Fremont, de Babak Jalali – Americana 2024

FremontEl 31 de agosto de 2021 los informativos de los países de todo el mundo se hicieron eco de lo que sucedía en el aeropuerto de Kabul, cuando oficialmente las tropas estadounidenses se retiraron tras 20 años de ocupación militar en Afganistán. El recule del ejército yanqui no supuso únicamente la muestra de su derrota, al no poder continuar ostentando el papel intervencionista en el mercado de Oriente Medio. La capitulación de Estados Unidos también trajo consigo la aglomeración de millares de afganos en las pistas de despegue, buscando desesperadamente ser evacuados. Mientras tanto, los extremistas suníes ya se habían hecho con el poder estatal de Afganistán e inmediatamente tomaron represalias contra todos aquellos que habían estado cooperando con el Estado invasor.

Es precisamente de este contexto político desde el cual emigra Donya, la protagonista principal de la película de Babak Jalali, Fremont (2023). Interpretada por la actriz novel Anaita Wali Zada, Donya es una joven afgana que había hecho de intérprete para el ejército estadounidense en zona de guerra y a quien le había sido concedido el asilo en la Bahía de San Francisco. Más concretamente, la protagonista se hospeda en un complejo de apartamentos en la ciudad homónima al título. Lejos de ser una mera referencia al espacio de acción de los personajes, Fremont esconde una significación lo suficientemente especial como para otorgarle el nombre del film: es la ciudad con mayor porcentaje de población afgana en Estados Unidos y es un destino común de diferentes olas de inmigración con permisos de trabajo.

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Sin embargo, todo este trasfondo no nos es dado desde el principio y Babak Jalali mantiene al espectador con escasa información. El director, de procedencia iraní y británica, decide presentarnos a la protagonista de forma pausada. Aquello que conocemos en primer lugar es que trabaja en una fábrica de galletas de la fortuna para unos empresarios de inmigración china de segunda generación. Las escenas iniciales de la fábrica se nos aparecen ya con una estética que sé convertirá en nuestro deleite visual para lo que resta del film: blanco y negro, planos estáticos y una composición austera. La trama central se desarrolla a partir del momento que conocemos que la protagonista padece una dificultad para conciliar el sueño. Por esta razón, asistirá a unas sesiones con un excéntrico psiquiatra con el objetivo de obtener la medicación que le ayude a solventar su problema. Es a través de las sesiones de terapia que tenemos la posibilidad de adentrarnos más en la retraída protagonista. Es en este instante cuando comenzamos a comprender su origen y se hace mención a las evacuaciones en el aeropuerto de Kabul.

Fremont destaca por mostrarnos honestamente cómo es el día a día de esta trabajadora afgana en suelo norteamericano y el cómo afecta en sus relaciones sociales las secuelas producidas por la contienda bélica de la cual proviene. Sin embargo, la película no se quiere detener aquí y se apresura a mostrarnos un rostro más desenfadado en el que Donya se posiciona abierta a toparse con algún suceso fortuito y apartar la atención de su pasado. A favor de este rasgo más espontáneo y menos rígido, Babak Jalali lo resuelve inteligentemente gracias al juego que ofrece la redacción y recepción de los epigramas dentro de las galletas de la fortuna que se producen en la fábrica. Por otro lado, uno de los elementos remarcables de Fremont también es la aparición lógica de varios idiomas durante el largometraje. El carácter políglota en las diversas conversaciones entre personajes, sean en inglés, cantonés o afgano, reviste de coherencia la realidad de las zonas con alta densidad de población migrante. En relación con esto, cabe hacer una mención especial a una notable escena en el que el encuadre se aproxima lentamente sobre un globo terráqueo, con el propósito de señalar que Afganistán y China comparten frontera.

Por todos estos elementos, el propio Babak Jalali reconoce en algunas entrevistas la evidente influencia de las primeras películas de Jim Jarmusch. Para la ocasión que nos concierne, recordamos especialmente la joven protagonista que se muda a Estados Unidos procedente de Budapest en Strangers than Paradise (1984). Muchas son las similitudes, comenzando por la modestia en la producción de la película, pasando por la sobriedad del contenido alternándolo con pequeñas dosis de extravagancias y acabando por la imponencia del jazz y el blanco y negro, acordes al estado de ánimo de los protagonistas. Estas favorables comparaciones de Fremont con el mejor cine de Jarmusch, son suficientemente valedoras para que la película fuese nominada a los Film Independent Spirit Awards y se proyectase en el Sundance Film Festival. La edición de Americana Film Fest 2024 ha podido acércanosla a nosotros y es a quienes les podemos estar agradecidos por haberlo hecho.

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A pesar de esta merecida aprobación, Fremont también se le pueden señalar ciertas apreciaciones que la hacen narrativamente deficiente de madurez. Lo cierto es que la lánguida dotación de información sobre el pasado de la protagonista no acaba de ser suficientemente valiosa, y la película esconde detrás de esta falta de comunicación varias subtramas substancialmente menos interesantes. Esto no sería tan transcendental si la propuesta no resultase tan personalista: aunque el título de la película lleve el nombre de la localidad estadounidense en su conjunto, Fremont subordina toda la narración alrededor de una única protagonista. Una afgana que, por su condición de intérprete entre ambos idiomas, tampoco le podemos asociar una de las problemáticas más habituales en los casos de inmigración, como es el de falta de integración por culpa del desconocimiento de la lengua del país de acogida. Esta no es la circunstancia de Donya y el director se interesa por un caso de desarraigo más desdramatizado y más admisible para todos los públicos, incluyendo al final de la película un encuentro casual de la protagonista con un mecánico igual de solitario y alienado que ella. 

Algunos de nosotros no podemos dejar de echar en falta un paso más firme, que tome con mayor vencimiento todos los temas que son arrojados, pero no tratados con el interés que requerirían. No nos referimos únicamente a la explicitación de la presencia de Estados Unidos en Afganistán, origen y causa de una parte de los males de Donya; sino también a una mención de la ciudad de Fremont según el grado de población absorbida por la importación de trabajadores extranjeros o de una panorámica más completa del complejo de viviendas donde están alojados. Fremont alude colateralmente estas condiciones más singulares, pero el eje de gravedad del director la conduce, por desgracia, a un final de extrema convencionalidad.