El autor Walter Tevis debutaba en el año 1959 con la novela El buscavidas (The Hustler), libro que gozó del agrado de la crítica y que contó con una adaptación en la gran pantalla de manos del director Robert Rossen. La película homónima protagonizada por Paul Newman en el papel del buscavidas Eddie Felson “el Rápido” no fue la única adaptación al formato audiovisual basada en un trabajo de Tevis: Gambito de dama (The Queen’s Gambit, 1983) dio pie a la popular serie de Netflix protagonizada por Anya Taylor Joy, y El color del dinero (The Colour of Money, 1984), secuela que continuaba con las andanzas de Eddie Felson “el Rápido”, tuvo su respectivo largometraje dirigido por Martin Scorsese y de nuevo con Paul Newman, sumando a un joven Tom Cruise al reparto.
El estilo de Tevis es ágil, tanto en lo narrativo como en lo descriptivo. El autor deforma el tiempo de modo que parece avanzar con pasos agigantados por la historia para detenerse en aquellos momentos que considera más críticos, aquellas situaciones en las que se permite adentrarse en las entrañas de los personajes y exponer una mayor carga emocional. Cuando escribe, Tevis es capaz de transmitir los detalles necesarios para crear la atmósfera cargada de humo de tabaco y del chasquido de bolas de billar sin entrar en descripciones exhaustivas de la escena: mencionando solo los puntos clave como base de la idea general, permite que sea la imaginación quien extrapole y los una por su cuenta construyendo el resto. En este aspecto, Tevis dispone de un especial talento para transportar al lector a las complejidades intrínsecas de un deporte con tanta profundidad como el billar con sorprendente ligereza de lenguaje. De la mano de Tevis, cualquiera puede ser un espectador más, sentir el cosquilleo de un whisky imaginario y el tacto de un puro encendido entre los dedos, alrededor de las mesas de tapete del color del dinero pendiente de los tiros y las bolas embocadas. Una prueba de la eficacia de sus descripciones evocadoras son las conversaciones de la película, que recupera aquellos fragmentos del texto que forman parte de la narración del autor y los convierte en diálogos expositivos recitados por los personajes.
Cabe mencionar que quien tenga la película de Rossen en mente ya tiene una idea general bastante acertada del argumento de la novela original, si bien las diferencias también son considerables. Cuando Eddie Felson “el Rápido”, ambicioso y seguro de sí mismo, sufre una humillante derrota a manos del Gordo de Minnesota (Jackie Gleason en la película), este se ve en un viaje de reflexión introspectiva en el que averiguar quién es y qué camino quiere seguir en su vida. De antro en antro, Felson se mueve por la ciudad de Chicago como si esta fuera una especie de purgatorio en el que cada experiencia es una oportunidad de seguir adelante o de derrumbarse de nuevo, y solo de él depende lo que sea capaz de aprender: puede que lo sepa todo sobre billar, pero aún le queda mucho que aprender como persona. A partir de aquí, las diferencias con la película residen principalmente en dos personajes, Sarah y Bert (en el filme, interpretados por Piper Laurie y George C. Scott respectivamente). Si bien, en lo que al papel de la mujer se refiere, tanto la película como la novela muestran una perspectiva obsoleta que no ha envejecido nada bien, el personaje de Sarah supone un punto de inflexión para el protagonista en ambas versiones. Sin embargo, con mucho menos protagonismo que en la película (ella no acompaña a Eddie en su viaje a Kentucky), en la novela Sarah es un personaje directo y desprovisto de misterio que, pese a su importancia para Eddie, su carga dramática está muy por debajo de la que ofrece en la adaptación de Rossen. Por su lado, Bert, el ricachón que adopta a Eddie, se comporta como un villano de manual en la película, una actitud que dista mucho de su equivalente en la novela, quien, más allá del misterio y de los motivos ulteriores que deja ver al final, en realidad ejerce de mentor que ayuda a su discípulo a salir del purgatorio.
En la novela, ahora reeditada por Impedimenta, Walter Tevis utiliza el billar como contexto para una historia sobre la obsesión, la competitividad, la pasión por una actividad y la siempre conflictiva influencia del dinero. En El buscavidas, Chicago es el tapete, las bolas son los personajes que chocan entre sí y el taco, impulsado por fuerzas externas, ya sean la ambición o el dinero, las pone en movimiento.



