Una travesía por los márgenes del capitalismo
Parte de la programación de la L’Alternativa 2020, exhibido en el mes de noviembre de forma virtual a través de Filmin y algunas proyecciones en Vimeo, ha tenido como eje central explicar los efectos de la economía neoliberal, tanto desde enfoques documentales como de ficción, así como desde perspectivas más cercanas a lo sociopolítico tanto como al humanismo. El mejor —y más logrado— ejemplo de esta parte del programa es, sin duda, El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020).
En todo caso, el recorrido por esta selección de filmes bien podría ser circular; pues todos los caminos llevan a Oeconomia (Carmen Losmann, 2020). La película puede funcionar o bien como introducción o bien como capítulo final, al tratarse de un documental de intenciones puramente didácticas. Mediante una sucesión de preguntas en un principio muy sencillas —“¿Cómo funciona un banco? ¿Cómo se crea el dinero?”—, la cineasta traza un largometraje que intenta profundizar en los mecanismos internos de los entes principales del capitalismo, pero que se encuentra con varias trabas.
La primera de ellas es de carácter estructural, pues la organización del conocimiento que emerge de la película es redundante, sin apenas progresión temática; y pese a las intenciones de hacer el transcurso alentador, con un ritmo de diálogos casi sorkiniano, la densidad de la información termina haciendo que sea algo difícil de seguir para los no expertos en la materia. El segundo problema de Oeconomia es el enfoque casi confidente que propone Losmann, y que viene forzado de las muchas entrevistas que le fueron canceladas o que no pudieron ser filmadas. Ante esta falta de recursos, la directora propone la recreación de los testimonios, con una puesta en escena que tiende a exagerar las actuaciones de los entrevistados —en este caso actores— y a forzar un sentido del humor algo cínico. La tercera traba del documental es que, una vez parece haber llegado al final del recorrido —se dice en cierto momento “no se puede hacer más zoom”—, decide “abrir una nueva carpeta” y dar una solución de lo más utópica a los grandes problemas de la economía global. Pese al uso amable de las formas de una desktop movie, el fondo del epílogo de Oeconomia resulta algo frustrante y aleccionador.
El resto de las películas de esta parte de la programación parece poner ejemplos en forma de retrato de este sistema económico basado en la desigualdad. Algunas de estos personajes capturados por el cinematógrafo son más marginales, como los protagonistas de A Shape Of Things To Come (Lisa Malloy, J.P. Sniadecki, 2020) o de Victoria (Sofie Benoot, Liesbeth De Ceulaer, Isabelle Tollenaere, 2020); y otros parecen tratar de resistir como pueden a la vida que persigue el capital, como los personajes de Um Filme de Verão (Jo Serfaty, 2019), de A febre (Maya Werneck Da-Rin, 2019), o de La Mami (Laura Herrero Garvín, 2019).
A Shape Of Things To Come, mención especial de la sección internacional de largometrajes, sigue a un personaje en los márgenes de la frontera entre Estados Unidos y México. En la primera escena, el hombre saca un rifle y caza un animal, para luego dárselo de comer a los cerdos que cría en su especie de granja invernadero. Al caer la noche, la cámara recorre el cuerpo de Slumdog, el protagonista, con todo lujo de detalle: su barba, sus manos viejas y desgastadas, su piel destensada… Después de la ducha, lo que podría parecer bárbaro, resulta ser simplemente extravagante: antes de dormir, Slumdog escucha algo de música clásica y lee un libro de Stephen King. El resto del documental, pese a la trama principal de ecoterrorismo que parece ir emergiendo poco a poco —Sniadecki y Malloy formulan el suspense a través de muy pocos elementos: las cámaras de control fronterizo, una serpiente de cascabel y el sonido de unas estaciones eléctricas—, termina abrazando el simple goce de ver la vida que Slumdog desarrolla a lo largo de los días. Sus pequeños actos cotidianos, vistos desde una perspectiva occidental e intrínsecamente capitalista, pueden parecer incluso heroicos.
En Victoria, el protagonista vive también en los márgenes de la sociedad. Pero si en A Shape Of Things To Come se trataba de una decisión tomada por Slumdog, en este caso se debe a la voluntad de la economía. La película se estructura como un diario de un pionero en la ciudad Nueva California, muy cerca —y a la vez muy lejos— de Los Ángeles. Los documentos grabados con el teléfono y las recreaciones inciden continuamente en la despoblación de este paraje porque no tiene alma, pues fue construido con la única voluntad de hacer dinero. En esta situación, el protagonista deambula por las calles de Nueva California mientras las cineastas elaboran a su alrededor forzosamente pequeñas escenas articuladas a través de paralelismos vacuos y metáforas sin sutileza —un globo que quiere volar, pero solo vaga por el desierto; una rueda pesada que es subida a una colina para luego volver a caer—. La honestidad del protagonista, ahora, queda diluida por culpa de la grandilocuencia de las cineastas, a diferencia de lo que ocurría en A Shape Of Things To Come.
Um Filme de Verão, ganadora de la sección internacional de largometrajes, también está construida prácticamente como un diario. En este caso no tiene un solo protagonista: se escribe a partir de un grupo de estudiantes de la periferia de Río de Janeiro. Serfaty relega —a primera vista— todo efectismo para que sean los propios adolescentes quienes se retraten a sí mismos, y, en consecuencia, den su visión del mundo que les rodea —un mundo en que las perspectivas laborales tras terminar el instituto parecen precarias—. El resultado de estas decisiones de construcción del guion es que el filme es tan alocado como un adolescente. Ya no es solo por su endiablado ritmo, sino porque la película abre mil frentes temáticos. Pese a que no todos tienen el mismo desarrollo —hay varias escenas musicales que no llevan a ninguna parte—, es la propia naturaleza de la propuesta la que le infiere irregularidad. Y si bien el retrato de una juventud curiosa, creativa, multiétnica y diversa en los márgenes de una gran urbe tiene varios recursos manidos, la película parece fluir con una libertad tan encomiable como esperanzadora.
A febre, mención especial al Premio Don Quijote de largometrajes internacionales, explica cómo la cultura indígena también se ve afectada por los efectos del capitalismo. Con un trabajo de puesta en escena pausado y sugerente, Werneck Da-Rin da forma a una sucesión de ejemplos en los que el sistema económico imperante afecta la vida de Justino: se habla de urbanismo a través de las odiseas del protagonista para llegar al trabajo, de la marginalidad de la población indígena, estigmatizada por su lengua, y del racismo estructural en el ámbito laboral. Lo mejor de la propuesta es que en ningún caso cae en el paternalismo —ni tampoco en lo panfletario, pues no construye su crítica a la cultura occidental a través del maniqueo—, y que se introduce en la cultura indígena de un modo insólito: a través de lo fantástico. Lo sociopolítico cobra importancia sin dejar de lado el suspense de esa misteriosa fiebre que sufre el protagonista, encarnado por un Regys Myrupu que ofrece una actuación estoica, heroica y mágicamente expresiva, y que cierra la película en un emocionante plano secuencia en una canoa que transita un hermoso pantano.
Por último, La Mami, premio al mejor largometraje de la sección nacional, propone un relato nocturno que se construye entorno a la idea de la honra, el sacrificio y la fe. Estos tres elementos elaboran un discurso de resistencia al capitalismo también en los márgenes, en este caso a través de la llegada de una nueva trabajadora al bar de baile/cabaret en que se sitúa el filme. La cámara de Herrero Garvín parece inmiscuirse lo mínimo en la relación de amistad que va formándose a lo largo de los días de rodaje —la cineasta apenas interfiere directamente en la puesta en escena, y el trabajo de cámara se conforma con ser testigo de lo que se vive en la noche—. La ternura del cariño entre Priscila y La Mami sirve como dispositivo argumental para explicar una de las muchas realidades de Ciudad de México, y así, explorar una realidad sociopolítica desconocida con la mayor de las naturalidades. Herrero Garvín da forma a un filme sensible, elegante y emocionante, y que de algún modo dignifica a unas mujeres que se ven obligadas a trabajar de forma estigmatizada para evitar la precariedad.
La respuesta a esa precariedad y a esa marginalidad, efectivamente, se encuentra en Oeconomia. Quizás no sea la mejor película que se haya podido ver en la 27ª edición de l’Alternativa, pero al parecer de quien escribe este texto, se trata de una pieza fundamental de la programación ofrecida en el festival.