American Ultra

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A veces las cosas no son lo que parecen. Vivimos rodeados de apariencias, dando por hecho lo que piensan los demás, lo que nos depara la vida, pero en realidad nada de eso tiene por qué ser verdad; en tanto entidades solipsistas, incapaces de conocer el pensamiento de los demás, todo cuanto sabemos son suposiciones e inferencias de una realidad que se nos muestra esquiva. Es imposible conocerlo todo, de ahí que trabajemos a través de los prejuicios. Nuestras experiencias anteriores, los estereotipos y los lugares comunes nos son cómodos no porque nos ahorren trabajo, sino porque nos permiten tener un asidero ante la incógnita absoluta. Cuando nada se sabe, al menos podemos estar seguros de nuestros prejuicios. Incluso si no se ajustan a la realidad. De ahí que la parodia sea un recurso tan utilizado, tan efectivo, dentro del arte de todas las épocas: conocer los auténticos pensamientos de una persona es difícil, requiere conocimiento e interés en desentrañarlos, de ahí que partir de prejuicios para después dinamitarlos sea una forma efectiva de abordar cualquier obra.

American Ultra (id., Nima Nourizadeh , 2015) coge todos nuestros prejuicios para derribarlos sin sutilezas. En la película nos encontramos con una pareja de perdedores, Mike Howell y Phoebe Larson —interpretados por unos Jesse Eisenberg y Kristen Stewart capaces de entenderse a la perfección en pantalla—, que pasan sus días colocándose sin mayores preocupaciones, al menos hasta que él decide que es hora de pedirle matrimonio a ella. Para ello planean un viaje a Hawaii que se verá truncado por una crisis de ansiedad de Mike, lo cual le hará plantearse si, en último término, el porrero cabeza de chorlito no será un lastre para la chica guay con futuro. De ahí a acabar metidos en un plan de limpieza de la CIA, rencillas personales mediante, con algo más que ecos del MK-Ultra sólo hay un paso: aquel que separa la parodia de la sátira, la obra capaz de defenderse por sí misma sin necesidad de hacer referencia constante hacia obras anteriores de la que no lo es.

Ni película de porreros ni sátira de las películas de espías. American Ultra es una película de amor —como nos demuestran sus leit motiv narrativos: Pua Nani O Hawaii, el anillo de boda, la metáfora del árbol—, centrando toda su progresión en el conflicto entre los dos personajes protagonistas, en la autoaceptación que sólo puede darse en el descubrirse viéndose a través de los ojos del otro, tanto en sus virtudes como en sus defectos. Sólo cuando aceptan aquello que son, incluso si eso es un porrero o una perfecta máquina de matar, son capaces de llevar su relación más allá; de ahí que la catarsis de la película no se produzca con los planes de la CIA desbaratados, sino con algo mucho más mundano: con Mike pidiéndole matrimonio a Phoebe.

La belleza de la película reside en ser una parodia, en eludir la sátira. Donde la sátira pretende hacer humor desde la ironía, distanciándose y ridiculizando los temas que aborda, la parodia simplemente retuerce aquellas presunciones que tenemos de determinados géneros o arquetipos, haciéndolo más permeable al tiempo; donde la sátira se hace vieja con facilidad al ser dependiente de aquello que ridiculiza, la parodia tiene la capacidad de funcionar por sí misma. Eso es lo que consigue la película. Coge todos nuestros prejuicios sobre los fumadores habituales, los lleva al extremo y, cuando creemos saber por dónde saldrá la película, resulta que todos nuestros prejuicios eran, efectivamente, prejuicios; si podemos comprender los sentimientos de ambos protagonistas es porque nos son familiares, cercanos, podemos comprender por lo que están pasando. Sentimos que los conocemos. De ahí que cuando las circunstancias cambian, cuando descubrimos que ni porrero ni inútil, sino el éxito demasiado efectivo para su propio bien de un proyecto secreto, nos resulta fácil comprender la evolución de ambos personajes: su amor nace de cosas menos evidentes de las que parecían en primera instancia, no son simplemente una pareja de drogadictos de baja intensidad con todos sus estereotipos asociados.

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Max Landis, guionista de la película, utiliza la parodia como herramienta, no como fin último. No es algo que le resulte desconocido. En sus brillantes ensayos fílmicos, especialmente en Wrestling Isn’t Wrestling (2015) —que, además, hace un díptico perfecto para entender el wrestling con el texto El mundo del catch de Roland Barthes—, consigue conjugar parodia y humor para hacer un retrato complejo y sentimental de temas en apariencia menores, del mismo modo que en uno de sus anteriores guiones, Chronicle (id., Josh Trank, 2012), hacía de la parodia una herramienta exenta de humor para jugar con las convenciones del género superheróico y hablarnos de algo completamente distinto: el paso de la infancia a la edad adulta, la madurez y la dificultad de conectar con los otros. No por accidente, también los temas centrales de American Ultra. Tampoco es casualidad que en la dirección esté Nima Nourizadeh, el cual ya había tratado estos temas en su opera prima, Proyecto X (Project X, 2012).

En ese sentido, se nota la mano de Nima. Su estilo hipertrofiado, exagerado hasta el absurdo, dado al exceso más puro, sirve para darnos un cruce bastante peculiar, aunque agradable, entre momentos de tensión que se suceden a un ritmo endiablado, tanto en las escenas de acción como en alguna sucesión de escenas, con momentos de relativa calma, especialmente cuando los amantes intentan disfrutar de su intimidad. En ese sentido, American Ultra no deja de ser hermana de Chronicle, Con personajes descubriendo aquello que residía en su interior, siendo incapaces de procesarlo y por ello arrojados a unas circunstancias que se resuelven entre pirotecnia puntuada con momentos de calma relativa. Constantes que podemos reconocer como una marca de estilo de Landis.

Quedémonos con eso. American Ultra es una película sobre el amor, la ansiedad de relacionarse con el otro y la incapacidad de estar a la altura de las circunstancias, al menos en la mente de uno mismo; quizás ahí radique su tibia acogida por crítica y público: como comedia es efectiva, aunque lejos de la sátira, pero nunca abraza ningún estereotipo o convención, porque los utiliza como trampolín para desarrollar personajes plenamente formados. American Ultra es una película mucho más compleja e inteligente de lo que nos vendieron en un principio. Y eso, al menos nosotros, no podemos sino celebrarlo.