Historias del rock, de El Pirata

Historias del rockEl Pirata (menos conocido por el nombre que aparece en su DNI, Juan Antonio Ordúñez, de ahí que sea el apodo el que figura como autor del libro) es de sobra conocido por los aficionados españoles del rock y el heavy. Por mi parte, le escuché varios años, durante mi adolescencia e incluso ya entrado en la veintena. Reconozco que era más fiel al desaparecido Mariano García y su mítico Disco Cross, pero el Pirata también fue parte de mi educación musical en aquella época (e incluso recuerdo un breve tiempo en que tenía un programa en Canal 7 Televisión). En este libro hace gala de su capacidad de fascinación relatando toda clase de anécdotas, misterios, historias y leyendas en relación con el rock. Todos hemos oído alguna vez lo de que Elvis no murió realmente, pero aquí se desarrollan un gran número de teorías acerca del tema que nos hacen replantearnos en serio si quizá es cierto aquello de que no murió el 16 de agosto de 1977 como reza la Historia del rock. También hay imposibles narraciones conspiranoicas como la que relaciona la portada del disco más famoso de Supertramp con el atentado terrorista de las torres gemelas que se produjo veintidós años después del lanzamiento del álbum; historias falsas que pasaron por ciertas como la del disco de Syd Barrett con letras en gallego grabado en Orense, y también alguna que otra batallita que nos retrotrae a la noche madrileña de los ochenta.

El libro está estructurado en capítulos donde el nivel de detalle de las historias es variable, desde la mera enunciación a informes más minuciosos con cierta labor de investigación por detrás. Algunos de ellos se centran en una única historia (destacables aquel, más lírico, en que nos habla del origen del Born to Be Wild de Steppenwolf y que comienza hablando de la infancia de su autor, en plena Segunda Guerra Mundial, o ese otro sobre rockeros internacionales, unos cuantos, que acabaron muriendo en Marbella tras pasar allí gran parte de sus últimos años) y otros recopilan anécdotas con un hilo común (rodajes de cine accidentados, y relacionados con la música en mayor o menor medida; historias de guitarras pérdidas y recuperadas…). Casi todos se podrían encuadrar en una de estas tres categorías: divertidos, misteriosos o truculentos. Aunque no sea periodista de titulación (indiscutiblemente lo es de oficio desde hace más de cinco décadas) ni escritor, el Pirata es un buen comunicador y la lectura se hace muy amena, aunque en ocasiones da la sensación de que está escrito del mismo modo que si fuese narrado en voz alta por la radio. Esto no es malo de por sí, además de que es probablemente complicado de atajar desde la edición, y puede resultar hasta divertido, aunque en algún momento podemos llegar a sentir algo de vergüenza ajena, particularmente en los momentos en los que se hace el malote o el gracioso (calificando de «insufrible tetona» a Whitney Houston, o de insufribles a los grupos que no le gustan, como Spandau Ballet o Manic Street Preachers; o llamando «trotavirus» al coronavirus, porque él lo llama así).

Sí se echa en falta un mejor trabajo de edición en los errores orto/tipográficos, con varios nombres mal escritos, anécdotas que cambian según la página (Bon Scott muere en el interior de un R5 en un capítulo o en el de un R6 en otro). Nada grave, pero habrá quien como a mí le puede provocar glaucoma ver escrito Jimi Page o Maximun Overdrive (por citar un par de casos). Curiosa la selección del material gráfico utilizado para acompañar los textos, que combina fotos de bancos de imágenes con material de archivo del propio Pirata, este último quizá más en consonancia con la naturaleza del libro, pues no cabe duda de que gran parte de su público objetivo será el de los seguidores en una u otra medida de su autor, que seguramente, como cualquier amante del rock, disfrutará con las apasionadas derivas de este profesional de la materia.