambiaron de manera casi radical. Los mediáticos ataques a las Torres Gemelas infundieron un terror interno en la sociedad y de éste pavor efervescente emergió la efigie del héroe torturado y a su vez torturador.
La tesis queda patente desde el mismo preámbulo en el que Iglesias da toda una declaración de intenciones sobre el poliédrico análisis que tendrá lugar en un contexto en que los absolutismos no son válidos. Walter White, Dexter Morgan, Finn el humano, Jack Bauer o Sookie Stackhouse (por citar alguna mujer, tan escasas en el universo heroico en general), entre otros, son revisiones del heroísmo contemporáneo, muy cercanas al espectador, cansado y sin empatía hacia el héroe de capa roja o del príncipe de larga melena y espada. «No existen los héroes revolucionarios en la nueva televisión, sólo los atormentados por su incapacidad, los héroes castrados», sustentaba el coordinador en una entrevista a Pandora Magazine. Y es que estos caracteres presentados en todas estas series se relacionan estrechamente con los problemas contemporáneos. Los héroes son el vértice de gran parte de nuestra mitología y su mutación actual conlleva su muerte en el sentido clásico. Pero como bien explica Iglesias en el epílogo dedicado a True Detective (íd.; Nic Pizzolatto, 2014-?. HBO): «puede que no importe que los héroes estén muertos o estén vivos. Puede que sólo importe que estén».