Ecos de un espíritu
El Festival de Cine de Las Palmas programa el ciclo Ecos de un espíritu, homenaje a los 50 años de una película fundamental en la historia del cine mundial como fue El espíritu de la colmena, de Víctor Erice. Su programador, Jaime Pena, nos introduce en una obra fascinante y eterna.
En Ecos de un espíritu la película de Erice dialoga con directores españoles como José Luis Guerín, pero también con otros de latitudes tan alejadas como el Irán de Abbas Kiarostami. ¿Es Erice intrínsicamente español?
Lo cierto es que Erice habría tenido posibilidades de trabajar en Francia como han hecho otros. Le habría resultado más o menos fácil. Sin embargo, siempre ha deseado mantenerse aquí y trabajar dentro de la industria española. Es algo que nunca acabé de entender del todo. En El espíritu de la colmena, por ejemplo, las citas, como la que hace a Unamuno, seguro que no son casuales, ni mucho menos. Creo que se siente muy conectado con una tradición cultural española. Pero, cinematográficamente, sus películas no tienen nada que ver con el cine español. Fijémonos por ejemplo en Ana y los lobos, de Carlos Saura o más aún en Habla, mudita, de Manuel Gutiérrez Aragón, que son de la misma época. Esta última está hecha prácticamente con el mismo equipo de producción. Erice plantea unas propuestas sobre el lenguaje cinematográfico que no están en ninguna de las otras películas, que son mucho más coyunturales.
Hablemos de la selección. Por circunstancias de la vida he dado con varias entrevistas de Alejandro Amenábar en las que afirma que El espíritu de la colmena fue una gran influencia a la hora de rodar Los otros. ¿Te sorprende? ¿Te planteaste incluirla?
Estas conexiones siempre son curiosas. El año pasado el festival hizo una retrospectiva a Lucille Hadzihalilovic y afirmaba que la película que más le había influido era El espíritu de la colmena. Son influencias casi inconscientes. Me pasa, por ejemplo, con el portugués Miguel Gomes, que la incluyó en su lista de películas fundamentales para Sight and Sound. Y sí, bueno, ves Diarios de Otsoga (Maureen Fazendeiro y Miguel Gomes, 2021) y hay una cita explícita a El sol del membrillo, no a El espíritu de la colmena.
Creo que, tal vez, a Amenábar le ocurre lo mismo que a Carla Simón: no puedes contar una película desde los ojos de un niño y no volver a El espíritu de la colmena…
Probablemente en la historia del cine muy poca gente ha sido capaz de encontrar una película desde los ojos de un niño, Desde esa perspectiva infantil en la que los mensajes de los adultos llegan fracturados.
¿Cuál dirías que ha sido tu apuesta más arriesgada del ciclo?
No la calificaría de arriesgada, pero creo que la más sorprendente sería La primavera, de Marcel Hanoun (1972). Yo tenía el pack de Las estaciones que se editó en 2016, pero no había tenido tiempo de verlo entero. El director del Festival de Cine de Las Palmas, Luis Miranda, me sugirió que lo hiciera y descubrí un montón de similitudes en sus planos. Erice necesariamente tuvo que ver esa película antes de rodar El espíritu de la colmena.
El caso contrario sería el de Mossafer (1974), de Abbas Kiarostami, cuya propuesta siempre ha sido muy asociada a Erice…
Dos cineastas que nacieron el mismo año, que debutan en el largometraje con unos meses de diferencia y que después acaban trabajando juntos… Otro caso interesante es el de La sangre, de Pedro Costa (1989), a la que llegué a través de un cuaderno de ejercicios que editaron Cinema en curs. El 75% del texto es mío, pero hay algunas partes que ellas añadieron porque eran cuestiones que les interesaban y era un poco eso, afinidades. Al principio no acababa de verlo, pero realmente se parecen: dos chavales, un padre que los deja abandonados… Luego son muy diferentes, pero me interesaba el diálogo entre Erice y Costa. Me parecía que era más estimulante proponer ese tipo de lecturas.
Otra elección interesante es la de Los hijos y su corto Ya viene, aguanta, riégueme, mátame (2009). Me comentabas que, de hecho, en algún momento han usado a Erice como un tipo de figura de la que querían huir…
Sí, sobre todo en El sol en El sol del membrillo (2008). Sin embargo, según se han ido han ido haciendo mayores, creo que se han ido acercando cada vez más a Erice.
¿Cómo se construye el mito de Erice y hasta qué punto le ha perjudicado la romantización de su figura?
Los diez años entre El espíritu de la colmena, El sur y El sol del membrillo son comprensibles. A partir de ahí, se encierra en sí mismo. Yo creo que el momento clave es cuando se mete en el proyecto De El embrujo de Shanghai (2002). Hasta entonces rodaba poco, pero rodaba. Es curioso. Cuando ha venido a dar unos cursos A Coruña me decía que incluso había dejado la publicidad para forzarse a sí mismo a aceptar otro tipo de encargos.
Esa integridad le ha dado unos réditos artísticos, ya que no económicos. ¿Crees que era su intención?
En Mi diccionario de cine, de Fernando Trueba, el realizador que sustituye a Erice en El embrujo de Shanghai, registra una breve conversación con Víctor. Dice que a Erice le habría gustado ser un director de estudios en Hollywood, para tener que rodar lo que le encargasen sin capacidad de decisión. Concluye con algo así como “desconocía ese sentido del humor de Erice”. Pero creo que era verdad. La única manera par Víctor Erice de construir una carrera sólida en número de títulos habría pasado por tener que rodar por obligación. Ser un artesano.
Por acabar, ¿cómo interpretas que la nueva película de Erice, Cerrar los ojos, no haya sido seleccionada a competición en Cannes?
He oído versiones encontradas. Es obvio que, si vemos la reacción en medios internacionales, había expectación. Pero tampoco creo que el festival quiera pegarse un tiro en el pie gratuitamente. Hasta que no veamos la película no podremos valorarlo.