L'Alternativa 2015

Degustaciones exquisitas

Para gustos, festivales. Y si el programa de cada festival equivaliese a la  carta de menú, el de l’Alternativa, el Festival de Cine Independiente de Barcelona, equivaldría a la de un restaurante innovador, imaginativo y, sin duda, peculiar. En su 22 edición la “carta” de l’Alternativa llevaba, en sus apartados de cortos o largos, preparados de found footage, documentales basados en exquisitas mezclas de archivo, peculiares juegos de edición y disparatadas desviaciones de la realidad hacia la ficción. Dejando de lado las revisiones de la obra de autores tan sugerentes como Lucrecia Martel o Hubert Sauper y centrándome en los largos de la sección oficial, degusté diversos platos de aroma complejo.

Dejemos de lado un plato mal aderezado. La inane Le recit de mon père (Philippe Van Cutsem, 2014) consistía en una narración de un padre que cuenta su vida en off a su hijo, apoyada con grabaciones caseras en super 8 que no tienen relación alguna con lo narrado.

Mucho más sabrosa resultó Stand by For Tape Back-up (Ross Sutherland, 2015). Un poeta rapero recupera una vieja cinta de video de su abuelo que contiene las imágenes de programas televisivos o películas vistas durante su infancia. Sutherland repasa su adolescencia, sus obsesiones y sus traumas jugando con el avance y rebobinado dela vieja cinta contraponiendo imágenes de, entre muchas otras, Los cazafantasmas (Ghostbusters, Ivan Reitman, 1984) o del Thriller de Michael Jackson a sus recuerdos. Hábil e ingeniosa, y aderezada con rapeos, la cinta padece de la omnipresente voz en off pero constituyó uno de los platos sazonados con más gracia del menú.

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Stand by For Tape Back-up (Ross Sutherland, 2015)

Tras su rotundo título, The Sky Trembles and the Earth is Afraid and the Two Eyes Sre Not Brothers (Ben Rivers, 2015) el nuevo experimento de Rivers contó con la complicidad (suponemos que voluntaria) de Oliver Laxe. La cinta sigue un rodaje de este último en el desierto marroquí, la búsqueda de escenarios y las órdenes que imparte al equipo hasta el momento en que es secuestrado por unos ladrones. Estos le vestirán con un insólito traje de saco al que cosen tapas de lata y le obligan a vagar y bailar por el desierto. Desconozco cuál era la intención de sus responsables pero el extraño producto es realmente exótico… e hilarante en determinados pasajes. He de confesar que Todos vosotros sois capitanes (Todos vos sodes capitans, Oliver Laxe, 2010) me incomodó sobremanera, dándome la sensación de ser un montaje de auto propaganda de un director que pretendía lucir un trabajo pedagógico en su provecho, con un resultado muy irregular, ocultando su pobreza artística bajo un manto de falso primitivismo. Ver a su responsable sometido a la tortura de llevar el escacharrante traje de lata y andando por el desierto se me antojó una satisfactoria revancha.

Counting (Jem Cohen, 2015) consiguió desalentar a propios y extraños, en fuga de la sala. Y, sin embargo, resultó, para mi, harto interesante de degustar. Este conjunto de cortometrajes (pues de eso se trata en realidad) muere (o mata) por su exceso, por exceso de metraje y dispersión. No obstante, si valoramos de modo separado cada producto integrado en la cinta (o si degustamos de modo aislado la mitad de los cortos), Counting resulta muy estimulante. Cohen viaja de Nueva York a Moscú, Estambul o a otros partes de Estados Unidos. Su cámara no recoge sin embargo los aspectos turísticos de los lugares visitados, ni examina aspectos demográficos o sociológicos de modo exhaustivo, sino que observa con curiosidad los reflejos de la luz en los cristales del avión, del tren o de otros medios de transporte; los papeles o basura caídos en el suelo; el efecto del viento en carteles o plásticos; los sin techo… Cohen capta en imágenes todo aquello que habitualmente queda fuera del encuadre, aquello que molesta a la estética del reportaje, aquello que no queremos ver. Y, sin embargo, son elementos que forman parte del paisaje, que están presentes en la calle, en la vida. La obra de Cohen es rigurosa y tiene la capacidad, por una parte, de recordarnos nuestros viajes y, por otra, de reivindicar también aquellos pequeños detalles (objetos, gestos, personas) que, aun estando a nuestro alrededor, pasan inadvertidos o se desvanecen en nuestro recuerdo. Aun pecando de exceso de metraje las diversas propuestas merecen la pena para una degustación pausada.

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Counting (Jem Cohen, 2015)

Une jeunesse allemande (Jean-Gabriel Périot, 2015) fue uno de los platos fuertes del Festival. Un riguroso trabajo de recopilación de material de archivo en torno a Ulrike Meinhoff y los miembros de la Fracción del Ejército Rojo. Ulrike era periodista, responsable de una página de opinión y tertuliana televisiva. Andreas Baader se dedicó a la agitación y al rodaje de cintas anti capitalistas junto a Gudrun Ensslin y Horst Söhnlin. Había pues material de sobras y Périot y su equipo han hecho una espléndida labor de recopilación, exhaustiva y rigurosa para construir una cinta que se centra en los primeros años de actividad de los miembros de la banda. Une jeunesse allemande es un excelente documental que merece ser no sólo objeto de admiración sino modelo académico por su capacidad de recoger información olvidada, sepultada en los archivos, y darle forma en una obra que explica motivos, procedimientos y consecuencias. La obra de Périot es ejemplar, presentando con lucidez las causas que desencadenaron sus acciones (el asesinato de un manifestante, la manipulación informativa) y los razonamientos políticos y filosóficos en que basaron sus acciones, sin ignorar las consecuencias o daños que causaron. Premiada por la crítica, la  película constituye una pieza cinematográfica fundamental para entender una parte importante de la historia europea más reciente. En una época aparentemente democrática dónde la información pública y privada es a menudo sesgada y parcial por diversos intereses, Périot trabaja a nivel estético y ético en una  opción que evita la hagiografía y la demagogia y profundiza en una exposición que se aleja de lo neutro, que no de la neutralidad.

Reconocida con el Premio del Jurado y una Mención del Jurado de la Critica, The Iron Ministry (John Paul Sniadecki, 2014) sería la piece de resistance de la oferta del festival, otra inmersión apasionante en la realidad. En este caso, de construcción más sencilla pero no menos compleja en su elaboración. Con la ayuda de una cámara  (posiblemente varias cámaras diferentes) y en diversos viajes a lo largo de tres años, Sniadecki elabora un auténtico estudio etnográfico sobre la China real y actual. La cinta arranca con el tren, con imagen en negro y los crujidos y chirridos del vagón, los engranajes y las juntas. Posteriormente recoge el traqueteo y los movimientos de las transiciones entre vagón y vagón. Finalmente observa los movimientos de ventiladores y otros objetos para acabar observando la fauna humana. Sniadecki se mezcla a partir de entonces con todos ellos. Con los pasajeros que suben atiborrados de paquetes, con los viajeros agotados que duermen sentados en la plataforma o doblados sobre la pica del baño, con todos los emigrantes que viven unos días en este habitáculo móvil… De modo progresivo Sniadecki observa los vagones atibo
rrados, entra en la zona de literas de segunda clase y las de primera para, finalmente, recoger sus voces (impagable la burla del niño que parodia los mensajes oficiales) y, más tarde, interaccionar con ellos. Escucha al revisor, interactúa con emigrantes en busca de mejores salarios fuera de fábricas esclavistas, desencadena diálogos interétnicos… Paul Theroux recogió en En el gallo de hierro la imagen de China en tinta impresa. Sniadecki hace lo equivalente en imágenes y consigue un asombroso, por verídico, por completo, retrato de un país agitado, dónde las clases sociales viven, chocan y se desplazan sobre raíles.