Il Comendatore
Enzo Ferrari no es un nombre desconocido, o, por lo menos, no lo es el apellido. Piloto de carreras y fundador de la Scuderia Ferrari, también creó la famosa marca de coches cuyo característico color rojo es reconocido tanto por aficionados al mundo automovilístico como a nivel popular. Ahora su apellido también le da nombre a la película que nos ocupa, Ferrari, una nueva adición a la enorme lista de biopics que, si bien es un género que siempre ha estado presente, parece que abundan en estos últimos años.
Basada en el libro de no ficción Enzo Ferrari: The Man, The Cars, The Races, The Machine (1991) del periodista Brock Yates, la película no cuenta toda la vida del hombre que fue conocido como Il Comendatore, si no que se centra en un momento crucial de su carrera y, como hizo Yates en el libro, explora lo que se encontraba más allá de la venerada imagen que había de Enzo en Italia. De este modo, Ferrari dispone de un argumento conciso en su propuesta: la empresa de Ferrari se está arruinando y necesita encontrar el modo de sacar a flote la marca. La solución recaerá en salir victorioso de la carrera la Mille Miglia. Esto, por supuesto, viene envuelto de una serie de conflictos y obstáculos que sirven para dotar de profundidad a los personajes y su historia, además de para explorar temas recurrentes en la filmografía del director a cargo del proyecto, Michael Mann.
Responsable de películas de renombre como El último mohicano (1992), Heat (1995) o Collateral (2004), los personajes de Mann siempre aspiran a la perfección en su trabajo y, por lo general, su plena dedicación les permite destacar en lo que hacen. Sin embargo, esta ambición desmedida no queda libre de consecuencias y suele conllevar problemas para compaginar la profesión con la vida personal. El Enzo Ferrari de la película, interpretado por Adam Driver, encaja en este prototipo de personaje a la perfección, ya que es su pasión por las carreras y su obsesión por la excelencia lo que le pone en un aprieto económico y en conflicto con su entorno. Il Comendatore no acepta nada que no sea alcanzar la máxima velocidad y hacerse con la victoria, obligando a los pilotos que corren para él a que vayan al límite de sus habilidades y se jueguen la vida si es necesario. “Esta es nuestra pasión mortal”, les dice Ferrari a sus pilotos en un intenso monólogo. Lejos de ser un discurso motivacional, la constante presencia de la muerte en el biopic más bien parece ofrecer una reflexión sobre la obsesión: no se puede alcanzar la excelencia sin sacrificios, en este caso en el sentido más literal de la palabra.
Por si fuera poco, Enzo también tendrá que lidiar con su vida personal. Por un lado su amante Lina Lardi (Shailene Woodley), con la que tiene un hijo ilegítimo, Piero Lardi (el actual vicepresidente de la empresa Ferrari). Por otro, Laura Ferrari (Penélope Cruz), la esposa de Enzo y figura clave en la dirección de la empresa, la cual tiene que hacer frente al duelo por el fallecimiento de su hijo y a las excentricidades de su marido. A pesar de la problemática relación del matrimonio, se ven obligados a cooperar para superar la bancarrota en un constante tira y afloja de intereses tanto económicos como emocionales. La intensidad de la interpretación de la actriz española llena de fuerza su rol, logrando así que Laura sea el centro de atención de cada escena en la que aparece y que, junto con Enzo, sea el personaje más destacable del filme.
Aunque la película cuenta con momentos impactantes, en su conjunto la narración es un tanto convulsa y no siempre genera el interés o empatía que parece buscar. Sin embargo, es la elegancia con la que Mann cuenta la historia, equiparable a la de los coches Ferrari, el punto fuerte del biopic. Visualmente es una delicia, con una cuidada puesta en escena para cada plano que, más allá de la funcionalidad narrativa, siempre consigue una imagen refinada que saca el máximo partido de los elementos en pantalla, como los automóviles rojos o el propio Enzo y su particular look. En conjunto con la atención al detalle en lo sonoro, Mann crea una atmósfera que resulta tan placentera como absorbente, de modo que cuando el filme no atrapa por interés en el argumento lo consigue por la inmersión sensorial que supone.
Ferrari recuerda en gran parte a Le Mans ’66 (Ford v. Ferrari, James Mangold, 2019) por su temática centrada en coches y carreras. De algún modo, la película de Mann incluso funciona como una precuela de la de la de Mangold. Y aunque quizás no sea tan redonda como la película de 2019, la elegancia tan característica de Mann hacen de Ferrari un digno biopic a tener en cuenta.