Atrapado por su pasado
Jacques Audiard cuenta en su última película, Emilia Pérez, la historia de Manitas del Monte, un terrible narco, responsable de incontables muertes, que decide desaparecer mediante un cambio de sexo para volver, años más tarde, al escenario de sus crímenes dónde trata de reparar su vida anterior. Todo ello contado en clave musical… La primera pregunta sería cómo se le ocurrió tal historia a Audiard. La segunda sería cómo alguien se atrevió a llevar adelante semejante proyecto. El riesgo de pastiche indigesto era elevadísimo. Recordemos, no obstante, que tampoco se arredró en su momento Douglas Sirk cuando siguió la evolución de un jardinero/gigoló que consigue especializarse en neurooftalmología para que su amante recupere la visión. Y si el rey del melo triunfó en su momento, Audiard no sólo consiguió financiación para su proyecto, sino que lo ha llevado a cabo con resultados asombrosos.
Para entender el éxito de Audiard, hay que recordar que su trayectoria ha cabalgado del drama al melo más extremo o del thriller al western. No dudó en recurrir a las situaciones más dramáticas en la conmovedora De óxido y hueso (De rouille et d’os, 2012), dónde triunfaba aun recurriendo a situaciones de sabor añejo (el personaje atrapado bajo el hielo) ni tampoco en plantear un dueto de bandidos añorados de su mamá en Los hermanos Sisters (The Sisters Brothers, 2018), que se entretienen haciendo punto entre un trabajito y otro. Si valoramos tales apuestas, cuesta menos entender que el director francés se haya atrevido con Emilia Pérez.
Más allá de Manitas y de Emilia, es mérito de Audiard como guionista la construcción de Rita, el personaje que se convierte en su conciencia. Al principio, renuente ante su propia decisión de colaborar (y lucrarse) con el asesino, más decepcionada avanzada la cinta aunque, inversamente, más comprometida con Emilia. La brillantez de Emilia Pérez se justifica por la construcción paralela del personaje de Rita (una admirable Zoe Saldaña), la abogada que adapta el plan de fuga de Manitas y lo lleva a buen puerto. Audiard trabaja el thriller y el drama en su primera mitad para describir, a grandes rasgos, la sombría situación de Méjico, a la merced de mafias y gobernantes poderosos, ante los cuales los profesionales deben doblegarse, con la vergüenza de ser cómplices de la violencia de género o de otras barbaridades. Es en este contexto de futuro oscuro, a nivel profesional y personal, en el que Rita decide aceptar la arriesgada oferta. Será en la segunda mitad de la cinta, cuando Audiard vira directamente hacia el melodrama, el peso de la trama oscila hacia Emilia. A partir de ahí será Rita la testigo y la compañera que contemplará la terrible dualidad de Emilia, devota defensora de las que antaño fueron sus víctimas, amante de sus hijos pero capaz de una violencia familiar (¿de género?) que evidencia al monstruo que no ha desaparecido. Audiard se mueve con acierto, transitando de un género a otro, con ayuda de ambas actrices y utiliza no sólo la capacidad actoral de Karla Sofía Gascón para encarnar a ambos seres, a Manitas y a Emilia, sino su cuerpo y su rostro para mostrarnos la violencia y dolor que contiene.
Rematando una jugada tan insólita, los números musicales apostillan en cada momento la situación de los personajes, la frustración de una abogada cuya capacidad se menosprecia por ser mujer, el dolor y el terror ante una violencia generalizada, el ansia por recuperar a los hijos, las semillas de una esperanza que devendrán estériles… Audiard no aspira a conseguir un musical correcto. La coreografía es más efectiva que exuberante y las canciones sirven de apoyo, más que convertirse en ejes de la cinta. Sin embargo, permiten al autor desarrollar la historia de modo coherente e innovador. Es notable la secuencia en que Rita denuncia su situación, así como aquellas que muestran la omnipresente violencia, rematando con la procesión final. En cualquier caso, Emilia Pérez también se integra en la notable ola de musicales dramáticos que hemos disfrutado en los últimos tiempos, cuyo rasgo más rompedor es la irrupción de secuencias de baile y música que dan un tono onírico a situaciones a menudo trágicas. Polvo serán (Carlos Marqués-Marcet, 2024) es uno de ellos, como lo era Joker, folie à deux (Todd Phillips, 2024). Pero querría destacar que hace dos años la impactante La piedad de Eduardo Casanovas (2022), fusionando también melo, comedia pop (muy negra) y surrealismo fue injustamente ignorada, precisamente en parte por desarrollarse como un musical.
Hay quien ha echado en falta que Audiard desarrollara más el tema de la violencia o el impacto del cambio de sexo. Todo lo contrario. Emilia Pérez se beneficia precisamente del collage temático y evita encallarse en diversas tramas o repetir historias ya conocidas. La historia de Manitas, Rita y Emilia se sitúa en un mundo despiadado y evoluciona por cuerpos de dolor. Pero no es la historia de Méjico ni la de un transexual. Es la singular historia de una fuga. No la de un cuerpo en fuga, sino la de una identidad en fuga. La fuga de sí mismo que Manitas trata de desarrollar y que está marcada con un incierto destino, tanto por el personaje, como por el entorno. Emilia logra santificarse, pero Manitas no podrá escapar a su pasado. Audiard remata la historia de Emilia Pérez sellando su propio triunfo, aunque, paradójicamente, sea la derrota de Manitas.