Cónclave, de Edward Berger

CónclaveEl cónclave es una de las ceremonias más secretas y misteriosas del mundo y no hay forma de saber qué clase de tejemanejes se cuecen detrás de cada fumata blanca o negra. La religión es fe, pero la Iglesia es política; por lo que la elección de un nuevo Papa puede resultar tan excitante como el más frenético de los thrillers. Este es el punto de partida de Cónclave, tan prometedor como jugoso, pues, como ya lo hacía la novela de Robert Harris a la que adapta, da pie a elaborar una trama tensa y compleja en un contexto tan único como una Santa Sede huérfana de padre.

En el centro mismo de la historia se encuentra el cardenal Thomas Lawrence (Ralph Fiennes), encargado de organizar y mediar en el cónclave, mientras el resto de cardenales traman y urden complots durante su reclusión en el Vaticano. El encargo de Lawrence se va complicando a medida que va descubriendo secretos de los candidatos a Papa y a medida que sus dudas sobre la fe y las instituciones católicas aumenta. De este modo, el guion elabora una trama estresante, con un protagonista al que se le viene el mundo encima a cada decisión que toma. El reto interpretativo de Fiennes está en mantener la compostura y la serenidad que se presupone a su figura, a pesar de temer por toda la estructura de poder de la Iglesia. El actor cumple sobresalientemente con esta misión y convence en una actuación con varias capas de complejidad. Resulta muy difícil leer a través de estas capas y, por ello, el personaje del cardenal Lawrence es uno de los mayores aciertos del film, a diferencia del resto del reparto, que resulta algo más plano. Es la única figura que parece velar realmente por los intereses del Vaticano, pero la elección de Fiennes (tantas veces villano sin escrúpulos) mantiene viva la sospecha en el espectador de que sus intereses pueden ser tan ruines y egoístas como los de sus compañeros.

Cónclave

La dirección corre a cargo de Edward Berger (Sin novedad en el frente, 2022). Y, a pesar de sus evidentes esfuerzos en la puesta en escena, es imposible obviar el hecho de que esta es una película de diálogos e interpretaciones. Por mucho que Berger firme una puesta en escena impecable en lo técnico y clásica en lo formal, el éxito o fracaso de la película reside, inevitablemente, en el impacto de cada línea de guion. El montaje y la banda sonora subrayan en exceso la tensión de cada votación papal, pero el guion fracasa en convencer al espectador de la importancia de lo que está en juego. Para el espectador menos docto en la práctica católica, no hay demasiada diferencia entre el efecto que puede tener la elección de un cardenal u otro y puede sentirse algo fuera del suspense.

Además, se introducen una serie de temáticas de forma colateral al centro de la acción que, más que remar a favor del suspense, distraen del foco narrativo y pretenden esbozar algún tipo de comentario social que el film no consigue aterrizar. Progresismo, feminismo, identidad sexual y hasta el terrorismo, son algunos de los elementos que se introducen con calzador en la trama y que no suponen más problema para el protagonista que cualquiera de las maquinaciones de los cardenales. El reparto cumple con su papel y, más allá de Fiennes, los roles algo genéricos que asumen los actores les ponen las cosas fáciles a los veteranos Stanley Tucci y John Lithgow.

Cónclave

Cónclave funciona en su propuesta, pero esta es algo menos ambiciosa de lo que la propia película quiere ser. Todos los aspectos técnicos están trabajados con gran pulcritud, y seguro que se ve reflejado en multitud de galas de premios, pero algunos atajos en términos tonales y narrativos evitan que todas las piezas terminen de encajar. Su mejor baza es su punto de partida y, si uno consigue sumergirse en la trama política y se deja llevar por los giros y sorpresas que ofrece su guion, es una película altamente disfrutable.