Gérmenes occidentales
Con frecuencia solemos pensar en Japón como un país con una idiosincrasia cultural propia, fuertemente aislada del resto del mundo. En el caso de los videojuegos incluso se llegan a definir géneros propios tales como el JRPG (o japanese role playing game) en función únicamente de la procedencia nipona de la obra. Tales clasificaciones reduccionistas se ven desbordadas ante producciones claramente inspiradas en el imaginario occidental, como en el caso de Dragon ‘s Dogma o Dark Souls. Si bien es cierto que estas obras tienen un carácter oriental distintivo propio, sus creadores están innegablemente influenciados por obras culturales occidentales. Un caso similar ocurre con la que se convertiría en la película fundacional del Studio Ghibli.
La historia de Nausicaä del valle del viento (Hayao Miyazaki, 1984) se desarrolla en un futuro post-apocalíptico donde la Tierra ha sido devastada por guerras y contaminación. La humanidad lucha por sobrevivir dispersada por vastos desiertos y amenaza por el peligroso Mar de Putrefacción, un bosque tóxico habitado por gigantescos insectos mutantes. Aunque pueden apuntarse múltiples referentes occidentales, tales como Dune de Frank Herbert o Un mago de Terramar de Ursula K. Le Guin, la ambientación presentada aquí recuerda en primer término al imaginario de Mœbius, tanto por temática como por estilo y hasta elección cromática (con predominancia de un contraste entre tonos amarillos y azules). La película ante todo transmuta las sensaciones lisérgicas del ilustrador francés en un paisaje visual y sonoro de serenidad y contemplación ante una cierta belleza de la desolación, consiguiendo crear una atmósfera emocional que se convertiría en marca primordial en el futuro del estudio. La música como apuntábamos resulta crucial para lograr ese efecto, encontrándose por primera vez ese sinérgico dúo que formarían Joe Hisaishi y Hayao Miyazaki. La banda sonora vibra en el mismo tono que las imágenes, oscilando entre lo melancólico y lo esperanzador.
Es conocido que en Nausicaä también se esbozan ya muchas de las preocupaciones recurrentes de Miyazaki: el ecologismo, el antibelicismo, un cierto gusto por la mecánica y los vehículos (en especial los relativos a la aviación) y la predominancia de una protagonista femenina. Nausicaä, la princesa del Valle del Viento, se erige como una figura carismática y compasiva que se convierte en un faro de esperanza para su gente y el mundo, gracias a su profunda empatía y conexión con la naturaleza. El país de origen de la princesa no debe pasarse inadvertido pues impresiona enormemente la facilidad con la que los dibujos transmiten el devenir del viento, símbolo paradigmático del poder de la animación, capaz de generar la ilusión de movimiento sobre la invisible a simple vista. De hecho, el aspecto más discutible de la cinta es heredero de su origen como historieta en papel. La productora, ante un equipo todavía no tan conocido como llegaría a ser, recomendó seguir los mecanismos habituales de la industria y publicar la historia con antelación en formato manga. La versión cinematográfica no es más que la adaptación del inicio de los primeros capítulos de una serie que terminaría en marzo de 1994 (diez años después del estreno de la versión animada). Dicha concepción lastra en parte tanto el ritmo del metraje como el clímax final, que si bien no deja grandes cabos sueltos si puede sentirse como algo cojo o apresurado.
En cualquier caso, estos pequeños defectos se ven compensados con creces por la maravillosa imaginería del universo mostrado, con estampas como esporas mortales que recuerdan a bellos copos de nieve o aviones militares con un diseño no demasiado distinto a los insectos que pretenden destruir. En un mundo al borde de la destrucción, Miyazaki nos muestra que siempre hay una posibilidad de redención donde en los momentos más oscuros siempre hay individuos que luchan por hacer lo correcto.