El primer lugar en el que viví en Barcelona era una de esas casas del Eixample que dan a un gran patio interior. Solía quedarme horas sola o junto a algún compañero de piso, mirando las ventanas encendidas del edificio de enfrente.
Desde la galería o sentados en el terrado, creamos durante años esas vidas ajenas con una extraña ternura, imaginamos vínculos, infidelidades, rutinas, cambios. Le dábamos forma a ese otro lado del espejo, desde el nuestro.
Mientras leía Te elige, de Miranda July, tuve esa misma sensación. El libro no es solo un conjunto de entrevistas o un proyecto artístico: es una invitación a mirar por las ventanas de los otros, con atención, con respeto, con cierta torpeza, navegando durante la lectura entre la incomodidad y la emoción.
La premisa puede parecer sencilla. En medio de una crisis creativa mientras intenta escribir el guion de su película El Futuro, July decide contactar con personas que publican anuncios en el PennySaver, una revista de clasificados en papel. Algo así como el Segunda Mano que había en los quioscos de Barcelona en los 90s, si es que alguien lo recuerda.
A partir de diversos y a veces un poco surrealistas objetos en venta: una chaqueta, un secador de pelo, renacuajos, surgen una serie de encuentros con desconocidos que están dispuestos a abrir las puertas de su casa y contar algo, sin saber exactamente qué y que en muchas de las entrevistas, son los espacios los que explican por ellos a través de las fotos de Brigitte Sire.
Lo que al principio nos parece una serie de retratos excéntricos o colección de rarezas, se convierte poco a poco en un libro profundamente humano. Hay ternura, extrañeza, silencios incómodos, belleza y July se mueve entre todo esto con timidez y obsesión. Respiras tanto su inseguridad como su necesidad de conexión.
No voy a negar el sentimiento de rechazo que la propia July me causó al principio. La sentía como una figura privilegiada e infantil, a la que el aburrimiento y la búsqueda de inspiración la lleva a escarbar y exponer intimidades ajenas sin pudor. Sin embargo, hay un momento en el que es su propia incomodidad la que se vuelve el centro de la escena y es ahí cuando el libro se vuelve más honesto, más autoconsciente y más valiente.
Algunos de los personajes que entrevista viven en situaciones precarias, otros están solos o anclados a un pasado que no terminan de soltar. Hay quienes acumulan objetos como si fueran anclas, y quienes los venden como forma de desprenderse de una vida anterior. En todos ellos, July encuentra, o busca con insistencia, algo que resuene en su propia historia y bloqueo creativo. La historia de July, la película, la tensión entre el deseo de avanzar y el miedo a moverse es lo que da unidad al libro.
Y sí, Te elige dialoga de forma directa con El Futuro, su película más introspectiva y melancólica, casi imposible entender la una sin la otra. Podríamos leer Te elige como una especie de Making of o Behind the scenes emocional, que mejora la película, la hace más humana y más real. Al final ambas obras giran en torno a lo mismo: el paso del tiempo, al miedo a tomar decisiones y a la pregunta de cómo vivir cuando ya no podemos postergar lo importante. En la película, los personajes intentan detener el tiempo (literalmente); en el libro, Miranda se lanza al mundo real en busca de algo que le devuelva el impulso de escribir. Y en ambos casos, lo que encuentra no son respuestas claras, sino una acumulación de gestos humanos, de pequeñas verdades, que en su conjunto ofrecen redención a través del contacto humano.
Por todo esto, Te elige no es solo un complemento de El Futuro, es su espejo más vulnerable. Donde la ficción tropieza con el absurdo, el libro responde con ternura documental. Lo que queda claro, es que ambas obras se necesitan mutuamente para cobrar sentido, como dos mitades de una misma pregunta que Miranda July nunca termina de formular del todo, pero que deja vibrando en quien mira y quien lee.
Lo que más me conmovió no fue una historia concreta, sino la sensación de haber recorrido un mapa emocional inesperado donde el espacio físico también tiene un papel importante. Las casas, los patios, los objetos, se convierten en ese espejo de dos caras del que antes hablaba. Me sorprendí sacando la cabeza del libro entre capítulo y capítulo para analizar mi propia casa y sus objetos, ya no aquella del Eixample, sino la que ahora habito, preguntándome: ¿Qué pensaría Miranda si entrara? ¿Qué vería? ¿Qué historia inventaría a partir de lo que guardo, o de lo que ya no está?. Igual que yo inventaba las historias de mis vecinos.
Te elige no es un libro convencional, eso está claro. No sé en qué parte de mi librería dejarlo ahora, es crónica y autoficción, es diario de artista, es ensayo sobre el tiempo. No tiene una estructura cerrada ni grandes revelaciones, pero precisamente por eso funciona. Se abre como una puerta tímida, y a través de gestos mínimos y conexiones imperfectas construye lo que se escapa, eso que no se dice, se guarda en una caja, eso que alguien está a punto de vender y que a veces en el arte y en la vida misma, puede empezar o acabar a partir de una llamada absurda, un anuncio trivial o una conversación inesperada.




