Joe Cornish es un tipo simpático. O un tipo paciente. Incluso debería ser ambas cosas, a tenor de la amabilidad que desprende, de ese gesto desaliñado y esa pose correctamente british que espera una gota de humor para saltar por los aires. Pero también es un realizador con las ideas claras, un artista que ha esperado pacientemente para construir una película circunspecta, rigurosa en su humor. No es la primera vez que visitaba Sitges —perdió la virginidad junto a Edgar Wright hacía unos años—, nos confesó antes de comenzar la entrevista. En esta ocasión volvía, incrédulo, con su primer largometraje bajo el brazo. Y estaba encantado con casi todo. Demos paso entonces a esta atractiva charla con un charming man de esos que echamos de menos.
—¿Cómo surge la idea de rodar una película que, tomando la base del cine juvenil de los años ochenta, se desarrolle en un gueto de Londres?
—Yo crecí en los años ochenta, fui testigo de una generación magnífica de películas cuando estaba en mi período de formación cinéfila. Tenía siete años cuando se estrenó La guerra de las galaxias, doce cuando E.T., y la edad ideal para Encuentros en la tercera fase e Indiana Jones y el arca perdida. Pero también me gustaban otras como Rebeldes o La ley de la calle. Digamos que me encantaban esas películas que tomaban un escenario fantástico y lo situaban dentro del entorno realista de los suburbios. Pero nunca vi ninguna historia de este estilo que estuviera narrada en mi barrio. Todas ocurrían en Norteamérica. Y sí, en el fondo, deseaba ver una historia así contada en el lugar donde crecí.
—A propósito de ello, nos gustaría saber qué hay de tu experiencia personal en esta película.
—Los robos. Fui víctima de varios hurtos por parte de chavales, y ello me dio ideas para construir la película. Yo crecí donde rodamos la película, fruto de una agradable familia de clase media y en el seno de un barrio multicultural de Londres. Creo que he sobrevivido a unos cuantos disturbios [risas]. He sido testigo de cómo mi tienda favorita era atracada hasta en cuatro ocasiones desde que era niño. También tenía muchos amigos que crecieron en estos blocks. Y bueno, digamos que hicimos un gran trabajo de investigación para la película. Pasé meses antes de empezar a escribir el guión contándoles la historia a jóvenes de la zona sur de Londres con el objetivo de conocer cuál era su relación con lo queríamos mostrar, así como su forma de hablar y de pensar. Lo cierto es que trabajamos muy duro para contar con la colaboración de los chavales del barrio. Pero sí, digamos que ese ha sido el sitio en el que he pasado casi toda mi vida. Y bueno, no pretendo ser uno de sus chicos que salen en la película, yo simplemente vivía un par de pisos más abajo [risas].
—En relación con el espíritu ochentero de la película, ¿intentaste ser referencial, rodar un homenaje, o por el contrario, subvertir el espíritu del cine de esa década? Lo decimos en parte por el perfil de los protagonistas, que son unos parias, no son tan candorosos ni poseen esa mentalidad tan näif.
—Yo diría que esa nunca fue mi intención. No estoy interesado en la nostalgia. No vivimos precisamente un período de paz. Soy consciente que esas películas no significan nada para los chavales de Attack the Block, no representan su forma de actuar ni de pensar. No los representan porque estos chicos son demasiado jóvenes, no habían nacido en esa época. Así que en ningún caso me planteé realizar una película para adolescentes. Pero lo que sí quería era asegurarme de que mi película fuese consistente. Estaba interesado en rodar bien cada plano y en tener el control de la cámara. No quería hacer una de esas películas donde la cámara no para de moverse sin control. Me gusta la composición del plano y los movimientos de cámara. Digamos que a la hora de rodar soy más tradicional.
» Para las películas ochenteras, la diversión era muy importante. Se centraban en el entretenimiento, pero también se tomaban muy en serio la descripción del carácter de sus protagonistas. Percibía una gran honestidad en la forma de mostrar su comportamiento, por eso no tenían miedo de mostrar a niños fumando en Cuenta conmigo o a chavales diciendo penis breath (aliento de pene) en ET. Estos detalles serían muy incorrectos políticamente hoy en día, pero cuando eres un niño, esa honestidad lograba que conectaras mucho más con lo narrado. Así que lo quería evocar era ese espíritu. No me interesa la nostalgia ni las referencias. Sólo me interesaba narrar el tipo de historia que a mí me habían contado.
—La película funciona dentro de un contexto de cine fantástico. ¿Podría decirse que utilizas el género para distanciarte del cine social más convencional sobre la juventud?
—Sí, exactamente. Podría decirse que el entorno en el que se desarrolla la película suele usarse para escenificar dramas sociales sobre la pobreza, adicciones, etc… ya sabes, esas películas tan depresivas que tras verlas en el cine te sientes mejor persona, pero a la vez te generan un deseo de suicidarte [risas]. Y realmente creo que a los chicos que viven en estos entornos no se les permite la fantasía. El cine fantástico pertenece a las clases medias, a gente que vive en contextos más agradables. Por eso es importante permitir que las personas puedan proyectar esas fantasías en su entorno, de ahí que quisiera que un chaval de estos barrios pudiese vivir la misma experiencia que significó para mí, como un chaval acomodado de los suburbios, ver E.T.
» Lo que me gusta de estas películas es que combinan realidad y fantasía. Las viejas películas de ciencia-ficción siempre juegan con problemas actuales, sea el maccarthismo en La invasión de los ladrones de cuerpos, el SIDA en La cosa o el divorcio en E.T. El extraterrestre. La mejor ciencia-ficción es la que trata sobre el ahora. Por eso creo que es imposible separar ambos aspectos de Attack the Block. Mi ambición fue la de rodar una película fantástica con algo relevante que decir.
—¿Crees que existe una nueva generación de realizadores británicos que aporta una mirada más fresca a los problemas de la juventud?
—Sería maravilloso. Me encanta el trabajo de Neil Blomkamp en Distrito 9; me interesa mucho lo que está haciendo Duncan Jones y las películas de Neil Marshall. Edgar Wright es un viejo amigo, ambos hacemos un cine joven, pero estilísticamente busco algo diferente de lo que consigue Edgar. Pienso que, con todos los ejemplos que citaba antes, está teniendo lugar un resurgir muy interesante del cine joven. Aunque lo que me gustaría sería formar un club, una pandilla en la que todos llevásemos un uniforme especial y un sombrero, y que saliésemos de fiesta juntos y a ligar por ahí… En fin, no lo digo en serio… sería una idea terrible [risas].
—¿Crees que la televisión ha funcionado como cantera para estos nuevos directores y también para ti mismo?
—Sí, sobre todo en el ámbito de la comedia. Resulta más sencillo abrirte camino que en el drama. Si quieres hacer un drama, necesitas llevar a cabo tu período de prácticas en un culebrón o en uno de esos dramas complacientes. Sin embargo, en la comedia o eres gracioso o no. El público espera lo inusual, que experimentes y ofrezcas algo diferente. Así que, en efecto, en Inglaterra la comedia es una buena manera de abrirse paso en la industria. Pero también tienes que estar atento y tener la fortuna de aprovechar esa oportunidad. Empecé en televisión hace dieciséis años, en 1995, haciendo comedia. O sea, que estoy al borde de la muerte. Podría palmar en los próximos cinco minutos [risas].
—¿Por qué decidiste trabajar con este tipo de efectos especiales a la hora de rodar la película?
—No podíamos permitirnos criaturas diseñadas por CGI y, al mismo tiempo, tampoco soy un fan de los efectos visuales. No consigo apreciar las diferencias entre el dragón de Harry Potter, la criatura de Monstruoso y los alienígenas de Invasión a la tierra; es como si el mismo alien se llevase todo el trabajo. De hecho, me suena haberlo visto en varios clubs en Los Angeles [risas]. Mientras tanto, los viejos monstruos de los 80 están en los suburbios pidiendo limosna. Así que quise darles otra oportunidad.
» Cuando era un niño, me gustaba dibujar a las criaturas que aparecían en las películas; en el colegio era el que mejor dibujaba al muñeco de Marshmallow de Los cazafantasmas. Ahora mismo necesitarías un título en Bellas Artes para dibujar al dragón de Harry Potter [risas]. Mi intención fue la de crear una criatura que resultase aterradora por su falta de detalles, porque a menudo los efectos visuales son tan realistas en su detallismo que acaban obviando el auténtico realismo.
—Funcionan muy bien, porque son muy inquietantes. Esa figura distorsionada, de la que sólo se aprecia la boca, realmente funciona en la película.
—Me alegro de que os haya gustado. Conocí a Terry Notary, el especialista que se oculta en el interior del traje de alienígena, en el set de rodaje de Las aventuras de Tintin y el secreto del Unicornio. Allí trabajaba como coordinador de movimientos de Simon Pegg y Nick Frost, que interpretan a Hernández y Fernández. Y la verdad es que fue una suerte coincidir trabajando con el mejor coordinador de movimientos. Terry coreografió los movimientos de los Na’vi en Avatar e hizo de coach en Los cuatro fantásticos y Silver Surfer y Hulk, así que fue la primera persona que contratamos para la película. Hizo un trabajo increíble, sobre todo, porque las condiciones eran difíciles y el traje de alien muy estrecho. Aun así, trabajó muy duramente en el ritmo y en la forma de moverse de las criaturas.
—Aunque fue rodada antes de que ocurriesen, ¿cómo puede releerse tu película a raíz de los disturbios que sucedieron este verano en Londres?
—Los disturbios de Londres fueron algo complejo, en tanto que diferentes factores jugaron un papel activo en su desarrollo. Attack the Block trata sobre una juventud solitaria sin conexión con la sociedad, que fue una característica de las revueltas. Los disturbios son indicativos de un problema y, en general, constituyen una llamada de socorro. Pero tampoco me interesa conectarlo demasiado con la película: el tema son los adolescentes, sobre toda esa energía y ese poder que acumulan, especialmente cuando pertenecen a un grupo, y sobre lo necesario que es prestarles atención y cuidado, porque, de otra manera, esa energía puede acabar canalizándose equivocadamente. Lo que Attack the Block intenta señalar es que, por mucho que nos disguste su comportamiento, son niños, y la sociedad tiene el deber de cuidarlos. Ese es el mensaje. Una lección que aprendimos con los disturbios fue la de observar a un grupo de personas pertenecientes a diferentes estructuras sociales diciendo “mira, ayuda”. Por eso resulta peligroso mandar a todos a la cárcel. Una enfermedad no se cura matando al paciente, sino examinándolo. Y, de alguna manera, eso es lo que Attack the Block intenta reflejar a través de los alienígenas de dientes afilados.
—En España nos sentimos identificados con cómo retratas a los jóvenes, sus intereses, su día a día. Podemos ver tu película como un reflejo de la situación de la juventud, salvando las distancias entre los dos países.
—Gracias. Creo que esa cultura es muy internacional. Por ejemplo, el hip-hop se mantiene vigente desde hace veinticinco años y lo que es fascinante es cómo esto está ocurriendo en todas las grandes ciudades del mundo. Y creo que va a empezar también a propagarse por la clase media porque la distancia entre ricos y pobres está exagerándose hasta el extremo.
—Los chicos protagonistas son casi hombres, obligados a crecer rápidamente, a asumir responsabilidades que no deberían ser las suyas.
—Claro. Son hombres jóvenes. Son adolescentes. Son chavales. Como comentaba antes, con los jóvenes hay que tener cuidado. Puedes juzgar muy claramente a una sociedad por su forma de velar por la gente joven. Como dijo Whitney Houston: Children are the Future (Los niños son el futuro) [risas].
—Ya que estamos hablando del futuro, ¿qué te planteas próximamente? ¿Piensas de igual manera que algunos realizadores, que empiezan siendo guionistas para conseguir el objetivo final de dirigir, o te interesaría mantener una carrera paralela compaginando la escritura y la dirección?
—No me gustaría ponerme reglas sobre nada. Estoy abierto a cualquier cosa, pero sí creo que cuando escribes y diriges tienes un nivel de control del que tal vez careces cuando trabajas sobre un guión que no es tuyo. Prefiero joder mi propio trabajo que el de otra persona [risas]. Admiro a Edgar [Wright], la forma en que ha escrito y dirigido todo lo que ha hecho. Admiro mucho a Tarantino. Cuando cometen errores, son sus propios errores. El pánico viene cuando alguien me pasa un guión que me parece fantástico y que me encantaría dirigir, pero es un proceso largo y difícil, y tienes que sentir realmente lo que haces, tienes que meterte en ello con el corazón, amarlo, y yo prefiero mis guiones porque me quiero mucho [risas].
Entrevista realizada el 10 de Octubre de 2011 en Sitges. Transcrita y traducida al castellano por Sergio Vargas, Óscar Brox y Roberto Alcover.