Penúltimo día de festival, comienzan a hacerse eco las quinielas en relación a los premios y los rankings que premiarán los trabajos más destacados de lo que ha podido verse durante estos casi diez días transcurridos desde el pistoletazo inicial. Aun así, seguimos apurando para intentar completar la lista de títulos de la Sección Oficial, así como intentando no perdernos alguna de las joyas destacadas del resto de secciones. Siendo dos figuras cruciales del cine japonés contemporáneo (ambas además con una estrecha relación con Sitges), dos de los estrenos más esperados de la edición de este año se dejaban ver hoy por primera vez. Nos referimos a Lumberjack the Monster de Takashi Miike y Forbidden Play de Hideo Nakata. Ambos directores históricos se dejaban ver por las calles de la ciudad en un día en el que también hemos podido disfrutar de otros muchos títulos destacables.
Vermin: La Plaga (Sébastien Vanicek, 2023) (Oficial Fantàstic Competición)
El primer largometraje del director y guionista francés Sébastien Vanicek fue la encargada de clausurar la Semana Internacional de la Crítica en la última edición del Festival de Venecia. Vermin:La Plaga aterriza en el Festival de Sitges como renovación del terror aracnofóbico, en la que las gigantes criaturas de ocho patas no serán las únicas en martirizar a los
protagonistas. Kaleb y su grupo de amigos viven en un barrio de extrarradio donde todos se conocen. La pequeña comunidad que forman los vecinos ofrece una visión alejada de la mirada social que habitualmente sufre este tipo de colectivos, prejuicios que en el film quedan retratados por la actuación policial durante la gestión de la plaga. Vanicek utiliza con
brío un motivo pesadillesco para hablar de la vida en los suburbios, realidad que conoce de primera mano, ya que él mismo creció en la localización donde se rodó la película: Sena-Saint Denis, departamento al nordeste de París. Cargada de jumpscares y con un ritmo trepidante, Vermin: La Plaga se convierte en una propuesta ideal para descargar tensión. Un
pase en el que no han faltado aplausos, gritos y algún que otro bote entre butacas.
Mad God (Phil Tippett, 2021) (Sitges Clàssics)
Phil Tippett, ganador de dos Oscar en la categoría de efectos visuales (por las películas Star Wars: El retorno del Jedi y Parque Jurásico) y la mente maestra que inventó la técnica go motion, presentó hace dos años en Sitges su largometraje Mad God. Ahora, en la 56º edición del festival, Tippet es galardonado con el Gran Premio Honorífico y se ha vuelto a proyectar la película mencionada, una obra descomunal que ha requerido treinta años de desarrollo. Es difícil describir Mad God, sus imágenes son hermosamente grotescas, el sonido espeluznante y macabro tiene un ritmo pegadizo e hipnótico y los acontecimientos, aparentemente azarosos y sin sentido, siguen una lógica apabullante. El largometraje de animación stop motion supone un auténtico descenso al infierno, un viaje inmersivo desde el primer minuto en el que no hay diálogos. El diseño artístico es sin duda el punto fuerte de Mad God, con sets sobrecargados de detalles, colores saturados y una iluminación que resultan en potentes imágenes que atrapan la mirada del espectador, provocando una mezcla de horror y admiración. Sin embargo, también es importante destacar la maravillosa banda sonora de Dan Wool que acompaña y magnifica este viaje, amenizando el recorrido. “Hay que trabajar mucho en algo para que salga bien”, explicaba Phil Tippet en un Q&A tras la proyección de Mad God, y el gratificante resultado que es esta película a la que dedicó treinta años de su vida parece constatar esa afirmación.
Les chambres rouges (Pascal Plante, 2023) (Oficial Fantàstic Competición)
Por su propia naturaleza, omnipresente y al mismo tiempo inabarcable, internet y sus recónditos rincones constituyen un valioso potencial para ser abordados desde las posibilidades del género fantástico. Pese a algunos intentos destacables, como la desconocida We’re All Going to the World’s Fair (Jane Schoenbrun, 2021), cuesta todavía encontrar un largometraje que actualice ideas como las de The Ring (Hideo Nakata, 1998) al internet de la época actual; siendo un terreno mucho más explorado en la propia red, con todo un lenguaje propio ya plenamente consolidado en los denominados creepypastas. Les chambres rouges parte desde este concepto para fusionarlo con el neonoir nórdico, ofreciendo una inquietante cinta centrada fundamentalmente en el retrato de su protagonista: una suerte de American Psycho hacker. La propuesta, si bien resulta asfixiante e hipnótica por momentos, quizás se siente en otras ocasiones a medio gas, al situar la mayor parte de la trama en dos únicos escenarios (el piso de su protagonista y la sala de un juzgado). Esta contención (que no es tal, pues lo verdaderamente sustancial de la trama se desarrolla en la pantalla-dentro-de-la-pantalla) resulta en todo caso una apuesta original que logra con cierto éxito entregar una experiencia fuera de campo terriblemente perturbadora.
Pobres criaturas (Yorgos Lanthimos, 2022) (Oficial Fantàstic Competición – Sesiones Especiales)
Aunque poco o nada queda del costumbrismo formal de Canino (2009), Yorgos Lanthimos regresa en Pobres criaturas (2023) a la idea central de su opera prima, para cuestionar una vez más la absurdidad de las normas sociales por las que nos regimos, los corsés invisibles que oprimen nuestros deseos más primarios. Con un hilarante guion firmado por Tony McNamara —también guionista de La Favorita (2019)—, el director griego adapta la novela homónima de Alasdair Gray, que sigue la historia de Bella Baxter (Emma Stone), una criatura frankensteiniana creada por un genio loco de la medicina a partir del cuerpo sin vida de una mujer suicida y el cerebro del bebé que lleva en la barriga. Así pues, Bella empieza sus andadas con un cuerpo adulto y un cerebro de neonato, que absorbe como una esponja todas las maravillas y placeres por descubrir en el mundo. En un ejercicio de pura libertad creativa, Lanthimos reviste todos los planos de la película de un barroquismo extremo. Desde el diseño de producción y el vestuario —colorido y estrafalario— hasta la composición formal de las imágenes, donde abunda el uso de esperpénticos recursos visuales ya presentes en La Favorita —el ojo de pez o los planos aberrantes—, así como de otros más novedosos —los zooms in y out, la distorsión de los fondos o los iris shots—, todos ellos llevados al extremo. De esta manera, la inicial realidad de Bella Baxter, filmada en un majestuoso blanco y negro, se tiñe de colores vivos al tiempo que la protagonista se lanza a descubrir el mundo que la rodea. Una odisea que empieza con el hallazgo del sexo, y que tiene continuidad en las constantes revelaciones acerca de los placeres de la vida: la gula, la filosofía y, por qué no, la política. Un auténtico canto a la liberación femenina, que apela tanto a los tiempos pasados como al mismo presente —pues a pesar de su ambientación victoriana, los decorados se completan con elementos deliberadamente anacrónicos—. Y en el centro de toda esta inclasificable mezcla, una milagrosa Emma Stone, que, emancipada del correctismo de Hollywood, reviste de matices a este fascinante personaje y entrega el mejor trabajo de su carrera.